Jan 22, 2012 04:32
Amar al lobo.
Un comienzo extraño, sin duda.
Ideal para viejos y conocidos sentimientos viejos ahora reclaman nombre y orden. Exigen reconocimiento. ¿Que decir? Un amor imposible en una lista de pérfidos e imposibles amores comúnmente literarios. No me avergüenzo de esta pequeña debilidad, es mas, encuentro fascinante la facilidad con la que soy capaz de emular ciertas sensaciones.
Y el lobo, el temido cánido había sido y será mi mas fiel amante. No importa el tiempo que pase, por mi queda demostrado que solo le guardo fidelidad a el y que puedo compartir mi devoción pero que la suya siempre será mas profunda, latente y espiritual.
Recuerdo etapas de mi niñez en que lo único que amortiguaba las burlas y los sinsabores de la crueldad infantil era la promesa de un documental sobre dichas fascinantes criaturas. Y aunque el encuentro poco fortuito tras unas barras de acero me dejó una huella de dolor yo siempre me refugié en ese halo de nobleza y salvaje ideal que había creado para mis fieles amigos. Los tratos agridulces de la adolescencia fueron menos cuando por las noches, de madrugada, noches como las de hoy, dibujaba hasta el amanecer utópicos mundos de nieve y ventisca o bien hacia sonar Lycanthia hasta quedar dormida. Hoy, como la niña que creo ser, me sigo refugiando entre el pardo pelaje y la mirada ámbar y cuando la vida me recuerda que no debo flaquear... yo los busco en mi mente para que me den fortaleza e integridad en ocasiones y consuelo en otras.
¿Porque el lobo? Debe haber una explicación mas sencilla que no consigo recordar, tan solo tengo una ilusoria tesis sobre la imagen ideal que he montado con esmero para ellos durante años. Camaradería, fidelidad, nobleza... un instinto que va mas allá de las imágenes y el retorcido placer del salvajismo en su mas pura esencia. Esa reputación malograda me embauca y sus formas recortadas contra la noche hacen que me de un vuelco el corazón cuando las aprecio por el rabillo del ojo en algún libro de ilustraciones. He pasado horas frente a un reproductor oyendo los aullidos, calmando la ansiedad del momento con ellos o regocijándome con sus carreras cuando sentía que yo también sería capaz de correr si me lo propusiese.
He jugado a ser uno de ellos, he escrito sobre sus viajes y esta noche, esta mas que ninguna otra debía ser la noche en que pusiese por escrito una sensación que llevaba acunándose en mi mente durante años.