¡¡Feliz Amigo Invisible, Aleia!!

Jan 04, 2009 12:52

PARA: aviss
DE PARTE DE: Amigus anonimus

Titulo: Propiedad de la Familia Black
Pairing/Personaje: Bellatrix/Sirius
Resumen: Por dejar a la familia Black, todos obtienen un castigo.
Rating: NC-17
Disclaimer: Todo de Rowling, nada mío, excepto las perversiones
Adevertencias: ¿Sexo sin amor/dubious consent? Violencia


Notas: Para Aviss, con mucho cariño

- Black…

Se escuchó un susurro por la sucia habitación del hostal donde dormía, mientras la pálida luz de luna se asomaba por entre los cristales de la ventana y los sonidos de gente en movimiento a unos metros de su puerta lo entretenían por su simpleza.

Sirius se levantó de golpe, dejando aún sus manos recargadas contra el colchón, enfocando su vista por debajo de sus cabellos negros, rebuscando entre la oscuridad el origen del sospechoso sonido. Su varita descansaba sobre la silla, a un par de pasos de distancia, pero sin querer hacer movimientos bruscos, simplemente la invocó en silencio.

Toda la angustia anterior había desaparecidos por arte de magia, al momento de cerrar sus dedos alrededor de la madera lisa y segura de su varita.

- Lumus, - murmuró. Al segundo siguiente la habitación se iluminó notablemente con una luz anaranjada, dejándole ver, sentada sobre el escritorio con el cual estaba equipada su habitación, la figura imponente y siniestra de su prima mayor. - Bellatrix… - Se puso de pie en un salto.

- Buenas noches, querido primo.

Sirius no podía decir con seguridad cuánto tiempo había ya pasado desde la última vez que la simple presencia de Bella lo había inquietado como en ese momento. El vello de todo su cuerpo se erizaró y las rodillas le fallaron por un momento, sintiéndose caer nuevamente sobre la cama. La hermosa mujer frente a él levantó la varita, y antes de darle siquiera tiempo en pensar en protegerse de cualquier maldición que le fuese a caer encima, Sirius sintió cómo su varita le era arrancada de la mano y unas cintas invisibles le inmovilizaban las manos, atándoselas por las muñecas.

Sin embargo, quizá sea por aquél rasgo tan Gryffindor que siempre había poseído, viéndose totalmente expuesto a deseos y placeres de su prima, Sirius alzó la mirada y sonrió de lado, el miedo se había esfumado de su rostro por completo y ahora se veían en sus facciones la arrogancia y prepotencia que te da un apellido de sangre limpia, aún cuando tú mismo reniegues de ella.

- ¿Vamos a jugar, Bella? - fue la insolente provocación.

Cuando vivía en Grimmauld Place, Sirius Black siempre se sintió, pese a la creencia general, completamente a salvo. Quizá era por las protecciones mágicas de la Mansión o simplemente porque sus padres, aún reprendiendo su comportamiento de la manera más cruel y arcaica posible, estaban allí. Sirius estaba seguro de que, si su prima se atrevía a atacarlo estando bajo resguardo del techo familiar, no lo dañaría, aún si el temor de la mayor era manchar los caros y ancestrales tapices de sangre.

El número 12 Grimmauld Place significaba para Sirius mucho más que sólo un legado familiar, pues fue en ese lugar donde creció y vivió su infierno personal. Ver cómo tu familia se inclina por las creencias de un loco psicópata con aires de grandeza no es lo más adecuado para querer conservar tu salud mental, sin embargo, debemos tener en cuenta que también fue la casa donde aprendió a caminar, a patear elfos, a blandir una varita y a ser todo un Black. Porque el hecho de que tu familia te borrase de su historia no quiere decir que tú borres a tu familia de la tuya.

- Querido primo, me da gusto ver cómo te sobrepones a las caídas. Siempre supe que eras un buen diamante en bruto, lástima que el tío Orión no supo pulirte de manera adecuada. Pero, ¡qué se le va a hacer!

El silencio del joven fue aún más elocuente que su fría mirada, derrochando un aire de superioridad inigualable.

- ¿Quién iba a pensar que el heredero de la estirpe Black iba a abandonar su hogar con tan sólo 16 años, tan sólo por un malentendido? - se mofó, en un tono burlesco - Eso no se hace, primo. Los problemas siempre deben ser arreglados en su momento, sin dejar pasar más tiempo.

- ¿Qué buscas aquí, Bella? - la interrumpió.

Los ojos negros del Bellatrix chispearon con burla, mientras con otro movimiento de varita ató igualmente los pies de su primo, quien discretamente estaba poniéndose de pie, ideando un plan de escape (o de ataque).

- No busco nada, Sirius, - dijo seriamente, mientras sus labios adquirían una mueca sarcástica, lejos ya de toda burla infantil - Vengo, al contrario, a ofrecerte redención, renacimiento, apoyo. Vengo a cobijarte entre mis brazos y dejarte entrar de nuevo en la familia. Porque te queremos, Sirius, y de verdad nos duele tu abandono.

- Ajá…

- En serio. Es más, incluso estamos dispuestos a perdonar tu lamentable estancia en Gryffindor.

Sirius cerró los ojos y no reprimió la carcajada que salió de sus labios, regodeándose felizmente con el descabellado plan de su prima para que volviera a casa. Los Black te perdonan todo, siempre y cuando estés dispuesto a reformarte, decía ella. Sin embargo, Sirius los conocía tan hondamente como para ignorar los planes cubiertos de su casa.

- Lo sé, primo. Ni yo misma me lo creería.

La anterior burla de Bella sólo incrementó el volumen de la risa del menor, siendo ahora casi imposible contener las lágrimas que salían de sus ojos a causa del esfuerzo para mantener la cordura y no caer en la suave brisa de la locura.

“Murió de risa,”, pensó Sirius, “diría mi tumba”.

Bellatrix se permitió una suave carcajada, antes de blandir su varita y apuntar al joven con un rayo azulado.

La risa de Sirius se extinguió al instante, no así la mueca divertida de su rostro, cuando sintió el golpe del hechizo en su pecho y el dolor incrementándose paulatinamente por todo su cuerpo.

- Vamos, Bella… una simple maldición de dolor no me hace ni cosquillas. - se burló - Creí que eras más creativa, prima.

La retorcida sonrisa de Bellatrix hizo disparar las alarmas de todo su cuerpo, sabiendo de antemano, pero aún negándose a sí mismo, la clase de tortura a la que Bella lo sometería.

- Tranquilo, Sirius, si apenas estoy comenzando.

Un rayo amarillo salió de su varita, impactándose en la mitad de su estómago. Al instante, Sirius sintió cómo su cuerpo aceleraba su respiración y sus pulmones se movían frenéticamente a causa de un exceso de oxígeno. El color huyó de su rostro, mientras sus manos atadas se aferraban en puños y sus piernas se movían rápidamente. Los ojos grises se abrieron todo lo posible mientras un mudo grito se escapó de sus labios.

- ¿Qué tal se siente, primo? - Bellatrix se había acercado mientras mantenía la maldición - ¿A que es genial? Esta maravilla puede hacer que aumenten tus reservas de oxígeno de manera alarmante, ¿sabes? Podría asfixiarte…

La maldición se detuvo. Sirius sintió sus pulmones explotar cuando comenzó a regular su respiración nuevamente. Le dolía todo el cuerpo y sus ojos se nublaban por manchas oscuras frente a su mirada.

- ¿Listo para otra ronda?

La falta de respuesta se compensó por la férrea mirada lanzada hacia su atacante. Sirius Black siempre fue el mejor para expresarse.

- La tía Walburga te manda cariños, primo. Cruccio.

Sirius no supo cuánto tiempo estuvo retorciéndose bajo la maldición, de lo único que fue consciente era de no dejar que sus labios se separaran y dejaran salir todos los lastimeros gritos que su pecho clamaba por exhalar. Cuando la maldición paró, escuchó la infantilmente terrorífica risa de Bellatrix a centímetros de su rostro. Sirius no se dejaría doblegar, por lo que juntando las pocas fuerzas que quedaban en su cuerpo, se dirigió a la mujer.

- Me excitas, prima… - se burló.

No obstante, al instante siguiente se arrepintió de sus palabras, cuando Bellatrix borró su sonrisa y, en lugar de tomar la ofensa, una chispa desconocida saltó en su mirada, obligándolo a recapacitar lo dicho.

- ¿De verdad, Sirius? En ese caso…

Un nuevo rayo luminoso, esta vez color rojo sangre, salió de la varita de la mujer, impactando en el centro del pecho de Sirius Black, fallando por poco en su corazón.

Una ola de calor comenzó a recorrer el cuerpo de Sirius, mientras a lo lejos escuchaba la voz, exenta de burla, de Bellatrix.

- También puedo acelerar tu circulación, primo. Puedo hacer que tu sangre recorra frenéticamente tu cuerpo y te haga arder por dentro. Puedo, incluso, quemarte vivo con tu propia sangre…

Sirius no lo dudaba.

- Sin embargo, Sirius. Lo que yo busco es… otro tipo de placeres.

Al joven no le fue difícil llegar a la conclusión en el tipo de tortura que su prima mayor trataba de utilizar, no cuando un bulto en sus pantalones aparecía, debido a la creciente estimulación que le otorgaba el exceso de sangre por todo su cuerpo. Bella paró la maldición, soltó las ataduras de Sirius, para en lugar de amarrar sus extremidades juntas, atarlas ahora a las cuatro esquinas de la cama.

- Quizá obtendrás mi cuerpo, prima, pero nunca mi persona… - dijo, en un arranque de dignidad.

La carcajada que soltó Bellatrix lo enfureció de manera tan desquiciante que deseó con todas sus fuerzas tener una mano libre, para tomarla por el cuello y quitarle la vida tan sólo con su fuerza.

- No me interesa ni tu cuerpo, ni tu persona, ni tu espíritu, Sirius. - Dijo, cuando acabó de reír, mientras sus manos iban al frente de su capa y soltaban su broche. - Lo que yo busco es el placer de tu humillación. - La costosa prenda cayó al suelo.

Lentamente Bellatrix se acercó a la cama, mientras miraba con gula a su víctima.

- Eras un buen chico, Sirius. Atractivo, sangre limpia, Black…

Una mano llegó a acariciar su miembro erecto por encima de la ropa. Sirius concentró todas sus fuerzas en bajar la creciente erección que sufría, recordándole a su cerebro que quien lo tocaba era la loca Bellatrix, no la mujer de 25 años más atractiva que hubiera visto en su vida.

- ¿Te envió la familia a torturarme, Bella? - le preguntó, tratando de desviar su atención.

- Sí. - fue la escueta respuesta.

Sirius de verdad comenzó a sentir pánico cuando el botón de sus pantalones fue desabrochado y su cierre cedió fácilmente a las manos de Bellatrix. Su ropa interior fue apartada del camino y, aún con los pantalones puestos, su miembro respiró firme fuera de la calidez de sus ropas. Su goteante erección, producto de una sobrecarga de sangre inducida, lo horrorizó.

- Eres lindo, Sirius…

La voz cargada de lujuria de su prima le envió escalofríos por toda su columna vertebral. Sirius no era nuevo en el sexo, pero eso era casi una violación.

Con parsimonia, la lengua de Bella se asomó entre sus labios y acercó su rostro lo más posible al pene de su primo, acariciándolo con su aliento cálido, enviando golpes de insano placer corrupto al menor.

Lentas caricias fueron proporcionadas a su erección, mientras Sirius se mordía la lengua con fuerza, evitando dejar salir las exclamaciones de placer que inundaban su garganta. Bellatrix, al contrario, liberaba con cada caricia un gemido suave, demostrando cuánto le gustaba eso.

Cuando la boca de Bella liberó completamente su miembro y las manos de la mujer se escondieron por debajo de su vestido para acto seguido, sacar su ropa interior, Sirius Black se temió lo peor.

Lentament Bellatrix se sentó a horcadas en su regazo, penetrándose a su misma aún con la ropa puesta.

- Ah, Sirius… - su rostro se contrajo con absoluto placer, mientras veía con burla los burdos intentos de su primo por suprimir las placenteras reacciones de su cuerpo.

- Te odio, Bellatrix. - Fue lo único que pudo lograr formar.

Y de esa manera comenzó un sube y baja prohibido.

Los gemidos de Bellatrix al momento de penetrarse subieron de intensidad, pero su rostro nunca perdió la mueca de insana satisfacción que le daba ese acto. Con un movimiento de caderas giratorio, arranco un quejido lastimero de Sirius.

El ritmo siguió por un tiempo, a la vez que Sirius tomaba toda su entereza posible para evitar descargar su placer en su prima, refrenando su instinto para dejar salir un orgasmo de su cuerpo.

- Vamos, Sirius… ¡Quiero que te corras! - gritó enfurecida, aún subiendo y bajando frenéticamente sobre la erección del menor.

Sirius hacía verdadero esfuerzo para recordar que ese acto no le causaba placer alguno, siendo en su totalidad repulsión el sentimiento que albergaba en ese momento.

- Lo siento, querida… prima… - dijo, con los dientes apretados - Sigue practicando.

- ¡Maldito! - Bellatrix detuvo sus movimientos para acercar su rostro al del joven, mirándolo fijamente a los ojos, desprendiendo llamaradas de lujuria por la mirada - Perfecto, sigo practicando - declaró para acto seguido, descargar un certero puñetazo en la quijada del hombre.

- ¡Ah! - gimió Sirius, horrorizándose después al ver cómo sus caderas se levantaban inesperadamente y penetraban con mayor profundidad el cuerpo de la mayor.

Para Bellatrix, no fue difícil comprender la reacción.

- Vaya, vaya… Parece que al bebé Sirius le gusta jugar rudo.

Descargó otro puñetazo en su rostro, maravillada ante los nuevos estímulos placenteros que obtenía. Golpeó el estómago del joven dos veces más, antes de recordar algo.

Empuñó nuevamente su varita firmemente, y con un Diffindo rasgó la parte superior de la ropa de Sirius, dejando expuesto su torso, y con una mano lo acarició suavemente, apreciando la firmeza de sus músculos.

- El Quidditch te hace bien, primo, - comentó, pellizcando fuertemente uno de sus pezones.

- ¡Ah… ah…! ¡Te… odio! - Sirius gritó, penetrándola aún más rápido, sintiéndose cerca de terminar. Pero detuvo sus movimientos al ver cómo Bellatrix le apuntaba con su varita y fuego salía de ella, incrustándose en la piel de su pecho. Gritó.

Tenía poco tiempo que había descubierto el placer que le provocaba ser lastimado, por lo que todavía no exploraba más allá de los golpes y azotes. Pero al sentir en carne viva cómo su prima manipulaba la línea de fuego sobre su piel, trazando figuras y letras por sobre su pecho, lo llevó al límite de su aguante y descargó todo su semen dentro del cuerpo de Bellatrix, quien sonrió complacida con su obra y gimió su propio orgasmo, al sentirse tan llena de repente.

Cerró los ojos, sintiéndose más destrozado que en cualquier otro momento doloroso de su vida. Humillado y pisoteado por una mujer más cruel incluso que su propia madre. Ahora supo porqué su familia había enviado a Bellatrix, de entre todas las personas. Bellatrix, quien bajó de la cama y arregló sus ropas, aún con un leve sonrojo en sus mejillas.

- ¿A qué viniste? - le preguntó, deseoso de conocer la repuesta.

- A recordarte, primo, que sigues teniendo en tus venas sangre Black.

Se alejó hacia el espejo de la habitación, verificando su aspecto. Sirius, aún atado sobre la cama, con la ropa malpuesta, abrió los ojos y le dirigió al reflejo que lo retaba la mirada más encolerizada y vengativa que hubiese nunca invocado.

- Más vale que corras y te escondas. Espero sepas desaparecerte de este mundo o al menos, huir de mí. Porque si te alcanzo, Bellatrix, si te alcanzo, te mato.

Bellatrix giró lentamente a verlo a los ojos, burlándose en su cara de su situación.

- Aunque me mates, Sirius, el mundo sigue girando. - Y desapareció.

Así como también desaparecieron las ataduras invisibles en sus miembros.

Como resorte, Sirius se levantó de la cama y se quitó completamente la ropa. Fue hacia el espejo y miró su reflejo con atención, observando los cambios de un cuerpo derrotado y humillado.

Ahí, sobre su pecho y ocupando gran parte de él, la única huella de que Bellatrix había tomado su cuerpo y lo había destrozado, brillaba en letras rojas.

“Propiedad de la Familia Black”

Ni lejos de casa logro librarme de mi sangre…


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