Tabla 30 Vicios: 13, 26, 27
Tabla 30 Vicios
Fandom: Misfits
Claim: Misfits
13. Hablar
Nathan habla de más, Simon habla de menos. Es natural, es simplemente natural, eso de que se aguanten el uno al otro -al menos, es lo que Kelly quiere pensar, porque es la única explicación lógica y racional, lo único que le impide acercarse como quien no quiere la cosa al gilipollas de pelo rizado y amenazarle con todo lo imaginable -y lo inimaginable- como se atreva a hacer daño a Simon.
De todas formas, tampoco es como si tuviese mucho que ver con ella. Bueno, tendría menos que ver aún si no fuese capaz de escuchar cada uno de los pensamientos de sus compañeros -y si ya era malo escuchar a Alisha y Curtis, recorriéndose con los ojos y desnudándose con la mente, esto llega a otro nivel. Sobre todo en lo que se refiere a Nathan, porque, al igual que con las palabras, el irlandés es ruidoso en sus pensamientos. Mucho, y más explícito de lo necesario, si le preguntan a Kelly.
A lo mejor es por eso que es la única que no se sorprende, el día en que les pillan juntos. Nada demasiado escandaloso -no, al menos, después de haber estado en la mente de Nathan-, pero sí lo bastante comprometido como para que incluso Shaun se dé cuenta. Y ya es decir.
Alisha es la primera en salir del shock, y arquea una ceja. Vaya, dice, no puedo decir que no me lo esperara. Aunque... bueno, no tan pronto. Y, con eso, se pone a rebuscar su ropa. Al menos sé que Simon no se tocaba pensando en mí, bromea.
Curtis se echa a reír.
Shaun dice, con la misma expresión de siempre, sólo espero que esto no haga que os escaqueéis del trabajo, ¿eh?, y se larga.
Kelly es la última en dejarles en paz. Y es que, ya que se pone, es una buena oportunidad para tener una pequeña charla con Nathan, esta vez en serio. Hablar nunca está de más, en estas ocasiones.
26. Amor
Simon es un genio, aunque no lo demuestre. Es un chico lo bastante inteligente como para saber que no encaja, que no hay nadie dispuesto a ayudarle -ni allí, ni en ninguna parte. Que tiene que desconfiar de todo y de todos, que Sally es una trabajadora y nada más, que su interés en él es, como mucho, profesional.
Pero se siente bien, cuando la invita a salir. A tomar una copa -nadie ha ido nunca a tomar una copa con él, y tampoco espera que ella lo haga. Pero lo hace. Acepta. Con una sonrisa de disculpa y un repetir que es su vigilante de la condicional, que no debería hacer esto. Como si ella también se sintiera culpable, como si no pudiese controlarse, no del todo. Como si quisiera ir con él, de verdad.
A Simon se le escapan más sonrisas esa noche que, sospecha, en todo el resto de su vida.
Simon es un genio, aunque no lo demuestre. No le cuesta mucho sumar dos y dos, saber lo que le pasa -saber que no es sólo que se sienta abandonado y que ella tampoco tenga a nadie, sabe que esto no es simplemente deseo, no es sólo que ella sea tan guapa y él nunca haya estado con una chica. No. Podría sentir lo mismo por Alisha, por Kelly -mejor por la rubia, por supuesto, que no se reiría en voz alta ni delante de él. Menos humillante.
Pero es Sally.
Cuando la besa, es como en cualquiera de esos libros que tiene su hermana pequeña, los que roba de vez en cuando y vuelve a dejar en su sitio, aburrido. Es como en las películas, aunque con menos lengua, mucho más casto. Es sentirse bien, sentirse completo. Sally no le gusta, Sally, definitivamente, no le parece guapa. Esto va mucho más allá.
Puede que esté enamorado.
Simon es un genio, aunque a veces no lo demuestre. Veces como esta, cuando deja el móvil a su alcance y el corazón se le rompe en mil pedazos. Cuando olvida que no debe confiar en nada ni nadie, que el mundo es una selva y él no es precisamente el león. Cuando la ve caer al suelo, sin vida, y descubre cuánto puede doler el amor.
27. Deseo
Es el tiempo que pasan juntos el que les ayuda a descubrirse, el uno al otro. A ver más allá de las primeras impresiones, de las falsas apariencias; Curtis aprende a mirarla un poco más arriba, justo a los ojos, y ella se deja.
Saben que esto va a terminar, un día. Saben que son prácticamente niños, saben que necesitan algo más y que puede que la vida se lo ofrezca. Él ya lo tuvo todo, un día. Puede que vuelva.
Pero está bien, de momento, está bien aunque no puedan tocarse ni hablen demasiado. Está bien eso de mirarse, simplemente, de dejarse llevar por el deseo -siempre desde lejos. Apoyarse el uno al otro, porque no hay nadie ahí fuera, no hay nadie en todo el ancho mundo capaz de entenderles mejor de lo que lo hacen ellos. Son amigos, antes que pareja. O algo parecido.
El cuerpo de Alisha es perfecto, piensa Curtis a veces; el cuerpo de Alisha es como un letrero luminoso, un cartel de No Tocar que no hace nada más que llamarle. Sabe que ella piensa lo mismo, del suyo, sabe que quiere rozar piel, músculos, sabe que quiere besarle y asegurarse de que está allí. De que es real. Sabe, también, que eso no es todo, ni mucho menos. Que lo que Alisha necesita, aún más que eso, es saber que todo vuelve a la normalidad. Es despertarse y darse cuenta de que puede seguir con su vida, de que ya no está maldita -de que ninguno lo está. Él, Curtis, puede salir de aquí, y lo hará algún día. Será un hombre corriente; podrá fingirlo, al menos. Maltrecho, cambiado, pero normal, o casi.
Para ella, eso no va a funcionar.
Se conocen bien, se conocen mejor de lo que han conocido a nadie. No saben cómo eran antes del servicio comunitario -aunque pueden imaginárselo, claro, con las pocas pistas de los primeros días-, pero sí que saben cómo son ahora, cómo van a ser. Y se entienden, o casi, y son los mejores amigos que podrían tener. Y se desean, físicamente, y no pueden tocarse, y eso duele.
Y es por eso que Curtis no dice nada, cuando la nota ausente. Tiene una herida en la frente, Alisha, y no apareció ayer por el centro comunitario, y no hace más que mirar a la nada, evitarle. Parece feliz, dentro de lo que cabe.
Fandom: Misfits
Claim: Misfits
13. Hablar
Nathan habla de más, Simon habla de menos. Es natural, es simplemente natural, eso de que se aguanten el uno al otro -al menos, es lo que Kelly quiere pensar, porque es la única explicación lógica y racional, lo único que le impide acercarse como quien no quiere la cosa al gilipollas de pelo rizado y amenazarle con todo lo imaginable -y lo inimaginable- como se atreva a hacer daño a Simon.
De todas formas, tampoco es como si tuviese mucho que ver con ella. Bueno, tendría menos que ver aún si no fuese capaz de escuchar cada uno de los pensamientos de sus compañeros -y si ya era malo escuchar a Alisha y Curtis, recorriéndose con los ojos y desnudándose con la mente, esto llega a otro nivel. Sobre todo en lo que se refiere a Nathan, porque, al igual que con las palabras, el irlandés es ruidoso en sus pensamientos. Mucho, y más explícito de lo necesario, si le preguntan a Kelly.
A lo mejor es por eso que es la única que no se sorprende, el día en que les pillan juntos. Nada demasiado escandaloso -no, al menos, después de haber estado en la mente de Nathan-, pero sí lo bastante comprometido como para que incluso Shaun se dé cuenta. Y ya es decir.
Alisha es la primera en salir del shock, y arquea una ceja. Vaya, dice, no puedo decir que no me lo esperara. Aunque... bueno, no tan pronto. Y, con eso, se pone a rebuscar su ropa. Al menos sé que Simon no se tocaba pensando en mí, bromea.
Curtis se echa a reír.
Shaun dice, con la misma expresión de siempre, sólo espero que esto no haga que os escaqueéis del trabajo, ¿eh?, y se larga.
Kelly es la última en dejarles en paz. Y es que, ya que se pone, es una buena oportunidad para tener una pequeña charla con Nathan, esta vez en serio. Hablar nunca está de más, en estas ocasiones.
26. Amor
Simon es un genio, aunque no lo demuestre. Es un chico lo bastante inteligente como para saber que no encaja, que no hay nadie dispuesto a ayudarle -ni allí, ni en ninguna parte. Que tiene que desconfiar de todo y de todos, que Sally es una trabajadora y nada más, que su interés en él es, como mucho, profesional.
Pero se siente bien, cuando la invita a salir. A tomar una copa -nadie ha ido nunca a tomar una copa con él, y tampoco espera que ella lo haga. Pero lo hace. Acepta. Con una sonrisa de disculpa y un repetir que es su vigilante de la condicional, que no debería hacer esto. Como si ella también se sintiera culpable, como si no pudiese controlarse, no del todo. Como si quisiera ir con él, de verdad.
A Simon se le escapan más sonrisas esa noche que, sospecha, en todo el resto de su vida.
Simon es un genio, aunque no lo demuestre. No le cuesta mucho sumar dos y dos, saber lo que le pasa -saber que no es sólo que se sienta abandonado y que ella tampoco tenga a nadie, sabe que esto no es simplemente deseo, no es sólo que ella sea tan guapa y él nunca haya estado con una chica. No. Podría sentir lo mismo por Alisha, por Kelly -mejor por la rubia, por supuesto, que no se reiría en voz alta ni delante de él. Menos humillante.
Pero es Sally.
Cuando la besa, es como en cualquiera de esos libros que tiene su hermana pequeña, los que roba de vez en cuando y vuelve a dejar en su sitio, aburrido. Es como en las películas, aunque con menos lengua, mucho más casto. Es sentirse bien, sentirse completo. Sally no le gusta, Sally, definitivamente, no le parece guapa. Esto va mucho más allá.
Puede que esté enamorado.
Simon es un genio, aunque a veces no lo demuestre. Veces como esta, cuando deja el móvil a su alcance y el corazón se le rompe en mil pedazos. Cuando olvida que no debe confiar en nada ni nadie, que el mundo es una selva y él no es precisamente el león. Cuando la ve caer al suelo, sin vida, y descubre cuánto puede doler el amor.
27. Deseo
Es el tiempo que pasan juntos el que les ayuda a descubrirse, el uno al otro. A ver más allá de las primeras impresiones, de las falsas apariencias; Curtis aprende a mirarla un poco más arriba, justo a los ojos, y ella se deja.
Saben que esto va a terminar, un día. Saben que son prácticamente niños, saben que necesitan algo más y que puede que la vida se lo ofrezca. Él ya lo tuvo todo, un día. Puede que vuelva.
Pero está bien, de momento, está bien aunque no puedan tocarse ni hablen demasiado. Está bien eso de mirarse, simplemente, de dejarse llevar por el deseo -siempre desde lejos. Apoyarse el uno al otro, porque no hay nadie ahí fuera, no hay nadie en todo el ancho mundo capaz de entenderles mejor de lo que lo hacen ellos. Son amigos, antes que pareja. O algo parecido.
El cuerpo de Alisha es perfecto, piensa Curtis a veces; el cuerpo de Alisha es como un letrero luminoso, un cartel de No Tocar que no hace nada más que llamarle. Sabe que ella piensa lo mismo, del suyo, sabe que quiere rozar piel, músculos, sabe que quiere besarle y asegurarse de que está allí. De que es real. Sabe, también, que eso no es todo, ni mucho menos. Que lo que Alisha necesita, aún más que eso, es saber que todo vuelve a la normalidad. Es despertarse y darse cuenta de que puede seguir con su vida, de que ya no está maldita -de que ninguno lo está. Él, Curtis, puede salir de aquí, y lo hará algún día. Será un hombre corriente; podrá fingirlo, al menos. Maltrecho, cambiado, pero normal, o casi.
Para ella, eso no va a funcionar.
Se conocen bien, se conocen mejor de lo que han conocido a nadie. No saben cómo eran antes del servicio comunitario -aunque pueden imaginárselo, claro, con las pocas pistas de los primeros días-, pero sí que saben cómo son ahora, cómo van a ser. Y se entienden, o casi, y son los mejores amigos que podrían tener. Y se desean, físicamente, y no pueden tocarse, y eso duele.
Y es por eso que Curtis no dice nada, cuando la nota ausente. Tiene una herida en la frente, Alisha, y no apareció ayer por el centro comunitario, y no hace más que mirar a la nada, evitarle. Parece feliz, dentro de lo que cabe.