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Nov 25, 2006 23:14

Algo que siempre me ha llamado mucho la atención, y especialmente desde que dí "la bolsa" (de inversión) en el instituto, en historia, es el concepto del  dinero. Cómo algo inventado por el hombre, que a veces nisiquiera es algo tangible, sino una mera suposición o estimación volátil y etérea, puede condicionar la vida de tantas personas. Cómo hay niños muriéndose por culpa de malformaciones en Chernobyl, sin recursos para poder seguir adelante, mientras hay futbolistas haciéndose de oro por darle pataditas a un balón y salir con modelos. Cómo hay personas mayores deteriorándose a la velocidad de la luz, sin poder acceder a un programa de rehabilitación cognitiva por la extensa lista de espera, y sin medios para hacer una por la vía privada. Y, mientras tanto, a alguien que se dedica a decir con cuántos tios famosos se ha acostado, se le paga millones por 15 minutos de revelaciones morbosas.

El otro día, en la consulta, pude ver la desesperación humana, más tangible incluso que el dinero. Era una desesperación pura, por ver una vida propia que se escapa de las manos. Por ver una vida querida que se va. Por saber que podría haberse remediado, o al menos, retrasado. Por saber que no hicieron nada por cuestiones burocráticas: esperemos un poco más, hay mucha lista de espera, ya le daremos la cita...
Puedo imaginar la cantidad de licenciados que estarían más que dispuestos a ofrecer una asistencia domiciliaria para aquellos que necesitaran una rehabilitación. Algunos están en el paro, o trabajando de teleoperadores, o trabajando en discotecas, o trabajando en el McDonnals. Hay tanta gente que podría necesitar un servicio así, y tantos dispuestos y preparados para desempeñar un trabajo así. Evidentemente quien tendría que pagar este servicio debería ser el Estado. Pero también es evidente que tiene cosas mucho mejores que hacer...

El ser humano es la única especie que inventa millones de impedimentos institucionales porque no sabe cuidarse a sí misma. 
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