Coraline estaba en Roma, presentando unos diseños en un desfile privado con los grandes magnates del mundo de la moda en Europa. Su padre, Ephraim, había ido a Oslo a cerrar un contrato multimillonario con el banco más importante de Noruega. Y Carlie había salido con Ricard.
Así que Elianne estaba sola en casa con su hermano pequeño.
Eran cerca de las diez, y ella no tenía ni pizca de sueño, pero para un niño de tres años era hora suficiente como para llevar ya un rato en la cama.
Ely apartó las mantas y le indicó a su hermano, con una palmada sobre el colchón, que se tumbase.
-¡Ly! ¡Cuéntame un cuento! -pidió el pequeño Ephraim con un pucherito que lograba anular la voluntad de Elianne.
Se tumbó al lado de su hermano, mirando por la ventana, al cielo estrellado sobre la noche de Roscoff.
-No me sé ningún cuento…-dijo con suavidad-Pero intentaré hacerlo lo mejor que pueda-prometió, abrazando al niño contra su pecho.
Notó como el niño se revolvía para mirarla y le dio un beso en los rizos castaños. Era tan bonito tenerlo en brazos…
-Una vez, hace tiempo… había una chica…
-¿Una chica como tú? -preguntó.
-Sí, gordito, pero no me interrumpas…-dijo con dulzura-… pues eso, había una chica, que quería a un chico, más de lo que puedas imaginar… y ellos iban a tener un bebé.
-¿Cómo Carlie? -preguntó el niño, mirándola fijamente.
-Sí, como Carlie y Ricard…-concedió Ely, acariciándole el brazo a su hermano-… pero eran muy jóvenes, y estaban muy asustados… así que la chica bebió una poción especial y el bebé que tenía en la tripa, subió al cielo.
Ely sintió que las lágrimas se le agolpaban en los ojos, así que los cerró y escondió la cabeza en la almohada. Se obligó a seguir hablando.
-Y desde entonces… en la estrella que más brilla, cerca de la luna, está el angelito que esa chica mandó al cielo-explicó-y cuida de ella, y cuida también de él. Y si eres bueno, cuidará también de ti-le prometió a su hermano con una sonrisa.
Ephraim se giró y la miró.
-¿Por qué te has puesto triste, Ly?
Ely negó con la cabeza.
-No me he puesto triste, gordito.
-¿Fuiste tú quien mandó ese angelito al cielo? -preguntó después, mirándola fijamente.
Elianne tragó saliva y respiró profundamente. Después asintió con la cabeza, muy despacio.
-¿Tú ibas a tener un bebé con un chico al que querías mucho?
Se vio obligada a asentir. Por estúpido que pudiese parecer, el hecho de que su hermanito lo supiese hacía que se sintiese mejor.
-Y ahora ese bebé es un angelito que os cuida a los dos, ¿verdad?
Ely no pudo reprimir una sonrisa.
-Y te cuida a ti también, gordito… pero para eso tienes que portarte bien-le susurró, abrazándolo-Y ahora duérmete, anda…
Ephraim se abrazó a ella y cerró los ojos.
-Has sido muy valiente al mandarlo al cielo, Ly…-susurró contra su estómago.
Elianne respiró profundamente. Puede que sí. Que hubiese sido valiente al hacerlo. Pero se había sentido como la más grande de las cobardes.
Pero sabía que, dondequiera que estuviese su pequeño angelito, cuidaba de ella… y también de él.