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Nov 22, 2010 12:32

Yo debo ser la única persona que conozco, que, realmente, se deprime por el béisbol.

¿Por qué? Pues, no lo sé. Creo que es porque el béisbol es una de las cosas que más me ha unido con mi papá, él me ha enseñado todo lo que sé, con él he hablado de strikes, boletos, carreras y equipos, desde que tengo noción de las cosas. O tal vez sea, que estoy aquí por el béisbol, porque mis padres se conocieron en un juego (de Leones, por cierto, o sea, que les debo mucho... ¿quién sabe?). O porque le he dedicado tiempo y amor a entender el deporte. O porque siento que, para el país, es una vía de escape a lo que pasa cada día. La verdad, no sé por qué... sólo sé que el béisbol está en mis venas y, aunque suene ridículo, me deprimo cuando le borran un juego perfecto a Armando Galarraga. O cuando los Medias Rojas de Boston, pierden una Serie Mundial.

Pero creo que pocas veces me he deprimido tanto, por el béisbol, como anoche/hoy.

Leones del Caracas. Treinta y nueve años sin recibir un No Hit - No Run (juego en el que el equipo no es capaz de batear, ni siquiera, un hit). Treinta y nueve años, bateando al menos un fly que cae, o un rodado por segunda, que el infielder no puede atrapar. Treinta y nueve años. Y anoche, el equipo rival de toda la eternidad, nos propinó un NHNR, que (no hay otra palabra para definirlo) fue vergonzoso.

Nunca había visto un NHNR a mi equipo. Chévere, nosotros propinamos el primero en la liga. Le hemos propinado dos al equipo rival. Los NHNR son cosas del juego, están presentes en cada juego. Algún día iba a suceder. Pero... ¿por qué de parte de ellos? Ellos, con sus fanáticos que insultan y agreden. Y con sus jugadores que se burlan de los fanáticos de otros equipos. Humillante. Eso fue. Y nunca había visto que humillaran a mi equipo de esa forma. ¿Cómo? Si teníamos 39 años sin recibir un NHNR y yo, apenas, tengo 22.

Decepción. Eso sentí. Y sé que nadie va a entenderme y van a pensar que hago un drama impresionante. Tal vez sea así. Claro, nadie puede entender el amor que siento por el béisbol y el amor que siento por los Leones del Caracas. Es mi equipo. El equipo por el que se conocieron mis padres. El equipo que me enseñaron a amar desde pequeña. El equipo que ha ayudado a que mi padre y yo tengamos la hermosa relación que tenemos. Y sí, estoy decepcionada, enojada, triste, por/con ellos. Y pensé en dejar mi camiseta en el armario, en guardar mis gorras, en no ver u oír los juegos; y es probable que por los momentos lo haga. Al menos mientras se me pase la decepción.

Porque... ¿de qué nos sirve tener la mejor ofensiva de la liga? ¿De qué nos sirven los jugadores de Grandes Ligas? ¿De qué nos sirve tener los mejores prospectos? ¿Los mejores en la banca? ¿Si no existe la capacidad de dar un único y mísero hit, para salvar la honra? Probablemente me ¿afecta? tanto, porque soy de las que dicen que no puede haber algo peor que un NHNR y un Juego Perfecto, para el equipo que lo recibe. O porque sé que mi equipo es capaz de dar más de un hit, de anotar carreras, de ganar juegos y no lo ha hecho.

Sinceramente, veo muy difícil que clasifiquemos, espero equivocarme. Y si no clasificamos, pues, no hay problema. No siempre se puede, aunque seamos los mejores. Aunque seamos el equipo más ganador de la historia del béisbol venezolano. Pero que no nos eliminen por no tener el ánimo suficiente para ganar un juego.

Porque, de eso se trata todo. No importa el NHNR (en el fondo, claro que importa, sobre todo por el equipo que lo propinó; porque de haber sido otro, no me importaría); no importa perder un juego, no importa la blanqueada. Lo que importa, es que los jugadores no tienen ánimo. Van a jugar, por compromiso. Y así, las cosas no funcionan y no van a funcionar. Los chicos parecen haberse rendido. Y yo, a un equipo que no lucha, no le veo futuro. Así de sencillo.

Por ahora, no veré los juegos. No los escucharé. Seguiré esperando que ganen y si lo hacen, perfecto. Pero si no lo hacen, no pienso amargarme por eso. Es hora de alejarme un poco de tanto ¿fanatismo?, porque deprimirme por jugadores que no dejan el alma en el terreno, no vale la pena.

Siempre seré Caraquista. Pero apoyaré a mi equipo. El que lucha hasta el final, el que juega como si no hubiera un mañana, el que se esfuerza, el que disfruta el juego..., no a éste en el que se ha convertido, el que se entrega, el que se rinde. Ése no es mi equipo.

Porque, a final de cuentas, en casos como éste..., en una liga tan complicada, en una temporada tan pareja, en juegos tan difíciles; si se pierde, no hay problemas. Si no se clasifica, no hay problemas. Siempre y cuando, los partidos sean realmente disputados; siempre y cuando, el equipo no se rinda. Porque si la idea es rendirse... resulta preferible, no salir a jugar.

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