Como en los viejos tiempos (Adrièn, Alphonse & Elianne) [RPG Multiversity]

Oct 18, 2009 16:45

 

Se preguntaba qué estaba haciendo allí. Bueno, vale, sabía qué estaba haciendo allí. Estaba visitando a los abuelos. Y no, no eran sus abuelos. Pero la relación que tenía con ellos era como si fuese su nieta.

Adèle, que en esos momentos estaba en la cocina preparando una taza de chocolate caliente y un café bien cargado, y Pierre Lafayette habían criado a su madre cuando se quedó huérfana (allá por los siete años) pasando a ser, a todos los efectos menos a los legales, sus padres de hecho.

Y habían sido ellos los encargados de mandar, sin fallar ni un año, los regalos que hacían compañía al solitario árbol de Navidad en Roscoff, mientras ella miraba como el aguanieve se amontonaba en el jardín, derritiéndose por la cercanía del mar. Sin nadie que le desease una Feliz Navidad. Eran ellos quienes le mandaban un huevo de chocolate cada día de Pascua, y quienes, con precisión milimétrica, le mandaban un vestido, unos zapatos nuevos o incluso las dos únicas muñecas que había tenido durante su infancia, cada veintidós de junio.

Eran sus abuelos. Dijeran lo que dijesen unos papeles que no le importaban a nadie.

Se incorporó del sillón y extendió una mano para acariciar el pelo de su primo Alphonse. Se lo había encontrado en la entrada (después de no volver a verlo tras haber discutido como el perro y el gato aquel fatídico verano en el que ella salió del colegio y se metía todo lo que era capaz de comprar, haciendo que su primo se disgustase y le riñese, y que ella se comportase como la cría que era y se enfadase con él) y todas las diferencias del pasado habían quedado olvidadas cuando se miraron. Ella le había salvado el culo cuando era pequeño y tenía una afición inexplicable a pegar chicles en el pelo; y él había intentado salvarla de sí misma.

Pero para los grandes cabezotas es necesario tocar fondo antes de aprender a salir a flote.

Alphonse se revolvió en el sofá y entreabrió los ojos, mirándola con una media sonrisa perezosa.

-¿Se está acabando el mundo? -preguntó, apenas despegando los labios.

Elianne soltó una risita y negó con la cabeza.

-Vale, pues entonces déjame dormir-murmuró frotando la cabeza contra el cojín antes de girarse y quedar de cara al respaldo del sofá.

Llevaba un par de días yendo a dormir al sofá de sus abuelos. Porque había épocas en las que echaba mucho de menos tener a alguien que lo abrazase por las noches y le dijese que todo iba a estar bien. Y no, no necesitaba amor. Necesitaba una madre. A la que nunca había tenido. Pero allí, en casa de sus abuelos, se sentía más cerca de su vago recuerdo. Y sí, acababa de llegar a dormir (a las cuatro y media de la tarde) después de trasnochar.

Elianne le dedicó la sonrisa más adorable de su repertorio a Adèle cuando hizo aparición en el salón, con una bandeja que rezumaba olor a chocolate.

Adèle se conservaba bien para sus años. La verdad es que a Elianne nunca le había parecido una abuela, en el pleno sentido de la palabra, porque… una mujer que a unos maravillosamente bien llevados sesenta y ocho años se ponía pantalones vaqueros y camisetas de grupos de rock ochenteno, podía ser considerada cualquier cosa excepto esa imagen de la ancianita adorable que se nos viene a la mente cuando pensamos en una abuela.

-Bien, pequeña Noire, ahora vas a contarme por qué has estado tanto tiempo sin visitar a tus pobres abuelos, ¿me has entendido? -dijo, con tono brusco, pero con una sonrisa.

Así era Adèle. Decía las cosas claramente, tal vez de manera inapropiada. Pero como ella solía decir a menudo, llegados a una edad, tener maneras ya no vale ni la pena.

-He… estado ocupada-murmuró Elianne enroscando las manos alrededor de su taza de chocolate (que estaba muy calentita).

Adèle chasqueó la lengua y le lanzó una mirada fulminante. Si hubiese sido otra persona, la chica se habría sentido intimidada (o tal vez no, porque tampoco era demasiado impresionable) pero Adèle, pese a toda su labia no sería capaz de herir a una mosca.

-¿Tan ocupada como para no poder asomar el hocico durante un par de horas?-preguntó luego, alzando una ceja por encima de su tazón de chocolate.

Elianne se mordió el labio inferior, dubitativa. No sabía si contarle que estaba con Lionel. Porque al fin y al cabo acabaría enterándose, pero… pero era casi su abuela, y ella no sabía hasta que punto quería que lo supiese la gente de su familia. Porque vale que Adèle y Pierre fuesen inofensivos. Pero si ellos lo sabían, era cuestión de tiempo que su padre se enterase.

Alphonse se giró en el sofá y se revolvió el pelo, abriendo los ojos con ademán perezoso.

-Abuela… Ely tiene novio-dijo, dedicándole a su prima una sonrisa maliciosa-y supongo que la tiene lo suficientemente ocupada como para que no pueda venir a tomar chocolate contigo-añadió burlón, sentándose y apoyando la cabeza en el respaldo del sofá.

Elianne sintió como las orejas le ardían, pero, hey, había aprendido a no ponerse roja a la mínima. Bien por ella. Pese a ello, estaba considerando seriamente la posibilidad de ahogarse en su taza de chocolate.

-Y tú en lugar de quedarte ahí tumbado como un pasmarote toda la tarde, tal vez deberías salir a buscar a una buena chica o a un buen chico-le espetó Adèle a su nieto pequeño, antes de centrar toda su atención en la chica-¿Es eso cierto? ¿Y quien es él? ¿Dónde lo conociste? ¿Lo conozco? ¿Está bueno? Y sobre todo… ¿por qué he tardado tanto en enterarme?

La chica abrió un poco demasiado los ojos ante las preguntas de su abuela. Carraspeó levemente, mirando la superficie un poco grumosa del chocolate de su taza.

Suspiró y replegó las piernas sobre el sillón, quedando sentada estilo indio.

-Mmmm… sí, es cierto que… tengo novio-dijo a media voz. No le gustaban nada los interrogatorios-Se llama Lionel. Lionel Fournier. Lo conozco… lo conozco desde el colegio (nuestro colegio de magos) y volví a encontrarlo hace unos meses después de haber estado… años sin verle-se encogió de hombros-Creo que sí lo conoces, porque es amigo de Gus, y sí, para tu información, está bueno-añadió, con una sonrisa traviesa-ah… y has tardado tanto en enterarte, porque, como dijo Al, me tiene demasiado ocupada-añadió devolviéndole a su primo la sonrisa maliciosa.

Adèle estalló en carcajadas.

-Así que Lionel Fournier, eh…-murmuró, casi para sí-buen chaval-añadió.

Justo en ese momento se abrió la puerta del salón, y entró la persona que Elianne menos esperaba encontrarse allí (aunque fuese la casa de sus abuelos): Adrièn Fronsac.

De las últimas veces que lo había visto, habían… bueno, eso. Y ahora era el mejor amigo de su novio. Y ella se sintió enrojecer, por mucho que hubiese dejado el vicio de ponerse roja cada diez minutos. Deseó hacerse diminuta en el sillón, fusionarse con el tapizado o algo.

-Anda, el que faltaba-dijo Adèle mirando a su nieto mayor- siéntate ahí quieto, al lado de tu hermano-añadió, con un tono que no admitía réplicas.

-Oh, sí, abuela… Gus también tiene novia-dijo Alphonse dedicándole a su hermano una sonrisa burlona.

Elianne dejó por un instante su labor de camuflaje contra el sillón para mirar a su primo con curiosidad. Adrièn con novia era uno de los signos indiscutibles del Apocalipsis, definitivamente; era tan increíble como… como que Lionel estuviese con ella, así que, bueno, no podía poner en duda la veracidad de las palabras de Alphonse.

-¿Es eso cierto? ¿Cómo se llama? ¿Dónde la conociste? ¿La conozco? ¿Es guapa? Y sobre todo… ¿por qué he tardado tanto en enterarme? -preguntó a bocajarro, antes de que Adrièn tuviese tiempo a decir “esta chupa es mía”.

El chico soltó un suspiro y fulminó a su hermano con la mirada, mientras se sentaba a su lado.

-Sí, abuela, es cierto-dijo, con una sonrisa desvergonzada-Se llama Juliette Lefevre, y no es guapa, es la chica más absolutamente preciosa del mundo-se volvió hacia Elianne-sin ánimo de ofender, eh, rubia-se volvió de nuevo hacia su abuela-la conocí… en el colegio, y la volví a ver hace un tiempo en una cafetería. No la conoces, no; y menos mal. Y básicamente, has tardado tanto en enterarte porque conozco a mi familia mejor de lo que me conozco a mí mismo, y conseguiréis asustarla si tú te pones en plan guardia jurado con ella… pero Ely la conoce, ¿a que sí?

Elianne miró a su primo, ladeando la cabeza como un gato. No entendía como podía estar tan ancho en la misma habitación que ella cuando ella quería como mínimo salir disparada por la ventana de la vergüenza que estaba sintiendo. Por el amor de Merlín. Eran primos. En algún momento del pasado se había vuelto lo suficientemente loca como para… oh, por Merlín. Desterró esos pensamientos a lo más hondo de su conciencia y asintió con la cabeza.

-Hemos coincidido en algunas clases en Beauxbatons-dijo con suavidad. Pero hey, que al fin y al cabo, ella no había hecho nada que él no hubiese hecho también (pero a la inversa) así que no tenía por que desear que la lámpara del techo se cayese y la aplastase. La igualdad de condiciones es lo básico para cualquier negociación, la única lección importante que su padre le había dado a lo largo de la vida. Esbozó una sonrisa traviesa-es demasiado buena chica para ti, Gus-dijo, mirándolo por el borde de su taza de chocolate-ahora vas a tener que aprender a portarte bien-añadió burlona, antes de beber un sorbito.

Adrièn le dedicó una sonrisa traviesa.

-Reconoce, rubia, que sois las buenas chicas a las que os gusta volveros malas-soltó una risita-los chicos malos tenemos ese magnetismo animal que os vuelve locas.

Elianne soltó una carcajada y casi se ahoga con el chocolate.

-Totalmente de acuerdo, Gus-dijo, burlona.

-¿Por qué parece que vosotros dos sabéis algo que no sabemos ni la abuela ni yo? -preguntó Alphonse mirando alternativamente a su prima y a su hermano.

-Porque la abuela está vieja y tú eres tonto-dijo Adrièn revolviéndole el pelo a su hermano.

-¡Oye, jovencito! Ni se te ocurra volver a llamarme vieja o te dejaré sin medios para satisfacer a tu chica, ¿comprendes? -dijo Adèle blandiendo la cucharilla como si se tratase de una espada-Y más os vale traer a vuestros amorcitos a comer algún domingo si no queréis que os importune de muy malas maneras.

Elianne se mordió el labio inferior. Aunque lo supiesen Adèle y Pierre su padre no tenía por qué enterarse, ¿no?

-Ehm… abuela… ¿no le digas nada a mi padre, vale? -pidió en voz baja, dejando la taza vacía sobre la mesa-Ahora tengo que irme…

-¿Por quién me tomas, jovencita? ¿De verdad crees que le diré algo al cabrón egoísta que tienes por padre? -masculló, furiosa-Por mucho que quisiese a tu madre, y no tengo dudas de que la quería con todo su ser, el perderla no implica que haya tenido que dejarte tan solita como te dejó.

Elianne se encogió de hombros. No había tenido besos de buenas noches ni nadie más que a Cooky para arroparla, pero hey, había tenido libertad, que valía, al menos para ella, más que toda una parafernalia infernal cada día de su cumpleaños.

-Me marcho, que tengo clase en cuarenta minutos-dijo, antes de agacharse al lado de Adèle y besarla en la mejilla.

-Vale pequeña… ¡vosotros dos! Acompañad a vuestra prima…

-Pero abuela…-empezó a protestar Alphonse.

-Pero nada, jovencito, la tarde no es hora para dormir. Aprende de estos dos y búscate a una buena persona que te haga poner sonrisas idiotas como las de tu hermano y tu prima.

-Oye, abuela, mi sonrisa no es idiota.

La mujer bufó.

-Adrièn, cariño, sal de mi vista, anda…

-No, si yo ya me iba, sólo vine a buscar a este-dijo, señalando a su hermano con la cabeza-que llevaba un par de días sin dar señales de vida, el muy cabrón.

Alphonse agachó la cabeza.

-He perdido el móvil… lo siento-dijo, en voz baja, antes de restregarse los ojos con los nudillos y levantarse, con un pequeño gruñido.

Se acercó a su prima y la medio abrazó. Era algo que solían hacer cuando estaban en el colegio, se medio abrazaban de vez en cuando, porque la necesidad de abrazos siempre había sido superior a la dosis que recibían.

-Adiós, abuela, vendré mañana a comer, ¿vale? -dijo Alphonse a modo de despedida, antes de llevarse a su prima medio arrastras por el pasillo y el recibidor, antes de salir a fuera.

Elianne se estremeció por el cambio tan brusco de temperatura y se aferró a su bufanda con todas sus fuerzas.

-¡Cuéntame, Ely! -compuso su mejor expresión de cachorrillo abandonado-¿Es cierto que Lionel es indecentemente bueno en la cama?

Elianne esbozó una sonrisa traviesa, muy traviesa, de hecho. Fingió quedarse pensativa y le dedicó a su primo su mirada más inocente.

-Pues… primito… te vas a quedar con la curiosidad, porque no voy a decirte nada-dijo, antes de echar a andar a paso rápido.

-¿Por qué no? -preguntó Alphonse con voz lastimera, llegando a su altura.

-Porque… porque no quiero-se encogió de hombros y después abrazó a su primo-pero que conste que tú tienes derecho a preguntar, aunque no vaya a contestarte… pero sólo por ser tú-añadió en tono mimoso.

-¿Qué es esto? ¿Una muestra de afecto colectivo y nadie me invita? -dijo Adrièn llegando tras ellos en ese momento-Pues que sepáis, rubia y enano, que dando abrazos nadie me supera-añadió, con tono de suficiencia.

Elianne se soltó de Alphonse automáticamente. Oh, sí, la conversación con Adrièn, su última (penúltima) conversación había versado sobre abrazos.

-Que sepas, Adrièn, que hay gente que te supera en lo de… dar abrazos-dijo, con tono mordaz.

-Sabes que eso no es cierto, rubia-rebatió él mirándola desde arriba mientras caminaban.

-Sabes tan bien como yo que puedo comparar-le susurró, dedicándole su mejor mirada de niña buena.

-Y tú sabes tan bien como yo que no hay punto de comparación.

-Sí, lo sé. Ni punto de comparación.

-¿Estáis hablando de abrazos o de polvos? -preguntó Alphonse con cierta cautela.

Adrièn y Elianne intercambiaron una mirada, a medias de complicidad a medias de resignación, en la que se dijeron cosas. Muchas cosas. Decirlo en voz alta era reconocerlo. Y eso no era divertido.

-Un poco de ambos…-murmuró la chica queriendo fusionarse con el pavimento de la acera.

Alphonse se detuvo en seco y se giró hacia ambos, haciéndolos detenerse a su vez.

-¿Te lo hiciste con mi hermano y no te has muerto? -preguntó Alphonse atónito, antes de volverse hacia su hermano-¿Te la tiraste y Lionel no te ha matado?

Adrièn abrió la boca para contestar, pero Elianne se le adelantó.

-Alphonse, cariño… empiezo a pensar que lo de los Fronsac y vuestra… supremacía en la cama no es más que marketing-dijo, parpadeando con inocencia, antes de dedicarles una sonrisa venenosa a sus primos.

Su primo cerró la boca de golpe y Alphonse la miró fijamente. Después se volvió hacia su hermano.

-¿Cómo has podido? -preguntó en falso tono de reproche-¿Cómo has podido no dejar bien alto nuestro prestigio? -añadió, sacudiéndolo de las solapas de la chupa.

El mayor de los dos se soltó con una carcajada.

-Yo siempre lo dejo todo bien alto, Al… en cuanto a eso, primita querida…-se volvió hacia Elianne y le dedicó una sonrisa-creo que estarás de acuerdo en que fue un… desafortunado incidente… y que se quedó en el colegio.

Elianne le dedicó su mejor sonrisa de niña buena.

-Desafortunado…-asintió con la cabeza-… totalmente de acuerdo. Te concedo que no estuvo del todo mal, porque tu pequeño… ego… me da pena- se puso de puntillas y le dio unas palmaditas en la cabeza; se encogió de hombros-pero (casi) todo lo que sucedió en Beauxbatons, se ha quedado allí…

-Decididamente-concedió Adrièn con una sonrisa.

-Vale, ahora… ¿puede alguien hacerme caso? -pidió Alphonse.

Su hermano y su prima lo miraron a la vez.

-Sabes que siempre te hacemos caso, Al-le dijo Elianne con el mismo tono con el que hablaba con su hermano pequeño.

-Ya…-Alphonse la miró con los ojos entrecerrados, empleando ese tono de “no te creo ni media palabra, rubia enana”- ¿recordáis la última vez que estuvimos los tres juntos así?

Adrièn esbozó una sonrisa nostálgica.

-Desde el verano en que me llegó la carta de Beauxbatons… recuerdo que estabais más emocionados vosotros que yo-dijo, pensativo.

-Estás viejo, Gus-dijo Elianne con fingido tono de disgusto, pese a que recordaba la ilusión que le había hecho la carta de su primo. Porque eso significaba que al menos uno de los tres formaba ya parte de algo más grande que ellos mismos-… ha pasado toda una vida desde entonces-murmuró con una media sonrisa.

-Sí, ha pasado mucho tiempo, y Gus y yo hemos crecido, Ely-dijo Alphonse-pero no se puede decir lo mismo de ti.

Su prima entrecerró los ojos y se sacudió un puñetazo en un hombro.

-Gilipollas-y sin embargo esbozó una sonrisa, porque Alphonse era más alto que ella desde que había cumplido los siete, así que tampoco era como si no lo hubiese asumido ya-… ahora, Fronsac y mini Fronsac, tengo que irme a clase-añadió con suavidad-así que, si no os importa…-se puso de puntillas y besó a su primo Alphonse en la mejilla. Después se volvió hacia su primo Adrièn y dudó durante tres décimas de segundo, antes de pegar un saltito y dale un beso a él también-… intentad portaros bien hasta que vuelva a veros-añadió con dulzura.

-Y tú pórtate mal-le dijo Adrièn diciéndole adiós con la mano.

-Y recuerda que tienes que contarme detalles, Ely, ¡detalles! -añadió Alphonse gritando para que lo oyese en la distancia (y lo oyese medio París, de paso).

Elianne soltó una risita cruzando la calle para entrar en el campus muggle, y de ahí al mágico.

Sus primos, que habían sido la única familia que había tenido realmente a lo largo de su infancia. Sus primos que, pese a haber crecido, seguían siendo el gamberro y el revoltoso. Así como ella seguía siendo la pulga rubia que escondía tabletas de chocolate en el doble fondo de su maleta. Como cuando eran una familia. O casi.

Como en los viejos tiempos.

longitud: one-shoot, personaje: juliette lefevre, personaje: alphonse fronsac, personaje: adrièn fronsac, personaje: lionel fournier, personaje: elianne noire, fandom: rpg (multiversity), personaje: adèle lafayette, ~ escrito: rpg

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