Y de nuevo, cumpliendo una petición, ahí va un nuevo fic. Si es que ya parezco Radio Nacional, oye, con tanto fic dedicado. Eso me pasa por anunciar que estoy en mode escritora. En fin, que ahí va una nueva historia de 15 años después.
EL VIOLINISTA DORADO
Bueno, pues ya era definitivo, no había otra explicación. El idioma alemán le daba dolor de cabeza.
La cosa no tenía mucha lógica porque el ponente, Herr Doktor Sigmar von Hauffman-Büdenberden (Catedrático de Marketing, Doctorado en Publicidad y experto en esto y lo otro y lo de más allá en un montón de universidades de nombres impronunciables), se expresaba en perfecto inglés. Lástima que el acento asomara cada vez que pronunciaba una “erre”, taladrándole la sesera.
En fin, aquí estaba, en Viena, y hasta el momento el simposio había sido muy interesante. Él creía sinceramente que uno no debe acomodarse nunca, porque el mundo de la publicidad es demasiado volátil y cambia a toda velocidad, y a la que te paras, te caes, como las bicicletas. Así que reservaba siempre algunas fechas para asistir a eventos, fueran donde fueran, que consideraba interesantes para aumentar sus conocimientos y poder dirigir correctamente el conglomerado de empresas en que se había convertido Kinnetic. Y el hecho de que coincidiera esa misma semana con una exposición de Justin, no tenía nada que ver. O por lo menos eso es lo que había dicho Cinthya cuando le comunicó la posibilidad de asistir, poniendo por las nubes a los ponentes y los temas de discusión e insistiendo en que acudir era su deber ineludible.
Sonrió para sí mientras se felicitaba por la suerte de disponer de alguien que lo conocía tan bien. Él hubiera venido a Viena igualmente, sin justificarse, solo para ver a Justin (y a quién no le gustase ya sabía dónde estaba la puerta), pero Cinthya tenía un punto de diplomacia que lo hacía todo mucho más fácil. Se las arregló para que, prácticamente, le suplicaran que asistiera. Y tenían razón. Había obtenido un montón de ideas para aplicar en Kinnetic y ya le rondaban por la cabeza un par de proyectos nuevos. Pero lo mejor es que el simposio acababa hoy con esta última ponencia y en cuanto finalizase el debate podría dedicarse a hacer turismo en compañía de su rubio particular que, una vez puesta en marcha la exposición, tendría tiempo libre.
Una hora más tarde, con una sonrisa de oreja a oreja, buscó con la mirada entre las personas que esperaban paseando a la salida del Palacio de Congresos. Justin le saludó alegremente con la mano, acercándose a él con su luminosa sonrisa y esa alegría intrínseca que formaba parte de su forma de ser y que tantas personas pierden con el paso de los años.
-¡Hey! ¿Ha sido interesante? -preguntó dándole un pico.
-¡Mucho! -respondió Brian sujetándole para que no se alejase, y besándole con intensidad, ya que un pico no le parecía suficiente.
-¡Brian! -murmuró Justin- ¡Nos están mirando!
-¡Ignóralos, pobres y démosles algo para envidiar! -respondió el moreno sin soltar su presa, notando la risa de Justin bajo sus labios.
Luego lo alejó para echarle una ojeada de arriba abajo mientras alzaba una ceja, socarrón. ¡Este Justin! -pensó- ¡Nos están mirando!, dice y él va vestido como una declaración de intenciones gay, con su ajustada camiseta de brillos y una bandera arco iris bordada en los bolsillos traseros de los tejanos.
-Te has olvidado de ponerte el rimmel en las pestañas -comentó con sorna.
-¡Tonto! -Justin le empujó jugando- Sabes que vengo directamente del cocktail con los patronos de la exposición. ¡Venga! Vamos a hacer turismo un rato. ¡Ahora eres todo mío!
-¿Todo tuyo y me arrastras a hacer turismo? ¡Joder, Justin! ¡Cómo cambian los tiempos!
La risa de Justin tintineó en sus oídos y sonrió satisfecho, sabiendo que iría a hacer turismo, puenting o paracaidismo. Lo que fuera por seguir oyendo aquella risa en su vida.
-A ver si lo entiendo- Brian estaba cansado de ir de un lado a otro como una pelota de ping-pong siguiendo a Justin, que consultaba compulsivamente el plano y las guías de la ciudad que había sacado del pozo sin fondo que parecía ser su sempiterna bandolera.
-¿El qué? -preguntó Justin distraído sin dejar de mirar el mapa.
-¿Quieres ver toda Viena en dos horas? Porque al día ya no le queda mucho más y me da que aquí los monumentos los cierran por las noches.
-¡Es que hay tanto que ver y tenemos tan poco tiempo! -Justin se volvió consultando el rótulo de la calle en la que estaban y mirando alrededor para orientarse.
-Pasado mañana aún estaré por aquí y a las malas puedo quedarme más días…
-¡Por favor! ¡Cómo voy a ser tan irresponsable como para pedirte que abandones Kinnetic en plena temporada de campañas! -protestó Justin.
-¡No me lo estás pidiendo! -Brian seguía con la vista a un Justin hiperactivo que iba de un lado a otro de la calle completamente perdido- ¡Joder! ¡Para quieto! Pareces Gus cuando tenía sobredosis de azúcar.
-¡Ya está! ¡Ya sé dónde estamos! -anunció Justin, eufórico- Me he despistado y nos habíamos alejado del centro pero justo aquí al lado está el Stadtpark.
-¡Estupendo! ¿Y qué hay que ver en el parque ese?
- Es un parque, Brian. Hay hierba, flores, árboles, estatuas… ¡Está el monumento a Johann Strauss!
-¡Vale! Paseo por el parque y luego usas la tonelada de guías que vas acarreando para encontrar un sitio dónde pasarlo bien, con música, chicos guapos y esas cosas.
-¿Es que no tienes suficiente conmigo? -preguntó Justin fingiendo enfado.
-¿Es una pregunta trampa? -preguntó Brian a su vez y ambos se echaron a reír, echando a andar hacia la entrada del parque.
-Johann Strauss compuso el Danubio azul -explicó Justin dejándose llevar por su faceta de cicerone
-Pues debía tener problemas en la vista, porque es de color verde grisáceo -rebatió Brian.
-¡Hay que mirarlo con los ojos de la imaginación! -protestó Justin- ¡Mira, ahí está el monumento!
Y era cierto, allí estaba. Durante unos segundos Brian consideró la ironía de la situación. Con su cabellera semi larga y semi rizada desplegada al viento y blandiendo un violín, la imagen de un Ethan Gold con bigote, tan dorado como su apellido, les miraba desde lo alto.
-¡Vamos a verla de cerca! -propuso Justin ignorante de los recuerdos sombríos que la imagen había despertado en su pareja e instándole a colocarse en la cola que, educadamente, esperaba a un lado a que unos turistas japoneses acabasen de hacerse fotos con el violinista.
-¡Para lo que hay que ver! -murmuró Brian por lo bajo. Luego alzó la vista y sonrió- ¡Está conmigo, Ian! -pensó satisfecho- Conmigo desde hace años. Yo gané. Tú perdiste. ¡Jódete capullo!
A todo esto les tocaba a ellos avanzar cuando un par de turistas se adelantó hacia la estatua saltándose el turno.
-¡Oye! -avisó uno de ellos al darse cuenta- ¡Que esos estaban esperando!
-¡Me la suda! -respondió el otro, prepotente, empezando a alzar la cámara.
El rostro de Justin se ensombreció de indignación y antes de que Brian pudiese considerar siquiera el elevar una protesta, se lanzó a colocarse justo delante de la estatua, de espaldas al de la cámara, estorbándole la foto.
Brian tuvo que contenerse para no echarse a reír a carcajadas cuando comprobó que Justin, por el rabillo del ojo, seguía las intenciones del frustrado fotógrafo moviéndose ante él para asegurarse de que no conseguía ni un encuadre en el que no saliera su precioso culo. Casi podría decirse que estaban bailando un vals frente a la estatua, desplazándose al unísono y Brian ya había empezado a tararear el Danubio azul cuando le alertó la expresión de furia en el fotógrafo que acababa de comprender, por fin, lo que estaba pasando.
-¡Lo está haciendo a posta el muy maricón! -dijo furioso. Y amagaba lanzarse sobre la espalda de Justin cuando un sonoro carraspeo sonó tras su propia espalda.
-¡¡Ejem!! ¿Decía usted? -preguntó Brian haciendo destacar su elevada estatura sobre el valentón.
-No… nada...-murmuró éste desinflándose de golpe.
-Ya me parecía -sonrió Brian de medio lado mientras los otros emprendían la retirada.
-¡Mi héroe! -rio Justin colgándose de su brazo.
-¡Que va! -respondió Brian mirándole con cariño- Si acaso el suyo. Acabo de evitar que le dieras una paliza.
-¡Yo no soy violento! -protestó Justin- ¡Venga, hazme una foto junto a la estatua.
-¡Vale! -aceptó Brian.
Luego, cuando se alejaban del monumento hacia la zona gay de Viena (previa nueva consulta del mapa de la ciudad por parte de Justin), se volvió a mirar la estatua por última vez. Justin ni siquiera se había dado cuenta del parecido ni de la ironía de la situación con el violinista dorado. Ian Gold había sido borrado completamente de su vida. Tal vez fuera hora de que él también lo borrara de la suya.
Sujetó a Justin por los hombros y le dio un ligero beso en la sien.
-¿Qué? -preguntó el rubio sorprendido, alzando la vista del mapa.
-Nada -respondió Brian- ¿No puedo besar a mi rubio en el Stadtpark?
-Puedes besarme donde quieras -respondió Justin guardando el plano para caminar junto a él, cogidos de la mano, hacia la salida del parque.