dean/cas La cena está lista

May 09, 2010 21:07


La cena está lista

Fandom: Supernatural
Personajes: Dean, Castiel, Sam, Gabriel, Bobby, Crowley.
Pareja: Dean/Cas ligero Sam/Gabriel y algo que puede inerpretarse como Bobby/Crowley si se quiere
Rating: R suave...
Word count: 3.525
Spoilers: A partir del 5x17 y haciendo como si el 5x19 nunca hubiera existido.

Notas: Esto se me ocurrió hace unas semanas, la idea de Dean cocinando, con su delantal y haciendo de amo de casa demasiado para mi pobre cerebro de fangirl XD Así que aquí tenéis el resultado. Sorry si Dean me ha quedado un poco OOC ù.ú


Dean sacudió las manos en el delantal un par de veces y respiró satisfecho, observó la mesa que restaba llena de comida y ligeramente decorada, sonrió. Un gran plato de ensalada con maíz, la favorita de Sam, ocupaba el centro y a su alrededor cuatro pares de cubiertos con sus respectivos vasos y copas indicaban los comensales que iban a disfrutar de aquella cena. Dean echó un vistazo al reloj que colgaba de la pared del comedor y se dirigió a la cocina. Sacó la botella de vino de la nevera y la dejó en el poyete mientras se quitaba el delantal y lo colgaba en su sitio detrás de la puerta. Antes de volver a coger la botella abrió el horno y el olor a pastel recién hecho inundó la estancia; si él cocinaba, él escogía el postre. Llevó el vino a la mesa y se aseguró de que los bistecs estuvieran bien tapados y aun calientes, volvió a comprobar la hora y se dirigió hacia las escaleras, hacia su habitación. Sam y Bobby llegarían en pocos minutos.

Hacía poco más de nueve meses que el Apocalipsis había acabado, que no es lo mismo que decir nueve meses desde que el Mundo había acabado. Nueve meses des que Dean, Sam, Cas, Bobby, el universo y todo lo demás vivían sin el inminente peligro de ser aniquilados por demonios, Lucifer o ángeles cabrones. Dean no recordaba nada de lo que había sucedido aquel día, tan solo llegar al motel y no encontrar ni rastro de Sam, ni una nota, ni un mensaje en el móvil, nada… Cuando trató de llamar a su hermano y aquella vocecita que tanto irritaba a Cas le dijo que el número marcado no existía, supo que algo no iba bien. Las alarmas en su cabeza le dijeron que había llegado el momento de la verdad, que tenía que parar a su hermano, ir a Detroit y evitar la estupidez que Sam se proponía cometer. Le dijo a Cas que investigara, que preguntara a Bobby, que sintonizara lo que pudiera de la radio celestial por si había noticias, pero todo estaba completamente en silencio. Cuando llegó a Detroit… todo era blanco y brillante en su mente, sin sonido alguno ni sentimiento, sin consciencia. Y cuando despertó dos días después junto a Sam en la cama de un hospital, con Bobby y Cas junto a ellos y avisando frenéticamente a las enfermeras, creyó que lo había soñado todo, creyó que al fin, Michael le había utilizado aunque nunca hubiera consentido a ello. Pero Sam tampoco recordaba nada más allá de estar investigando en el motel frente al portátil, y Cas simplemente había llegado a Detroit y les había encontrado tirados en el suelo, una nube de polvo cubriéndolo todo y la parte de su mente que no estaba preocupada por los hermanos inundada de alegría y vítores por que Lucifer había vuelto al infierno y los demonios lo iban a tener mucho más difícil para fugarse y jugar en la Tierra a partir de entonces.

Tras dos días en el hospital Dean y Sam fueron dados de alta, pues no estaban realmente enfermos, solo muy pero que muy cansados y deshidratados, cosas que se podían solucionar a partir de ese punto, en casa. Así que se fueron con Bobby, a dormir, comer, dormir y ver la tele para después comer un poco más y seguir durmiendo. Así pasaron la primera semana y ese fue el tiempo que tardó Dean en darse cuenta de que Castiel seguía allí con ellos, con sus impenetrables ojos azules, su cabello despeinado y su… ropa normal. Quizá fue eso lo que hizo saltar finalmente las alarmas a Dean, que Castiel no vistiera su gabardina y traje a los que estaba tan acostumbrado, si no una camisa gris y unos tejanos. Y como no sabía cómo expresar todo lo que estaba pasando por su mente, las preguntas y las dudas, la sorpresa y la tranquilidad, tan solo pudo decir “¿Y eso?” señalando la nueva vestimenta.

-     Una camisa -dijo el ángel mirando al chico algo confuso.

-     Ya sé que es una camisa Cas, quiero decir… ¿Qué ha pasado con tu traje?

-     Está en el armario, guardado -Dean no contestó, estaba acostumbrado a que el hombre nunca respondiera lo que se le preguntaba a la primera, pero también podía ser, en esa ocasión, que Dean no hubiera sido lo suficientemente claro. Dean respiró hondo, su corazón empezó a latir con fuerza, no estando muy seguro de si quería escuchar la respuesta a esa pregunta.

-     Me refería a que… Siempre has llevado el traje, sin que se te rompiera o manchara ni nada… Supongo que era gracias a tus poderes, así que… -Dean fijó su mirada en la de Castiel y percibió, más que vio, que Castiel había entendido perfectamente lo que estaba tratando de decirle.

-      Sí Dean, eran mis poderes los que hacían que las ropas de Jimmy no sufrieran ningún daño. Y puesto que desde el fin del Apocalipsis decidí quedarme en la Tierra, pensé que adoptar ropas más típicas a las de mi alrededor sería lo apropiado -Dean asintió lentamente e hizo la siguiente pregunta que ocupaba la lista de su mente.

-     ¿Eso quiere decir que eres humano? Completamente…

-     Para mis hermanos y hermanas sí, para vosotros sigo siendo más fuerte, sigo teniendo todos mis conocimientos y recuerdos y si me concentro un poco aun puedo hacer algún… truco, como dirías tú.

Durante las semanas que siguieron a esa conversación todo fue algo extraño e incómodo. Dean no sabía aun cómo tomarse que Cas hubiera decidido quedarse con ellos, ¿era realmente por ellos?, ¿por qué no tenía a dónde ir?, ¿por…? Así que decidió que ya que el ángel era ahora humano, o más al menos que antes, era hora de aprender las grandes y bonitas cosas que tenía ser humano; la comida, la bebida, dormir, la música, conducir, ir a bares, el sexo…

Todo fue bien; Cas no tenía demasiadas manías a la hora de comer, no era como Sam y su comida para conejos pero tampoco sobrevivía a base de hamburguesas con queso y bacon; la cerveza no le parecía mal aunque era más de cócteles, y sorprendentemente aun hacía falta una gran cantidad de alcohol para ponerle ligeramente contento. Dormía en la habitación del pánico, pues era la única habitación libre en casa de Bobby y parecía no importarle una vez consiguieron un colchón mínimamente cómodo; la música que prefería escuchar era algo tirando a tranquilo, acústico, y que provocaba en Dean un ataque de bostezos a los cinco minutos. Conducir, por suerte, no fue ningún problema. Los bares y el sexo… Los bares por si solos tampoco eran un problema, pero cuando Dean decidía ir a ellos para ligar y no para pasar el rato y ganarse un dinero con el billar, la mañana siguiente no era lo que Dean esperaba. Cas nunca se marchaba con ninguna chica, hablaba con ellas sin asustarlas, que ya era un logro, pero nada más. Dean le preguntó, muerto de vergüenza sin saber por qué, si es que las mujeres no le gustaban, si es que prefería a los hombres, y Cas simplemente le respondió que “todas las creaciones de mi Padre son únicas y preciosas a su manera.” Simplemente, suponía, no había encontrado la persona apropiada. Dean se dijo a sí mismo que iba a hablar con Sam sobre las películas que hacía ver al ángel, que se dejara de moñadas y a ver si así Castiel se decidía de una vez. Pero algo en él se revolvió al pensar en ello, algo que nunca antes le había sucedido al pensar en procurarle a Cas una chica con la que pasar la noche.

Cas realmente se merecía alguien especial, no una chica cualquiera… Y así empezó la búsqueda de Dean de la chica perfecta para su amigo. Y así acabó: tras dos meses y medio del fin del Apocalipsis, tras un mes y medio de ligues en bares e intentos de citas con la dependienta de la librería, la cajera del súper y hasta la acomodadora del cine, Dean le dijo a Cas que se rendía, que sentía mucho que, si todo seguía a este paso, se perdiera la mayor delicia que ofrecía la humanidad, pero que ya había intentado todo lo que se le había ocurrido, hasta una cita con uno de los trabajadores de la biblioteca. Y eso era algo que no quería volver a repetir. A lo que Cas le contestó que le agradecía todos los esfuerzos pero que ya había encontrado la persona apropiada para él, aquella con la que quería descubrir todo lo que le faltaba por sentir y con la que quería pasar el resto de su vida (y aquí Dean volvió a decirse que tenía que, directamente, prohibirle a Sam que dejara películas a Cas). Dean se alegró ante ello, pero un extraño ladrillo se había posado en su estómago, y aunque en algún lugar de su mente nunca lo había dudado y siempre lo había esperado, la respuesta de Cas a quién era esa persona tan afortunada, le sorprendió. Tú.

Al contrario de lo que muchos puedan pensar, después de esa declaración Dean no se había vuelto loco cuestionando su hombría, pues como se ha dicho algo dentro de él siempre había sido consciente de su atracción hacia Castiel, pero tampoco había habido besos apasionados y lujuriosos seguidos de horas de ardiente sexo en cada superficie de la casa, no. Dean se  había quedado mirando a Castiel, perdido en las azules profundidades que eran sus ojos y había asentido, sonriendo tímidamente, mientras acercaba su mano a la de Cas y le acariciaba el dorso con la yema de los dedos, acción que negaría para toda la eternidad. Sí es verdad que tras unos segundos Cas se había acercado y se habían besado, suavemente, con tranquilidad, conociéndose. Pero al separarse Dean tan solo había intercalado sus dedos entre los del ángel y se había levantado para ir a dormir. Se habían desnudado, cada uno a un lado de la cama, y se habían tumbado bajo las sábanas en calzoncillos.

-     Te mereces lo mejor, Cas -le susurró sintiéndose enrojecer- Así que voy a hacer todo lo que pueda para que sea digno de ti -Cas se le acercó aun más y le besó por toda contestación.

Fue tres días después de aquella noche que los dos se encontraron solos en la casa. Bobby había, después de largas e insistentes conversaciones, aceptado a ir a cenar a uno de los mejores restaurantes franceses con Crowley, que estaba en Francia por supuesto, y Sam dijo que había ligado con una de las profesoras de la guardería, pero algo le decía a Dean que eso no era completamente cierto.

Lo máximo que habían hecho Dean y Cas a parte de besarse era acariciarse y tocarse, sentir el cuerpo del otro en sus manos y lenguas, pero nunca habían llegado al final, Dean quería que fuera algo entre ellos dos, sin preocuparse si perdían el control, que nadie les oyera, que nadie les interrumpiera. No era que quisieran mantener su… relación, en secreto simplemente ésta se sentía demasiado nueva como para compartirla con alguien más. Ya llegaría el día en el que tuvieran que aguantar las miradas felices y los “¡por fin! Ya era hora”, por qué sí, Dean se hacía el despistado pero era plenamente consciente de los comentarios que se dejaban ir cuando parecía que no prestaba atención o incluso cuando los demás creían que no estaba.

La noche resultó mágica (y Dean no solo iba a tener que hablar con Sam sobre películas romanticonas, también iba a tener una seria charla con su cerebro y preguntarle seriamente si tenía que preocuparse de que le salieran tetas y le desapareciera la polla, por qué cada vez más, se comportaba como una niña de trece años con su primer amor). No había sido fácil, pues Dean hacía mucho que no estaba con otro hombre y Cas, tal y como había dicho hacía poco más de un año, nunca había estado con nadie; pero quizá por eso, por qué para los dos supuso una experiencia de descubrimiento llena de ansias de aprender y satisfacer al otro, con sus pequeños problemas y sus malentendidos, fue perfecta. Y si para Dean no fue la mejor en cuanto a satisfacción, si lo fue en cuanto a sentimiento, y cuando el sueño se hizo presa de ellos y el cazador sintió los brazos de Cas rodearle y la sonrisa del ángel pegada a su espalda, algo en su corazón explotó; la pared que había estado cubriéndolo durante tanto tiempo por fin resquebrajándose y haciéndose pedazos. Por un momento Dean se asustó, el pánico le abrumó y estuvo a punto de salir de la cama, coger las llaves del Impala y… No, basta de huir. Tenía que creer que por fin había llegado el momento de algo de felicidad propia y egoísta.

Dos semanas después hicieron oficial su relación dando la noticia a Bobby y a Sam, quienes sonrieron como Dean había sospechado y habían asentido felices, decidiendo ir a cenar para celebrarlo. Por supuesto Crowley y Gabriel se habían unido a la fiesta y todo había acabado… Bien, sí, por qué nadie resultó herido ni demasiado borracho como para vomitar en la tapicería del Impala, pero Gabriel había dejado ir un comentario que no había acabado de hacer gracia a Dean. “Ahora tendréis que buscaros vuestro nidito de amor ¿no?” Por suerte, o por la gracia de Gabriel, tan solo lo había escuchado el propio Dean y aunque sabía que no podían quedarse en casa de Bobby para siempre, ir a vivir con Castiel parecía… demasiado. Pero no podía negar que la idea le gustaba, muy en el fondo de su corazón siempre había querido tener una familia, durante un tiempo creyó que sólo podría conseguirlo si todo salía bien y volvía con Lisa y Ben; casita en un buen barrio, mujer y un hijo al que llevar a los partidos de béisbol. Pero con Cas había entendido que lo que realmente había querido era a alguien con quien estar, con quien compartir pequeñas cosas que le hicieran gracia y que nadie más entendiera (y que normalmente Cas tampoco entendía pero al menos con él Dean no se sentía como un estúpido al mencionarlas), alguien que le quisiera y a quien querer. Y ahora sí iba a tener que preparar una despedida a su miembro más querido.

No se volvió a hablar del asunto, ni por parte de Cas, ni de Bobby ni de Sam, que últimamente desaparecía más de lo normal para ir a ver a esa misteriosa profesora, así que Dean se relajó y puso todo su empeño en enseñar a Cas todo lo que sabía sobre coches mientras Sam buscaba las pocas cacerías que habían empezado a surgir tras el Apocalipsis y que entre los tres despachaban con facilidad. No fue hasta que Cas anunció un día en medio del desayuno que se había apuntado, junto a Dean y sin previo aviso a éste, a clases de cocina para tratar de mejorar la calidad de las comidas que ingerían día tras día, que Dean consideró seriamente la imagen de Castiel y él juntos con su propia casa. Las clases resultaron entretenidas, pero Castiel era un completo desastre y acabó dejándolas a las dos semanas; Dean, sorprendentemente decidió quedarse. Y solo el shock que les sobrevino el día que Dean cocinó para todos, impidió que se metieran con él. Se le daba excepcionalmente bien. Y fue eso, la domesticidad que el cocinar le había dado a su vida, lo que hizo que una noche, bajo la protección de las sábanas, le comentara a Cas su deseo de buscar un sitio en el que vivir los dos juntos, aunque fuera un pisito de treinta metros cuadrados. Los ojos azules que le miraban quemaban, la sonrisa le atraía como un imán, y la mamada que Castiel le hizo aquella noche fue la mejor de toda su vida. El ángel estaba completamente de acuerdo.

Buscar el “nidito de amor” no había sido fácil, todo el mundo quería dar su opinión acerca de donde tenían que vivir, qué arquitecto contratar y de qué colores pintar las paredes para que su vida sexual fuera, aun, mejor. Pero finalmente habían encontrado una casita algo escondida en el monte, a poco más de una hora de donde vivía Bobby y con suficientes habitaciones como para tener un dormitorio, una biblioteca, algo parecido a un estudio/almacén de armas y amuletos, dormitorio para invitados, dos baños, cocina, comedor y sala de estar. Se lo habían podido permitir por qué estaba encantada y nadie la quería. Deshacerse del fantasma vengativo que la habitaba había sido mucho más fácil y menos cansado que arreglarla, pintarla y decorarla. Además de mucho más barato, “y no, Crowley, no necesitamos tu dinero…”

Hoy, por fin, todo estaba perfectamente limpio y en su sitio y la correspondiente cena de celebración iba a dar comienzo en pocos minutos.

Dean abrió la puerta de su habitación y encontró a Castiel sentado en la cama, haciéndose el cordón del zapato y con la camisa aun sin abotonar.

-     Ya está todo listo -dijo el cazador acercándose al otro hombre. Éste se levantó y asintió - ¿Sabes que Crowley y Gabriel van a aparecer aunque no les hayamos invitado, verdad? - Castiel se encogió de hombros y empezó a hacerse los botones de la camisa, cosa que Dean se negó a aceptar. Acarició el pecho de Castiel suavemente, rozando la piel con sus uñas suficientemente fuerte como para despertar un escalofrío en el cuerpo del ángel pero sin dejar marcas que duraran más de unos segundos. Alzó la vista a los ojos azules de Castiel y le besó tratando de controlarse. Éste había colocado una de sus manos en el cuello del cazador y le había acercado más a él, la otra mano bajando por su brazo y acabando en la nalga derecha. El timbre sonó por toda la casa y tuvieron que separarse con resignación. Dean comprobó que no estuviera demasiado despeinado o su ropa demasiado arrugada y se dirigió hacia la puerta, bajando las escaleras mientras decía “¡ya voy!”.

Cuando abrió la puerta, tal y como Dean había temido, se encontró no solo a Bobby y a Sam, si no también a un arcángel y a un demonio con amplias sonrisas.

-     No hay comida para vosotros -dijo a modo de saludo mientras les dejaba pasar.

-     Dean, no seas malo -se quejó Gabriel -huelo tu delicioso pastel desde aquí.

-     Pues las manos quietas, es para el postre -se oyó a Castiel decir mientras bajaba las escaleras. Dean sonrió, qué guapo estaba su hombre con aquellos tejanos estrechos y la camisa azul oscuro que le resaltaba los ojos.

-     Hermanito dile a tu churri que deje quedarnos -Dean le dirigió una mirada de odio ante la palabra “churri” pero no dijo nada.

-     Sé perfectamente que hay suficiente comida para todos, Dean -dijo Crowley mientras estiraba el cuello y miraba insistentemente hacia el comedor -Además has comprado un muy buen vino. Veo que esas clases de cocina realmente han hecho efecto -Dean enrojeció y agradeció el brazo que Castiel colocó alrededor de su cintura.

-     ¿Nos vamos a dejar de chorradas o vamos a cenar? -preguntó Bobby con algo más parecido a un gruñido que a palabras reales.

-     Cualquiera diría que tantas cenas románticas y elegantes con Crowley te habrían hecho más sensible y refinado, Bobby… -comentó Sam con una sonrisa mientras entraba en el comedor tras Gabriel. El aludido dejó ir un bufido pero no contestó.

-     He tratado de hacerle ver que hay más cosas allí afuera además de coches hechos pedazos y libros polvorientos, pero Robert es muy testarudo -dijo el demonio con una sonrisa a la que Dean no quiso dar significado. Los cuatro invitados se sentaron y Dean colocó los nuevos cubiertos mientras Cas hacía lo mismo con las copas.

-     Si dejaras de chantajearme con que vas a subir la foto de nuestro beso en el facebook quizá me pensaba ser más amable.

-     ¿Hay foto de eso? ¿Por qué no sabía yo nada? -preguntó Gabriel con malicia brillándole en los ojos.

Dean suspiró, observando cómo Crowley sacaba el iPhone del bolsillo y Bobby se lo impedía mientras Sam trataba de disuadir al arcángel de hacer cualquiera de sus bromas con ella. Cas colocó su mano sobre la de Dean y alzó las cejas a modo de pregunta cuando el cazador desvió su mirada de los cuatro locos hacia él. Dean entendió el gesto y sonrió. Siempre había querido una familia y eso era lo más cercano que iba a tener, quizá no exactamente lo que había querido pero mucho mejor. Bobby vivo después de todo, con un demonio que sin intenciones del todo claras cuidaba de él, Sam con un arcángel al que trataba de convencer de comportarse a cambio de…

-     ¿¡Sammy!? ¿Qué coño…?

No, él había tenido razón después de todo, no había sido una profesora de guardería a la que iba a ver aquellas noches.





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