[Track 8] Underground 1/2

Dec 19, 2013 00:42

Bueno bueno, hemos tardado un poco pero es por una muy buena razón ^^ ontokkishi ha decidido probar suerte en el mundo de la escritura y participará en un concurso con una novela!!! Desde aquí le deseo muchísima suerte y estoy segura de que llegará lejos.
Bien, este será el primer pasado de los chicos, iremos intercalando la historia con los pasados para que veáis como se conocieron y como les influyó a todos vivir al rededor de Underground ^^

Muchas gracias a jaystomp_virus por el apoyo que nos ha dado durante este cap y esperamos que os guste.

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La enorme propiedad de la familia Huang cubría la mayor parte de los terrenos de aquella zona.  La majestuosa mansión coronaba la cima de aquella pequeña colina, donde jardines, un pequeño estanque, una pista de tenis, otra de baloncesto y unas caballerizas la cubrían formando una estampa digna de fotografiar.  Para muchos aquel lugar era estrambótico porque a petición del señor Huang la casa se había construido siguiendo las características de los antiguos palacios imperiales chinos, en los tejados algunas estatuillas de dragones  protegían su hogar de todo mal y  los ancestros reforzaban el bienestar del lugar con su alma pura y heroica.

Para todos los Huang, aquella casa era un orgullo, ya que pocas viviendas se poseían tales rasgos,  y mucho menos en Corea del Sur. Por eso siempre que algún invitado llegaba a la casa, los patriarcas  recorrían todos los terrenos narrando la gloriosa historia de la familia Huang.  Sólo un miembro de la familia se avergonzaba de aquello, Huang Zitao, el hijo heredero de toda la fortuna.  El joven muchacho de dieciséis años tan sólo pensaba en disfrutar de la vida.

A Zitao le gustaba salir a jugar al baloncesto con sus amigos, practicar tranquilamente en su estudio de música y disfrutar de las historias  que su querido amigo Kim  Joonmyeon le contaba.  Podría parecer que los Huang eran una familia tradicional, pero a pesar de aquellas costumbres heredadas de hacía años, pertenecían a la clase alta, dónde todos los lujos posibles  estaban presentes.  El más joven de la familia estudiaba en uno de los mejores colegios de la zona, uniforme  y conductas severas. Alumnos aventajados según la cantidad de dinero que sus padres le proporcionaban  y según su apellido, lo que parecía ejercer más poder en sus cualificaciones que sus conocimientos.

Huang Zitao odiaba ese colegio,  en ocasiones se escabullía de las clases y pasaba el día de tiendas o con Kim Joonmyeon, aquellos días eran mucho más reconfortantes para el chico que cualquier nota ya presupuesta  en su expediente, ya que para el señor Huang su hijo tenía que ser siempre el mejor.

La vida para Huang Zitao ya estaba ideada, terminaría los estudios en el mejor instituto de la ciudad,  estudiaría en el extranjero en la mejor universidad de empresariales del mundo y terminaría siendo el presidente de la empresa Huang.  Zitao odiaba su vida,  no quería ser el pelele de su padre, a pesar de que su madre intentaba convencerle de que aquello era lo mejor para él.  Muchas veces se sentaba en el alfeizar de la ventana de su habitación y  contemplaba los terrenos de su familia, cualquiera sería feliz teniendo la mitad de lo que él tenía pero aún así Zitao se sentía vacio.

Como acostumbraba hacer el joven bajó hasta las caballerizas donde Joonmyeon, su amigo y mayor confidente, cuidaba y criaba a los pura sangre de la familia. Zitao siempre bajaba a la hora de comer para ayudarle en su tarea, le gustaba rodearse de aquellas bestias domadas porque él se sentía más o menos como ellos.  Notaba como si una bestia estuviese revolviéndose en su interior y que al igual que le sucedía a aquellos caballos, se veía preso bajo las directrices de sus padres.

Joonmyeon bromeaba muchas veces con que las sensaciones que Zitao sentía eran las típicas de las hormonas revueltas de los adolescentes, que pronto entendería que  a pesar de todas los contras que le veía a la vida que le proporcionaban sus padres, esta era mejor que cualquier otra.  Y era entonces cuando Zitao se enfadaba con su joven amigo y cogía su montura favorita, Tempus,  y salía a galopar hasta la noche, sin  que nadie supiese dónde estaba.

Cuando volvía Joonmyeon le esperaba con esa tierna sonrisa paternal, le ayudaba a dejar a Tempus  en su caballeriza y volvían juntos a casa.  En el camino hasta la puerta los dos jóvenes hablaban como si la conversación de la tarde no hubiese sucedido, como si para Zitao Joonmyeon fuese de nuevo ese chico admirable al que le gustaría parecerse.

Muchas veces en alguna de las conversaciones el joven de la familia Huang le preguntaba a el cuidador el por qué de haber escogido aquella vida y entonces Kim Joonmyeon clavaba su mirada divertida y tierna en los ojos felinos de Zitao sonreía y contestaba, “¿Y por qué no?”

Zitao adoraba la forma de ser de su amigo, desde muy joven había querido aventurarse  a algo nuevo diferente, algo que le hiciese sentirse vivo, pero nunca lo había hecho, por temor, obediencia o simplemente cobardía nunca realizó nada que estuviese fuera de las órdenes  o deseos de sus padres.  Como muchacho joven que era, su mente divagaba y viajaba por sueños y fantasías de adolescente, a pesar de saber cuál era su destino en ocasiones le gustaba pensar que de algún modo algo o alguien le harían saltar aquel muro y poder vivir como siempre había querido, libremente.

Una tarde después de que el chófer de la familia lo dejase en casa a la vuelta del  instituto Zitao recibió la peor de las noticias, sus padres habían pactado su matrimonio con una jovencita de otra familia china muy poderosa en Corea del Sur. Aquella noticia destrozó todas las esperanzas del joven Huang.  Por  mucho que sus padres le obligasen a estudiar,  asistir a clases de música, equitación, o incluso a comportarse como supuestamente la alta sociedad debería. Zitao nunca se había molestado por nada, porque en cierta manera  sabía que aquello era su destino.  Pero ahora que le habían arrebatado lo único que sentía como únicamente suyo se sentía completamente  engañado.

Corrió sin escuchar las suplicas de su madre hasta su habitación y se encerró en ella, no quería ver a nadie ni  tener que aguantar los gritos del egoísta de su padre diciéndole que haría lo que el quisiese puesto que él era su hijo. Se escondió bajo las mantas y comenzó a llorar, Huang Zitao se sentía un muñeco roto, otro juguete más de la vida de su padre. Lo único que tenía, su libertad para enamorarse, para vivir algo propio, le había sido arrebatada.  No sabía cuántas horas se había quedado  bajo aquellas mantas pero al final el agotamiento por el llanto había podido con él y cayó dormido.

Zitao notó como una mano fría pero suave le acariciaba el rostro, era agradable y pensó que formaba parte de un sueño cuando notó muy vagamente como el colchón se doblaba bajo la presión de otro cuerpo en aquella manta.  Asustado se despertó encontrándose con la divertida risa de su amigo Joonmyeon que lo miraba preocupado.

-Si te has cansado de llorar podemos salir a hacer algo divertido.

-No tengo ganas de hacer nada divertido -suspiró mientras le miraba a los ojos-. Hoy ya me han dejado claro mi cometido.
-¿Te refieres a lo de la chica? -le preguntó Joonmyeon como si aquello no fuese un problema.

-Me han arrebatado lo único que tenía -murmuró ya sin enfado alguno-.  Joonmyeon-shi sólo me quedaba mi decisión de amar y ahora...

Joonmyeon le acarició la cara con ternura recogiendo los mechones enmarañados de su flequillo.

-Y sigues teniéndola -le respondió con una sonrisa-. Ellos pueden decir lo que quieran, porque lo único que decide sobre el amor lo sigues teniendo tú, justo aquí -concluyó Joonmyeon bajando la mano acariciándole en el pecho.

Zitao le miró entre confuso y agradecido sonriendo tiernamente, llevó su mano hacia la de Joonmyeon y asintió intentando calmarse. A pesar de que las palabras de su amigo era ciertas su destino no iba a cambiar.

-Aunque no me enamore voy a seguir obligado a casarme con ella cuando cumpla los dieciocho -dijo el chino mientras se tapaba de nuevo con las mantas
.
-Para eso aún queda mucho tiempo. Pueden pasar miles de cosas -insistió su amigo con una sonrisa.

-Podrán pasarte a ti, recuerda que yo no puedo vivir mi vida -le recordó molesto el más joven mientras seguía bajo las mantas.
Joonmyeon  le empujó haciéndose espacio y colándose bajo las mantas junto a él.

-Eres un dramático Tao -rió quitándole importancia-. Ya te dije que la vida da muchas vueltas, no te pongas la soga al cuello antes de saber que pasará.

Zitao se giró clavando su mirada llorosa en los ojos de Joonmyeon y se mordió el labio esperando a que  su amigo le diese el visto bueno para abrazarle. Se sentía mal, y ahora mismo lo que más necesitaba era el cariño de la única persona que se lo había proporcionado desde que lo conoció.

Joonmyeon no necesitaba nada de eso para abrazarle así que en cuanto el chico rico se giró y le miró así sus brazos se apuraron en rodearle. Zitao sintió como la suave respiración del chico le calmaba.

-¿Más animado?-le preguntó en un susurro sin perder la sonrisa-. He preparado algo especial para ti.

Zitao sonrió, acurrucándose entre los brazos de su amigo, apoyando la cabeza en su pecho y asintiendo. Se sentía tan bien entre la calidez de Joonmyeon, no quería separarse por un largo tiempo de ese abrazo, pero en cuanto su amigo mencionó algo que le llamó la atención sus instintos se alertaron haciendo que se irguiese.

-¿En serio? -le miró sorprendido- ¿Y qué es?

Joonmyeon volvió a reírse, pero esta vez a carcajada limpia. Adoraba esa juventud impulsiva de Zitao. Apartó las mantas de ambos y se sentó en la cama de un salto.

-Si quieres saberlo tendrás que venir conmigo esta noche.

Tao le miró confuso, había discutido con sus padres y no sabía si ellos le permitirían salir, ya que la amenaza de castigarlo había sido bastante clara. Se mordió el labio y se sentó a su lado.

-Está bien iré -sonrió travieso-. Aunque tendrás que esperarme fuera de casa, saldré por la ventana.

-Ok -le respondió su amigo con una sonrisa y guiñándole un ojo-. Te esperaré.

El día pasó algo lento para Huang Zitao, la curiosidad de saber que era lo que su amigo Joonmyeon le tenía preparado lo devoraba por dentro.  Pero aún así  no se entretuvo pensando en lo que pasaría sino que trabajó en sus deberes.  Ensayó, entrenó y estudió todo lo que tenía pendiente para ese día, la agenda de Zitao era siempre muy completa, todas las horas del día programadas.  Todas excepto las de aquella noche.

Cuando sus padres descansaban viendo la televisión en el enorme salón de la casa el joven Huang,  comenzó a prepararse para quedar con su amigo en las caballerizas.  Se dio una ducha rápida,  se vistió con unos vaqueros oscuros, una camisa de lino y un jersey granate, hacía algo de frío así que optó por vestirse un tres cuartos negro y una fina bufanda de hilo.  Se peinó añadiendo al final unas gotas de perfume. Quería ir bien arreglado,  fuera a donde fuesen tenía que ser algo bueno por lo que se esforzó en cuidar su imagen todo lo posible.  Cogió el teléfono móvil de la mesilla y desenchufó el cargador, abrió la ventana y se dispuso a bajar con cuidado por el canalón, acordándose de dejarla entreabierta para volver a subir por ahí al terminar su escapada.

Caminó silenciosamente hasta las caballerizas y buscó a Joonmyeon por todos los lados.  Estaba nervioso, era la primera vez que desobedecía a sus padres y aquello le estaba pareciendo realmente emocionante.

Unas manos frías le agarraron la cara desde atrás provocándole un escalofrío. Zitao se giró y se encontró de frente con la cara, siempre divertida, de su amigo Joonmyeon. Le observó de arriba a abajo, siempre le había considerado un muchacho con buen gusto para la ropa, pero aquella noche iba mejor que nunca. Llevaba un vaquero de imitación a piel negro, con una cadena al lado izquierdo, una camisa granate con una corbata negra perfectamente anudada y una cazadora de la misma tela que el pantalón. No llevaba ningún adorno por el cuerpo, ni pendientes ni collares, pero si llevaba un reloj que parecía algo caro para él. El joven cuidador de caballos metió las manos en los bolsillos y sacó un teléfono móvil del derecho. Lo revisó y volvió a mirarle ampliando su sonrisa.

-Venga, démonos prisa o no llegaremos a tiempo -le indicó agarrándole de la mano y corriendo con él hasta el metro.

El joven agarró fuertemente la mano de Joonmyeon y se dejó guiar, el metro siempre le había parecido un lugar extravagante. Pocas veces lo visitaba ya que el chófer de la familia estaba siempre a su disposición y no tenía que molestarse en preocuparse por banalidades como los horarios de cualquier transporte público, pero aún así  alguna que otra vez ,cuando sus compañeros de clase salían a algún karaoke o iba de compras con Joomyeon ,sí que lo había visitado. Le gustaba esa sensación de calor agobiante que  producía el interior del metro y  ese traqueteo adormecedor que parecía que le mecía diciéndole que a pesar de estar en un lugar dónde cualquiera podría estar o hacer cualquier cosa estaba seguro.  A Huang Zitao le gustaban esas preguntas curiosas de quién será o qué hace,  cuando un extraño se le sentaba en frente en el vagón.

Pero esa noche, con Joonmyeon sujetándole fuertemente de la mano llevándole a un lugar que desconocía, en ese vagón de metro vacio con un olor a urbano muy característico, allí se sentía vivo,  notaba como poco a poco su corazón comenzaba a latir con más fuerza.
Bajaron una hora y  media más tarde, después de cambiar de  línea dos veces,  Joonmyeon caminaba seguro mientras que Zitao  no sabía lo que pretendía.  Las calles por las que su amigo lo llevaba eran de una clase claramente más baja, los edificios destartalados,  algunas tiendas abiertas pero la mayoría eran locales,  tabernas o algún que otro pub, también pudo percibir alguna casa de mujeres de mala vida y supermercados donde cualquiera podría comprar bebidas alcohólicas tuviera la edad que tuviese y que abrían las veinticuatro horas del día. Y allá al final de la calle un pequeño local bastante ruinoso,  con apariencia similar a la de un garaje llamaba la atención.  Una larga cola que giraba en la curvatura hacia la otra calle esperaba paciente para entrar,  le llamó la atención ya que alguno de los presentes llevaban carteles o nombres pintados por las partes de su cuerpo que estaban descubiertas,  que no eran pocas.

Todavía se volvió más confuso todo aquello cuando Joonmyeon entró al lugar sin hacer cola por otra puerta, dónde un muchacho con  sonrisa reluciente y muy bien arreglado le dio  la bienvenida.

Zitao analizó con detalle todo el interior del local, incluida la gente. El color de las paredes, su decorado, las bebidas. Nada de aquello se parecía a su vida cotidiana, más bien era todo lo opuesto a ella. Pero le gustaba. Joonmyeon había dado en el clavo, le conocía bien, y Zitao lo adoraba por ello. Lanzó una mirada por el rabillo del ojo, con picardía, hacia su amigo y este se la devolvió de la misma manera.

-Aquí tocan unos chicos que son amigos míos -le indicó acercándose y susurrándole al oído-. Ve a pedir algo de beber mientras pregunto cuándo es su turno.

Zitao no quería separarse de él. Las apariencias de aquellas personas no le despertaban tranquilidad alguna, y a pesar de que le gustaba mucho ese estilo sabía que si cualquiera le preguntaba algo quedaría totalmente fuera de lugar y a lo mejor surgían problemas.

Se fue haciendo hueco entre la multitud hasta que consiguió llegar a la barra. Lanzó un rápido vistazo a la carta, que estaba en la pared, y esperó a que el barman se acercarse a preguntarle. Tragó con fuerza saliva intentando deshacer ese nudo en la garganta, mezcla de ansiedad y nerviosismo que se le había formado. Su corazón iba a mil, aquella noche, estaba seguro de que iba a cambiar su vida.

-¿Qué vas a tomar niñito? -le preguntó un joven alto con la mirada llena de vida, el pelo largo y revuelto y  vestido acorde con los demás.

Tao dudó unos segundos, no sabía muy bien qué clase de bebida debería pedir para no desentonar con el resto,  por suerte un joven de cabello rubio decolorado, mirada eufórica y  con aspecto aniñado se sentó al lado y  comenzó a hablar con el barman. Zitao escuchó atento disimuladamente y  cuando el chico pidió las bebidas se quedó con el nombre de una de ellas para pedirla él.   El chico se alejó sin pagar,  y como pudo comprobar más tarde al parecer trabajaba allí cosa que le sorprendió puesto que juraría que parecía mucho más joven que él.

-¿Entonces niñito, qué va a ser?-volvió a insistirle el joven de ojos saltones.

-Ponme un vodka negro  con cola -pidió repitiendo la misma bebida que había escuchado antes.

El camarero sonrió travieso, al parecer se había dado cuenta de que Zitao le había copiado la bebida a su compañero, pero sin hacer ningún comentario se la sirvió con una gran sutileza, cuando la colocó en la barra le guiñó un ojo.  El joven Huang observó la bebida con curiosidad y  se la llevó a los labios lentamente,  cuando el líquido tocó su lengua y atravesó su garganta, un ligero pero agradable escozor le envolvió, aquella bebida era diferente a todas las que había bebido pero le gustaba demasiado.  Cuando se giró para preguntarle al joven camarero lo que le debía descubrió que la barra estaba vacía y que toda la gente se agolpaba hacia un pequeño escenario que había al fondo del local.

Las luces parpadearon y poco a poco fueron bajando en su proyección. Zitao observó con atención el escenario, algo se movía tras las cortinas. Supuso que sería alguno de los grupos que tocaba. No sabía si serían los amigos de Joonmyeon, así que, como tampoco le importaba mucho se volvió a girar dándoles la espalda y concentrándose en aquella nueva bebida que acababa de descubrir.

El sonido de las pruebas del micrófono rebotó molesto por la sala y el carraspeo de la persona que iba a hablar se acopló provocando un pitido bastante incordiarte.

-Sí, probando, probando -dijo una voz que le sonaba conocida.

Zitao se giró y vio al barman sobre el escenario. Clavó su vista en él y observó que llevaba una guitarra.

-Muchas gracias por venir una noche más a Underground -la gente gritó histérica elevando sus pancartas, algunos de los presentes miraron molestos a aquellas chicas, pero ellas les ignoraron-.  Lo sé, lo sé, queréis que me deje de rollos -bromeó con una sonrisa el guitarrista dejando paso a otra persona y colocándose a un lado.

Zitao observó como el joven que había pedido la bebida antes subía al escenario lanzando una sonrisa dulce a las chicas que sostenían unos carteles con el nombre de Luhan. Se fijó que había un bajo cerca de él y que cuando se agachó para lanzarles un beso directamente de sus labios lo recogió del suelo y se lo colocó pasando la cinta por sus hombros.

El tercero en entrar fue un hombre alto, de hombros anchos y cintura estrecha. Zitao sintió cuando su mirada se clavó con intensidad sobre él, como si entre todas aquellas personas le estuviese mirando sólo a él. Apartó con rapidez los ojos de aquel contacto y comprobó que sólo había sido una falsa impresión. Aquel hombre de mirada seria se colocó tras la batería.

Y entonces justo en el centro, un joven delgado y de estatura normal y pelo castaño caminó hasta el centro agarrando el micrófono. Zitao no podía dejar de mirarle, sus movimientos parecían hipnóticos, como si cada una de las partes de su cuerpo le estuviese contando una historia. El joven elevó la cara con lentitud, permitiéndose un momento de tensión para el público, dejando que el flequillo revuelto de color marrón le tapase parte del rostro. Zitao se mordió nervioso los labios y entonces aquel extraño levantó del todo la cara y sonrió.

-¡Vamos a quemar este lugar!

Zitao sintió cómo las palabras de aquel chico cruzaron la sala y calaban muy hondo en él. Sintió como la bebida resbalaba de su mano y tuvo que ser rápido despertando de su ensimismamiento para evitar que se derramase contra el suelo.

Nunca había visto ni oído algo como aquello. La música era perfecta, todos los instrumentos tocaban con armoniosa concordancia. Pensó que si alguna vez habían hablado de verdaderos músicos aquellos cuatro chicos tendrían que ser considerados como tal. Primero se fijó en el camarero, sus manos subían y bajaban por el mástil de la guitarra como si le hiciese el amor a cada cuerda con sus dedos. Se dio cuenta de que no dejaba de sonreír con cada movimiento, sin duda aquel chico amaba la música. Después sus ojos pasaron al batería, pues, no pudo evitar fijarse que el guitarra le lanzaba miradas continuamente. El batería golpeaba con fuerza sus baquetas, y los músculos en sus brazos se marcaban, el sudor salía disparado de su frente con cada movimiento y Zitao se dio cuenta de que amaba hacer aquello. Se imaginó a si mismo subiendo y compartiendo aquella sensación. Aquellos chicos se sentían de alguna manera cercanos y lejanos al mismo tiempo.

Continuó analizando el rostro del batería, bajando hasta su cuello, se dio cuenta de que tenía un collar que parecía una cadena con dos colgantes, uno era un ala y el otro era una púa. Después sus ojos se abrieron rápidamente y se lanzaron en picado hacia el bajista, el chico que debía de llamarse Luhan, pues había lanzado un beso a las chicas que llevaban carteles con ese nombre.

Parecía joven y delicado, pero era bastante brusco y agresivo con el bajo. Desgarraba las cuerdas con pasión, cerrando los ojos, como si estuviese entrando en éxtasis. Zitao sintió envidia. Observó que aquel chico vivía completamente aquellas melodías, como si hablasen de él, como si le estuviesen recorriendo por dentro.

Finalmente sus ojos volvieron al vocalista. Su voz no era impresionante, pero su fuerza, su sentimiento  y la manera en la que aquellas palabras se distorsionaban y mezclaban con la música de sus compañeros era increíble.  El sudor resbalaba por los lados de su rostro y sus labios gruesos aunque pequeños brillaban con intensidad cada vez que su lengua juguetona se paseaba por ellos.  Aquel chico vivía para la música, Zitao se dejó llevar por todas esas historias que contaban en cada una de las canciones que el grupo tocaba, el cantante era el perfecto narrador.  El joven que le gritaba en una asombrosa y única melodía como era su vida, como podría ser y  que sueños  podría dejar atrás si no luchaba.

Volvió de sus pensamientos cuando un grito alocado de la muchedumbre  le perforó los tímpanos. Levantó la vista nuevamente para comprobar cómo el bajista y el cantante se deleitaban en un beso apasionado, sexy y descontrolado que hacía que las grupis de primera fila llorasen soñando que alguna de ellas podría ser la que estuviese en lugar de alguno de ellos. El corazón de Zitao latía al ritmo de los golpes de la batería, la rasgadura de aquellas cuerdas de los instrumentos y se encogía en cada sílaba que era pronunciada por el cantante.  Su respiración estaba acelerada y el calor que seguramente crecía en el ambiente ya era notablemente claro en el cuerpo del joven Huang. Nunca antes había vivido algo parecido,  había visto películas, escuchado música de todo tipo o incluso leído libros apasionantes pero vivir aquel concierto en ese curioso lugar le había hecho encontrar el sentido de su vida.

Batería, bajista, guitarrista y cantante vivían con pasión cada nota que sonaba en sus canciones,   se dejaban llevar por los sentimientos y las emociones descontroladas eran claras y evidentes en los contactos tan íntimos que ambos chicos habían regalado al público. Zitao estaba entusiasmado, cuando terminaron, se levantó de la silla y aplaudió como nunca, vitoreando a todos, ninguno le había defraudado, cada uno de ellos le había hecho sentir algo diferente e único que lo encendía por dentro.

Aquella noche Zitao descubrió su verdadero mundo,  aquella noche su vida comenzó a cambiar. Joonmyeon le había indicado el camino correcto hacia su felicidad y él lleno de una emoción arrasadora se lanzó hacia ello a ciegas sin saber muy bien cuál sería su final.
Desde aquel día Zitao visitaba Underground, se envolvía en aquel ambiente como si fuesen las mantas que necesitase para  protegerse del invierno. Riot, que así se llamaba el grupo del cual se había enamorado, poco a poco fue formando parte de su vida diaria,  Chanyeol, el dueño de aquel local  era divertido y muy tierno en ocasiones, como un hermano mayor, Yifan siempre le escuchaba y hablaban de vez en cuando después de las actuaciones, Luhan y Yixing en cambio eran distintos, Zitao los admiraba, quería vivir como ellos, tener su talento, poder hacer lo que quisiera sin que tuviese que darle cuentas a alguien.  Envidiaba la relación que aquellos dos chicos tenían, siempre juntos.  Yifan, Luhan y Yixing habían sido los fundadores de Riot, Chanyeol fue la razón por la que el grupo empezó y  los cuatro juntos eran la combinación perfecta.

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