Publicando después de mil millones de años, prometo no dejar tan abandonado el journal, lo sé, he dicho esto un millón de veces, pero esta vez espero cumplir ^^
Pareja: Sakumiya.
Género: Fluff, algo de angst y lemon.
Extensión: One-shot.
Clasificación: NC-17.
Disclaimer: Ninguno de ellos me pertenece, salvo las cochinadas que pienso con ellos.
Resumen: Ninomiya recurre a dormir a la casa de su mejor amigo, está depresivo y se siente solo. Sho le hará ver que no lo está.
- Si no quieres que esté aquí, sólo dímelo. Luces molesto. - musitó Ninomiya en un murmullo, observando al mayor mientras retiraba la enorme cobija de la cama.
- Por Dios, Ninomi. Como si fuera esta la primera vez que vinieras a dormir aquí…
- No, pero he dormido aquí tres veces en esta semana. Si ibas a echar un polvo, lo jodí. - el mayor rió al escucharle y negó con la cabeza, dándole palmadas a una de las almohadas antes de ponerla en su lugar.
- El día que vayas a interrumpir, ten por seguro que te lo diré. - comentó con jocosidad, volviéndose a mirar a su amigo.
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Jamás le molestaba cuando iba a verlo, a pesar de que Nino dormía más en su casa que en la suya propia, y aquello no le importaba en lo más mínimo; al contrario, le tranquilizaba por completo.
Habían sido amigos desde la escuela elemental y después de finalizar la secundaria, Nino fue diagnosticado con Trastorno Afectivo Bipolar y su vida cambió radicalmente, para poder evitar episodios depresivos, debía de medicarse. A pesar de que él quiso alejar a su mejor amigo para impedir que le viera de aquella forma, Sho nunca le abandonó; por eso ahora, en la adultez, el menor seguía dependiendo de él, y en las noches en que se sentía mal o simplemente solo, acudía a su apartamento.
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- Creo que el litio no está haciendo su efecto…
- Ya deja de preocuparte. Admítelo, vienes porque te encanta mi cama. - ambos se miraron y sonrieron. - Anda, ven a dormir.
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Ninomiya sonrió y caminó hacia la cama, se subió una de las mangas de la camiseta de Sho, la cual le quedaba algo grande y se subió a la cama. Volvió a esbozar una sonrisa al ver a su mejor amigo cubriéndole con la cobija; segundos después, apagó las luces y se acostó a su lado.
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- Gracias por soportarme. - susurró el menor, avergonzado a más no poder.
- Cierra la boca y duérmete ya. Sabes que puedes venir cuando te plazca. - contestó Sakurai guiñándole un ojo al pelinegro. - Oyasumi, Ninomi.
- Oyasumi, Sho-chan.
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Ambos cerraron los ojos y Nino se dio la vuelta en la cama, dándole la espalda a su mejor amigo, intentando dormirse. Cada vez que estaba con él, todo era más fácil, olvidaba la vergüenza que sentía por estar enfermo, por ser una persona inestable emocionalmente y que en cualquier momento podría explotar y joderlo todo a su alrededor.
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Estar al lado de Sho le calmaba, podía sentirse en paz, tranquilo, e incluso podía dormirse con facilidad. Siempre le apenaba ir a molestarle, pero en momentos como ese, se alegraba de tener a su mejor amigo al lado.
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La habitación se encontraba sumida en la completa oscuridad, el profundo silencio fue aniquilado por un quejido. Sho, a pesar de estar profundamente dormido, pudo escucharlo. Abrió los ojos con rapidez y dejó escapar un suspiro al ver a Nino removiéndose en la cama, algo sudado y con la respiración agitada.
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Sentía su corazón romperse cada vez que le veía así, estaba tan frágil, tan pequeño, tan indefenso. Pudo divisar lágrimas en sus mejillas y se acercó a él, zarandeándole suavemente.
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- Nino, Nino… vamos, despierta. Es sólo una pesadilla… - susurró con cariño mientras le tomaba por los hombros. - Vamos, es una pesadilla, abre los ojos, Ninomi…
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Kazunari abrió los ojos, intentando respirar con normalidad. Al divisar a Sho, se sentó en la cama y lo abrazó, empezando a llorar con fuerza; eran lágrimas de rabia, se odiaba a sí mismo por ser tan débil, tan inútil… tan inservible. Cada vez que tenía una fea pesadilla, se ponía así, y más cuando soñaba que perdía a alguien a quien quería.
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- Lo… lo siento. - balbució con dificultad, sintiendo como los brazos de Sho le acunaban. Su rostro se encontraba escondido en el cuello del mayor y le escuchó suspirar.
- No tienes que disculparte, no has hecho nada.
- No te dejo estar solo, no te dejo dormir con mis dramas, no…
- Kazu, nada de eso me importa. - le interrumpió con suavidad. - Eres una de las personas que más quiero en el mundo y jamás me molestaría el tenerte aquí y cuidar de ti. - esta vez fue el pelinegro quien suspiró sonoramente. - Dime, ¿qué soñaste?
- Soñé que todos me dejaban solo… lo sé, suena patético. Soy un hombre de más de treinta años y estoy llorando por miedo a estar solo, puedes reírte. - dijo el menor con una sonrisa cargada de tristeza. - Mi mayor temor es que ustedes luego estén ocupados viviendo su vida y no tengan tiempo para el loco bipolar que ahora está triste y cinco minutos después, lleno de euforia.
- Nadie va a dejarte solo, y no es porque tengas esa “situación.” - Sho tomó al más bajo por la barbilla y le alzó el rostro, haciendo que le mirara a los ojos. - Sino porque eres una persona única, especial y hasta tu sarcasmo es lindo. Yo jamás podría dejar solo a mi mejor amigo. - Ninomiya se quedó en silencio, mirando a Sakurai a los ojos, olvidando por completo el hecho de que tenía las mejillas húmedas y sus propios ojos enrojecidos por haber llorado. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro en cuanto sintió la caricia de los dedos de Sho en una de sus humedecidas mejillas. - Yo nunca voy a dejarte, Kazu… - susurró.
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El menor sentía el tibio aliento de Sakurai mezclándose con el suyo y no quiso abrir los ojos, simplemente quiso dejarse llevarse llevar por sus sentidos. Ahora la mano izquierda del castaño acariciaba su mejilla derecha con delicadeza y esbozó una débil sonrisa en cuanto las narices de ambos rozaban suavemente. Abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla por miedo de arruinar el momento.
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Los labios de Sho se posaron sobre los suyos con sutileza, dejando que simplemente se rozasen entre sí; Sho le besaba como si fuera de cristal y temiera hacerle daño. Aquel beso era una suave caricia que hizo que los sentidos de Nino se alterasen, pero al mismo tiempo, le hacía sentirse querido.
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Segundos después, el menor correspondió al beso, dejando que sus labios se moviesen con avidez contra los de él, buscando más. Sho esbozó una sonrisa en el beso y tumbó a su compañero de espaldas en la cama sin dejar de besarle. Rozó la punta de su lengua contra el labio inferior de Nino, pidiéndole permiso y sintiéndose más confiado en cuanto sintió los delicados labios del menor entreabriéndose para él. Sin pensarlo dos veces, dejó que su lengua se introdujera en su dulce cavidad y se sintió estremecer en cuanto la sintió rozar contra la de Nino, quien ahora le besaba con más intensidad.
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Las pequeñas manos de Kazunari se hundían en el pelo del mayor y un suave jadeo se escapó de sus labios al sentir nuevamente la lengua de Sho rozar contra la suya. El mayor le besaba con delicadeza y justamente aquello le estaba haciendo perder el control; nunca pensó que estaría haciendo aquello con él y muchísimo menos, que el estar así con él le haría sentirse tan bien.
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Se separaron para buscar algo de aire y se miraron a los ojos sin decir palabra. Sho intentaba encontrar un ápice de arrepentimiento o miedo en él, pero sólo encontró una mirada de súplica, Nino no quería que se detuvieran y él tampoco quería en lo más mínimo. Se inclinó a besar el cuello de su mejor amigo, dejándose llevar por lo que realmente quería; deseaba poder besarlo desde hacía mucho tiempo y ahora que por fin tenía la oportunidad, no iba a desperdiciarla. Deseaba demostrarle a Nino todo lo que sentía por él y a la vez prometerle una y mil cosas.
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Ninomiya mordió su labio inferior en cuanto sintió una de las manos del mayor introducirse bajo su camiseta, acariciando su pecho sutilmente, arrancándole un nuevo jadeo. Sho suspiró y se separó lentamente de él, lo suficiente para despojarle la camiseta, dejándola en el suelo.
Esta vez los gruesos labios del mayor se posaron en su pecho, Nino se sintió perdido en cuanto la lengua de Sho se rozó contra uno de sus pezones; su piel se encontraba erizada y de sus labios se escapaban delicados jadeos que hacían que el mayor se excitase mucho más. La erección del menor se apretaba bochornosamente contra sus pantalones de chándal, reclamando la atención del causante de aquél estado.
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Mírame… estoy aquí, contigo.
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Sho se posicionó entre las piernas del pelinegro, besándole por primera vez con desenfreno, gimiendo cuando Nino tiró de su labio inferior bruscamente, intentando desabotonar la camisa de su pijama con rapidez y algo de torpeza. La prenda fue a parar al suelo, y a esta le siguieron las demás, hasta que ambos estuvieron completamente desvestidos, besándose apasionadamente mientras sus cuerpos se friccionaban entre sí. El mayor cerró los ojos con fuerza, volviéndolos a abrir para encontrarse con la mirada cargada de intensidad que Kazunari le dedicó en aquél momento… le deseaba. Le deseaba tanto como él, y el saberlo, le provocaba un sentimiento de felicidad único.
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La habitación se encontraba literalmente en llamas, quizás por el calor que desprendían sus propios cuerpos, o quizás por la intensidad de cada beso, cada caricia compartida, cada gemido propiciado por ellos. Mientras sus labios continuaban unidos, una de las manos de Sakurai se encontraba rodeando el endurecido falo del menor, regalándole lentas y tortuosas caricias que le hacían estremecer. Para Nino era imposible mantener la cordura, la excitación iba apoderándose de él cada vez más; no podía mantener siquiera los ojos cerrados y se encontraba deshaciéndose en jadeos y suspiros con solamente los besos de su mejor amigo.
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Sho mordió el labio inferior del más bajo, tirando de él con sus dientes, aumentando el ritmo de sus caricias. Su mano se movía de abajo hacia arriba, acaparando toda la longitud de la erección de Kazunari, escuchándole gemir un poco más alto mientras movía las caderas contra su mano, buscando más placer.
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No temas, no voy a abandonarte.
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El pelinegro arqueó la espalda, tomando el rostro de Sho para besarle en los labios con intensidad, olvidando por completo la sensación de desasosiego y la tristeza que se había apoderado de él, y entregándose a la pasión que le consumía cada vez más. Siempre había sentido cosas por Sho, él lo sabía y el ver que su mejor amigo no le era indiferente hacía que todo fuese diferente.
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Después de haber sido diagnosticado con bipolaridad, había perdido la confianza en sí mismo, dejando de sentirse deseado, lanzándose plenamente al abandono y etiquetándose como alguien inservible. Cosa que había dejado de pensar en aquellos momentos, el estar debajo del sólido cuerpo de Sho, quien jadeaba suavemente de sólo escuchar sus gemidos. El mayor lo deseaba, podía sentirlo en sus besos, en la manera en que le miraba, y Nino ya no podía soportar más, necesitaba sentirlo ya en su interior.
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- Sho-kun… - gimió. - Te necesito… ahora.
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El castaño esbozó una sonrisa antes de dejar de masturbarle, tomando posesión de su boca nuevamente, dejando que ambas lenguas se acariciasen con avidez mientras extendía una mano hacia la mesilla; abrió la gaveta y sacó el frasco de lubricante. Se separó de Nino, dedicándole una mirada cargada de deseo que hizo que el menor se sonrojara sin poder evitarlo.
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- Eres endemoniadamente sexy. No sé cómo no te das cuenta de ello. - susurró sin aliento, abriendo el frasco y recubriendo dos de sus largos dedos, humedeciendo también su entrada con dicho liquido. - Tan sólo mira cómo me tienes…
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La voz de Sho era un murmullo apenas audible que sólo lograba excitar más a un acalorado Kazunari. En cuanto sintió uno de sus dedos penetrar su estrecha entrada, emitió un gemido lastimero, cerrando los ojos y sonrojándose por completo. Sho penetraba su dedo con lentitud, agregando un segundo en cuanto vio que su amante comenzaba a disfrutar de la fricción.
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Continuó moviendo las caderas con lentitud, jadeando por lo bajo y mirando a su mejor amigo a los ojos de manera suplicante. Si bien es cierto, estaba empezando a disfrutar de ello, pero su cuerpo pedía más, lo quería a él.
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Siénteme, soy tuyo…
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Sho retiró los dedos de su interior, acomodándose nuevamente entre las piernas de Nino, tomándolas con delicadeza y haciendo que rodeasen su cintura. Ambos se miraron a los ojos, sonriéndose mutuamente antes de fundir sus bocas en un fogoso beso que les dejó sin aire; el castaño tomó su endurecido miembro, impregnándolo con lubricante antes de conducirlo hasta la dilatada entrada del menor. Nino rodeó su cuello con sus brazos, tomando una bocanada de aire, indicándole a Sho que se encontraba listo. Sakurai movió las caderas, penetrándole con lentitud, dejando escapar un gemido al sentir sus estrechas y suaves paredes acogerle. Nino, por su parte, gimió contra sus labios, moviendo las caderas hacia abajo, haciendo que su miembro penetrase un poco más.
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Las deliciosas estocadas no se hicieron esperar.
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Sho empezó a mover las caderas con más ímpetu, llenando por completo el interior de Kazunari, quien se encontraba preso del placer, no podía hacer nada, salvo gemir, dejarse llevar por la intensa pasión, sintiéndose vivo como nunca antes. Sho, por su parte, se encontraba observando cada una de las expresiones que hacía el menor, dándose cuenta de cuánto le excitaba el verlo tan mal.
Ambos movían las caderas al unísono en perfecta sincronía, sus cuerpos lucían perlados por el sudor, sus bocas rozaban la una con la otra, compartiendo el mismo aliento, olvidándose de que existía un mundo ahí fuera, en aquél momento sentían que sólo existían aquellos dos.
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Siempre estaré a tu lado, Kazu.
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Los gemidos de ambos llenaban la estancia, aniquilando el silencio que los envolvía, Sho movía las caderas con rapidez, propiciándole salvajes estocadas al pelinegro. Quería contenerse, ser delicado, pero no podía… Nino y sus melódicos gemidos, sus labios enrojecidos e hinchados, con su inocente rostro ruborizado, hacía que perdiera la cordura, y a juzgar por sus propios gemidos y por el calor intenso que se concentraba en su entrepierna, sabía que estaba a punto de explotar.
Salió de su cuerpo, tumbándose de espaldas en la cama y tomando una de las manos de Kazunari, halándola suavemente.
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- Ven aquí… - el aludido sonrió y se subió a horcajadas sobre él, mirándole a los ojos mientras tomaba su erección con una de sus pequeñas manos, conduciéndolo hasta su entrada y dejando que penetrase en su interior nuevamente; cambiando su tierna sonrisa por una expresión cargada de placer que hizo que el propio Sho gimiese de sólo verlo.
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Nino apoyó ambas manos en su pecho, empezando a mover las caderas de atrás hacia adelante, cabalgándole con lentitud. Siendo sincero, lo hacía por atrasar lo inevitable; se encontraba al límite y aún no quería terminar, quería que aquél momento perdurase por mucho más. Sho llevó ambas manos hacia su trasero, apretándole contra él y haciendo que su miembro penetrase con profundidad en su interior.
Aquello fue más de lo que ambos pudieron soportar.
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Nino llevó una mano hasta su endurecido y desatendido miembro, masturbándose con rapidez. Se encontraba tan erecto que sentía un ligero dolor entremezclado con el placer, lo cual terminó de llevarlo al final. Con un prolongado gemido, se dejó llevar en la espiral de sensaciones que arrastró su cuerpo, sintiendo como su mano quedaba impregnada con su propia esencia. Sho cerró los ojos, murmurando cosas ininteligibles a causa de los incesantes gemidos, dejando escapar un gruñido mientras volvía a clavarse en el interior del pelinegro por última vez, antes de derramar sus tibios fluidos.
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Te quiero, Kazunari. Y siempre voy a demostrártelo.
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Sho observaba a un Nino dormir plácidamente en sus brazos y esbozó una sonrisa tonta al recordar lo ocurrido horas antes. El haber hecho el amor con Nino cambiaba las cosas totalmente, pero no le importaba con tal de verle tan tranquilo como lo estaba en aquél momento.
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Y ahí lo entendió.
Estaba completamente loco por él.
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Ensanchó la sonrisa, sintiéndose un poco apenado. Quizás Nino dijera que había perdido la cabeza en cuanto se lo dijera, pero aquella era la verdad. Estaba enamorado de su mejor amigo y estaba dispuesto a hacer lo que sea por continuar haciéndole feliz.
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- Tienes cara de imbécil… duérmete ya. - murmuró adormilado, riendo por lo bajo.
- No puedo, quiero verte dormir.
- Deja de ser cursi, se supone que el patético que dice esas cosas soy yo. - Sho fue quien dejó escapar una risilla esta vez.
- No eres patético, deja de decirlo. - respondió el mayor, besando su mejilla con delicadeza.
- Me gusta que hagas eso, Sakurai.
- Puedo hacerlo siempre, a mí también me gusta. - Nino abrió los ojos y esbozó una tierna sonrisa.
- Tú también me gustas. - susurró antes de acariciar el cabello del castaño, mordiendo su labio inferior. - Ahora tengo mucho sueño, pero quiero que hablemos de ello luego.
- Así será. - Sho asintió.
- Tú también duerme, ya deja de mirarme. - ambos rieron y Nino le dio un pequeño beso en los labios antes de cerrar los ojos, acurrucándose contra él. Sakurai lo estrechó en sus brazos, cerrando sus ojos y besando su cabello con cariño.
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Nunca más volverás a sentirte sólo y perdido.
Cada día viviré para demostrarte cuánto significas para mí.
Y nada va a cambiarlo.