Tabla Oculta
Fandom: Harry Potter
Claim: Sirius/Remus
Notas: 20. Dominio y 09.Conveniencia podrían formar algo así como un arco temporal -o como se diga. Vamos, que son la misma historia desde dos puntos de vista, more or less. Disfrutad.
20. Dominio
Hay veces en que todo es cuestión de control. Dominio. Sobre uno mismo y sobre el mundo, sobre tu expresión, sobre la forma en que respondes. Él lo sabe mejor que nadie, claro, porque perder el control significa perderse, dejarse vencer por el lobo, y no puede permitírselo.
Hay veces en que a Remus le jode, no poder mandarlo a la mierda -no poder gritar y golpear y lanzar maldiciones cuando quiere, cuando lo necesita. Hay veces en que Remus envidia a todos los demás, a los chicos normales y las chicas corrientes, los que meten la pata y pasan vergüenza y son como Sirius, que nunca piensa en las consecuencias. Que no controla, que no quiere controlar -es algo genético, ha pensado a veces. Algo familiar.
Están en el campo de quidditch, los cuatro. Los seis, en realidad, si cuenta a Lily Evans y a Amber Biasdell, que mira a Sirius como si se lo quisiera comer con los ojos -como lo mira Remus, de vez en cuando.
Lo peor es que él le devuelve la mirada. A ella, no a él -nunca a él, claro. Y ahí es donde quiere perder el control, Remus Lupin, antiguo Prefecto. Ahí es donde quiere dejar escapar al lobo -qué narices; el lobo siempre está fuera, el lobo es él mismo-y morder, desgarrar. Matar. Y es absurdo, es tan absurdo, porque ella no tiene la culpa, porque la culpa es de Sirius y él lo sabe, y matarle no va a hacer que le mire.
Nada puede hacerlo, en realidad. Sólo una especie de milagro, o una gran cantidad de Amortentia, o quizás incluso un cambio de sexo de parte de Remus, cree.
¿Vas con alguien a Hogsmeade, Sirius?, pregunta Amber, al final, mientras Peter habla con Lily y James la contempla embobado, y Remus se muerde la lengua y aprieta los puños. Sabe que no se le nota -sabe perfectamente que no se le notan, los celos y el ansia de sangre, pero por un momento desea que ella lo vea. Que él lo vea, también, y... y.
Sirius traga saliva, parece pensarlo. No, no, no digas que quieres ir con ella. No digas que vas solo, Sirius. Canuto. Black. Por lo que más quieras.
Oh, no. Voy... Bueno, podríamos ir juntos, ¿no? Y suelta una de sus sonrisas, una de esas tan brillantes y tan asquerosamente atractivas, y Remus quiere matarle, en ese instante, Remus quiere matarles a todos.
Remus no pierde el control, por supuesto.
09. Conveniencia
Amber es rubia. Tiene el pelo dorado, precioso, y unos ojos marrones, bastante sosos. Amber lleva ropa ajustada, y pintalabios rojo, y parece dispuesta a dejarle marcas de carmín por todo el cuerpo -por cualquier parte. Amber es guapa y tiene un buen culo, supone Sirius, y, visto lo visto, no está nada mal.
Amber es una mujer, también, y eso es lo que la hace perfecta. Una pareja maravillosa, tan conveniente.
Porque a Sirius Black le gustan las mujeres, sin duda. Nunca demasiado, nunca especialmente, pero nadie se atrevería a decir lo contrario, desde luego. Puede que nunca haya besado a una, fuera de los juegos de beso, verdad o atrevimiento de tercero y cuarto, puede que nunca haya querido besar a una, pero eso no significa que no le gusten. Claro que no.
Sirius Black está asustado. Sirius Black lleva años asustado, en realidad, desde tercero -cuando escuchó a James tocándose detrás de sus cortinas y decidió, por alguna extraña razón, tocarse él también, cuando Zacharias Humble, entonces estudiante de séptimo, apareció en aquel sueño haciendo... cosas. Con él. Y Peter empezó a hablar de los pechos de Alice Harrison, de Ravenclaw, y James se obsesionó aún más con su pelirroja particular. Sirius Black está asustado, así que hace lo que mejor se le da -actúa.
O lo intenta.
La primera cita va bien, sí señor. La primera cita es bastante entretenida. Amber no es el estereotipo de rubia estúpida, desde luego -al fin y al cabo, es amiga de Evans. Hablan de todo un poco, de libros que han leído y de cosas que quieren hacer, de quién está con quién, en Hogwarts, de la ropa interior de ella. Y Sirius entiende que eso es una indirecta -bastante poco sutil, por cierto-, pero la deja pasar. A ella no parece importarle; le basta con el par de besos del final. Le dice eres un auténtico caballero, como en la Edad Media o así, ¿no? Y se echa a reír. Sirius se ríe con ella.
La segunda, la tercera, son un poco más desastrosas. Amber se aburre, dice, e intenta meterle mano; se les acaban los temas de conversación, descubren que no tienen mucho en común -o eso se dice Sirius, el tercer día, cuando se escabulle justo antes de que ella pase a la acción.
Tienen algo así como una cita número cuatro, también. Quedan en Las Tres Escobas, y Amber llega con el ceño fruncido, mucho menos arreglada que otras veces. ¿Qué te pasa?, pregunta él, por pura cortesía. Sólo espera que ella le diga que le gusta otro, que lo suyo -fuera lo que fuese- ha terminado. Lo que la rubia le dice es algo parecido.
Estoy hasta las narices, Sirius.
O no tanto.
¿Qué? Él se hace el herido, finge que le afecta.
Lily tenía razón, se lamenta ella. Joder, nunca tendría que haber salido contigo. Si es que hemos salido, claro.
¿Cuál es el problema? Risa seca por parte de ella; algo en Sirius grita que esa no era la pregunta apropiada, que no le va a gustar la respuesta.
¿El problema? No sé, no sé... ¿Que no me tocas? ¿Que no quieres besarme? ¿Que ni siquiera me miras con más interés del que prestas a tu amigo James... ? ¡Ah!, ahora que lo pienso, a lo mejor a él sí le miras de otra forma...
Y cada palabra duele, cada frase está envenenada y es tan absolutamente cierta que Sirius quiere huir. No puede.
Joder, seguro que hasta nos gustan el mismo tipo de tíos, ¿no? Susurra Amber, finalmente. Y él no sabe qué decir, qué hacer.
¿Quieres otra copa?, pregunta, al final. Amber levanta una ceja. Como amigos, se apresura a añadir. Yo...
Cállate, anda. Amber podría haber dicho que sí, claro. Amber podría haber aceptado una copa, y todo habría sido mejor. No puedo creer que todavía tengas el morro de...
Y se levanta, y se marcha. Y Sirius Black sigue asustado -y sin ella.
12. Tentación
Es duro, tenerle tan cerca -centímetros, les separan centímetros- y no poder tocarle, no poder alargar el brazo y apartarle el pelo de la cara -debería cortarse el flequillo-, no poder rozar su boca con los labios, con la lengua, lamerle el cuerpo hasta que se le quite el mal humor.
Es duro, es difícil, acostumbrarse al cosquilleo en las tripas, al estómago saltándole y retociéndose cada vez que Remus se acerca, cada vez que parece que eso -lo que quiera que fuera, ese pequeño error- se va a repetir. No hay tanta suerte, claro. Él mismo ha cavado su tumba.
A veces se le queda mirando. Mañanas enteras, tardes completas; noches, incluso, cuando el otro chico duerme y James ha dejado de hacer ruidos, cuando Colagusano ronca un poco, muy suave -tiene algo de rata hasta dormido. Noches en las que deja vagar la mente cuando no puede coger el sueño, en que deja vagar los ojos por el perfil de uno de sus mejores amigos, y se imagina cómo debe sentirse, el tenerle cerca, cómo será besarle de verdad -no a escondidas, no con toda esa culpa y todo ese miedo y el echarse atrás.
Una noche Remus le devuelve la mirada, claro. Tenía que pasar, supone -y es raro que no haya sido antes, porque quizás estaba despierto todo ese tiempo, el licántropo, y sabía lo que pasaba y no se ha querido mover, y es una venganza seria, una venganza de verdad, de las que duelen. Quizás sólo le habla, por las mañanas, porque James y Peter siguen en medio; quizás huirá lejos de él, en cuanto acaben Hogwarts.
Duérmete, Sirius, susurra Lunático, y es Lunático esa noche -tiene los ojos de lobo; la luna llena anda cerca-, y con Lunático todo es mucho más fácil, porque Canuto es un perro y le entiende, y es mucho más instinto y olores que palabras, que errores estúpidos causados por el alcohol y los miedos.
Así que Sirius se levanta, se le acerca. Remus parece a punto de saltar, a punto de morderle -y una parte de él quiere que así sea, no me dejes acercarme; quizás no haya marcha atrás. Se sienta en la cama del licántropo y le obliga a moverse, un poco hacia atrás, incómodo; le dice no sé qué te crees que haces. Sirius no responde, porque él tampoco lo sabe -porque tiene un cuerpo cerca y es mucho más que un cuerpo, porque ninguna mujer del mundo se podría comparar con esto, y da miedo, da mucho miedo-; Sirius sólo le besa. Es incómodo, se retuercen, buscan una posición, pero está bien.
Es duro, vivir con la tentación al lado -a sólo unos centímetros, se recuerda. Es mucho más fácil caer en ella.