Pequeños seres monstruosos
¿Sabéis a qué estoy dedicando la mayor parte de mis vacaciones hasta el momento? A ese bonito y entretenido deporte que todos hemos practicado en algún momento de nuestras vidas, conocido como la caza del mosquito. Veréis, las personas que, como yo, somos alérgicas a las picaduras de estos adorables insectos, tenemos una piel que suele reaccionar de forma... llamémosle "espectacular" cuando uno de ellos (o mejor dicho, ellas... malas zorras ¬¬) decide alimentarse a costa de nuestra sangre para obtener de ella las proteínas necesarias para poner sus huevos. Ya lo pasábamos mal cuando era únicamente el mosquito común quien nos acechaba en la oscuridad de la noche. Pero desde que apareció el mosquito tigre, las molestias que sufrimos se han vuelto aún peores, condenándonos no sólo a dormir con un ojo abierto sino a estar también alertas ¡durante el día! Y si además de tenerles alergia resulta que, por azares del destino, también tienes una piel que parece atraerles sobremanera... baby, bienvenido/a al infierno.
Quizás os habéis planteado alguna vez por qué los mosquitos parecen preferir picar antes a unas personas que a otras, o lo que es lo mismo, por ejemplo, por qué vosotros os levantáis llenos de picaduras mientras que vuestra pareja (con quien es de esperar que compartáis el dormitorio, si no mal asunto) está intacta. Yo sí, me lo he preguntado miles de veces al verme convertida contra mi voluntad en la víctima predilecta de estos selectivos y pequeños seres, mientras que nadie más en la casa parecía siquiera haberse percatado de su presencia. Más de una vez me han dicho aquello tan típico de "¡eso es que tienes la sangre muy dulce!", pero yo me negaba a creer que fuera por eso, ya que, para empezar, ¿cómo puede un mosquito saber de antemano que mi sangre es muy dulce sin haberla probado antes? Y además, ¿cómo es posible que mi sangre sea muy dulce si prácticamente no como dulces, y a parte mi alimentación es escasísima en proteínas ya que básicamente me alimento de frutas y verduras? Si a todo esto le sumamos el hecho de que desde siempre arrastro una anemia de caballo (congénita), ¿¡por qué demonios me vienen a picar sólo a mí!? Investigando un poco, di con la respuesta: parece ser que tiene que ver con el olor natural que cada persona desprende a través de sus poros y de su respiración, y que gustan especialmente de las altas concentraciones de dióxido de carbono y de ácido láctico. Así que yo, y todas esas personas que se despiertan por las mañanas llenas de picaduras, debemos saber que desprendemos grandes cantidades de estas substancias. ¿A que os alegráis? Yo mucho. ¬¬
Pues debido a todas estas cosas tan interesantes, resulta que este verano mi habitación se ha convertido en punto de encuentro de todos los mosquitos del barrio. Mosquito que ve mi madre por la casa, mosquito que acaba llegando misteriosamente hasta donde estoy yo y eventualmente hasta mi habitación, donde espera pacientemente a que yo me acueste por la noche para atacarme. Suele ocurrir cuando yo ando todavía en ese estado de duermevela en el que uno no está dormido pero tampoco se encuentra muy astuto precisamente, y cuál es mi sobresalto al sentir un zumbido que pasa justo junto a mi oreja. Es entonces cuando me levanto de un salto, enciendo todas las luces y comienza la cacería. A veces acaba en éxito y puedo dormir tranquila el resto de la noche; otras no. Y últimamente estoy dejando bastante que desear como cazadora de mosquitos experta que soy (o era). Llevo dos o tres noches durmiendo menos de seis horas porque me paso la mitad de ellas buscando mosquitos. Si no fuera porque cuando me pican me suelo despertar (ya digo que sufro reacciones bastante impresionantes), he llegado a un punto en que dejaría que me picaran sólo para poder dormir tranquilamente, y luego ya me ocuparía de las desagradables consecuencias por la mañana. Pero como no es el caso...
Lo más humillante de todo esto es que... desde hace dos o tres días un mosquito me ha echado literalmente de mi habitación. Sí, es tan triste como suena. No consigo pillarlo, porque aparece el tiempo justo para revolotear a mi alrededor (y a veces picarme) y luego os juro que desaparece. No sé dónde c*** se mete, y yo creo que estoy perdiendo el juicio poco a poco. Estoy tranquilamente vistiéndome, por ejemplo, cuando de repente oigo un zumbido. Empiezo a mirar a mi alrededor y no veo nada, pero al rato noto la familiar sensación en mi piel que es señal inequívoca de que "alguien" acaba de darse un festín con mis fluídos internos. Hay veces que los gatos se quedan mirando fijamente a un punto en concreto en el espacio. Yo miro también, pero no veo nada. Por las noches ocurre algo similar, oigo todo el rato un zumbido pero cuando me levanto a mirar sólo llego a detectar (con suerte) algo que se mueve veloz por el aire pero que luego pierdo de vista. Empieza a ser desesperante, y esta noche he preferido cerrar la puerta de mi habitación e irme a dormir al sofá con los gatos. Suena triste, pero creo que hasta que no consiga encontrarlo no voy a dormir más aquí, y más vale que sea pronto porque como le de por empezar a poner huevos, me veo la habitación llena de mosquitos y ahí sí que me va a dar algo de verdad.
Sí, en estos momentos soy un alfiletero ambulante. No intentéis imaginarme, ya soy prácticamente poco más que un bulto rojo e inflamado. T_T Ya ni los antihistamínicos me hacen efecto.
Quizás ahora hay alguien que esté recordándome hablando acerca de por qué no hay que matar a las hormigas y a los bichos en general, y si es así quizás estéis pensando que estoy siendo incoherente, pero no, mis queridos lectores, porque no es lo mismo en absoluto. Las hormigas no te hacen nada, y muchos otros insectos que la gente no duda en aplastar también son inofensivos. A mí cada picadura de mosquito me deja inutilizada durante una semana como mínimo, con lo cual podemos decir que sí que me hacen daño, y yo al matarlos sólo estoy defendiéndome. Y es que una cosa es defender a los animales, y otra muy distinta carecer completamente de instinto de supervivencia. :P
Quizás os habéis planteado alguna vez por qué los mosquitos parecen preferir picar antes a unas personas que a otras, o lo que es lo mismo, por ejemplo, por qué vosotros os levantáis llenos de picaduras mientras que vuestra pareja (con quien es de esperar que compartáis el dormitorio, si no mal asunto) está intacta. Yo sí, me lo he preguntado miles de veces al verme convertida contra mi voluntad en la víctima predilecta de estos selectivos y pequeños seres, mientras que nadie más en la casa parecía siquiera haberse percatado de su presencia. Más de una vez me han dicho aquello tan típico de "¡eso es que tienes la sangre muy dulce!", pero yo me negaba a creer que fuera por eso, ya que, para empezar, ¿cómo puede un mosquito saber de antemano que mi sangre es muy dulce sin haberla probado antes? Y además, ¿cómo es posible que mi sangre sea muy dulce si prácticamente no como dulces, y a parte mi alimentación es escasísima en proteínas ya que básicamente me alimento de frutas y verduras? Si a todo esto le sumamos el hecho de que desde siempre arrastro una anemia de caballo (congénita), ¿¡por qué demonios me vienen a picar sólo a mí!? Investigando un poco, di con la respuesta: parece ser que tiene que ver con el olor natural que cada persona desprende a través de sus poros y de su respiración, y que gustan especialmente de las altas concentraciones de dióxido de carbono y de ácido láctico. Así que yo, y todas esas personas que se despiertan por las mañanas llenas de picaduras, debemos saber que desprendemos grandes cantidades de estas substancias. ¿A que os alegráis? Yo mucho. ¬¬
Pues debido a todas estas cosas tan interesantes, resulta que este verano mi habitación se ha convertido en punto de encuentro de todos los mosquitos del barrio. Mosquito que ve mi madre por la casa, mosquito que acaba llegando misteriosamente hasta donde estoy yo y eventualmente hasta mi habitación, donde espera pacientemente a que yo me acueste por la noche para atacarme. Suele ocurrir cuando yo ando todavía en ese estado de duermevela en el que uno no está dormido pero tampoco se encuentra muy astuto precisamente, y cuál es mi sobresalto al sentir un zumbido que pasa justo junto a mi oreja. Es entonces cuando me levanto de un salto, enciendo todas las luces y comienza la cacería. A veces acaba en éxito y puedo dormir tranquila el resto de la noche; otras no. Y últimamente estoy dejando bastante que desear como cazadora de mosquitos experta que soy (o era). Llevo dos o tres noches durmiendo menos de seis horas porque me paso la mitad de ellas buscando mosquitos. Si no fuera porque cuando me pican me suelo despertar (ya digo que sufro reacciones bastante impresionantes), he llegado a un punto en que dejaría que me picaran sólo para poder dormir tranquilamente, y luego ya me ocuparía de las desagradables consecuencias por la mañana. Pero como no es el caso...
Lo más humillante de todo esto es que... desde hace dos o tres días un mosquito me ha echado literalmente de mi habitación. Sí, es tan triste como suena. No consigo pillarlo, porque aparece el tiempo justo para revolotear a mi alrededor (y a veces picarme) y luego os juro que desaparece. No sé dónde c*** se mete, y yo creo que estoy perdiendo el juicio poco a poco. Estoy tranquilamente vistiéndome, por ejemplo, cuando de repente oigo un zumbido. Empiezo a mirar a mi alrededor y no veo nada, pero al rato noto la familiar sensación en mi piel que es señal inequívoca de que "alguien" acaba de darse un festín con mis fluídos internos. Hay veces que los gatos se quedan mirando fijamente a un punto en concreto en el espacio. Yo miro también, pero no veo nada. Por las noches ocurre algo similar, oigo todo el rato un zumbido pero cuando me levanto a mirar sólo llego a detectar (con suerte) algo que se mueve veloz por el aire pero que luego pierdo de vista. Empieza a ser desesperante, y esta noche he preferido cerrar la puerta de mi habitación e irme a dormir al sofá con los gatos. Suena triste, pero creo que hasta que no consiga encontrarlo no voy a dormir más aquí, y más vale que sea pronto porque como le de por empezar a poner huevos, me veo la habitación llena de mosquitos y ahí sí que me va a dar algo de verdad.
Sí, en estos momentos soy un alfiletero ambulante. No intentéis imaginarme, ya soy prácticamente poco más que un bulto rojo e inflamado. T_T Ya ni los antihistamínicos me hacen efecto.
Quizás ahora hay alguien que esté recordándome hablando acerca de por qué no hay que matar a las hormigas y a los bichos en general, y si es así quizás estéis pensando que estoy siendo incoherente, pero no, mis queridos lectores, porque no es lo mismo en absoluto. Las hormigas no te hacen nada, y muchos otros insectos que la gente no duda en aplastar también son inofensivos. A mí cada picadura de mosquito me deja inutilizada durante una semana como mínimo, con lo cual podemos decir que sí que me hacen daño, y yo al matarlos sólo estoy defendiéndome. Y es que una cosa es defender a los animales, y otra muy distinta carecer completamente de instinto de supervivencia. :P