Un viaje en tren (fragmento).
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Once y doce de la mañana.
Un tren que corría a Berlín.
La joven callada, que necesitaba un respiro.
El joven cansado, que buscaba más espacio.
Seis horas de viaje.
Una mirada.
Un encuentro.
¿Destino?
Fue en medio del pasillo de un tren. Durante una mañana de abril. Con un cielo gris. Junto a un montón de desconocidos.
El tiempo se detuvo.
El tren siguió avanzando.
Allí estaba ella.
Allí estaba él.
Sus corazones, sus almas, sus vidas.
Todo estaba en medio.
Pocos pasos de distancia.
Los recuerdos.
La despedida.
Las lágrimas.
La lucha.
La soledad.
Respiraciones agitadas.
Incredulidad.
¡Allí estás!
Un encuentro.
Un reencuentro.
Y entonces comprendieron, que había sido en vano. Que de nada había servido aquella separación. Que no podían hacer nada. Que nunca pudieron hacerlo.
Tanto tiempo.
Tanta distancia.
¿Y qué les pasó?
Les pasó el amor.
- Estás aquí.
Ella. Tan igual, tan diferente. Con una voz que no parecía la suya. Con una mirada, tan teñida de tristeza. Ella, la misma hermosa. La triste. La sola. Ella, tan ella. La que estaba allí. La que decidió acercarse. La que respiró profundo. Ella, la que cerró los ojos y sonrió. La que sólo podía susurrar un “estás aquí”, como si no pudiera creerlo. Ella, la que finalmente vivía aquel momento.
- Estás aquí.
Él, siempre él. Siempre allí, esperándola. Él, sólo él. Sólo allí, amándola. Él, que no quiso rendirse. Que no pudo hacerlo. Él, que sintió miedo ¿por qué no? Era él. Estaba allí. Acortaba la distancia. La veía sonreír. Sonreía también. Acariciaba su mejilla. Sentía, escuchaba, comprendía que su corazón latía desesperado. Era él y estaba frente a ella.
Un momento.
Volver a nacer.
Un instante.
Nuevos comienzos.
Un abrazo.
Finalmente, su abrazo.
- Estás aquí, estás aquí.