Título: Cuidados Intensivos
Fandom: Latin Hetalia.
Personajes/Parejas: Argentina/Chile.
Advertencias: none. Trato particularmente ligero y poco específico de una enfermedad, cause i can.
Sumario: AU: futbolista!Martín, Traumatólogo!Manu Contra todo pronóstico, Manuel también puede enfermarse (y Martín no puede cuidarlo enrealidad)
I.
Negligencia es un término fuerte, en su opinión, pero quizá si se descuidó un poco -piensa con los labios apretados mientras recibe la licencia médica de la misma mano de su jefa.
La cabeza de Manuel da vueltas cuando regresa a su departamento, y si lo primero que hace es dejarse caer en el sillón, no es que esté siendo negligente, es que está cansado, y algo mareado, y puede sentarse ahí un rato a recuperar el aliento si así le apetece, es un adulto a fin de cuentas.
La única razón por la que despierta luego es Martín inclinándose sobre él, sus mechones rubios haciéndole cosquillas en la cara y el penetrante olor de su perfume en el ambiente.
Le duele el cuerpo, y todo está a oscuras, y si antes tenía fiebre, ahora está seguro de que es más entre las olas de frío y calor que le corren por el cuerpo.
Pero Martín le sonríe, amplio y feliz.
- Manu, vamos a cenar afuera -ríe, enderezándose de nuevo- Yo sé que sos mañoso con esto por la prensa, pero me dijeron de un lugar Manuel, dicen que la comida es excelente, y como no lo vamos a probar..., che, ¿me estás escuchando?
Decir que no lo escucha sería una mentira a estás alturas del partido, pero quizá ignora algunas partes de lo que le están diciendo, y quizá se inclina hacia adelante, hasta que su frente toca el vientre de Martín, y cierra los ojos, respirando profundo.
- ¿Manuel?
- Estoy enfermo hueón, no voy a salir hoy... -es un gruñido que sale entremedio de sus dientes apretados, pero Manuel supone que es suficiente cuando el rubio se mueve y le toma los hombros.
- ¿En serio Manu? -la pregunta de Martín le suena a burla, pero en verdad no le importa a estas alturas, y cierra los ojos cuando la mano de Martín se detiene en su frente- Estás ardiendo, boludo.
No va a mentir, sonrió con el tono sorprendido del futbolista.
- ¿Y qué hacías durmiendo en el sillón?
II.
Manuel ya lo sabía en realidad, pero Martín es el peor enfermero que hay. Aunque si aprecia el plato de sopa en el velador (al menos cocina a fin de cuentas).
El rubio está tirado a su lado en la cama, con una cerveza en la mano y un canal deportivo en la tele, y Manuel jura mentalmente que está a segundos de empujarlo fuera de su cama.
- Eso es falta, aquí y en cualquier lado, arbitro hijo de puta -murmura Martín entre dientes, frunciendo el ceño y los labios.
A Manuel le encanta verlo ofendido con algo tan irrelevante -aunque si lo dice en voz alta probablemente terminarían peleándose-; pero hoy lo encuentra ridículo. Hoy le duele la cabeza y todo lo que quiere es dormir.
- Sabes, se supone que los enfermos descansen -comenta como quien no quiere la cosa, mirándolo por el rabillo del ojo.
- Si sé Manu, por eso estás en cama, y me quede contigo, para asegurarme que descanses y no te baje por limpiar el departamento..., ¡Gol!
Si no dice nada, es porque la sorpresa no le alcanza para responder a la lógica del rubio.
- ¡Anda a ver esa hueá a la sala de estar, hueón!
III.
Odia estar enfermo, y hacer cama. De hecho no soporta más de un día de reposo. Se levanta, se ducha, se lava el pelo y ordena -hasta hace la cama, porque hay algo infinitamente menos deprimente en acostarse en una cama hecha-.
Tiene los remedios en el velador, y quizá se atrasa un poco con los antibióticos, pero ya da igual.
Un resfriado no mata a nadie, mucho menos a él.
Para cuando Martín regresa del entrenamiento, Manuel está cargando un cesto de ropa limpia que pretende colgar, y Martín lo queda mirando, con la mitad de su saludo aún sin pronunciar.
- ¿Manuel...,? ¿Qué carajos hacés en pie?
Así Martín descubre que médico y todo, Manuel es el peor enfermo.
IV.
El tercer día de licencia lo pasan juntos en la pieza, y Martín decide que la mejor manera de mantener a Manuel en la cama es estar en cama el también, así que se saca los pantalones y se pone una polera cualquiera para echarse a su lado, retorciendo las ebras de pelo castaño entre sus dedos.
En la tele están dando una comedia romántica que miran sin ver. Y entre pestañeo y pestañeo a Manuel se le pasa la película entera, hasta que finalmente se duerme, con Martín riéndose a su lado y su mano acariciándole la nuca distraídamente.
Despierta asqueado a las siete, entre el sudor y la incomodidad de estar atrapado entre las sabanas y el cuerpo de Martín. La tele sigue encendida, pasando un drama que Manuel no reconoce, y en la habitación se cola apenas un rayo de luz naranja, que va muriendo lentamente frente los ojos de Manuel.
Le duele la garganta y el cuerpo, y los ojos y todo, pero ya no tiene fiebre, solo la incomodidad de haberla tenido, y se levanta con un suspiro largo, eterno, que le dura mientras se desenreda de las sabanas y de Martín.
Con todo y eso, disfruta su baño, y esa noche por fin comienza a sentirse mejor.
V.
El cuarto día de licencia lo encuentra innecesario. Y Martín también a juzgar por como el futbolista traza un camino de besos perezosos desde su oído a su clavícula, tarareando algo asi como una canción.
Manuel se siente pesado, y cierra los ojos para ver si los besos y las mordidas lo aligeran un poco, entre manos que suben y bajan por su pecho y sus piernas.
VI.
- ¿Todavía te dura la licencia? -pregunta Martín cuando llega al departamento al quinto día, con una ceja enarcada cuando ve a Manuel sentado en el sillón, con un libro grueso entre las manos.
Piensa ligeramente que se ve bonito con esa camisa color vino, y se sienta a su lado, ojeando por encima de su hombro el libro que lee Manuel, es una novela, a juzgar por la portada, pero ligerito se rinde porque no entiende y en realidad no quiere entender.
- Hoy se acabó, fui al hospital un rato y hablé con mi jefa.
- Ah, que bueno che, ya era hora -murmura, con una risa chiquita escapándosele por los labios mientras ve a Manuel encogerse de hombros.
- Podríamos salir a comer -comenta Manuel de pronto, con la vista aún pegada en las páginas blancas de su libro, pero Martín no es tonto. Lo ha visto muchas veces, y sabe que hay miradas furtivas yendo y viniendo de él al libro, y del libro a él.
Sabe que hay un sonrojo diminuto en los oídos de Manuel cuando los besa, y luego su boca, empujándolo contra el sillón con el peso de su cuerpo.
Manuel le alega, y Martín se ríe de sus palabras, de sus "te vas a enfermar" ahogados entre beso y beso.