Vaya. Livejournal funciona sin mí; qué depresión. Yo que me creía imprescindible. Pues nada, nada, para que no se me eche de menos, ahí van tres viñetitas más -y la tabla está a punto de acabarse, claro. Aunque, con Supernatural de por medio, no puedo prometer nada. De momento.
Tabla Oculta
Fandom: Harry Potter
Claim: Sirius/Remus
14. Sigilo
Sólo un poco más, se dice. Sólo aguanta un poco más, unos días, unas semanas. Sólo un poco más aunque las tripas se retuerzan, aunque rujan y chillen tus entrañas, aunque el hambre te corroa por dentro y te consuma. Un poco más, Sirius. Aguanta un poco más.
Los minutos se hacen eternos, claro, mucho más largos que en cualquier otro lugar. Es de Azkaban de lo que estamos hablando, es de la prisión más fría y el miedo más profundo, es de magia que devora magia y de locura en estado puro. Y el tiempo deja de ser tiempo, dejó de serlo hace mucho -años, supone Sirius, años y años y años- y se convierte en otra cosa, en un enemigo pegajoso que se deja resbalar, que se enreda en sus brazos y sus piernas, en el estómago vacío de hace días. Es lo único que puede ayudarle con su plan.
Tiene que tener cuidado. Tiene que ir despacio, con sigilo, tiene que ser la criatura más silenciosa y más delgada y más animal que haya existido nunca. Ellos no detectan a un perro, claro, pero un perro no puede manejar una barca. Será rapidez y suerte, será el miedo dándole alas, la desesperación, el ansia de venganza.
Peter está ahí fuera; ahora lo sabe. Una rata traidora y asquerosa con un dedo de menos en una de sus patas; ese Colagusano que un día fue su amigo y luego su cruz y el que acabó con su vida. Ojalá te hubiese matado, piensa. Ojalá te hubiese dado tu merecido.
Cuenta los segundos como le viene; ya no tiene muy claro cómo se hacía. Y se acuerda de James y se acuerda de Lily y se acuerda de Remus, y se pregunta cómo pudo ser tan estúpido -los dementores no ayudan, desde luego. Y se retuerce de hambre, pero qué importa el estómago si un día puede pasar por entre los barrotes, si un día dejará la celda y podrá irse lejos, podrá hacer realidad los cargos que le imputaron. Qué triste es, si lo piensa, que la ilusión de su vida, el motor de su existencia, sea convertise en asesino.
Por suerte, no lo piensa demasiado.
08. Salto
Ojalá lo encuentre todo revuelto, piensa. Ojalá esté hecha una mierda, la casa, y haya sangre y le hayan torturado. Ojalá me lo encuentre muerto -no, quizás no tanto. Ojalá esto no haya pasado.
Tiene miedo al abrir la puerta. Tiene miedo; le tiembla la mano. No sabe qué es lo que espera, no sabe qué es lo que quiere, no sabe si está preparado para afrontar la ironía del asunto. Eres un traidor, le dijo con los ojos, tanto tiempo atrás. Eres un traidor, y a Remus le ardieron los ojos, furia y lágrimas, y se le partió el corazón y le sangró el alma, y quién iba a creer a un hombre lobo, pensó después. Quién iba a imaginarse otra cosa.
Piensa en James, en Lily. Piensa en el pequeño Harry, en todo lo que le han contado, hace unos minutos -en las órdenes apresuradas de Dumbledore y en su propio desconcierto, el terror, la rabia. Comprueba el piso de Sirius, le dijeron. Tienes la llave; entra.
Y aquí está, siguiendo órdenes, y no está muy seguro de querer seguir adelante. Necesita reunir fuerzas, necesita pararse y respirar hondo y no pensar, no recordar las tardes y las noches, las mañanas llenas de café y bostezos. No imaginarse el pijama de Sirius, si es que aún lo usa, y cómo salía disparado y se amontonaba a la puerta del baño, en los gritos cabreados, rabiosos, en los besos desesperados. Necesita olvidar todo eso, concentrarse en el presente, en James y Lily y el pequeño Harry, en Peter y Sirius y la Orden, en todo. Necesita concentrarse en la puerta, meter de una puñetera vez la llave, vamos, Remus, no es tan difícil. Si sólo no le temblara la mano, claro. Si sólo esto no fuera lo que es: un gran salto, directo al vacío.
No hay nada debajo.
04. Interruptor
El vello oscuro aparece un poco más abajo del ombligo, forma un camino recto y tentador que lleva a la entrepierna. Es más negro aún que la melena, larga y sedosa, más negro que la noche, piensa Remus, y sigue el sendero con la lengua. El otro hombre gime, el otro hombre se retuerce y jadea y casi parece aullar, como un lobo, como un perro, y Remus lo disfruta -siempre lo hace-, porque tiene el control, aunque no sea del todo cierto. Aunque esa fuerza invisible tire también de él y le obligue a seguir, aunque tiemble de anticipación antes de llegar a la polla, aunque todo esto sea demasiado y demasiado poco al mismo tiempo. La ilusión de control es solo eso, una ilusión, pero qué importa.
Manos y labios y lengua, y sabor a semen y a piel y a hombre, y es como si tuviese dieciocho años, otra vez, dieciocho años y no saber muy bien dónde va cada cosa, cuándo tiene que parar y cuándo comenzar de nuevo, no saber protegerse el corazón cuando hablan de sexo. Es casi como nada más salir de Hogwarts, un poco prohibido y un poco molesto y tan absolutamente perfecto que quién podría parar, quién podría dejar de hacerlo -solo que esta vez no es tan perfecto, esta vez no es igual que antes, y el otro hombre grita y gime y es su nombre entre unos labios ajenos, unos labios que no son de Sirius. Es como apretar un interruptor, y Remus deja de funcionar.
Tiene el pelo negro, también, ese hombre. Los ojos oscuros, eso sí, y la nariz un poco más pequeña, chata, y la piel más clara. Tiene pecas, también, y Sirius nunca tuvo pecas ni lunares -las manchas de los Black están por dentro, Remus, en el alma-, y Remus no sabe si a este hombre le cuesta levantarse los domingos por la mañana.
Vamos, susurra el moreno. Ahora te toca a ti, y Remus cierra los ojos y los oídos, y una mano es una mano y una boca es una boca, y hay caricias y sudor y cuerpos. Quizás no huela como Sirius, quizás no sepa a Sirius, pero está acostumbrado. Quizás nunca vuelva a verle y esto sea todo lo que le queda, claro.
En ese caso, tendrá que aprovecharlo.