Bon Apetit
Título: Bon Apetit
Fandom: V.K.
Claim: Aido/Rido
Prompt: "Primera vez"
Extensión: 680
Advertencias:Yaoi.
Atraerlo había sido una cosa muy fácil, hacerle caer en un profundo sueño fue una delicia, todos aquellos incapaces de igualar la pureza de su sangre eran inocentes presas esperando caer en sus brazos. Para suerte de él, muy pocas cosas podían resistírsele y es que con su pinta agreste; desequilibrada como salvaje, adquiría un magnetismo superior al de cualquier otro sangrepura. Su fachada abría una cordial invitación a todo lo prohibido, su sonrisa prometía la muerte pero también el eterno placer, los ojos de diferente color anunciaban la locura de su personalidad, todo él era una contradicción de elegancia y violencia. Era amante, era sexo y era muerte.
El chico rubio entre sus brazos desprendía un olor exquisito, un trago de su sangre, valdría más que todo ese líquido aguado, que era el líquido vital de los humanos o vampiros normales. Se relamió los labios mientras despejaba el níveo cuello de los cabellos dorados que se arremolinaba en el lugar. Su presa no sólo olía muy bien, sino que poseía una belleza encantadora, como las idílicas figuras deslumbrantes de Narciso y Adonis, ¡ah! Si fuera sangrepura, si el muchacho fuera un sangrepura podría dominar al mundo con su simple sonrisa.
Chasqueó la lengua, sería un desperdicio si lo mataba, realmente parecía que sería un buen amante, dócil, inocente y completamente exquisito. Ya lo podía imaginar desnudo, completamente dominado por su oscura presencia, gimiendo entre las sábanas su nombre, entregándole en sus suspiros cada gramo existente de placer. Oh, sí… divagó sus manos por debajo de la ropa del noble, descubriendo sus delicadas líneas mientras entre sueños el muchacho se inquietaba.
Era tan joven, tan inocuo como lo aparentó a primera vista. Lamió el cuello de su nueva adquisición, mientras sus manos se atrevían a explorar zonas no tocadas por otros. Clavó los colmillos con fuerza, bebiendo la creciente excitación del noble vampiro. Los ojos azules se abrieron de golpe, el muchacho había salido de su transe soporífero.
El desconcierto y el terror se vislumbraron en su mirada, tratar de negarse a él, era la reacción normal de todo ser vivo, pero el instinto de obedecer a un sangrepura también estaba muy bien grabado en la genética de todos los vampiros de menor rango. La discrepancia en su mente debía estar dándole problemas a tope.
Le dedicó una dulce sonrisa ensangrentada, prometiéndole que habría mucho más que eso en breve. El cuerpo del Adonis reaccionó al sentir las manos de Rido sobre partes sensibles, produciéndole la necesidad de escapar. Lo tumbó en el suelo, sorprendentemente intentó oponerse a su poder, lo cual le alentó a sentirse aún más entusiasmado por el chico. La resistencia era algo muy divertido, oh sí se encargaría de enseñarle la excitante lucha entre el dueño y el esclavo, la demencia insana del siervo que suplica a su amo por que sea tomado con violencia. Poco a poco, lentamente lo envolvería en su deletérea esencia para corromperlo, rompiendo su voluntad e implantándole la divina entrega del preso a su cruel, pero amante carcelero.
Él trató de impedir su tacto, rehuía de sus ojos, se oponía a la dirección de sus manos. Forzó sus labios obligándole a aceptarle, sus iris azul claro brillaban con mayor intensidad cuando se descontrolaba. Le rechazaba, sí, pero también en su interior estaba el aceptarle, era un caos, era una batalla, era toda una contradicción.
No podía huir de él, de sus sensaciones, no quería huir de su tacto produciendo espasmos de placer nunca antes experimentados, estaba todo alrevesado, pero reaccionaba a ello, porque así debía ser. La pelea de la discordancia le nublaba cada vez más la mente. Arrogancia le indicaba pelear.
Rido se relamió los labios arrancándole al noble un gesto de espanto, ahora que estaba despierto lo iba a probar todo enterito, disfrutando de cada bocado. Era una suerte que la primera vez del joven fuera con él, los Kuran eran expertos en convertir el dolor en placer; se volvería una droga que requería de más y más. Algo le decía que tardaría en matar a su nuevo juguete.
-
*¬* DEBO escribir más de esos dos.
Fandom: V.K.
Claim: Aido/Rido
Prompt: "Primera vez"
Extensión: 680
Advertencias:Yaoi.
Atraerlo había sido una cosa muy fácil, hacerle caer en un profundo sueño fue una delicia, todos aquellos incapaces de igualar la pureza de su sangre eran inocentes presas esperando caer en sus brazos. Para suerte de él, muy pocas cosas podían resistírsele y es que con su pinta agreste; desequilibrada como salvaje, adquiría un magnetismo superior al de cualquier otro sangrepura. Su fachada abría una cordial invitación a todo lo prohibido, su sonrisa prometía la muerte pero también el eterno placer, los ojos de diferente color anunciaban la locura de su personalidad, todo él era una contradicción de elegancia y violencia. Era amante, era sexo y era muerte.
El chico rubio entre sus brazos desprendía un olor exquisito, un trago de su sangre, valdría más que todo ese líquido aguado, que era el líquido vital de los humanos o vampiros normales. Se relamió los labios mientras despejaba el níveo cuello de los cabellos dorados que se arremolinaba en el lugar. Su presa no sólo olía muy bien, sino que poseía una belleza encantadora, como las idílicas figuras deslumbrantes de Narciso y Adonis, ¡ah! Si fuera sangrepura, si el muchacho fuera un sangrepura podría dominar al mundo con su simple sonrisa.
Chasqueó la lengua, sería un desperdicio si lo mataba, realmente parecía que sería un buen amante, dócil, inocente y completamente exquisito. Ya lo podía imaginar desnudo, completamente dominado por su oscura presencia, gimiendo entre las sábanas su nombre, entregándole en sus suspiros cada gramo existente de placer. Oh, sí… divagó sus manos por debajo de la ropa del noble, descubriendo sus delicadas líneas mientras entre sueños el muchacho se inquietaba.
Era tan joven, tan inocuo como lo aparentó a primera vista. Lamió el cuello de su nueva adquisición, mientras sus manos se atrevían a explorar zonas no tocadas por otros. Clavó los colmillos con fuerza, bebiendo la creciente excitación del noble vampiro. Los ojos azules se abrieron de golpe, el muchacho había salido de su transe soporífero.
El desconcierto y el terror se vislumbraron en su mirada, tratar de negarse a él, era la reacción normal de todo ser vivo, pero el instinto de obedecer a un sangrepura también estaba muy bien grabado en la genética de todos los vampiros de menor rango. La discrepancia en su mente debía estar dándole problemas a tope.
Le dedicó una dulce sonrisa ensangrentada, prometiéndole que habría mucho más que eso en breve. El cuerpo del Adonis reaccionó al sentir las manos de Rido sobre partes sensibles, produciéndole la necesidad de escapar. Lo tumbó en el suelo, sorprendentemente intentó oponerse a su poder, lo cual le alentó a sentirse aún más entusiasmado por el chico. La resistencia era algo muy divertido, oh sí se encargaría de enseñarle la excitante lucha entre el dueño y el esclavo, la demencia insana del siervo que suplica a su amo por que sea tomado con violencia. Poco a poco, lentamente lo envolvería en su deletérea esencia para corromperlo, rompiendo su voluntad e implantándole la divina entrega del preso a su cruel, pero amante carcelero.
Él trató de impedir su tacto, rehuía de sus ojos, se oponía a la dirección de sus manos. Forzó sus labios obligándole a aceptarle, sus iris azul claro brillaban con mayor intensidad cuando se descontrolaba. Le rechazaba, sí, pero también en su interior estaba el aceptarle, era un caos, era una batalla, era toda una contradicción.
No podía huir de él, de sus sensaciones, no quería huir de su tacto produciendo espasmos de placer nunca antes experimentados, estaba todo alrevesado, pero reaccionaba a ello, porque así debía ser. La pelea de la discordancia le nublaba cada vez más la mente. Arrogancia le indicaba pelear.
Rido se relamió los labios arrancándole al noble un gesto de espanto, ahora que estaba despierto lo iba a probar todo enterito, disfrutando de cada bocado. Era una suerte que la primera vez del joven fuera con él, los Kuran eran expertos en convertir el dolor en placer; se volvería una droga que requería de más y más. Algo le decía que tardaría en matar a su nuevo juguete.
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*¬* DEBO escribir más de esos dos.