Sep 16, 2009 14:27
Y ¿cuál es tu Gracia?
Tengo la creencia de que pasamos toda la vida esperando y deseando por algo mejor. Creyendo que con la combinación exacta lograremos eso que nos proponemos en lúdicos sueños y en sanas ambiciones.
Y sin embargo, pocas o ninguna vez nos preguntamos cómo acelerar ese proceso.
Se trata de esa pequeña chispa que se vuelve flama incandescente y le muestra al mundo de lo que estamos hechos. Los límites que queremos romper. Y mejor aún, seremos modelos a seguir, inspirando a gente que, como nosotros, en algún momento necesitó de la motivación adecuada.
El bien nombrado estado del arte.
El arte es sinónimo de belleza y perfección. De grandeza y poder. De emoción y sentimiento. De cariño y amor. Pero más que nada, el arte es la mejor Gracia de todas.
Durante un recorrido que se acerca al binomio, he conocido a un sin fin de personas de las cuales vale la pena tomarse unos minutos para dedicarles. Y lo haré. A su debido tiempo.
Pero en este instante, me ocupa una de las más importantes y significativas de todas.
Si en otros momentos he dedicado líneas a personas que se añadieron con gusto a mi Lista Negra, bien puedo emplear mi tiempo para expresarme acerca de ese particular mujer que me deslumbró de manera impresionante.
De entre los tantos sitios donde he estado, de entre la gran cantidad de personas que he podido tratar, existen unos cuantos que son dignos de recordar para siempre. Y lo son porque de alguno u otro modo estuvieron presentes o bien, fueron partícipes en los momentos memorables de mi vida o bien, fueron momentos memorables de ella. Me enseñaron a superarme, creer y esforzarme día a día: me mostraron cuál es mi Gracia en esta vida, y les estoy muy agradecido.
Ahora, he llegado a un punto donde no se trata de mi, sino de otros.
Jamás pensé durar tanto tiempo en esa labor agobiante y a veces monótona, pero que no deja de ser atractiva e incitante; y peor aún, jamás pensé que esa clase de gente existiría ahí.
Cuando uno viene prácticamente "escapando" de su antiguo trabajo, y comienza a dudar de la amistad que por años le valió la cordura y un sinfín de gratos momentos, las dudas y el recelo por conocer gente nueva no es de sorprender: viene dolido y apenas puede confiar en sí mismo. Ni siquiera desea hablar con quienes transita diariamente. No terminan de agradarle.
Entonces pasa.
Ve a esa figura llamativa y vivaz que le alegraría el día a cualquiera. Y se queda callado. Se mantiene distante y con miedo de fraternizar una vez más.
El tiempo pasa y nada parece mejorar: la jornada se vuelve cada vez más pesada y extenuante, como si estuvieran a punto de orillarlo a huir de nuevo. Pero algo lo mantiene fuerte: una vez dijeron que era bueno, muy bueno, pero que eso no significaba que era el mejor. "Pero estoy trabajando cada día para serlo" fue la respuesta.
Lentamente se vuelve un polo de atracción y logra que la gente se acerque, salvando las distancias. Y de nuevo ella, quien hasta ese momento no se percató de su presencia, lo saluda.
Y pasa: por coincidencias de la vida, cuando una pieza se mueve en un sitio, otra lo tiene que hacer para encajar perfectamente. En este caso, la vida no hacía que las piezas se acomodaran, sino que era la persona que tenía que darle forma, obligarla a que tuviera sentido y cuando se logra, se vuelve algo más que importante, se vuelve un modelo y mientras se pueda desempeñar como tal, todo estará bien, puesto que ya no está solo y puede estar para los demás. Puede ser recordado.
Llegaron las responsabilidades y problemas que día a día se complicaban. No pasaba un sólo instante que no estuviera plagado de decisiones y arbitrariedades, de errores mutuos, ajenos y propios, de lecciones y pérdidas y de pronto, lo ponen a prueba. Con el mismo recelo que durante poco menos de un año lo caracterizó con sus allegados, comenzó el trato con ella.
Pareciera reiterativo, pero si el estado del arte pudiera materializarse, ella sería el molde.
Por algún extraño motivo, dio pie a la confianza, pero más que eso, la cuido de lo que le fue posible. Anteponiendo sus necesidades a sí mismo, arriesgando su trabajo. Y vaya que lo hizo.
Todavía en este momento, siente que no estuvo ahí para ser su colaboradora, sino algo más que eso, algo que no es fácil de explicar: alguien que cambia las perspectivas con sólo decir una palabra. Alguien que puede modificar toda una estructura con sólo ser ella. Porque nunca se puede explicar la verdadera razón por la que dos personas forman una relación: existen conceptos y premisas, pero a final de cuentas, eso es lo de menos, lo importante es que nace y nadie tiene porqué cuestionarlo. Nadie tiene porqué dudar.
Quizá no fue el motor que propició el cambio, pero si fue el aliciente necesario para mantenerlo en un momento de hastío y pena.
Sigue creyendo que estuvo ahí, no para trabajar con ella, sino para tratar de estar con ella. Es decir, ayudarla de alguna forma: ¿cómo describir a alguien que sinceramente no eres capaz de ver a los ojos, sencillamente porque te deslumbra?
Poseedora de algo que es valioso: actitud, eso es lo que la hace más hermosa aún, en un nivel muy alejado del resto. Con una capacidad y potencial inmensos. Tan grandes como lo que representa: la perfección y hermosura. Esa es su Gracia: el saber inspirar a la gente. El hacerle ver qué todavía puede aspirar a más, el incitarlos a lograr mucho más, el hacerlos tocar sus límites y empujarlos lejos. Su esencia lo vale: es dulce, divertida, atrevida, sensual, incitante, enigmática, atrayente, estilizada, única, irrepetible, esa es la verdadera Gracia.
Y ella se dará cuenta de todo eso y más cuando acepte que es capaz de lo imposible y acepte que es la mejor Gracia que puede existir.