Dejando de lado mi ironía y mi hartazgo absoluto con la mugre política bananera de este país, hablaremos del amor platónico de mi vida: Frédéric François Chopin. Cualquiera diría que estoy chiflada, que como puede gustarme un tipo que murió en 1849, que no era tan agraciado, que era adicto a la relaciones tristes, débil de carácter (cosa en la que no concuerdo en lo absoluto, porque si bien era delicado en su manera de tratar a la gente, de la misma manera en que lo era para tocar el piano, el hombre tuvo pantalones) y un largo etcétera.
Seré franca. Alguna vez le dije a
melisa_ram que los hombres actuales no me gustaban de la manera en que lo hacían algunos muertos y este es el caso con Chopin. Admiro a los que tienen bien definido lo que van a hacer el resto de sus vidas y eso era Chopin. Se consideraba a sí mismo un compositor, no un concertista. Su música no se adaptaba para romper el piano en una muestra de "locura genial", no. Es más bien intimista, delicada, suave. Lo tachan de cursi, pero no lo es. Son los ejecutantes los que pueden convertir una obra de Chopin en una cosa almibarada, pero esa no era la intención.
Cada obra de Chopin en capaz de mover sentimientos. El Étude 12 del Opus 10, mejor conocido como Revolucionario, me transmite la impotencia que él sintió al enterarse de lo que ocurría en Polonia. El Andante Spianatto me transmite calma, la Marcha Fúnebre, tristeza esperanzada y así nos podemos ir yendo, ya que no termiraría con su extensa obra que incluye mazurcas, estudios, baladas, fantasías, polonesas, etcétera.
No soy una docta especializada en Chopin. Solamente una fanática que se entristece al ver que a pesar de lo conocido que es, siga siendo tan poco valorado.