SÉPTIMA TEMPORADA

Sep 05, 2020 18:52

JUEVES 07.00 AM

Lindsay saltó de la cama, completamente despejada. Tenía mucho que hacer. Y era una suerte porque así no tendría la posibilidad de pensar en todo lo que se le vendría encima al día siguiente. Se duchó rápido, siguiendo la rutina habitual. Una rutina que empezó nueve meses atrás, cuando regresó a vivir a Pittsburgh con Gus, dejando en Toronto a Mel y a la pequeña JR. Era curioso, pero la niña era su principal remordimiento. Había conseguido dejar de pensar en Mel y arrinconar en su memoria los años de vida en común, pero echaba mucho de menos al pequeño bebé.

Intentó infructuosamente alejar ese pensamiento mientras preparaba el desayuno. ¡Qué extraño resultaba todo! Era Mel la que estaba obsesionada por tener hijos. Ella, en cambio, nunca los consideró algo imprescindible para sentirse realizada. Y ahora resultaba que no podía dejar de pensar en la pequeña Jenny Rebeca. Suspiró. Tenía que despertar a Gus y llevarlo a la escuela rápidamente si quería llegar a tiempo al trabajo. Siempre retrasaba al máximo el momento de despertarlo porque le dolía tener que hacerlo tan temprano, pero era el precio a pagar por vivir dónde y cómo quería vivir.

De todas maneras, vivir en Pittsburgh también tenía sus compensaciones para Gus. Estaba cerca de su padre y su relación con Brian se había fortalecido enormemente. Brian ya no era un padre de fin de semana, ni una cuenta corriente a la que recurrir en busca de efectivo cuando había necesidad. Ahora era una presencia constante en la vida de Gus. Al menos tres veces por semana recogía al pequeño de la escuela y lo llevaba al parque a jugar, o al centro comercial, o a patinar, o simplemente al loft, para estar con él. Y uno de cada dos fines de semana se llevaba a Gus para que ella pudiera salir y divertirse o, lo que hacía más a menudo, descansar. Eso cuando no se iban todos juntos al campo, a la casa que Brian compró para Justin cuando le pidió que se casara con él.

Y ese era otro de sus problemas. Tal vez el que más la preocupaba, porque si Brian conseguía la cuenta Van Nuys tendría que pasar mucho tiempo en Nueva York y esa relación padre/hijo que habían iniciado se vería interrumpida. Y Gus sufriría. Bastante malo había sido oír al pequeño preguntar por Mel y JR a diario durante los primeros meses, cosa que aún ahora seguía haciendo de vez en cuando, para, además, tener que oírle preguntar dónde estaba papá. Se sorprendió deseando que Brian no consiguiera la cuenta. Después de todo, Kinnetic era un maldito éxito en Pittsburgh ¿Qué necesidad tenía de hacerla aún más grande?

Inmediatamente interrumpió esa línea de pensamientos. Avergonzada. Era injusta, ella había alejado a su hijo de Mel y de JR, para poder vivir su vida y cumplir sus sueños y ahí estaba, negándole a Brian el derecho a cumplir los suyos. Sabía que siempre hay un precio que pagar por todo. Pero sufría pensando que, al final, siempre era Gus quien acababa pagando por los sueños de los adultos que le rodeaban.

Se dirigió a la habitación del pequeño, y lo contempló dormir. Los niños son el colmo. Cuando quieres dormir, ellos están espabilados desde primeras horas y no te dejan. Pero cuando tienes que llevarlos al colegio, no se despiertan ni a tiros. Lo movió ligeramente mientras pronunciaba su nombre y Gus se frotó los ojos, medio dormido, preguntando automáticamente por su padre, como cada día desde aquella mañana, cuando regresaron de Toronto para el entierro de Joan, hacía tanto tiempo...

"-¿Pero como se te ha ocurrido traer a Gus a una cosa así? -le reprochó Brian tras esperar que Justin alejase a Gus para que no les oyera discutir- ¡Es demasiado pequeño para llevarlo al cementerio!

-No pensaba llevarlo al cementerio -se apresuró a responder Lindsay.

-Entonces ¿para qué lo has traído?

-Es tu hijo, Brian, creí que te gustaría verlo.

-¡Y me gusta verlo! ¡Claro que me gusta! pero... -Brian miró alrededor, sorprendido- ¿Y tu marido? ¿Dónde anda?

-No está aquí -el tono de Lindsay se lo dijo todo.

-¿Otra vez? -Brian se apretó el puente de la nariz, antes de preguntar, con calma- ¿Te has largado sin más?

-No. No planeaba dejarla cuando salí de Toronto, pero ahora, después de pensarlo, me parece una buena idea.

Los ojos de Brian se fijaron en el dedo sin anillo de Lindsay y alzó inquisitivamente una ceja.

-Me lo quité esta mañana -respondió Linds a la pregunta silenciosa.

-O sea que Mel no lo sabe aún.

-No. Aún no lo sabe.

-¿Se lo vas a decir por teléfono? -inquirió Brian, jocosamente.

Lindsay levantó la mirada para clavarla en los ojos de Brian.

-La verdad es que no he pensado en cómo decírselo.

-No le va a gustar.

Lindsay rio sin ganas. No, seguro que no le gustaba. Sus ojos se dirigieron a Gus que estaba muy entretenido jugando con Justin.

-No será fácil -asintió decidida- Lo sé. Pero esta vez no habrá vuelta atrás.

-Linds... -Brian abandonó el tono de burlón desinterés que había mantenido hasta ese momento- nada más lejos de mi intención que decirte cómo tienes que vivir, pero un niño necesita estabilidad en su familia y ... ¡Dios! ¿Yo he dicho eso?

-Sí -rio Lindsay- lo has dicho. Y es cierto. Pero no puedo supeditar mi vida a los deseos de Mel. No puedo... ¡no quiero vivir la vida que otro ha escogido para mí! Lo he intentado ¡De veras! En Toronto he sido lo que Mel quería que fuese y... no funciona. Simplemente no funciona. Me he sentido sola, incómoda... La desidia ha empezado a llenar mi vida y Gus ha empezado a resentirse por ello. Tenías razón, Brian. Pasaba algo en Toronto. Yo era absolutamente... infeliz. Y estaba contagiando a mi hijo de mi desdicha.

Brian asintió. Sospechaba que algo así estaba sucediendo.

-Sabes que si necesitáis algo, lo que sea, sólo tienes que decirlo.

-Ya lo sé. Y sí que necesito algo, Brian -murmuró Lindsay mientras sus ojos se llenaban de lágrimas- Sí que necesito...

Brian la interrumpió abrazándola, apretándola con fuerza contra su cuerpo, dejando que llorase con la cabeza escondida en su pecho. Lágrimas blandas que caían lentas y calientes y que fluyeron durante un tiempo indeterminado sin que Brian hiciera ningún gesto de impaciencia, hasta que la notó relajarse. Entonces se separó ligeramente para poder mirarla a los ojos.

-No llores, Wendy, a mí siempre me tendrás.

-Lo sé, Peter.

-No recuerdo que llorases cuando la dejaste la última vez.

-No. No lloré. Estaba demasiado cabreada para llorar.

-¿Y ahora no?

Lindsay negó con la cabeza.

-Ahora... ahora solo estoy triste. Y cansada. Me... me gustaría quedarme aquí, simplemente quedarme aquí... pero no puedo. Tengo que volver para decírselo en persona.

-Sí.

-Se pondrá furiosa.

-Desde luego -asintió Brian.

-Tal vez... tal vez debería quedarme en Toronto, así seguiría cerca de JR y los niños continuarían relacionándose -murmuró bajito, sorprendida por la idea que se le acababa de ocurrir.

Brian le levantó la barbilla con un dedo para mirarla a los ojos.

-¿Quieres quedarte en Toronto?

-¡No! Pero... ¡Está tan lejos! ¡Y está acostumbrada a mí! Prácticamente he sido yo quien la he criado. Mel siempre está trabajando. Y es tan pequeña...

Brian rio ligeramente y Linds se separó de él para gesticular

-¡Es lo que más me preocupa! ¡No te rías, Peter! Yo nunca creí ser del tipo maternal... -miró a Brian y abrió los ojos con una nueva comprensión- Pero tú lo sabías ¿verdad? Siempre lo has sabido ¿Cómo no me di cuenta? Todos estos años llamándome Wendy... -asintió para sí antes de afirmar- Peter fue a buscar a Wendy para que hiciera de madre de los chicos perdidos...

-Olvida los chicos perdidos. ¿Vale? Eres la madre de Gus. Una madre estupenda, por cierto -sonrió Brian.

-¡Cuánto has crecido, Peter! -Lindsay le acarició cariñosamente la cara.

-¡Oh! ¡No creas! -la sonrisa de Brian se volvió traviesa mientras su vista se dirigía a la pareja formada por Justin y Gus, sentados en el suelo- ¡Todavía soy capaz de volar a base de "polvos de hada"!

Lindsay le empujó de broma mientras reía ella también, pero se puso seria al instante, había algo que tenía que hacer.

-Peter... -empezó, pero cambió de opinión- Brian... quiero disculparme.

-¿Qué? -se extrañó Brian- ¿por qué? ya sabes que yo no...

-Sí, lo sé, disculparse es una mierda y bla bla bla, pero algunos de nosotros necesitamos hacerlo ¿sabes? Y yo... hay tantas cosas por las que quisiera disculparme que...

-¡Eh! ¡Ni hablar! -Brian puso cara de susto e hizo el gesto de marchar pero Lindsay le retuvo por un brazo.

-¡Brian! ¡Por favor! Es tanto lo que...

-¡Joder, Linds! -Brian puso cara de asco, como ante un medicamento de mal sabor y Linds, ante el parecido con Gus, empezó a negociar como hacía con su hijo en esos casos, para que se lo tomara.

-¿Solo una? ¿Sí? ¡Por favor! -suplicó.

Brian inspiró hondo entrecerrando los ojos, como a la espera de algo desagradable y Lindsay se quedó en silencio mirándolo, incapaz de escoger entre todas las cosas que quería decir.

-¡Venga! -se impacientó el hombre y Lindsay se decidió.

-Cuando Justin se fue con el violinista yo... intenté convencerte de que bastaba con decirle "te quiero" para que regresase y... me pasé de lista. Tú dijiste que aunque haya amor no hay que esperar que el otro anteponga tus necesidades a las suyas. Ni que sea lo que no es para complacerte. Dijiste que si Justin no estaba obteniendo lo que quería, dejarías que fuera a buscarlo a otra parte. Yo... pensé que eran solo palabras. Ahora he comprendido que tenías razón. Y lo he aprendido por las malas. Es lo que yo estoy haciendo.

-Ya sé que tenía razón. Pasa más a menudo de lo que crees. ¡Y me encanta que me lo reconozcan! -Brian dio el asunto por zanjado dándole un pico antes de intentar separarse de ella.

-Ahora viene la disculpa -Lindsay no pudo evitar sonreír ante la cara de resignación del otro- Lo siento. Siento haber pensado que podía darte consejos sobre cómo es el amor. Siento no haberme dado cuenta de que tú ya sabías amar. Siento...

-¡Eh! ¡Dijiste una! Y un trato es un trato -la interrumpió Brian-, así que se acabó. Además... yo tengo cosas más importantes que hacer que estar aquí oyendo tus disculpas.

Se dirigió a su hijo.

-¡Hey, Gus! ¿Qué te parece salir de paseo con tu padre? Así dejamos que mamá descanse un ratito -se volvió hacia Linds- ¿Te parece? Luego puedes quedarte aquí, con Gus, hasta que volvamos del cementerio y por la noche hablamos y decidimos qué hacer.

Linds aparcó los sentimientos para empezar a pensar de forma práctica.

-¿No le molestará a tu hermana que me quede aquí? Después de todo es su casa...

-No, no lo es -Brian respondió con indiferencia mientras tendía una mano a su hijo- ¿Vamos sony boy?"

Regresó de sus recuerdos cuando Gus empezó a hablar, mientras se sentaba a desayunar.

-¿Cuándo veré a mamí, mamá? -preguntó.

-Mañana, Gus, mañana podrás ver a mami y a JR -respondió Linds mientras inspiraba hondo ante la perspectiva.

Mel se había comportado horriblemente con ella desde que la dejó. Y lo que sucedió después sólo podía describirse como una declaración de guerra, con un único objetivo. La victoria. Una victoria que consistía en obligarla a vivir en Toronto. Mel usó de todo, desde intentar ahogarla económicamente con artimañas legales hasta impedirle ver a JR, pasando por utilizar a Michael para presionarla. Y, por último, amenazar con llevarse a Gus seis meses de cada año. Mel estaba dispuesta a joderle la vida aunque en el proceso jodiese también la suya y la de sus hijos. Era la única explicación posible porque ella le había dejado claro que nunca volverían a estar juntas. Pero Mel quería obligarla a vivir bajo sus términos. Quería ganar. A toda costa.

Aguantó casi medio año pero la amenaza de separarla de Gus fue demasiado. Aceptó que fuese a su apartamento para hablar e intentar acabar con esa situación, pero Mel se había presentado decidida a no ceder en lo más mínimo. Y ella ya estaba a punto de claudicar y decir que sí, que regresaría a Toronto para instalarse cuando Brian llegó e intervino. Fue una pelea épica que acabó con Brian, completamente cabreado, sacando a Mel prácticamente a empujones, mientras declaraba que, ni muerto iba a permitir que utilizasen a su hijo como arma arrojadiza en un "divorcio". Y lo decía en serio. Brian cursó de inmediato, ante los tribunales, una petición para recuperar la custodia de Gus. Mel aulló cientos de improperios por teléfono ante la noticia, o lo hubiera hecho de no haberle colgado ella a los diez segundo. El resultado: al día siguiente, por la mañana, se celebraba la vista en el juzgado de familia.

-No sé cómo se hacen estas cosas -declaró Hunter con los ojos desplazándose por todo lo que le rodeaba en un intento inútil de no mirar, precisamente, dónde sabía que tenía que mirar- Nunca he hecho algo así. Ni siquiera sé si quiero hacerlo. He pasado años evitándolo...

Estaba nerviosamente de pie, con las manos escondidas en los bolsillos de la cazadora, bailoteando de frio, indeciso, buscando las palabras.

Había venido en un impulso. Esa mañana se había despertado muy temprano y supo que tenía que hacerlo, que no podía retrasarlo más. La idea había aparecido de forma intermitente durante las últimas semanas, pero ahora le acuciaba. Por eso se decidió. Había cogido la bicicleta y pedaleado con decisión en plena obscuridad, para luego saltar la tapia y poder entrar, ya que era demasiado temprano y aún no habían abierto las puertas al público. No era una idea especialmente brillante y lo sabía, porque si lo pillaban le podía caer una buena bronca, incluso podían acusarle de alguna cosa rara. Pero no quería esperar más. Demasiado había tardado en decidirse.

Inspiró hondo y bajó la vista por fin, para leer el nombre escrito en la piedra : JASON KEMP.

-Es bonita, para ser una lápida, quiero decir -asintió con la cabeza mientras hablaba- y esas flores no están mal para ser de plástico, aunque no sé si realmente te gustan las flores de plástico o naturales. Pero Deb lo hace con buena intención... ¡Ah! ¡Claro! Tú no sabes quién es Deb. Solo la conociste de vista, en el Dinner. Deb es... la mujer de la horrible peluca pelirroja que viene al menos dos veces al año a visitarte, limpiar la losa y arreglar las flores. Sé que viene dos veces al año o más, porque viene una vez por el aniversario de la muerte de su hermano Vic y la otra por el de la tuya y es incapaz de pasar por el cementerio para ver a uno y no visitar también al otro...

-Y ahora te preguntarás por qué viene a visitarte si no te conocía de nada. O no, porque, seguramente, ya te lo habrá contado ella. ¡No para de hablar! Es como Michael, su hijo... bueno, supongo que es al revés que es su hijo el que es como ella... ¡Cristo! ¿Qué coño hago aquí, hablando con una lápida?

Se giró como si quisiera marcharse, pero se volvió de nuevo, incapaz de hacerlo.

-Sí que sé por qué estoy aquí. He venido porque hay algo que te quiero explicar. Lo que no sé es si tú también estás aquí, para oírlo. Probablemente no, pero por si acaso... Nunca se sabe ¿verdad? -se detuvo un instante para reagrupar sus pensamientos y continuó- ¿Recuerdas aquellas noches mientras esperábamos a los clientes? Hablábamos para matar el tiempo y no pensar en el frío, y yo te explicaba lo que había que hacer para sobrevivir en las calles: Cobrar por adelantado. Evitar los callejones que sólo tuvieran una salida. Fijarse bien en el tipo con el que te ibas, porque el mundo está lleno de locos... En fin, cosas útiles, prácticas. Tú me hablabas del futuro, de tus sueños, de las cosas que querías hacer. Querías ser actor, ir a Disney World... Querías un montón de cosas y hablabas de ello continuamente. Decías: Cuando vaya a Disney World me subiré a todas las atracciones por lo menos dos veces en cada una. También decías que querías librarte del frío y vivir en un sitio cálido como Florida o California, casi mejor California porque allí está Hollywood y como ibas a ser actor... Otras veces me hablabas de casas y de cómo sería la casa en la que ibas a vivir, con piscina y un gran jardín. O de mascotas... un perro, siempre decías que querías tener un perro...

Hunter se dio cuenta de pronto de que estaba llorando mientras hablaba y se limpió la cara con el dorso de la mano.

-Conocía todos tus sueños, al menos los que me contaste y cuando... cuando te mataron yo... yo... me los quedé. No sé por qué lo hice porque yo nunca había tenido sueños y tampoco los necesitaba. Supongo que, de repente, me vi rodeado de gente que sí los tenía y yo no quería ser menos ¿sabes? Son buena gente. Deb, a la que ya conoces, su hijo, Michael y su pareja, Ben. Son gays... Ben y Michael, quiero decir, Deb no, ella está medio casada con un policía. Se llama Carl y no está mal para ser poli. Ya sé que te mató un policía y que no deben caerte bien, pero te aseguro que éste es buena gente...

-Pero no estoy aquí para hablar de ellos... o a lo mejor sí. Sí, creo que sí que estoy aquí para hablarte de ellos porque tenían una vida tan... llena, que quise imitarlos. Y como... como cuando intenté tener sueños propios me salió tan mal... me apropié de los tuyos. Me fui a Disney World y me monté en todas las atracciones, no dos, sino un montón de veces porque conseguí un trabajo de actor allí y me quedé a vivir. Y ¡ya lo creo que hacía calor, tío! Hacía un calor insoportable, y encima mi trabajo consistía en meterme en un disfraz de enano, del enano mudito para más señas. Sudaba como un animal todo el día mientras iba siguiendo a la zorra que hacía de Blanca Nieves, una enchufada, seguro, porque su disfraz tenía escote y manga corta...

-En fin, que hice lo que tú hubieras hecho de haber podido y creí que ya lo había conseguido, que por fin era como los demás haciendo realidad mis sueños. Pero, en realidad usé los tuyos porque antes, cuando me permití soñar por mí mismo, sólo un poquito, no salió nada bien. Y entonces explotó la bomba. No una bomba de las de forma de hablar sino una de las de verdad. De las que hacen BUM. Un desgraciado puso una bomba y Michael resultó herido y yo...

Callo un rato mientras con la punta del pie hacía un pequeño agujero en la tierra como si estuviera buscando allí las palabras.

-Me estoy enrollando mucho ¿verdad? Y me explico fatal. Es que no tenía claro lo que quería decirte y por eso me iba de un lado a otro. Pero ahora sí lo sé. Ya sé, exactamente, lo que quería explicarte, Jason. Hoy, a las nueve, empiezo en la Universidad. No es una gran Universidad, sino la Estatal, pero es más, muchísimo más de lo que nunca esperé conseguir. Hoy va a cumplirse uno de mis sueños, porque al final, cuando regresé, empecé a soñar de verdad, a lo grande ¿sabes? Empecé a tener sueños propios y a creer que podía conseguirlos. Soñé con tener una familia que me quisiera y la conseguí. Michael y Ben me han adoptado y me quieren ¡a mí! ¿Te lo puedes creer? ¡Me quieren a mí! Y lo más increíble de todo ¡Yo les quiero a ellos! Me costó darme cuenta pero después de la bomba comprendí que ellos me habían enseñado a soñar y ya no me da miedo hacerlo, aunque eso duela a veces, y mucho. Pero tenías razón, tener sueños es algo estupendo.

-Por eso estoy aquí Jason. Para decirte que ahora yo también tengo sueños propios que se van cumpliendo y que durante mucho tiempo me he sentido culpable de seguir vivo, yo, alguien a quién apenas le importaba si le atropellaba un camión, mientras que tú que tenías tantas ganas de vivir, estabas muerto. Pero no fue culpa mía. Ahora ya sé que no es culpa mía. Por eso te devuelvo tus sueños, porque yo no los podré vivir nunca como lo hubieras hecho tú. Son tuyos. Siempre lo han sido...

-No creo que vuelva por aquí, así que voy a hacerte un resumen de todo. Tengo una familia que me quiere, tengo novia ¡y no es la primera!, porque resulta que soy hetero ¿te lo puedes creer?, tengo amigos con los que he montado un grupo y hacemos bolos por ahí con una fusión de rock, tecno y todo lo que se nos ocurre. Y hoy empiezo en la Universidad. ¡Son un montón de cosas! ¡Ah, sí! También soy VIH positivo. Como Ben. No todo iban a ser buenas noticias ¿verdad? Pero lo llevamos bastante bien y nos encanta estar vivos... Ojalá que tú también lo estuvieses, Jason. Siento muchísimo que no sea así.

Se acercó a la losa y la acarició con la punta de los dedos, como despidiéndose, luego se volvió para marchar, pero cambió de idea.

-Ben dice que existe la reencarnación y que todo el mundo vuelve y esas cosas. Si es así date prisa en reencarnarte, tío, que el tiempo pasa y a lo mejor no nos reconocemos cuando vuelvas porque ya estoy demasiado viejo. Y de verdad que me gustaría mucho volver a verte, amigo. De verdad que me gustaría mucho.

Cynthia saltó de la cama apenas sonó el despertador. Estaba llena de energía, como siempre. Casi sin transición se lanzó a la ducha y en apenas media hora estaba lista, incluido el maquillaje. Se contempló durante un minuto, satisfecha con lo que veía. Todavía no necesitaba usar maquillaje espeso y "cubrelotodo". Aun podía pintarse a la acuarela y no tenía que recurrir al óleo. ¡Bien!

Repasó la agenda, como cada mañana. ¡Menudo día! Tenía que comprobar que la presentación para la nueva campaña de Pharmaton estuviera en perfectas condiciones. Así, cuando llegaran a la oficina Brian no tendría que preocuparse por ella y podría sacar adelante todo el papeleo que había que firmar. Era increíble que se hubiese amontonado tanto trabajo para ese día. Bueno, no, no era increíble. Era la consecuencia directa del complot que Bruno había descubierto meses atrás. Enterarse había sido un golpe brutal. Todavía no se había recuperado del shock y eso que ya hacía varios meses.

Recordó como había entrado en el apartamento de Bruno, un apartamento diminuto y nada glamuroso, considerando que el chico tenía más dinero que todas las personas que conocía, juntas. Incluido su jefe.

-Bueno, ¿y qué es eso tan importante que tienes que decirme que no has podido hacerlo en Kinnetic? Y enviarme la convocatoria en la tarjetita que acompañaba un ramo de flores como si fuera la nota de un admirador... De verdad, chico, eres un peliculero...

Todas sus ganas de broma desaparecieron cuando vio que allí también estaba sentado su jefe y Ted. La cosa parecía grave. Y ¡ya lo creo que lo era! Y ahora tenían una nueva reunión "secreta" a la vista de todos. En el Dinner.

Salió a la calle con la energía habitual, compró el periódico (que Bruno diga lo que quiera, las noticias por internet nunca serán lo mismo), y condujo eficientemente hasta el Dinner, preocupada. Bruno insistía en que alguien de Kinnetik estaba pasando información a la competencia y si eso era cierto, la supervivencia de su empresa estaba comprometida.

qaf séptima temporada

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