Este va para mi buen amigo
erewhom Desde que el monoteísmo había ganado el dominio del mundo, los dioses griegos se sentían fuera de lugar. Ahora habían comprendido mejor a los dioses menores de las distintas tierras que sus adeptos romanos habían conquistados. Lo único que los había salvado de la extinción a la que habían sometido a los mencionados, es que aún fueron quedando unos pocos valientes que se atrevieron a seguir siendo sus adeptos.
La más agradecida con ello, era la diosa de la guerra sabia, Atenea. Ella siempre había visto por sus adeptos, pero ahora que eran tan pocos, comparados con los que eran antes, hacía hasta lo imposible porque estuvieran bien. Por eso era que sufría cuando alguno de ellos moría.
Probablemente estuviera mal que Atenea se apegase a sus adeptos de tal manera, pero ellos eran su familia y también le habían demostrado que ella les importaba.