Tabla Estaciones: Fresas, Mirando el cielo, ¿Recuerdas?

Sep 08, 2010 17:30

Fandom: Monster
Claim: Eva Heinemann
Tabla Estaciones

Disclaimer: nada de esto es mío.

08.Fresas

El amor, dicen todos, es una pasión arrolladora, es deseo y confianza y cariño. Un triángulo cuyos vértices se complementan, para que nunca falte nada.
Dicen también que el amor es imprescindible. Que todos han de enamorarse, al menos, una vez en la vida.
Eva nunca supo si se había enamorado. Al fin y al cabo, tenía tan sólo ocho años.
Pero aquel niño se le acercó; iba sucio y tenía el pantalón roto, y olía a sudor y a barro y a otro montón de cosas que ella no quiso conocer. Tenía, también, una sonrisa muy grande en los labios, y algo envuelto en un pañuelo, en la mano izquierda.
Años después, al pensar en la escena, algo se revuelve dentro de Eva. Quizás sean náuseas, o lástima por el aspecto del niño; quizás sea nostalgia. Porque Eva Heinemann nunca supo si se había enamorado, por supuesto; sólo supo que quería fresas, quería fresas y papá no las había traído. Y quiso llorar e hizo pucheros, se comportó como la niña mimada que mamá siempre le dijo que no debía ser. Se dejó caer en el suelo.
Y ese niño le trajo fresas, envueltas en un pañuelo.

18.Mirando el cielo

Hay veces en que Eva se descubre mirando el cielo. Las luces de la ciudad, brillantes y hermosas, a su manera, le impiden ver las estrellas. Nunca le ha importado. Nunca ha querido ver qué hay más allá; la noche en Dusseldorf ya es perfecta. No necesita otra cosa en su vida.
A Kenzo le gustaba mirar las estrellas, de niño, decía. Kenzo tenía un montón de manías raras, costumbres extrañas que Eva le consentía, de cuando en cuando. Estaba bien, con Kenzo. Estaba bien.
Con Robert es todo un poco diferente, aunque eso, por supuesto, no lo convierte en malo. Cómo iba a hacerlo, si es el hombre de sus sueños, si es exactamente lo que siempre ha buscado. Poderoso, rico, obediente. Le susurra todo lo que quiere oír, la lleva a cenar a sitios caros, escucha todo lo que le dice. Es perfecto, el doctor Norden, es absolutamente perfecto, y Eva se encuentra, de pronto, deseando que no lo fuera tanto. Que le llevase la contraria, alguna vez, o se negara a ir con ella. Que le diera alguna excusa para gritar y llorar, para sentirse una mujer desgraciada.
Se fija en él incluso ahora, cada vez que pasa por el hospital. Se fija en el médico oriental, pelo oscuro y ojeras, en el joven que podría haber sido su marido, si todo hubiese sido diferente. Podrías haber llegado lejos, Kenzo Tenma, piensa, y se le revuelven las tripas. Podríamos haber llegado lejos, juntos, pero…
Robert la saluda, también siempre. Le dedica una sonrisa horrible a la que ella responde con naturalidad, como si realmente -realmente- le importase algo. Como si le resultase interesante, ese insulso borrego con bata de médico.
Quiere gritar.
Luego salen, los dos. Robert Norden se cambia la bata blanca por un abrigo -Hace un poco de fresco, es siempre su primer comentario- y la coge del brazo. Hay veces en que van al cine, o al teatro. A sitios refinados, generalmente, y siempre a la mejor hora. Norden nunca llega tarde, nunca se queda dormido. Y la vida transcurre monótona, lenta, perfecta.
Hay noches en que Eva se descubre mirando el cielo. Las luces de la ciudad no le dejan ver las estrellas.

13.¿Recuerdas…?

¿Recuerdas, Kenzo?, querría decirle. ¿Recuerdas cómo era todo, lo felices que fingíamos ser? Querría decirle tantas cosas, piensa. Que le odia; que le quiere, quizás.
Por eso coge la pistola, aunque le tiembla la mano. Porque necesito hablar contigo, Kenzo Tenma, necesito verte, mirarte a los ojos. Apretar el gatillo. Acabar con todo.
Aún así, ya sabe, desde el primer momento, que no logrará hacerlo. Te quiero demasiado.
¿Me recuerdas, Kenzo? Soy la mujer que amaste, a la que le destrozaste la vida y el corazón.

tabla estaciones, f: monster, 30vicios, c: eva heinemann, fanfiction

Previous post Next post
Up