De niña me dijeron "Dibuja"
yo dije "NO SÉ"
Al final me obligaron a hacerlo, y dibujé algo, ya no sé que fué, ya no sé por qué fue, solo sé que todo el mundo se reunió a mi alrededor para decirme lo hermoso que era, unos cuantos "¡Viste que podías!" con demasiada autosatisfacción, y otros cuantos "¿Por qué dijiste que no sabías?"
Recuerdo haber sentido vergüenza, y haber asentido, sin decir nada más ¿Qué iba a decir de todas maneras? De ahí en adelante siempre fue igual, y dejé de decir que no sabía; porque nadie me tomaba en cuenta cuando lo decía, y yo no hago cosas inútiles. Finalmente comencé a encontrarle la gracia, porque era una niña solitaria, tenía problemas de autoestima, y los dibujos no necesitaban que les diera nada más que un ratito que tenía de sobra, y ciertamente, los dibujos no iban a tratar de convencerme de que estaba perdiendo un valioso tiempo que podía emplear en jugar, bailar, o hacer algo que el resto de la población femenina a mi alrededor considerara divertido.
Luego, comencé a crear historias, porque solo dibujar los personajes no tenía ninguna gracia. Mientras dibujaba, y la gente se quedaba a mirar, yo pensaba en un montón de reinos, trasfondos, personajes que no aparecían en el dibujo, y en fin, un montón de cosas que no venían al caso mientras asentía "Si, si, está bonito..."
No, no estaba bonito, pero creo que mi orgullo necesitaba creer que si, y la gente parecía creerlo también.
Y al final, de un miserable busto, había creado todo un cuento que nadie más que yo llegaría a conocer.
Seguí creciendo, y seguí dibujando, porque quería ser mejor, y disfrutaba mis historias. Incluso comencé a escribir, aunque lo hacía mal, y plagaba todo de un humor simplón que hoy en día sigue haciendome reír de vez en cuando. Y cuando escribí, la gente dijo lo mismo "¡Está hermoso!" "¡Ay, mi escritora!"
Entonces, entendí que así como me lo decían cuando dibujaba, me lo decían cuando escribía, y todos esos halagos no valían nada. Por tanto, dejé de escucharlos y comencé a juzgar yo misma. Dios, lo hacía mal. Pero seguí haciendolo, porque me divertía. Hubo períodos en que abanonaba algo, o escribía, o dibujaba, porque a medida iba creciendo comenzaron a volverse incompatibles.
Por otro lado, la gente seguía diciendo "¡Uy! ¡Si es tan talentosa!", supuse que en comparación con el resto de los presentes, eso debía ser verdad -no era muy humilde en ese tiempo- pero por suerte hubo quienes me dijeran que no era nadie.
Supongo que por eso fue que seguí haciendolo.
Ya en media, gané una pequeña fama entre mis profesores, porque un colegio es como un pueblo, y pueblo chico infierno grande, así que pronto todo el mundo tenía alguna idea de que dibujaba y demás. Ellos continuaron la ridiculez, y le añadieron un nuevo nivel "¿Qué vas a estudiar?" "Supongo que algo con arte!" -decía alguien, antes de que yo alcanzara a contestar algo que no sabía, y el mundo entero se reía, todos felices de la vida mientras asentían "Si, va a ser nuestra artista!"
"Cuando seas famosa píntame un cuadro"
"Me lo vas a tener que firmar"
"¡Ella po'! Qué se va a preocupar si tiene lista la carrera"
Yo me quedé callada, supuse que en algún momento me iba a tocar hablar. Pero no pasó, y en eso se metió mi familia a la historia "¡Ay, dibujas tan bien!" "Ayy, mi pequeña artista"
"Es que ellos no nos entienden a nosotros los artistas" -decía mi tío, todo feliz mientras pasaba su brazo por mi hombro, y me sonreía con los ojos brillando de orgullo.
Supongo que ahí fue cuando reviví del todo la verguenza de mi infancia, mientras asentía, riendome mientras pensaba que quizá era eso lo que tenía que seguir: "Si, si..."
Supuse que eso iba a hacerme feliz, a fin de cuentas, verlos felices usualmente lograba el truco, y me hacía feliz.
Empezé a pensar que, tal como todos decían, debía estudiar algo artístico. Y comencé a mirar. Entonces vi lo único que me llamaba la atención ¡Podía estudiar animación! Haría las peliculas y los programas que hasta el día de hoy me fascinan más que nada. "Tener la oportunidad de dedicarme a eso sería fantástico!"
Mis padres no pensaron igual por supuesto, porque en Chile animación es como estudiar para empaquetar bolsas en el supermercado. Entonces dijeron "Si no es licenciatura, no"
Yo supuse que cinco años más no eran nada, y como la oportunidad se dio, supuse que podría estudiar arte, que no importaba si lo odiaba en realidad. Porque hay que decirlo, lo odiaba, y lo odié hasta el último momento, pero entré de todas maneras porque mi madre se movió para que lo hiciera, y sus jos brillaban de emoción de nuevo, como los de m tío hace años, como los de todo el mundo cuando se enteraron.
"¡Jah! ¡Mi hija hace la universidad y el colegio al mismo tiempo!" -decía mi padre, enfermo de orgulloso, y yo, de nuevo, me reí nerviosamente y asentí.
Diran que fue ridiculo, pero me aterraba la idea de decepcionarlos. Supongo que lo que más quice en toda mi vida fue recrear la mirada de orgullo y dejarla ahí. Ya que no era capáz de darselas por medios comunes, podía intentar con algo mucho menos traidicional.
Entre a la Universidad de Chile, y me rompí la espalda para terminar bien de todas formas, cumplir con la universidad, y que mi NEM fuera un 6.0 de todas maneras.
Lo hice, y algo aprendí en el camino. Aprendí, entre otras cosas que el arte es una concepción abstracta e inútil, y además, aprendí que era libre. Ahora, enfrentada a mi libertad, la idea de cinco años no parecía tan inofensiva. Más bien parecía una eternidad y un sufrimiento innecesarios. Eso lo aprendí más o menos por Junio, pero continué porque pensé que podía hacerlo. Como sea, una de las cosas malas del arte, es que tanta libertad te impide adecuarte a una sociedad que se basa en sacrificios y en hacer cosas que no siempre queremos hacer.
Así, no solo tiré a la mierda mi promedio de matemáticas, siendo primera vez que pasaba con un promedio rojo en mi vida, sino que también comenzé a detestar cada vez más el ir a la universidad.
No solo eso, incluso tomé cierta aversión por la mención de que estuviera en la universidad, y cuando la gente sonreía orgullosa en mi colegio, cuando la única característica que podían dar de mi era que dibujaba bien, me costaba el esfuerzo de toda una vida sonreírles y decir que si.
Cuando me fui del colegio, me dieron un reconocimiento, por mi desempeño en la materia de artes. Además, mientras decían mis características, mencionaron que era una artísta o algo así. Yo no lo escuché en ese momento, y fue bueno a decir verdad, porque no hubiera subido a recibir ningún maldito diploma. Es deprimente cuando todo lo que la gente puede decir de ti, es que eres buena en una actividad. Pero es simplemente inaceptable que lo digan, y sea una actividad que tu detestes. Francamente, era como un estigma que estaba costandome trabajo volver a aceptar.
Lo acepté de niña porque no tenía personalidad para quitarlo. Lo acepté más grande porque no tenía concepto de libertad. Pero ahora ¿tenía que seguirlo aceptando cuando sabía que realmente podía hacer mucho más?
Me quejé ese día, pero nadie me escuchó. Como de costumbre claro, así que tampoco es que me importara demasiado. Me despedí de las que se supone son mis amigas pero no tienen ni la más mínima idea de nada, y me fuí. Las últimas dos semanas antes de dar PSU me preparé lo más que pude, lo que no me había preparado en el año, intentando imaginar qué más podía hacer.
Luego de eso, cada trabajo que me quedaba en la universidad fue un parto. Y llegó el momento del exámen. Desperdicié día tras día intentando imaginar qué podía hacer, y aunque había tenido una cuantas ideas, no hice nada. No quería hacerlo. Realmente, no quería seguir con eso.
Por primera vez en mi vida, cinco años me parecieron una vida entera. Cinco años me parecieron un castigo que no merecía, haciendo algo que he odiado toda mi vida solo porque el mundo entero asumió que ser buena en eso significaba que era lo que debía hacer, lo que me debía gustar.
Dije lo que pensaba, lo mejor que pude, porque en realidad nunca he sido buena expresandome. Y aunque mi madre lo aceptó en un principio, pasó una noche y cambió de opinión. Se supone que continue, se supone que presente un exámen inútil porque comencé.
Se supone que me lo tome a bien, que siga los consejos de autoayuda del bendito libro que descargó de internet, se supone que me haga la weona y estudie algo cuando sé que detesto todas mis opciones.
Se supone que crea que hay un abanico de opciones cuando mis padres ponen cara de asco ante la sola mención de cualquier carrera que dure menos de cinco años, que no tenga un titulo profesional, o incluso que sea una pedagogía.
Me encantaría poder suponerlo, en verdad.
Y no es que me este excusando, no es como si no entendiera en qué me equivoqué. Solo quisiera que, ahora que entiendo el error, me dejaran pensarlo, y preguntarme por una vez en mi vida, qué mierda es lo que quiero YO.