Me habría gustado llegar a los 30 pero cumplí mi objetivo hace ya días y no tengo tiempo así que aquí la última ristra de fics... esta vez Russiamerica, al igual que hubo su entrega Su/Fin esta vez les toca a estos dos.
Título: Cansancio
Claim: Rusiamerica
Prompt: Cansancio
Extensión: 400
Advertencia: Nada.
América supo que había metido la pata casi de inmediato. Y parecía que había sido además una gran metedura de pata. Ivan tenía una muy estrecha línea que era mejor no cruzar: esa que separaba la más dulce y alegre de las sonrisas del enfado. Nunca se sabía qué comentario podría ser el que marcase el cambio y por mucho que el roce hubiera hecho que, a la larga, ambos se llegasen a conocer muy bien, de vez en cuando su boca le jugaba malas pasadas como aquella.
Estaba contra la pared, con el grifo sobre su cuello. Notaba como la llave de este se le clavaba insistentemente en la garganta, amagando con ahogarle.
-I… Ivan… -le llamó con tono algo trémulo, intentando aparentar que seguía conservando el mismo aire jocoso y divertido de antes cuando, realmente, tenía miedo. Por mucho que conociera a Rusia, o precisamente a raíz de este conocimiento, las situaciones como aquella le daban miedo-. No te lo habrás tomado a mal, ¿verdad? ¡Solo era una broma! Una broma.
El grifo se hincó un tanto más en su carne, indicándole que era mejor callar. Por una vez hizo caso. Mejor no provocarle más…
-Estoy cansado, da~ -anunció el ruso para desconcierto del rubio.
-¿Qué quieres decir con eso? -logró articular, dudoso de si quería saber la respuesta.
No la recibió, al menos no en forma de palabras. Sus labios, ligeramente entreabiertos de desconcierto al terminar la pregunta se vieron invadidos repentinamente por los labios de Ivan, más fogosos, entrando en su boca sin pedir permiso.
Hacía tiempo que habían dejado las tensiones de lado, o eso se suponía. Rusia no había tenido más remedio que claudicar al ver como su proyecto personal se derrumbaba bajo su propio peso y durante un tiempo en el cual América gozó del dominio mundial, ambos se mantuvieron alejados. Ahora, en teoría, no quedaba nada de ese resquemor del pasado siglo pero, igualmente, Alfred se resistió en un principio, como a cualquier gesto parecido por parte del otro a lo largo de las últimas semanas. Aquel beso le recordó tanto a aquellos días…
Pero Ivan se había cansado e ignoró la visible incomodidad de Alfred. Sabiendo dónde y cómo debía buscar para que este cediese.
Finalmente el americano cedió, dejando que la lengua del ruso explorase su boca de nuevo mientras sus manos bajaban lentamente a lo largo de su espalda.
Título: Princesa
Claim: Rusiamerica
Prompt: Hasta las últimas fuerzas
Extensión: 394
Advertencia: Fem!Rusia.
Alfred sabía que en aquellos momentos Ivan le odiaba más que nunca. Sus ojos violetas no tenían ningún reparo en así comunicárselo, a las claras.
Pero es que llamar “princesa” a la Federación Rusa es lo que tiene.
En una situación normal Alfred sabía que él sería la princesa. Por mucho que quisiese. Pero aquella no era la situación normal: el pelo rubio largo de Ivan y el camisón así lo delataban, y bajo éste se podía notar la forma de un pecho femenino. Aún se preguntaba qué demonios había ocurrido para que Rusia hubiera despertado convertido en mujer.
Tampoco se quejaría. No había perdido ni pizca de atractivo y sus ojos seguían centelleando con la misma fuerza que los alimentaba normalmente. Pero el haberle visto llorar le impedía verle exactamente igual. Eso, y bueno, su nariz, aunque aún era demasiado grande, había encogido un tanto. Al igual que su estatura: era gratificante poder mirar por encima de la coronilla del ruso. O mejor dicho: la rusa.
-No te atrevas a llamarme así -le amenazó Ivan. Ivanna más bien. Poco antes de llamarla princesa Alfred había tenido que explicarle en detalle por qué era mejor llamarle así ahora.
Al fin y al cabo no quieres que nadie te reconozca, ¿verdad? Y ahí el otro había tenido que ceder. No tenía otro remedio. Por no mencionar que no sabían cuánto tiempo iba a seguir teniendo aquel aspecto… tendría que acostumbrarse a actuar como una mujer. Eso sería divertido de ver.
Con su amenaza Ivan aceptó la mano que le ofrecía para levantarse del suelo. Cuando la tuvo a su altura Alfred sonrió un tanto diciendo:
-¿Quién es el hombre ahora?
Molesto el ruso, o mejor dicho la rusa, le miró altivamente, frunciendo el ceño. Era realmente imponente.
Ivan sabía que no podía hacer nada en contra de la situación, aún, de modo que se limitó a pasar al lado de Alfred, ignorándole con todo su odio, para, al menos, salir el primero de la habitación.
Título: Humillación
Claim: Rusiamerica
Prompt: Humillación
Extensión: 637
Advertencia: Situación: Caida de la URSS (1991)
-¿Sabes, Rusia? Eres un fracaso de hombre y de país.
La voz del americano sonó a espaldas de Ivan Braginski. El ruso estaba sentado en el sillón del despacho, tras el escritorio, girado hacia la ventana. A través del enorme ventanal se podía ver cómo caía con lentitud la nieve afuera, suave y blanca.
Fue aquella voz, impregnada de un cierto toque de diversión y placer, lo que hizo que Rusia se diese cuenta de que ahora mismo no estaba solo. En el sillón se giró lentamente hacia Alfred. Le dirigió una mirada seria y fue como si el invierno le mirase desde aquellos ojos violáceos.
-¿Qué haces aquí, Jones? -preguntó secamente.
Todo en aquella voz, en aquella mirada y en aquel rostro anormalmente no-sonriente advertían de que era mejor dar media vuelta y salir corriendo. Así se lo decía su instinto pero no podía obedecerle. Su orgullo de héroe se lo impedía. Avanzó con seguridad y se reclinó sobre el escritorio, apoyando en él las manos como si fuese el dueño y señor de aquel lugar.
-¿Yo? Nada, solo quería comprobar por mí mismo tu espectacular derrota -contestó con una amplia sonrisa de turno.
El ruso tuvo ganas de propinarle un puñetazo que le rompiera la nariz. Luego el agarraría del cuello, golpeándole contra la mesa y… Pero no hizo nada de esto.
Derrota que no podía adjudicarse América. Por mucho que le doliera verlo su proyecto se había derrumbado bajo su propio peso. Si todos hubieran sido uno… si todos hubieran sido uno habría sido diferente; mas no había sido así. Ellos, tercos e ignorantes, habían cerrado los ojos y habían rechazado lo que él les ofrecía.
-Ya lo has hecho, ahora vete -fue la respuesta, mordaz, amenazante. Una espada de Damocles sobre su cabeza. Rusia no había “perdido” muchas veces en su vida.
América soltó una carcajada al oír aquello. Braginski solo quería librarse de él para hacer menos obvio su fracaso frente al verdadero héroe. Ah… tras tantos años era tan gratificante…
-¿Y si no lo hago, qué ocurrirá? -lo retó de nuevo, degustando su victoria. Era dulce, mucho. No había dudado ni por un momento que sería así.
Los ojos de Ivan eran cuchillas… cuchillas que ya no podían cortar.
O eso creía Alfred.
El ruso se incorporó, a su misma altura, un poco más dado que siempre fue más alto que el americano, cosa que a éste nunca le gustó.
-¿Qué te crees, qué vas a amedrentarme así? ¡Ja! -se burló. Pero había algo en la figura de Rusia que estaba mal, que había cambiado desde que había entrado en el despacho. Sus hombros no estaban tan hundidos y sus ojos brillaban más de lo que deberían-. Vamos, no me mires así. Como si no supieras ya que esto es lo que iba a pasar. Así tenía que ser. Al fin y al cabo soy el hé…
Su boca siempre el había traicionado, especialmente cuando algo le ponía nervioso. Algo como un ruso.
En lo que tarda una tijera en abrirse y cerrarse se encontró con el pecho contra el escritorio. El golpe había sido contundente y le impidió terminar la frase. Parecía ser que había logrado quebrar los nervios de Ivan.
-¿Qué? ¿Mal perder? -preguntó contra la madera, retando a su suerte, sin poder evitarlo. Su boza era traicionera.
-Abre la boca -escuchó por fin la voz del ruso y le desconcertó. ¿No debería decirle al revés?
Sin darle tiempo a reaccionar, entreabriendo los labios inconscientemente, se encontró con los labios de Ivan contra los suyos y su lengua recorriendo su boca, explorándola con furia y rabia. La que provocaba ver a aquel idiota presentarse en su despacho para regodearse en una derrota en la que no había tenido nada que ver.
Aún sorprendido abrió la boca, agarrándose a él.