... Omg, what I have done.

Jul 06, 2011 22:55

Número: [004/004]
Título: Sabor a café [01/??]
Fandom: Super Junior
Claim: HanChul / KyuMin
Extensión: 2,581 palabras
Advertencias: AU, y posiblemente en los próximos capítulos este fanfic será de clasificación T. 
Resumen: ¿Acaso la solución era una simple taza de café? Al menos Heechul y Hankyung terminarían descubriéndolo después entre escritorios y papeles de oficina
Notas: No está beteado, así que espero tomatazos de todos lados. Participa en reto_diario

Dio un sorbo al café descafeinado, mientras sus ojos seguían concentrados en los gráficos de producción y ventas de su empresa que se visualizaban en su portátil. Heechul entrecerró los ojos muy lentamente y luego escupió la bebida caliente en la misma taza que su secretaria le había ofrecido momentos antes.

― Está con demasiada azúcar, eres una completa inútil. ― Ni siquiera se dignó en ver el rostro asustado de la señorita. Apenas había pasado una semana desde que había sido contratada y realmente necesitaba aquel trabajo. ―… Creo que sabes muy bien donde está la salida, ¿Verdad lindura? Lárgate, no necesito a personas incompetentes en este lugar. ― Dijo secamente, sin apartar su atención de su trabajo. La mujer huyó con sollozos que fastidiaban los tímpanos a cualquiera que fuera sensible a las lágrimas femeninas. Tampoco le importó durante todo el día en el que permaneció en su oficina. Era un hombre de negocios, de los duros, así que los sentimentalismos habían sido desaparecidos en su vocabulario. Ahora su único problema era cómo aumentar las ganancias para que las acciones subieran otra vez sin que eso significara arriesgadas inversiones (sabía que tendría que volver a discutir a la mañana siguiente con su junta del directivo), por lo demás existían cafeterías al servicio las 24h casi por todos lados. Sobreviviría. Aunque todo el mundo nunca hiciese el café como a él le gustaba.

Tal vez necesitaba cambiar la dinámica de contrato de sus secretarias. Usualmente lo hacía porque eran bonitas y era agradable verlas… hasta cinco minutos después, cuando ya ni las soportaba un segundo más. La mayoría habían sido nada brillantes y la única con un coeficiente notable había huido de sus malos tratos ya que se creía lo suficiente buena como para encontrar otro empleo en donde no tuviera que soportarlo a él y su maltrato verbal. Con palabras bonitas nadie triunfaría en el mundo de los negocios, siempre se repetía, recordando a su padre. Aunque esa tampoco sabía hacer café, otra inútil que había despedido sin que se cumpliera una semana. La única ayuda que recibía ocasionalmente era de su vicepresidente, por lo demás apenas tenía tiempo para organizarse mejor o tener tiempo libre.

―¿Qué debería hacer? ― Para su desgracia, no había manera de encontrar a la secretaria perfecta si seguía haciendo lo mismo. Tal vez debía cambiar y ser más exigente, pero sus pensamientos fueron interrumpidos ante los golpes de la puerta de su oficina. ―Pase… ah eres tú Kyuhyun. ― Dijo con una sonrisa un tanto floja.

―¿No te alegras de verme acaso, señor presidente?

―Acabo de despedir a otra más, ¿Tienes algún consejo ya que fue tú, el que me recomendó a la anterior?

―¿Pero quién fue el que termino aceptando, eh?

Su vicepresidente podía ser a veces difícil de manejar, a pesar de que era el segundo al mando de su empresa “13elieve”, expertos en tecnología y software novedosos para sus clientes. Aunque también era la mano derecha que podía salvarlo de asesinar a todos de la junta. Su único defecto era dar pésimos consejos personales o estacarse durante miles de horas (ni siquiera él abusaba) en su portátil y en los miles de gadgets que tomaba de la empresa por prestado. No le era muy complicado imaginarlo pasar del trabajo para entretenerse con esos artilugios que él no comprendía del todo. Kyuhyun vio la taza de café abandonada en la mesa de su presidente. Quiso echarse a reír por lo infantil que podía ser aquel hombre mayor, pero tuvo una mejor idea.

―¿Te parece bien si vamos a la cafetería de la esquina? ―Le preguntó, sabría que primero pondría una cara agria, para luego aceptar de mala gana. Recibió apenas un susurro mientras lo veía levantarse de su silla giratoria.

Kyuhyun quería una también. Esperaba que su jefe le regalara una de esas por su cumpleaños, sabiendo lo obvio que había sido con su pedido. Eran amigos de la infancia, ¡Vamos! Debía saberlo. Pero la silla giratoria no fue lo único que vio en el escritorio sino también los documentos que Heechul había dejado abiertos a la par.

Ambos estaban a punto de ingresar a la misma cafetería de siempre, “La belle vie”, administrada por un francés pagado de sí mismo que parecía hacerle solamente caso a ellos cuando iban a tomar algún café o bocadillo. Probablemente era un fracasado que esperaba migajas de los jefes de una de las más poderosas empresas del país si es que no eran del mundo también. Sin embargo Heechul vio metros más allá una cafetería que parecía rezumar la palabra hogar. Tampoco tenía el aspecto de un espacio rústico, pero le interesaba que fuera la inauguración y posiblemente estuviera vacío las primeras horas. Podría aprovechar conversar un rato más de esas cosas triviales que poco a poco el presidente iba perdiendo.

Cuando llegaron al “Honey Honey”, un nombre bastante vergonzoso para quien quisiera comenzar seriamente y abrirse en el sangriento mundo de las cafeterías, hasta ellos sintieron el aire diferente. Había paz, si dejaban de lado el hecho de que eran las únicas personas, además de los encargados, quienes se encontraban ahí. Buscaron unas sillas alejadas para evitar demasiadas miradas, al menos ellos si tomaban en cuenta que siempre eran observados a donde fueran. Obviamente por las ropas que traían, si había algo que compartían era el gastar en ropa carísima y usarla en un máximo de dos días. O en los autos que manejaban, o la gente de fama con la que se codeaban. Parecía no importarles el hecho de la envidia que producía el ser tan exitosos en su vida laboral. Sin embargo, los padres de ambos los habían criado para que así fuese. Porque quienes habían abandonado aquellos puestos de presidente y vicepresidente eran sus mismos padres, quienes vivían ahora como felices jubilados.

Tal vez el destino había sido muy dadivoso con ellos.

De todas formas, el primero en llamar a los meseros fue Kyuhyun. Pidió dos aunque su compañero estuviera un poco desconfiado de lo que les trajeran. Quería aquel aroma que había percibido apenas había pisado el suelo de la cafetería. En su espera, en el otro lado de la barra donde se encontraban los encargados y el mismo administrador, no paraban de cesar los murmullos. ―¿Y esos? ―La primera pregunta no pudo ser respondida a la primera. Todos no terminaban de hacer múltiples opciones de quienes se trataban de sus primeros clientes, habían pensado en darles un descuento a los primeros veinte clientes que tomarán algo en su cafetería, pero por el aspecto de los extraños, no parecían necesitarlo. Y por supuesto, ninguno se ofrecía a irles a tomar el pedido. Se sentían nerviosos, tanto que a uno le castañeaban los dientes.

―¿Tanto miedo le tienen a dos simples hombres de negocios? ―Dijo una voz divertida de ver a sus colegas sortearse a ir a la boca del lobo. Era el hijo del administrador, Hankyung. Los demás vieron en el la respuesta a sus incógnitas y la luz de su oscuro sendero.

―¡Tienes que ayudarnos, por favor! ―Dijeron todos en un coro casi imperceptible para que sus clientes no les escuchasen. ―¡Te invitaremos todo lo que quieras beber después!

―No es una mala idea, ¿Pero no son ustedes los que deberían ir a tomar el pedido, en lugar de mí? ―Su sermón apenas sonó como uno. Quería darles aliento a sus colegas, después de todo él debía encargarse de otras responsabilidades de la cafetería.

―P-pero tú siempre puedes hacer todo, Hankyung, eres el indicado a tomarles el pedido a nuestros primeros clientes. ―Todos pusieron una expresión de misericordia que era imposible ignorar. Tampoco quedaba de otra, hacer esperar a los clientes no le iba a gustar tampoco a su padre. Se desató el mandil que llevaba para no ensuciarse de café o de crema, mientras recibía los agradecimientos de sus compañeros. Ni que tampoco fuera la gran cosa esos señores vestidos en ternos.

―Se están tardando mucho, Hyung. ―Dijo Heechul, revisando el periódico del día, estaba aburrido.

―No seas exagerado, estarán atendiendo otras mesas tal vez.

―Somos los únicos, aquí.
El menor dejó caer los hombros, tampoco le importaba.

―Disculpen la tardanza, caballeros, ¿Puedo tomarles el pedido? Como son nuestros primeros clientes, el café será de parte de la casa. ―El mesero transmitía carisma y simpatía, lástima que el presidente no fuera tan paciente.

―Sólo tráenos el mejor café que tengas. ―Dijo casi como un ladrido, Heechul. Su vicepresidente no pudo más que sonreír en su lugar para que no se notara el tono exigente del otro. Sin embargo, le sorprendió que el mesero le diera poca importancia y volara hasta donde fuera que hicieran el café. Se oyó estruendos y probablemente estuvieran discutiendo con el que hiciese el café ya que todos los encargados desaparecieron de su vista.

―Hey, jefe, creo que de veras nos darán el mejor café.

―Más les vale.

Dentro de la cocina, un milagro estaba naciendo en la cafetera y en las manos de Hankyung. Todos sus compañeros estaban empujándose por verlo hacer el café que muchos de ellos querían descubrir su secreto. La razón por la que se habían mudado a aquella zona, rodeado de bancos y empresas transnacionales, era porque buscaban más oportunidades que en su lugar de origen. La cafetería había triunfado y por eso esta era la segunda sucursal que habían abierto, obviamente todos los que se encontraban ahí eran entre principiantes y conocedores de las maravillas del símbolo de su negocio. Pero Hankyung, simplemente era el Dios del café aún sin haber estudiado sobre este y haber aprendido solamente de la receta de la familia. Él tan solo era un simple estudiante de economía que estaba por terminar sus estudios y debía conseguir un trabajo lo más pronto posible. Ocupar el puesto subgerente tan solo era para satisfacer a su padre. Después de todo, si él se iba, se quedaría solo.

Eso hacía sentir muy culpable a Hankyung y por ello debía transmitir todo lo que sabía a sus discípulos.

Vio la temperatura del agua con un termómetro (así de cuidadoso era), si era la perfecta todo saldría a pedir de boca. Tenía todo listo para hacer el café para dos, los granos molidos y tostados por él mismo. La riqueza de una cafetera que podía hacerlo solo si sabías manejarla bien, ¿Qué era lo sorprendente? Podría ser la pasión como preparaba o de qué manera lo hacía. Había un cuidado de cirujano que tenía Hankyung con los ingredientes. Además, había observado a los dos, no tenían mucho tiempo que perder así que decidió añadirles el azúcar también, a pesar de que eso iba de parte de los gustos pero leyendo por la forma en que se comportaban, podía predecir cuantas cucharadas les pondría a cada uno, aunque no tan seguro de los resultados. El que parecía ser subordinado del otro, le echo la medida normal de todos. Aunque añadió mitad de cucharada por si las dudas. El otro… reflexionó sobre sus agresivas frases. No le había amedrantado su forma de hablar, solamente le divertía que se comportara así.

No eran tan viejos si uno se animaba a acercarse a ellos. Lucían bastante jóvenes como para aparentar ser los dueños de una empresa. Podía jugar con esa idea y saber cuánto debía añadirle de azúcar. ― Hankyung, ¡Apresúrate! ―No pudo pensar más y como acto reflejo, le echo menos de una cucharada, a pesar de que no pudo saber porque había elegido esa medida. Para entonces, echó a correr con las dos tazas hacia la mesa.

―Aquí tienen, si desean algo más, háganos saber que los atenderemos con mucho gusto. ―De nuevo con esa expresión de haber ignorado completamente la mirada mosqueada del mayor.

―Creo que llevaré un capuccino para llevar. ―Dijo Kyuhyun, admirando el buen olor que tenía la taza que les habían servido a él y a su jefe.

―No tardaremos, entonces, ¿Usted, caballero?

―Nada.

Fue suficiente como para concluir que era un simple hombre caprichoso y pagado de sí mismo. Hankyung no era del tipo que etiquetara a los demás, pero simplemente ese hombre lo hacía por sí mismo. Se preguntaba si tan solo actuaba cuando estaba con personas más importantes que simples trabajadores de una cafetería.

―Hyung, tienes que probar este café… ―El otro del vicepresidente era un poema, había dado el primer sorbo y sus labios parecían sentir el haber tocado alguna clase de paraíso.

―Esperare a que enfríe esta porquería. ―Respondió el otro, hojeando la sección de deportes del periódico. ―… Mm, me debes lo que apostamos, ayer ganó dos a cero, el equipo qu- ¡¿Pero qué te sucede?―Había levantado la vista a un amigo irreconocible.

―Que tomes el café, ahora.

¿Acaso le estaba dando órdenes. ―Sí, sí, lo que tú digas.

Después de esa frase, nada fue lo mismo.

Caviló, durante los segundos en que el café siguió el curso de su cabeza, ¿En dónde había estado durante todo este tiempo? ¿En el infierno? Todo parecía lejano, una tormenta de ilusiones. Eran el café y él, uno solo. Sonaba ridículo, pero no había otra forma de describirlo.
Tampoco entendió ese sentimiento de que ahí estaba la respuesta. ―Hyung, c-creo que ya sé quién va a ser mi nueva secretaria… digo, secretario, o quién demonios haya hecho este café.



A pesar de que Kyuhyun estaba distraído en el mundo de la absoluta perfección, se echó a reír a carcajada limpia. ―¡E-espera ahí! ¿Me- me estás diciendo que escogerás al que hizo este maravilloso café, como tu n-nuev… ―No pudo parar, y explotar en estridentes risas que molestaron al otro.

―No estoy bromeando, yo también quiero tener un asesor como tu perro Sungmin, juraría que el pobre lo haces trabajar salvo 2 horas de descanso.

―Creo que no eres el indicado para hablar de exigencias, además le doy vacaciones al chico, ¿Qué más puede pedir? ―El rostro de Kyuhyun parecía envolverse en diversión y misterio. Si tan solo su mejor amigo supiera la verdad. Vaya sorpresa sería.

―Como sea, quiero hablar con el encargado. ―Se levantó de improviso y llamó a uno de ellos que estaba distraído limpiando el suelo, tuvo que repetirse para que el muchacho le escuchara― ¡Tú! Dime, ¿Quién es el que hace este café? ―Señaló la taza en sus manos, con una expresión que se malinterpretó de “me voy a quejar y van a morder el polvo de la quiebra”.

―¡L-lo siento! Pero estoy seguro que Hankyung le sirvió el mejor café que tenemos en este lugar, ¡Por favor no nos demande!

―… ¿Hankyung?

Unos pasos se escucharon acercarse. ―Sí, ese soy yo, ¿Algún problema con mi empleado, señor?
Poco a poco se dio la vuelta. Ahí estaba… eh, ¿El chico que le había tomado el pedido? ―¿Dónde está el encargado?

―Ante usted, señor.

Maldijo por dentro, ahora debía comportarse como lo hacía con los que necesitaba. Complaciente y menos duro en sus palabras. Tan solo un poco, no demasiado para como para conquistar por completo a la otra persona. ―¿Puedo hablar con usted a solas, por favor?

―Preferiría que fuera ahora, hay otros clientes que están esperando.

―¿Quién fue el que hizo este café?

―Yo.

Sobraban más monosílabos, era suficiente. Heechul rebuscó en sus bolsillos, por algún lado debía tener la billetera. Sacó una tarjeta pequeñísima y con letras grandes que resaltaban el nombre de su empresa.

―Soy Kim Hee Chul, estás contratado.

Este día está comenzando con muchas sorpresas, se dijo, Kyuhyun que había escuchado todo.
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