http://www.radioafricamagazine.com/todo-se-desmorona/ Os sigo desde hace un tiempo, a vosotras y a unas cuantas voces mas como Afrofeminas, y solo deciros, agradeceros que esteis tan cerca, que pongais en mis manos una mirada imprescindible, la mira del otro que soy yo, muchos otros, una mirada llena de miradas usadas, intactas, sabias, políglotas miradas, y sobre todo, con universos que nos salvan de morir encerrados en este enorme escaparate que hace de nuestro mundo una enorme pecera.
Salud, siempre, y un abrazo de mar de orillas
Todo se desmorona, por Tania Adam (Maputo, 1979) Tania Adam - Barcelona
Vivimos el exilio del mundo en una especie de arresto domiciliario que es, a la vez, un refugio. Esta normalidad colectiva me llena de desconcierto, pues no doy crédito a lo que pasa “afuera”. Sin embargo, estoy tranquila, la casa me da una cierta seguridad, salir a la calle es desagradable: rostros esquivos, distanciamientos, desconfianza… “Afuera” nadie quiere estar cerca de nadie y “dentro” decreto espacios solitarios para mis tres hijos. Vivir veinticuatro horas bajo el mismo techo es delirante. Entro en una montaña rusa emocional mientras construyo rutinas como madre, monitora, profesora, cocinera, locutora…
La tristeza se apodera de mí pensando en esas muertes que lejos de ser anónimas van dibujando rostros conocidos. Poco a poco el dolor de la distancia se convierte en miedo. Solo me apetece hablar de lo que está pasando y a la vez que deseo volver a vivir el mundo que dejamos atrás. Los que se van, no participarán en la odisea de nuestro porvenir.
A esta rutina del confinamiento le precederán otras, quizás las que teníamos antes. Volveremos a adaptarnos, obedeceremos con tal de mantenernos sanos. Estos días escucho con atención mi cuerpo, tomo consciencia de esta masa que me conforma y busco cualquier síntoma. La paranoia es mi amiga, pues “el virus ha democratizado la capacidad de matar, ahora todos tenemos el poder de matar”, dice Achile Mbembe. Por tanto, mi cuerpo, y cualquier otro, es un arma capaz de matar a la vez que está listo para ser fulminado. “También cambiará la manera sobre cómo pensamos el futuro, no sabemos cómo será el mañana” prosigue Mbembe. Un porvenir que se acelera a una velocidad vertiginosa, rompe con la idea del progreso continúo imponiendo, en cierta manera, el tiempo cíclico.
Me siento como figurante de una película de ciencia ficción en la que aparezco de manera abrupta, sin estar preparada. Supongo que tendremos que improvisar los papeles. Las pandemias siempre han estado en el imaginario apocalíptico de la ciencia ficción promoviendo información sobre el futuro. Y dichas informaciones son, según Kodwo Eshun, una mercancía. Esto es, los futuros posibles son un valor más dentro de la rueda del capital, y sus especulaciones se materializan gracias a las hipótesis creadas en las utopías fílmicas comerciales.
Esta sensación de final de un tiempo me recuerda a novela “Todo se desmorona”, del escritor nigeriano Chinua Achebe, que cuenta la historia de Okonkwo, un guerrero igbo de la aldea de Umuofia, quien enajena porque ve amenazado su poder con la llegada del colono blanco. Achebe muestra una aldea africana, con sus aspectos negativos y positivos, con una organización difícil de entender para el foráneo, pero que se ve sometida a la brutal colonización. Okonkwo siente cómo el mundo que siempre había conocido se deshace, “es la caída de un mundo tradicional que desaparece e inevitablemente otro nuevo que comienza. Lo de siempre, pero no”. Esa es la misma sensación que tengo ahora, que el mundo enfermizo y cruel donde vivíamos se desmorona, y que probablemente las cosas cambiarán, sin embargo, no sabemos hacia qué lugares ni qué permanecerá sin mutaciones, igual que el universo de Okonkwo. Hoy el enemigo no es el colono blanco ni las distopias que provocó a la población africana, sino un virus.
Esta es una pandemia que no ignora las características de clase, género y raza, es como un monstruo que llama a nuestra puerta, según la describió recientemente Mike Davis. De modo que, cuando salgamos a la calle, lo haremos con miedo, miraremos con incredulidad los estragos, sufriremos, en mayor o menos medida, las consecuencias psicológicas y materiales de esta devastación. Seguramente observaremos, también atónitos, cómo se refuerza el estado-nación y se despliegan las alas del fascismo y del racismo.
Entretanto, a miles de kilómetros de distancia, mis padres están confinados en casa, con miedo, pero acostumbrados a vivir guerras y situaciones de precariedad. Observo cómo el COVID-19 se introduce poco a poco en el continente africano y me resulta imposible olvidar que el poder colonial sigue más patente que nunca. El confinamiento es una utopía incompatible con las formas de vida africanas, las condiciones económicas y hospitalarias que son mínimas y no hacen sino poner en evidencia, otra vez, el lugar que ocupa África en el mundo.
Las profecías están sobre la mesa, las especulaciones que teorizan el mundo post coronavirus también. El ruido es verdaderamente ensordecedor y, sin embargo, vemos las calles vacías, como si estuviesen esperando algo por venir.
Uno de los aspectos que me parecen más fructíferos en el momento que vivimos es el llamamiento a la comunidad y a los procesos colectivos para hacer frente a esta gran distopía kafkiana. Mbembe se pregunta como crear comunidad en un momento de calamidades como este, en el que no podemos ni decir adiós a los que se fueron. Me atrevo a dialogar con él para plantearle que tal vez solo se puedan crear comunidades específicas: la comunidad de la supervivencia y el consuelo, pero, sobre todo, la del rearme y la exigencia política. Okonkwo, el guerrero igbo de la aldea de Umuofia tuvo que reimaginar su mundo y lo hizo de manera individual, sin éxito, porque a Okonkwo únicamente le interesaba preservar su poder por encima de todo, mientras su mundo se desmoronaba. Hoy debemos reimaginar el mundo desde las bases, reinventar lo colectivo y, sobre todo, dotarnos de aquellas herramientas que hagan todo ello posible.
© Un artista de graffiti del equipo de RBS trabaja en su mural para alentar a las personas a protegerse en medio del brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en Dakar
Tania Adam (Maputo, 1979) | fundadora y editora de radio africa magazine. Alter ego musical: Safura
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@TaniaSafuraAdam