Bueno, pues aquí les dejo un fic que escribí en diciembre o así (Fic navideño ftw!) que no tiene mucha lógica ni mucho encanto si lo lees... pues, en abril, por todas esas cosas del espíritu navideño no estando ya presente y eso xD. Gocé muchísimo escribiéndolo y espero que se note bastante. Me gusta torturar a los pobres personajes con navidades tan horribles como fueron las mías :D. Besos!
Nombre:Hogar, Dulce Hogar.
Categoría: Originalmente son 5 capítulos... pero digamos que es un one-shot largo.
Palabras: 12.150 palabras o-o
Género: Comedia/Fluffiness navideña.
Personajes: Familia de Soul, Soul, Maka, y Soul/Maka.
Advertencia: Spoilers muy leves si no has leído el manga.
Resumen: "Una visita inesperada a la familia de Soul el día de navidad, le hace cuestionarse, después de mucho tiempo, dónde en verdad se encuentra su hogar. ''
"Hogar, Dulce Hogar"
Primera Parte
-¿Me veo bien así?- Pregunté por centésima vez a mi amigo, incapaz de pensar en otra cosa. No pueden culparme, eran los nervios del momento.
Soul me volteó los ojos de aquella manera tan suya, intentando hacerse el cool, aunque sólo quedaba como antipático. Me mordí el labio frunciendo el ceño mientras él me observaba sin mucho detenimiento.
-Mmmm.-Meditó durante un segundo.-Mucho mejor.- Concluyó mientras me revolvía el cabello que tanto tiempo había tardado en ponérmelo liso.
Se lo estaba buscando y por eso mismo ignoré sus quejas después de haber recibido el Maka-Chop más rápido de su vida. Me arreglé de nuevo el cabello con nervios y aunque no quedó como había estado en un principio (Inútil de Soul) por lo menos quedé satisfecha.
Ya era una victoria haberlo sacado a la calle un día de navidad, sin embargo. Soul era la persona con menos espíritu festivo que había conocido en toda mi vida.
-¿Qué tanto te importa verte bien?- Suspiró mi compañero.- De todas maneras, ya es demasiado tarde para poder cambiar cualquier cosa.
Asentí silentemente, ya era muy tarde, demasiado tarde. Nos habíamos retrasado gracias a cierta persona insoportable a la que había tenido que arrastrar durante media hora para que se mal pusiese un traje. De todas maneras, aunque no hubiese podido conseguir que se pusiese una corbata, era una victoria para mí, y había estado sonriendo satisfactoriamente durante todo el camino.
Me arreglé el vestido, verificando que todo estuviese en su sitio. ¿Escote de damisela? Correcto. ¿Zarcillos en su lugar? Afirmativo. ¿El sostén con relleno que me había regalado Blair? Ahí estaba. Sentí la mirada reprobadora de Soul otra vez. No era mi culpa el querer ir presentable, por lo menos no era como otros que fingía que nada les importaba.
-No entiendo todavía qué hacemos aquí.
Por una vez logré entrever un destello de pánico en su mirada, y aquello me hizo sentirme más calmada frente a mis propios nervios.
Cada casa era más grande y más brillante que la última en aquella Nochebuena, la primera que íbamos a pasar fuera del apartamento de Death City y sin la compañía de nuestros amigos.
Ahora que lo pensaba, eso a mí también me entristecía, pero la expectativa de conocer a la familia de Soul era aún más grande.
-Vamos, Soul, no seas así, es tu familia.- Murmuré comprensivamente mientras le agarraba del brazo.
-No creo que entiendas.- Me contestó mi compañero mientras me guiaba por el vecindario.
Bufé molesta. Eso era tan típico de Soul. La típica excusa que decía cuando no tenía una mejor, o no había ningún argumento válido en su repertorio.
-¿No entender qué?- Refunfuñé. Nos habíamos detenido frente a una hermosa y grande puerta blanca, rodeada de todo tipo de flores y jardinerías del universo y de la cual colgaban unas cuantas luces navideñas. Intenté no sentirme intimidada. La casa parecía ser… grande, y no especialmente parecida a lo que estaba acostumbrada.
-Es como si dos mundos estuviesen colapsando. No se supone que esto deba pasar. Probablemente llevará a la destrucción del universo.- Dejó escapar rápidamente, mientras abría mucho los ojos.
Negué con la cabeza como para mí misma, mientras intentaba no reírme.
-Te estás pareciendo a Kid.-Murmuré sonriente. No podía creer que en verdad estuviese tan nervioso. ¿Sería porque hacía mucho tiempo que no los veía… o acaso era por presentarme él ante su familia?
Un escalofrío nervioso corrió por mi espina dorsal mientras Soul apretaba el timbre y a continuación me agarraba del brazo, como si pensase salir corriendo en cualquier momento.
Se oyeron unos pasos apresurados y un tintinear de llaves, y en un segundo, la puerta se abrió, dejándome entrever por primera vez, lo que era el hogar de mi compañero.
-Buenas noches Sebástian.-Saludó con la cabeza mi compañero al hombre alto y esmirriado que nos abrió la puerta. Llevaba un traje negro de rayas, un bigotillo curioso y la nariz levantada.
Sebástian nos dejó pasar con sólo un asentimiento de cabeza como si nos hubiese estado esperando, y sin decir ni una palabra de saludo, como si nos estuviese castigando por haberle hecho esperar. Y es que a decir verdad así era.
Soul me guió hacia el recibidor y en aquel instante me golpeó un fuerte olor a pino navideño y al pavo que debía de ser la cena.
-Su madre bajará dentro de unos minutos, la cena ya casi está lista.- Anunció el mayordomo.- La señora me pidió que la esperasen en la sala amarilla.
No sabía de qué estar más impresionada, del hecho de que la familia de Soul tuviese mayordomo, o del que tuviesen más de una sala.
-Ven.- Me despertó Soul de mi ensueño mientras me hacía bajar un corto tramo de escaleras y me guiaba a través de un largo pasillo que desembocaba en aquella habitación, que debía de tener más o menos los mismos metros cuadrados que nuestro apartamento.
El salón refulgía de brillos, el suelo de mármol brillaba, y el techo estaba lleno de lámparas modernas que enviaban sus destellos de luces doradas por doquier. En las paredes habían cuadros, retratos, fotografías enmarcadas en vistosos marcos de oro y espejos, muchos espejos. En una esquina estaba el árbol de navidad más hermoso y más grande que había visto en mi vida, decorado como no de borlas doradas y ángeles blancos, y en el centro, junto a un juego curioso de sofás, ardía una chimenea.
Era probablemente la perfecta estampa navideña, y más parecía una habitación de esas que salían en las revistas de decoración que una de verdad. Pero era real, definitivamente real. Y ahora me estaba preguntando cómo serían las otras salas.
-Ese es nuevo.- Dijo mi compañero sentándose cómodamente en un sillón junto al fuego.
-¿Quién?- Le pregunté, saliendo del encanto que me había producido la habitación.
-El mayordomo.-Sonrió.
-¿Y cómo te sabías su nombre?- Inquirí mientras levantaba una ceja todavía no decidida a sentarme, por miedo a arruinar el decorado.
-¿Que no sabías que todos los mayordomos se llaman Sebástian?- Rió Soul.
-Ehmm, pues no.-Respondí huraña. Debía de estar jugando conmigo. Y el que se encontrase de mejor humor me tranquilizaba un tanto. Soul dejó escapar una risita no del todo desagradable, parecía que sus nervios ya estaban amainando.
-Es dorada. No amarilla.-Murmuré, mientras daba vueltas en la habitación, incapaz de mantener la mirada fija en un solo lugar.
-Mamá.- Se encogió de hombros Soul con resignación. Bueno, ya podía intuir quién llevaba los pantalones en casa.
Me dirigí hacia una estantería moderna en la que parecía haber todo tipo de candelabros y velas encendidas junto con libros de imágenes y fotografías.
-¿Ese… ese eres tú?- Murmuré incrédula, mientras observaba perpleja a un mini-Soul que sonreía desde el papel de una fotografía enmarcada sencillamente. Le faltaban uno o dos dientes, lucía tan despeinado como nunca y se encontraba mirando huraño a la cámara como si le estuviesen obligando a sonreír. Y no me extrañaba que así fuese.
-Pues sí.-Murmuró mi compañero después de haberse levantado del sillón para observar la fotografía.
Dejé escapar una carcajada. Había algo en su cara redonda y en su sentimiento infantil perdido en el tiempo que me hacían sacar un instinto maternal de algún lado.
Observé de nuevo la fotografía del obstinado Soul, y luego lo comparé con el retrato viviente.
Soul no parecía haber cambiado demasiado.
-Quien lo hubiera dicho.- Dije con una voz alegre.- Hubo una época en la que eras lindo.
-Muy graciosa.- Gruñó Soul no del todo contento.
-¿Y este?- Señalé con el dedo a un muchacho que sonreía de manera encantadora a través del cristal. Parecía otra versión de mi amigo, sólo que más sonriente… y por ende, más guapo. Me pregunté cómo se vería mi compañero si sonriese más a menudo, o si dejase la pose “cool” por un instante… los resultados que me vinieron a la mente terminaron siendo escalofriantes. No. Que Soul se quedase como Soul, por favor. Un Soul sonriente sería igual a un cataclismo.
-Ese es Wes.-Aclaró Soul, para luego corregirse. -Wesley. Mi hermano mayor.
-Tienes un hermano mayor.- Arqueé las cejas y asentí ligeramente como meditando la idea.
De pronto comencé a tener esa sensación de que en verdad no conocía nada de la vida de mi compañero, lo que me hacía entristecer un tanto, se suponía que era mi mejor amigo, ¿No era así?, así que antes de que la inquietud tomase posesión de mí, decidí cambiar de tema.
-Me encanta la decoración.
Buagh, Maka. Tema estúpido para iniciar una conversación, pensé que podrías hacerlo mejor.
Mi compañero suspiró resignado por razones desconocidas para mí.
-Muy… navideña.- Continué.
-Bah, sólo porque tú vienes, no te lo creas.- Dejó escapar un sonriente Soul. Con esa sonrisa de el-mundo-es-en-verdad-una-mierda-así-que-déjame-sonreír-por-lo-menos.
¿Así que la decoración se debía a mi visita? No podía ser. ¿Tantas molestias?
-Ah, eso es…
-Triste.-Me interrumpió Soul, como si no pudiese existir otra respuesta.- Te lo dice a quien le dijeron que Santa no existía a los cuatro.
-Iba a decir que era una sorpresa.- Murmuré ruborizada.
¿A los cuatro? Yo casi había dejado de creer en Santa el año pasado. Me hacía preguntarme qué clase de personas serían los padres de Soul. Ya el enigma estaba resuelto, en mi mente por lo menos, ya sabía porque a mi compañero ni le iba ni le venía el espíritu navideño.
-¿Quieres algo?-Me sacó Soul de mis ensoñaciones, mientras revisaba un minibar que había en una esquina y en el cual no me había fijado.
-En verdad no creo que…-Comencé a decir mientras tomaba asiento en el sofá. - No tenemos la edad.
La cabeza de mi compañero se asomó por la encimera.
-Maka. Es navidad.- Me reprochó Soul.
-Eso no nos hace automáticamente mayores.- Expliqué, como si le faltase lógica, o como si de esa manera le fuese a hacer cambiar de opinión.
-Pss. Aguafiestas.- Le oí censurarme mientras se sentaba a mi lado con aquella copa burbujeante.
-No me digas así…-Repliqué.- Sólo porque cumplo las reglas no significa…
Soul me lanzó una mirada de censura que caló hondo.
-Tan sólo toma…- Suspiró, mientras me hacía sostener la copa de la que él había tomado.
Bueno, tan sólo un trago no haría ningún mal, después de todo. Estaba con Soul. Y era navidad. No era como si estuviese en un bar o algo.
Me acerqué la copa a los labios y con esfuerzo sobrehumano un trago se deslizó por mi garganta. Me complací al darme cuenta de que no sabía del todo mal mientras mi compañero asentía satisfecho.
Hermosa primera impresión que tuvo de mí la madre de Soul.
-¿Soul?- La voz aterciopelada viajó y se expandió por la habitación. Era una voz rica, más grave que chillona y que parecía cultivada. Voz de cantante, por supuesto.
-Mamá.- Se atragantó Soul, que había recuperado su copa.
Soul me ayudó a levantarme rápidamente del sofá y se encontró poco después saludando a su madre.
Recuerdo que me pareció un saludo poco efusivo en el momento, aunque ahora que lo pienso, es que probablemente tenía grabada en la mente las particularidades que mis padres tenían al saludar.
-Mamá, ella es Maka, mi… meister.- Me presentó Soul
¿Meister? Arqueé las cejas. ¿Sólo eso? No sabría decir por qué pero aquello me había molestado un tanto, pero pronto recordé dónde estaba y me encontré sonriendo y saludando ruborizada a la madre de Soul.
Estaba ataviada elegantemente, tal vez demasiado. Su traje parecía uno de esos diseños hechos a la medida que no terminaban de quedar bien con otra persona que no fuese su dueño. Y es que la mamá de Soul era particular, su cabello rubio casi blanco relucía con la luz de la habitación y sus ojos azules destellaban en vivacidad. Parecía mucho menor de lo que seguramente era, y en su cara sólo se veían pocos rasgos relativos a la vejez, tan solo una que otra arruga que otorgaban carácter al rostro y la hacían parecer una dama respetable.
-Un placer Maka. Puedes llamarme Aurora.- Cantaron sus labios bailarines.
-El placer es todo mío, señora.- Incliné la cabeza, todavía sin saber más o menos qué decir.
Me sentí inmediatamente intimidada. Parecía de aquellas personas con las que nadie podía meterse, y que salía perdiendo quien lo hacía. Tenía la mezcla exacta entre cultura, esnobismo y simpatía plasmada en la cara.
-Podemos ir pasando al comedor, la cena ya pronto será servida.- Sonrió Aurora Evans.- Pensé que nunca vendrían.
Soul se metió las manos en los bolsillos un tanto molesto.
-Sí, bueno… nos retrasamos un poco.- Excusó con voz baja.
¿“Nos retrasamos”? Aquello me sonaba a poliedro. Había sido él el culpable de nuestro retraso, no tenía por qué meterme a mí en aquel combo. Le lancé una mirada asesina mientras seguía a Aurora hacia el comedor. Mirada asesina que no pasó desapercibida por mi amigo, que sonrió para sí mismo con maldad.
-Vamos, no tienes por qué ser tímida, Maka.- Dijo lo suficientemente duro como para que su madre oyera.
-Para nada, estás en tu casa.- Volteó a verme Aurora, con aquella mirada deslumbrante y aquella presencia intimidante que me hicieron quedar en el sitio, murmurando incoherencias y ruborizada como una niñita.
Soul se carcajeó silentemente con ganas mientras yo intentaba atestarle un Maka-Chop de los buenos sin que su madre observase. Suspiré. Tonto de Soul que no ayudaba en nada. Aquella sería una noche larga, pensé, mientras Soul me conducía de la mano y me señalaba mi puesto en la mesa.
Tal vez aquello no saldría tan mal después de todo. Tal vez sólo había estado exagerando un poco. Tal vez. Esperaba. Por ahora nada había resultado demasiado incómodo. Aunque eso era por ahora, y todavía la noche era larga, y mi familia no era exactamente el tipo al que uno le podría confiar el comportarse frente a los invitados. Comportarse no embarazosamente no, por lo menos.
Maka lucía encogida en su asiento, y el plato parecía gigante frente a su cara achicada en una sonrisa cortés. Por lo menos sabía que alguien la estaba pasando peor que yo… Sonreí. Le pasaba, quién le mandaba a haberme obligado a la invitación de mis padres. No sé porqué lo consideraba tan importante a decir verdad, tampoco es que mi familia valiese la pena ser conocida, y estábamos muy cómodos celebrando la navidad en nuestro apartamento de Death City, con nuestras sopas instantáneas, sodas en el suelo, Black Star cantando aguinaldos que no se sabía y Blair en tanga por todo el lugar. ¿Quién en su sano juicio cambiaría eso por una cena formal en casa de la familia Evans? Sólo Maka, por supuesto. Aunque ella no estuviese en su sano juicio.
Llevábamos ya un par de minutos oyendo la cháchara inquebrantable de mi madre. Tenía aquel tipo de voz que hacía que todo pareciese importante… aunque en verdad nunca lo era. Aún así Maka la escuchaba absorbida, no sabía si por el tema (El cuanto estaban costando los pavos y la receta especial de pavo relleno al horno de la abuela Evans) o por simple cortesía. Suponía que el segundo… después de todo, Maka no era muy adepta a la cocina, ya mi lengua lo había descubierto.
Llevaban minutos haciéndonos esperar y ya comenzaba a cabrearme. Maka me dirigió unas miradas amenazadoras con los ojos muy abiertos, advirtiéndome que me comportase (¡En mi propia casa!) y ya iba a rechistar cuando por la entrada aparecieron los miembros restantes de mi familia.
Bah. Eran mi papá y Wes, pero eran los miembros restantes de mi familia, después de todo. Era una familia pequeña. Le presenté a mi padre Maka, y pude intuir desde el primer momento que estaba encantado con ella. Pero obviamente, ¿Quién no quedaría encantado con una Maka dulce y complaciente, en vestido formal y sonrisa inofensiva? Hubiese tenido que verla cuando se me quemaba la comida, no estudiaba para un examen o no dejaba la tapa del inodoro bajada. Hm. Así cualquiera.
-¡Soul!
-Wes…-Murmuré deshaciéndome del abrazo de mi hermano y un tanto extrañado de recibir tantas muestras de efusividad.- Tanto tiempo.
Tanto tiempo en verdad, no había visto a Wes desde hacía… ¿Tres años? Tal vez un poco más. No estaba seguro… y me sorprendí al ver a mi hermano tan cambiado. Lo recordaba más grande, o es que quizás yo había crecido. Y el que hubiese cambiado su rebelde melena a un corte presentable me tomó por sorpresa.
-Hey, ¿No piensas presentarme a tu amiga?
También me había olvidado de esa parte de Wes. Si había algo que le gustaba más que un violín y el ser escuchado tocando violín… era una mujer. Arrugué la nariz y suspiré. Hum. Bueno. Era el paso obvio después de todo.
-Maka, este es Wes,- Aclaré mientras introducía a Maka del hombro.- Mi hermano mayor.
-Un placer.- Murmuró Maka ruborizada.
Había olvidado que Wes era atractivo. Había oído diez mil veces de las bocas de una que otra fémina con las que mi hermano probaba sus dotes de galán hablar del cierto “toque” que tenía. Era una mezcla de rebeldía inusitada, caballerosidad recatada y galantería empalagosa. Además de todo era un músico, un artista de corazones y todo un Casanova. Era difícil resistirse a tal combinación, las admiradoras que los perros de la casa tenían que perseguir todas las noches eran prueba de ello. De resto… era bastante normal.
-El placer es mío,- Se inclinó hacia Maka, mientras posaba los labios en su mano.- Jamás pensé que mi hermano tuviese amigas tan… agraciadas.
Dirigí una mirada de reojo a Maka. Se había ruborizado. Y no era para menos. Mi hermano era un especialista. Y era un tanto más guapo que yo.
-¿ De dónde sacaste a tal beldad?- Se dirigió hacia mí Wes.
Como había dicho, galantería empalagosa.
“Zalamero” pensé, decidido a no darle la satisfacción de encogerme de hombros ante su pregunta. Pero Maka se me adelantó en ofrecer una respuesta.
-Soy su meister.- Se presentó sonriente.
No pude evitar sino arquear las cejas. ¿Mi meister? ¿Sólo eso?
Gruñí y volví a mirar el reloj. Los minutos pasaban como horas.
La cena sería larga.
Nos sentamos rápidamente en nuestros puestos usuales, y sentí como si ya hubiese vivido aquello antes. Bueno, desde luego que lo había vivido, una y otra vez durante catorce años habían sido suficientes. De nuevo, ¿Por qué demonios estaba yo allí?
Poco a poco los platos de comida cargados y ordenados por el personal de la cocina comenzaron a desfilar ante nuestros ojos.
Había pavo, mucho pavo. Puré, ensaladas de tres tipos, salmón, aceitunas, espárragos, langosta, sopas y cremas a por doquier, buenas cantidades de pan y de baguettes y todo tan decorado que daba lástima comérselo. Le hinqué el diente a lo primero que encontré, pensando que el tiempo pasaría más rápido con el estómago lleno.
-Eres tan hermosa como Soul dijo que serías, Maka.- Inició la conversación mi padre.
No pude evitar voltear los ojos. Ahora era obvio que la tendencia a la zalamería venía en la familia.
Rebusqué en mi memoria una carta en la que yo hubiese dicho algo parecido. No la encontré. Apenas recordaba haberles mencionado la existencia de Maka en un inicio, o haberles aclarado que mi compañera era de hecho una mujer. Tenían que estárselo inventando, desde luego.
-Ah, seguramente estaba exagerando.- Le restó importancia una Maka ruborizada. Bah. Era otra manera de decir “continúen”, se le veía que estaba encantada con los elogios.
-En verdad sí estaba exagerando.-Comenté rápidamente, intentando justificarme ante sus ojos.
Ouch. ¿Qué era eso? ¿Una nueva versión de Maka-Chop con los pies? Me encogí de dolor mientras me agarraba la pierna con las manos. Mi compañera dejó escapar una sonrisa de triunfo, para luego voltear a mi madre (Que ahora hablaba de las propiedades del vinagre en la ensalada) con cortesía.
No culpaba a Maka de que le gustasen tanto los elogios de mi familia, pues tampoco los recibía mucho, a decir verdad.
Nota mental: adular más a Maka de ahora en adelante para que no necesite volver a casa de mis padres.
-Eres la primera chica que trae Soul a casa.- Mi mamá comentó alegremente.
Dejé caer la cabeza. Ya era definitivo. Estaba en la ruina. Sabía que faltaba poco para que alguien sacase el tema. Mi vergüenza era un tópico demasiado jugoso como para pasar desapercibido.
-¿En serio?- Maka volteó hacia mí con una sonrisa extrañada, mientras arqueaba las cejas.
Me hundí más en el asiento.
-Ya nos estaba preocupando.- Acotó Wes, disfrutando de la situación.
Jamás pensé que mis ojos pudiesen llegar a expresar tal grado de ira. Vamos, adoraba a mi hermano… pero aún así, eso ya era humillación. Wes rió con ganas mientras tomaba un sorbo de su copa de vino. Iba a replicar algo venenoso cuando mi madre interrumpió con otro comentario del mismo calibre:
-Nos extrañó bastante en un inicio que hubiese elegido una mujer de compañera.
Bueno, no podía culparles, les había mantenido en la incógnita con quién sabe cuánto tiempo.
No iba a dejar que me machacasen de tal manera y Maka me observaba curiosa, así que me ví en la enorme necesidad de decir algo.
-Las mujeres son todas un fastidio… pero Maka…-intenté justificarme mientras me encogía de hombros… a ver, ¿Cómo diría eso?-… es la menos fastidiosa.
Mi padre dejó escapar una carcajada y mi madre sonrió con aquella sonrisa de las suyas… esas que utilizaba cuando quería dar a entender que entendía el trasfondo, el fondo y el más allá. Maka sólo me lanzó una mirada de las de ella que significaba que después me iba a tocar paliza. Me crucé de brazos inquieto.
-¡Qué opinión, Soulcito!- Comentó Wes mientras sacudía su tenedor con una sonrisa de oreja a oreja. Sentí un escalofrío correrme por la espalda por el antiguo sobrenombre que sonaba horriblemente como “Solecito”. ¿Cómo iba a poder ver a Maka a la cara después de esto?
- No habrás disfrutado lo suficiente de la envidiable compañía que una mujer te puede prestar.- Continuó mi hermano, mientras lanzaba una mirada pícara a Maka. Mi compañera dejó escapar una risita tímida mientras se coloreaba violentamente. Muy bien. Ya no me estaba gustando demasiado la situación.
-¿Y cómo se escogieron mutuamente?- Sacó conversación mi madre.
¿Cuál era el complot allí? El universo estaba definitivamente conspirando en mi contra, o eso… o mi familia había acordado hacerme de la visita la más degradante posible. Era un castigo por no haberme pasado por allí en tres años, estaba seguro de eso.
-Fue instantáneo. A primera vista.- Sonrió Maka, mientras sorbía cuidadosamente de su copa. Era todo cuento y apariencias, en verdad no estaba bebiendo, lo sabía yo de sobra.
Asentí cuidadosamente, esperando el próximo ataque.
-Llevan ya…- Contó mi padre con los dedos. No podías pedirle a un músico que hiciese cálculos mentales, después de todo.
-Tres años y medio juntos.- Completó mi compañera satisfecha.
-Y contando.- Contribuí. Maka me dirigió una sonrisa que me hizo ruborizarme. Me escondí rápidamente bajando la cabeza hacia mi plato. ¿Por qué demonios sonaba como si fuésemos una pareja o algo? No lo éramos. ¡Por supuesto que no lo éramos! Era mi madre la que había llevado la conversación a esos niveles de… incomodidad.
-¿Soul es la única arma en la familia?- Cambió de tema mi amiga.
Gracias, Maka. Gracias.
-En verdad no sabemos de dónde salió.- Se encogió de hombros mi padre.
Había sido un misterio desde un principio. ¿Sangre de arma en una familia de músicos? No demasiado posible. Mi padre solía decir bromeando que no era hijo suyo, a lo que mi madre se enfadaba… aunque en verdad era imposible decir eso, me parecía a mi padre todo lo que era probable parecerse a un padre. Creo.
-Como siempre la oveja negra.- Rió Wes.
Por supuesto. También ese comentario tenía que resultar siendo un ataque a mi dignidad humana.
-¿Y ahora qué están haciendo?- Inquirió mi madre mientras depositaba cuidadosamente más puré en mi plato, que quedó sin tocar hasta el final de la velada.
-Cenando con mi familia.- Suspiré fastidiado.
-Estamos de vacaciones por ahora.- Me corrigió Maka con una sonrisa encantadora, que obviamente… no iba dirigida hacia mí y mis comentarios cínicos.
-Bueno, ya era hora que tuviesen algún tiempo libre.- Comentó mi padre.
Hum. De alguna manera había llegado a convencer a mi familia que mis visitas nulas se debían a lo ocupados que estábamos y a la distancia, más que negligencia por mi parte. Sentí una pequeña punzada de culpabilidad, que eliminé con un buen trago de vino. Pero estaba justificado en su totalidad, si el resto de las visitas terminaban siendo como esta.
Además, ¿para qué querría yo volver a mi “Hogar” si me había costado tanto salir de allí?
No gracias. No no gracias. Más pavo.
-Comenzamos a trabajar de nuevo en enero.- Continuó mi compañera.
-¿Trabajar?- Preguntó mi madre mientras fruncía el ceño.- Pensé que estudiaban.
Oops. Me había olvidado mencionarle aquello.
Pero es que después de todo… ¿Cuándo había sido la última carta que les había escrito? Más de un año, eso seguro. Y Maka solía quejarse de lo poco expresivo y “conversador” que resultaba por escrito.
De nuevo, oops.
-Estudiábamos.- Sonrió Maka (¿Por qué era Maka la que hacía lo de hablar? Se suponía que ella era la tímida en esa situación. No me estaba gustando nada ese todo confianzudo.)-Nos graduamos hace un par de meses.
-Ah, vaya.- Finalizó la conversación mi madre, mientras pinchaba una aceituna de su plato con actitud resentida. Volví a tomar otro largo trago de vino.
La comida continuó y cada uno se sumió en su propio plato. Había tanto de lo que elegir, que había terminado sirviéndome un poco demasiado de todo, comida que no podría terminar.
Observé de reojo cómo Wes le hacía ojitos a Maka, y pude captar un par de sonrisas y sonrojos en una que otra dirección que llegaron a molestarme un tanto mientras masticaba mi pavo.
“¡No, Maka, no!”
Secretamente intenté convencer a Maka, pero había caído irremediablemente, como todas las demás. Tendría que mencionarle aquello luego, se suponía que ella era más inteligente que eso.
Suspiré indignado.
-¿Y eso que estás aquí Wes?- Musité. Sin resentimiento ni nada, ¿Eh?, psss, por favor, cómo si me molestase su presencia. Para nada ¿Eh?, para nada.
-Estoy aquí para entretener a hermosas damas en una cena aburrida de navidad.- Salió del paso mi hermano con su habilidad natural, mientras le sonreía seductor a Maka. Arqueé las cejas y cambié de posición en mi asiento. Por alguna razón no me resultaba la situación más cómoda del mundo.
-Oh, Wes, no la acoses.- Censuró mi madre, más enfadada por el hecho de que Wes calificase “Su” cena de aburrida que de que Maka estuviese recibiendo algún tipo de acoso.
Sonreí. Mi madre le había obligado a venir, era bastante obvio. Teníamos que aparentar ser una familia muy unida frente a Maka, por supuesto.
-Tuve que hacer un hueco en mi apretada agenda para pasar tiempo de calidad con la familia.- Continuó Wes, y me preparé mentalmente para otra sarta de coqueterías.- Y por ahora no lo estoy lamentando.
Buagh.
Comencé a sentir náuseas, no sabía si por el vino o por Wes y Maka. Sentí ganas de vomitar al ver la cara sonrojada de Maka, que lanzaba unas risitas un tanto desagradables mientras agitaba las pestañas, dirigida definitivamente a mi hermano.
-Oh, ¿Estás muy ocupado?- Inquirió Maka curiosa.
Lamenté definitivamente el no haberle contado más a Maka sobre mi hermano y sus desagradables costumbres de tener una mujer semanal.
-Soy violinista profesional,- Explicó Wes en su voz de seducción-de-damiselas-desesperadas.-En navidades siempre estamos muy ocupados. Conciertos aquí, conciertos allá. Cosas de iglesias y demás.
-¿Eres músico?- Continuó Maka sorprendida mientras dirigía una mirada momentánea hacia mí… probablemente reprochándome el no haberle contado.
-Y uno de los mejores.- Comentó mi hermano, modestia aparte.- Además, he estado contemplando la posibilidad de tomar un aprendiz, y eso también quita tiempo.
¿Aprendiz? Intenté reprimir la risa, ¿Wes con un aprendiz? No lo veía funcionando como maestro… a menos de que fuese una mujer, claro estaba.
-El lugar todavía está vacío, si deseas…- Sonrió seductoramente.
Pues, sí. Había dado en el clavo. La risa de imaginarme a una Maka (Sí, esa misma que no poseía ningún tipo de ritmo en el cuerpo y que terminaba vendándome los pies cada vez que bailábamos) violinista eclipsó momentáneamente cualquier tipo de indignación.
-No, muchas gracias, la música no es exactamente lo mío.
Lo suyo era machacar, destruir y que no se le levantase milagrosamente la falda mientras lo hacía. Eso estaba claro.
-Tranquila, si mi hermano puede tú también puedes.- Rió Wes lanzándome una mirada significativa. Me sonrojé de la indignación… no era secreto universal que mi hermano solía fastidiarme de niños por aquello. Sólo porque no era un maldito prodigio.
Malintencionado músico-intento-de-hermano-presumido.
-Estamos bastante ocupados nosotros también.- Declaré ácidamente y la mesa volvió a quedar en silencio.
Durante unos segundos nos contemplamos los unos a los otros y escuchamos el tintinear de los cubiertos contra la porcelana de la vajilla de navidad. Había que decir algo, rápido. Sino a mi madre le daría un síncope y estaría horas y horas sin callarse, gritándonos a mi hermano y a mí por “haberle arruinado la cena”.
-Maka, ¿Deseas más salmón?
Heh.
Intenté reprimir la risa. Maka detestaba el salmón. Se lo había comido a duras penas, a punto de sufrir un ataque minutos antes, y no estaba seguro de que pudiese resistir mucho más.
-Bueno…-Murmuró mientras asentía cuidadosamente.
-Mamá a Maka no le gusta el…- Comencé.
Ouch. Quedé momentáneamente privado en mi dolor. Al día siguiente tendría las piernas llenas de moretones y la haría sentir culpable.
Le lancé una mirada lastimera, una mezcla entre: “Eso dolió” y “Estaba intentando ayudarte, desgraciada.” Maka evitó mirarme fijamente y entonces me dediqué a sonreírle satisfecho cada vez que daba uno de esos dificultosos bocados al salmón y me miraba retadoramente.
-¿Por qué no se quedan unos cuantos días más?
Intenté no ahogarme con el puré.
Sabía que eventualmente eso saldría. Mi madre no era feliz a menos de que tuviese a una buena cantidad de gente bajo su poder. Creo que ya comenzaba a recordar por qué había salido corriendo de allí en primer lugar.
-Estaría encantada, señora…- Sonrió Maka.
-Pero no tenemos tiempo.- La interrumpí un poco demasiado rápido. ¿Desesperado? ¿Quién? ¿Yo?-Y no nos trajimos nada.
Muy bien, la parte técnica primero que todo.
-¿Pero no están de vacaciones?- Inquirió mi madre escéptica mientras miraba fijamente a Maka.
Maka se encogió en su asiento. Mi madre era lista, sabía que si lograba que Maka dijese que sí en su debilidad y en su poco conocimiento de la cuestión y todo lo que estaba en juego, mi compañera me obligaría a quedarme.
Me lancé en una misión suicida para asegurar mi supervivencia los días siguientes a Navidad, y rescatar a la damisela en peligro del dragón malvado en el que se podía convertir mi madre sin advertencia.
-El caso es que nos necesitan allá, por si acaso…-Dije rápidamente.- ¿Verdad, Maka?
Maka asintió de manera no muy convincente mientras fruncía el ceño en mi dirección.
Mi madre suspiró insatisfecha, derrotada, poco sabía del funcionamiento de Shibusen y las enormes cantidades de tiempo gastado en inutilidades y misiones de mantenimiento. Ya casi habíamos terminado. Aquel punto clímax, de mayor peligro para la integridad de nuestras almas y aquella batalla en la que habíamos estado a punto de perder la vida, había terminado. Miré el reloj. Faltaba poco. Poco. Poco.
Segunda parte