En el momento en el que el teléfono sonó no pudo imaginarse quién era el destinatario de aquel mensaje. Zhang Yixing, después de tanto tiempo, el muy cerdo había decidido aparecer. Apretó el aparato entre los dedos y luchó por no estrellarlo contra el suelo. Eso no arreglaría el hecho de que ese chino egoísta quería quedar con él.
Al parecer también había recibido esa estúpida carta. Algo que sorprendió al moreno. Cuando la recogió del buzón había pensado que el remitente era Kyungsoo con otro estúpido intento de que volviese.
Por eso había pasado de ella, no tenía ninguna intención de volver a los primeros meses después de abandonar PERSONA. Kyungsoo, dejando aparte su problema que ya era un gran impedimento para la relación, a se había vuelto un egoísta que únicamente se preocupaba en resolver los acertijos que, según él, habían quedado abiertos dentro de ese macabro concurso. Jongin vivió los días con el chico bipolar como un infierno; en ocasiones era tierno y cariñoso. Le dedicaba las mismas atenciones que él había prometido darle, pero la mayoría de las veces se olvidaba que el moreno estaba a su lado. Solo se sumergía entre periódicos y páginas de Internet de fans igual de obsesionados que él.
Y un día Jongin decidió irse. Abandonó las paredes que Kyungsoo le había ofrecido al vivir con él y volvió a las calles. Con la esperanza de que Yifan todavía pudiese estar cerca y así encontrarle. Siempre tenía presente la despedida del chino, se mordía los labios intentando marcar de nuevo la presión, el sabor y la sensación de ese beso.
Por aquel entonces, la última vez que había sabido de él había sido en el mercado, Yifan le había pedido que se fuese con él, pero no pudo aceptarlo. Le había prometido a Kyungsoo que iba a cuidarle, y por culpa de rechazarle había tardado siglos en encontrarle de nuevo. Y cuando lo hizo ya era demasiado tarde, o eso parecía. El fuego que ambos había creado se había apagado. Aun así Jongin vivía con el chino desde que se habían vuelto a encontrar por segunda vez, fuera de las paredes de PERSONA.
Salió de la habitación y caminó hacia la piscina que estaba al fondo del pasillo, Yifan le había dicho que nadar le relajaba siempre que estaba estresado. Así que Jongin iba a probar si a él también le funcionaba. Se quitó la ropa y dejó que su piel morena fuese rodeada completamente por el agua tibia de la piscina. Después de una sesión de natación que le bajó la tensión acumulada salió de la piscina y se envolvió en el albornoz de su compañero.
Se acercó hasta la pequeña nevera y sacó una botella de agua fría que se bebió casi de un trago. Escuchó como la puerta de la entrada se abría. Yifan había vuelto.
Caminó por el pasillo sin importarle dejar huellas de agua tras él, sonrió al ver como Yifan dejaba la cazadora perfectamente colgada en el ropero de la entrada.
-Pensé que hoy llegarías tarde -le saludó Jongin mientras se sacudía el pelo salpicando todo como si fuese un cachorrillo.
Yifan sonrió lanzándole una mirada que le cubrió por completo. Caminó sin responderle hasta la alacena sobre el fregadero de la cocina y sacó un vaso.
-Yo también lo pensaba-comenzó a decirle dándole la espalda y rebuscando en la nevera algún líquido fresco que llevarse a la garganta-. Pero Tao me llamó y las cosas aligeraron.
Jongin frunció el ceño y lo siguió curioso, se sentó sobre la mesa del comedor sin recordar que a Yifan aquello le molestaba un poco.
-Parece que estamos recibiendo llamadas especiales estos días -bromeó y le miró travieso- ¿Adivina quién se ha dignado a aparecer?
Yifan se giró moviendo la comisura derecha de su labio hacia arriba haciendo un gesto de desagrado al encontrase a Jongin sobre el mueble. Se llenó el vaso que estaba en la encimera con un líquido rojo y brillante y se llevó el recipiente a la boca. Tragó con calma y luego volvió a dejarlo donde estaba y caminó hasta su compañero de casa.
-Dime, Jongin -le susurró acercándose al cuerpo del moreno rodeándole la cintura con una de sus manos y provocando que su cuerpo se tumbase parcialmente sobre la mesa- ¿Quién ha aparecido?
Jongin tragó saliva algo nervioso, Yifan sabía cómo descolocarle. Y estaba seguro de que aquello era un castigo por subirse a la mesa. Aunque lo hubiese hecho sin pensar. Inclinó la cabeza hacia él y sonrió muy cerca de sus labios.
-Tu queridísimo, Zhang Yixing -clavó su mirada en la de Yifan, confirmando que este no se esperaba esa respuesta-. Ha pedido que nos veamos, como nosotros él ha recibido la carta.
Yifan se apartó en el mismo momento en el que el nombre de su compatriota chino salió pronunciado por los labios de Jongin. Y se apoyó en la misma encimera que sostenía el vaso y que estaba justo detrás de él.
-¿Y qué vas a hacer? -le preguntó sin mirarle, todavía con los ojos abiertos por el asombro directo al suelo de baldosas blancas y negras.
Saltó de la mesa y se subió el albornoz por el hombro del que se había caído. Le miró con rabia y sonrió.
-¿Qué qué voy a hacer? No voy a ser un grosero y evadir la invitación -se encogió de hombros-. Asistiré a la visita, y le daré solo una oportunidad de explicarse antes de darle su merecido.
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