Hielo y Fuego (The Hour BBC)

Sep 18, 2011 11:06

Nombre: Hielo y Fuego
Fandom: The Hour (BBC)
Categoría: One-shot
Palabras: 2277
Género: Drama, Romance (?).
Personajes: Bel, Freddie, menciones de Héctor. Bel/Freddie implícito.
Notas: Spoilers del primer final de temporada, situado justo después del último episodio. Escribí la mitad de ésto en clases de matemáticas, fml. Posibles errores, lo revisaré luego. Hecho a todo correr para el reto "Hielo y
Fuego" de crack_and_roll.

Bel recordaba una noche muy parecida a aquella. En la que el calor del licor había entumecido su garganta, los primeros vientos fríos hacían temblar las ventanas y los minutos habían pasado como horas.

-Ya está hecho, Moneypenny.-Había dicho él una vez, con un brillo en su mirada borrosa, una alegría encandilada con alcohol y la emoción de hacer chiquilladas socialistas en un bar a mitad de la noche.

Sí, lo podía recordar muy bien. Sus mejillas coloradas, su aliento cálido. Parecía que había sido hacía muchos años. Se veía a sí misma joven. Hasta ingenua. Por un momento volvía a sentir la forma de las esperanzas que había albergado durante mucho tiempo. Inocente, immortal a sus ojos, con sus risas de colegiala y la boquita recién pintada.

-Quedó espectacular, Moneypenny.-Y él había sonreído, por primera vez acuñando aquel mote, juguetón entre sus cuerdas vocales.

Ella también había sido la que le había prestado su primera novela de Ian Flemming, y dejó escapar una carcajada.

Entre su cabeza nublada recordó haberse reído como una quinceañera. Había sabido desde un principio, al verlo por primera vez como una criatura curiosa en las oficinas de la BBC que él no era bueno con el sexo opuesto y durante un tiempo se había aprovechado de aquello, riendo con risas coquetas y pestañeando mucho en su presencia. Pero con el tiempo había olvidado aquellas trampas femeninas y sus modales de mujercita refinada, había algo en él que hacía todo aquello resultar banal.

Con el tiempo le había abierto sus ojos al mundo, a la lluvia fría de Londres y a los rincones escondidos de los más remotos cuentos de pasión y dolor. Le había hecho olvidarse de lo que era correcto y encantador ahora, y sólo quedaba el material crudo y exacto de lo que era una buena periodista.

Reía entonces, medio ahogada en cerveza barata, bajo la cálida luz de una confraternización inusitada , detrás de un manifiesto comunistoide y una eterna lucha contra los privilegiados.

Luchó intentando encontrar aire, con sus mejillas rojas y un dolor en el estómago que había sido ocasionado tanta felicidad contenida. Recostó la cabeza en su hombro por primera vez, por fin encontrándose a sí misma con su cabello rubio ocultándole la visión.

-Ya era hora, James.-Había respondido, por siempre designándolo como un espía, como el que busca el peligro a pesar de su contextura enclenque. Espíritu aventurero sí tenía, pero no podía decirse lo mismo en cuanto a su don con las mujeres.

Él la había mirado por primera vez así.

Todavía lo recordaba muy bien, porque era una mirada que ahora repetía con frencuencia, que Bel veía por el rabillo del ojo y que la hacía ruborizarse y que su corazón diese un salto. Era una mirada a la que todavía ahora no podía enfrentarse y que prefería ignorar. Era la mirada de aquel pacto, hecho por primera vez hacía casi ocho años, borrachos de juventud.
La mirada que certificaba que se mantendrían juntos por siempre. Luchando contra el mundo, viajando por la vida, espías de una sociedad que les daba la espalda, por siempre unas voces de prostesta, pero juntos. En un inicio Bel no había podido entender lo que aquello significaba, pero ahora, mirándole fijamente lo veía grabado en cada gesto decisivo de su cara marcada por la derrota. Juntos desde el primer momento que habían compartido una sonrisa.

Parecía hacía mucho tiempo porque ahora se sentía vieja.

Era el peso de la derrota que ahora caía sobre sus hombros, era el darse cuenta de que se creaba amores donde no los había sólo porque quería sentirse necesitaba. Era saber que al día siguiente ya no tendría nada que hacer excepto esconderse entre las sábanas y esperar que Freddie la buscase. Porque siempre lo hacía. Porque siempre la convencía de vestirse y sorber sopa y seguir adelante a pesar del viento frío. Porque con sus palabras él era capaz de mover montañas y no se daba cuenta del efecto que podía producir en ella.

Ahora él no decía nada.

Le gustaba estar en silencio con Freddie. Era una situación un tanto inusual aquella en el que él conseguía quedarse callado, y por eso lo disfrutaba más.

Él era elocuente con las palabras, su cabeza brillante siempre llena de teorías, su lengua nadando entre ideas inconclusas y maneras de convencerla. Era aquello lo que hacía aquel momento tan ocasional de silencio tan particular. Era el únimo momento en el que ella podía verle tal como era, con sus ojos siempre victoriosos a pesar de las eventualidades y sus labios agrios de derrota, pero nunca de arrepentimiento.

Freddie era del tipo de personas a las que le costaba decir disculpas, pero con ella, con ella siempre había podido encontrar sus apologías a flor de piel. Tal vez porque nunca podía aguantar mucho tiempo peleado con ella (A Bel le gustaba aquella explicación, le hacía sentirse especial), tal vez porque siempre había sido una constante en su vida y sabía que sin ella no sobreviviría nunca.

Aquella vez había intentado disculparse y una sola mirada de parte de Bel le había convencido de lo contrario. Tal vez era por eso que les gustaba tanto el silencio, se conocían demasiado.

-Ya está hecho, Moneypenny.-Intentó sonreír con una mueca ladeada y Bel se lo agradeció.

-Ya lo sé.-Murmuró, dando un largo sorbo a la cerveza.

Era bueno pedir cerveza, aunque fuese la más barata en el mercado. Le recordaba a los viejos tiempos y a travesuras en conjunto, alejadas de los buenos vinos y el whisky de los labios de Héctor, siempre presentes en su espíritu roto.

-No podemos hacer nada. No vale la pena darse golpes contra la pared por ello.

-Lo sé, Freddie, no he dicho nada.

Cerró los ojos con cansancio.

Freddie sacó un cigarro y lo prendió con un chasquido de su encendedor. Un gesto tan familiar y a la vez tan bizarro en aquel momento de frío.

Ella también había logrado aquello.
Cuando Frederick Lyon había llegado a sus manos no había probado su primer cigarro, ni su primer caviar. Ella había hecho eso, y no sabía si sentirse orgullosa. A la misma vez él le había enseñado a bailar el rock&roll y a mirar a través de los ojos de la gente para buscar historias que contar.

-Sólo no puedo creer que haya terminado.

Y entonces cayó sobre ella. Se dió cuenta que el trabajo de su vida había terminado, que tantos años de trabajo se habían ido por la borda por unos segundos de rebeldía. Habría sido tan fácil ignorar todo aquello, habría sido tan fácil decir la verdad parcializada. La Bel de hacía unos años jamás habría cometido aquella atrocidad, él se la había contagiado, con su cabeza decidida por siempre a decir lo que pensaba. Y él lo sabía.

-Lo sie...-Comenzó a decir.

-No fue culpa tuya.-Casi gritó, casi estaba agradecida por aquello. No. Jamás sería culpa suya.-No es culpa de nadie...Oh Dios. Qué voy a hacer?

-Tranquila, Moneypenny.-Freddie buscó su mano, sabiendo que estaba a punto de llorar.- Se lo merecían. Lo hemos hecho.

Y las últimas palabras fueron una declaración.

-Lo hicimos.- Y por primera vez en un par de horas pensó en la posibilidad de que todo fuese a salir bien. Los ojos de Freddie brillaron como los de un niño malvado que acaba de ser descubierto haciendo una trastada. Era el sabor de la victoria.

Era bueno tener una sonrisa entre el dolor, una luz entre la neblina, algo a lo que aferrarse en un momento bañado en pérdida. Y se miraron el uno al otro y supieron que estaban pensando en lo mismo. El manifiesto que habían compuesto una noche muy parecida a aquella. Esa misma noche, en ese mismo programa habían cumplido aquella profecía de tantos años antes. Habían dado un paso hacia lo que sabían que era lo correcto. Y ahora hacían lo posible por no sentirse culpables por ello.

Se perdió durante unos segundos en la mirada de Freddie. Esa misma mirada. Y de pronto supo que tenía que decir algo.

-Héctor...-Murmuró apurada, como acordándose de pronto de algo que había guardado en su subconsciente. Algo doloroso.

-Él estará bien.-Murmuró Freddie retirando la mirada de su cara. Bel supo lo que estaba pensando. Héctor sobreviviría al escándalo, él no era de aquellos que se desaparecían en la oscuridad. Tendrían que vivir ellos viéndolo todos los días, sonriéndoles desde sus pantallas en blanco y negro, en la ola de su éxito, en la cumbre de aquel programa por el que ellos habían dado la vida.

-No es eso.-Respondió Bel. Y entonces se sorprendió a sí misma con lágrimas en los ojos. -Ha terminado. Héctor y yo.

Freddie ladeó la cabeza, sorprendido.

-Fue... por lo de “The Hour”?-Respondió inmediatamente y ella le sintió indignarse...

Ese era el tipo de cosas que uno habría imaginado al antiguo Héctor haciendo, dejándola porque ya no volvería al día siguiente a robarle besos detrás del plató. Pero el nuevo Héctor no era así, no sabía cómo explicarlo pero de todas maneras Bel sintió que hubiera sido más fácil tener el corazón roto por el viejo Héctor que por el nuevo.

-No...no. Marnie.-Explicó rápidamente, y sólo una palabra fue suficiente para explicarlo.

Era el problema de los hombres casados, uno pensaría que ya lo habría aprendido, porque no era la primera vez. Tampoco era la primera vez que Freddie oía de sus labios cómo todo solía terminar en desgracia. Nunca le había explicado cómo había empezado todo con Héctor, tal vez ahora le debía el decirle cómo había terminado.

-Quería que huyese con él.-Admitió.

-Y qué le dijiste?

Freddie la miró por encima del humo y el calor de la habitación, aquella mirada penetrante de nuevo, retándola a decirlo de una vez.Ellos eran como hielo y fuego. Complementarios. Por siempre juntos. Una y otra vez aquella palabra rebotaba en su cabeza. Juntos. Juntos. Sólo se tenían el uno al otro, y sus mayores errores siempre habían consistido en olvidarlo.

-Estoy aquí.-Murmuró simplemente, encendiéndose a la vez su propio cigarrillo.

-Qué le dijiste?-Preguntó de nuevo.

-Por favor, James, puedes imaginarme?-Soltó una carcajada cínica, como una muchacha que no creía ya en el amor, cuando en verdad aquella era su mayor debilidad.-En París, como en “Casablanca”. Dios. Qué estaba pensando?

Freddie se encogió de hombros con una sonrisa de suficiencia.

-En ese momento tenías trabajo, Moneypenny, tal vez ahora...

Bel supo que la estaba provocando, que su detestable y fingida autosuficiencia no eran capaz de dejarle demostrar que estaba feliz.

-No hubiera cambiado nada.

-Que lástima.- Y Freddie sonrió una sonrisa verdadera.

Aquello siempre pasaba.
Eran los momentos en los que se quedaban quietos que en verdad podía ver el color de sus ojos, y como cada fibra de su ser ansiaba algo más. Él siempre se encontraba haciendo algo, corriendo de cualquier cosa, siempre con un trabajo por hacer. Ella siempre detrás. Pero eran aquellos momentos en los que se quedaban quietos que realmente se daba cuenta de la inmensidad que ocurría delante de sus ojos. De las palabras que se quedaban sin decir entre ellos, que podía ver verdadera

-Eres un mentiroso, Freddie.-Le dio un empujón que le hizo engrandecer su sonrisa que ahora la envolvía.

Eran momentos como aquel en los que el mundo desaparecía y ella sentía nervios.Ella el hielo, siempre la idea, siempre los parámetros y las reglas que seguir.

-En verdad, Moneypenny?-Hizo un guiño.

Él el fuego, la pasión, la aventura, la chispa capaz de encenderlo todo, hasta en las cosas más comunes, ver vida donde sólo había sombras, ver belleza donde sólo estaba una mujer triste, con ojos de cerdito y cabello rubio despeinado.

-Me quedé porque sino quién cuidaría de tí?-Fingió estar indignada.- Eres demasiado peligroso para tu propio bien.

Él sonrió con aquella mirada de James Bond, de haber sobrevivido al MI6 y a cualquiera que se había atravesado entre él y la verdad. Siempre era así.

-Me quedé y le provoqué a McCain un ataque al corazón.-Susurró Bel poco después estallando en un ataque de risa y supo que había tomado la desición correcta. Freddie intentó reprimir unas carcajadas entre bocanadas de humo, y de pronto todo se hizo más brillante.

Sintió un calor que no había sentido nunca antes al mirarle y se dio cuenta jamás habría podido huír. Había pensado que la desición que había tomado era algo de pura lógica, pero ahora se daba cuenta que había sido su corazón el que había tenido la última palabra. Estaba en Londres ahora, con un romance fallido, sin trabajo, bebiendo las penas con su mejor amigo y se dio cuenta que no lo habría querido de otra manera.

Eran dos lobos en el invierno. Sin trabajo. Sin nadie a quien acudir. Pero sobrevivirían. Siempre. Porque se tenían el uno al otro, y siempre se tendrían. Lucharían contra ejecutivos perversos y espías rusos. James Bond y Moneypenny. Lucharían contra un mundo que no quería conocer la verdad, un mundo terrible en el que la vida era cada vez más inestable. Bombas, guerras, odio. Y ellos en el medio de todo aquello, buscando alguien que quisiera contar su historia, buscando un modo de plasmarlo. Era la profesión más antigua del mundo, la de viejas cuenteras, la de los chismes, la de los rumores. Eran escritores, periodistas, apasionados.

Y aquella misma noche supieron que nunca se darían por vencido. Juntos, cambiarían al mundo. Juntos, tomarían las cervezas suficientes para decirse la verdad a la cara. Juntos, algún día tendrían el valor. Juntos, buscarían trabajo al día siguiente, aunque media Inglaterra les detestase y la otra les estuviese agradecidos.

-Lo hicimos, Monneypenny.

fanfiction: the hour (bbc)

Previous post Next post
Up