Título: Merienda con chocolate
Fandom | Personajes: Original (La paranoica vida de Evy Wills) | Evelyn Wills
Rating | Advertencias: NC-13 | Nop.
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dekasem . El índice está
aquí. Alimentad a Rubén.
Palabras: 1007
Me llamo Evelyn Wills, pero todo el mundo me conoce como Eve, o Evy, cuando quieren conseguir algo (que probablemente y en principio no esté dispuesta a conceder); tengo dieciocho años para diecinueve, y la descripción más acertada que podría hacer de mí es la que Kurt Cobain hizo por última vez de sí mismo. Soy una criatura voluble y lunática. Y añadiría algo así como neurótica y, o caprichosa; pero eso ya sería de cosecha propia.
Ya conocéis a mis amigos, y mi escasa vida sexual. Así que, todo lo que queráis saber sobre mí, no tenéis más que preguntarlo, porque ahora hay confianza y esas cosas y ya se sabe.
El caso es que, el otro día, para suplir mi escasa vida sexual, que, la verdad, es precaria, me puse a leer un libro llamado Un amante de ensueño. Y vale. Si ya de entrada te preguntan si necesitas que te echen un buen polvo, si gracias, con mucho sudor. Y es que joder, ¿dónde coño venden a tíos como Julian? No sé. Yo necesito un tío de esos, porque si no me volveré lesbiana. O asexual. O monja. Oh, dios santo. Que alguien me salve de este destino cruel.
El otro día me llamó Sergio. Hacía mucho que no hablábamos, la verdad. Desde el verano no habíamos vuelto a dirigirnos la palabras hasta el otro día. Y la verdad, la separación fue traumática. Pero el hecho de volver a hablar con él después de tanto tiempo, me ha hecho replantearme hasta que punto he hecho bien quedándome y estudiando en lugar de irme con él a Canarias.
Y todo porque me ha dicho que va a venir para Carnavales. Que vale, los Carnavales de Canarias son la polla en verso, pero él ha dicho que quiere venir a pasarlos con su familia, y que el hecho de que mi cumpleaños caiga cerca de esas fechas no tiene absolutamente nada que ver. Vale, majo, te creo. Pero si me has echado de menos mitad de la que te he echado yo, no tendrías tantas ganas de volver a verme. Porque a lo mejor sales lisiado sexual de por vida.
En otro orden de cosas, Alberto y Fran se han ido a vivir juntos. Porque a Fran lo han echado de su piso de antes por llevar a demasiadas chicas, así que ahora tengo que tener cuidado de que no se enrollen esos dos, aunque no, porque Alberto tiene chico. Sip. Lo de la fiesta, con el tío de Ciencias de la Comunicación funcionó. Así que cuando él, que se llama Rafa, va a su piso, terminamos Fran y yo en alguna cafetería, hablando de los profesores, de la carrera, de sus ligues o de cualquier cosa sin importancia.
Y creo que ya os lo he dicho, pero nos pasamos la vida tonteando. Pero eso es cuando estamos con Alberto o con más gente, cuando estamos solos es un cielo de chico. Sigue siendo un pendón desorejado. Si. Pero lo que tiene de cielo no se lo quita nadie. Si el martes, que Rafa subió a su piso, fuimos a una heladería y pedí una copa de cinco chocolates (he de confesar que el chocolate es mi mayor vicio actual). Y el muy imbécil (lo diría en serio si no fuese tan mono) se pasó la tarde embadurnándome la cara con chocolate y luego me daba un beso lametón con la excusa de limpiarme.
Tal vez diréis que quería aprovecharse, o pillar cacho, o algo; pero la verdad es que nos pasamos la vida besuqueándonos entre los tres, pero es cuando estamos los tres. Y no sé, me he sentido rara. Aunque ya os he dejado claro que no podría colarme nunca por Fran. Porque no es mi tipo. Aunque las cosquillitas que me hacían sus besos cerca de la oreja eran un poco extrañas.
Pero de nada importan. Falta poco para que venga Sergio y lo demás, apenas importa. Porque no he dejado de quererle. Ni de echarle de menos. Ni de querer volver con él. Y no importa nada lo demás. Sólo que voy a verlo. Por fin.
El caso es que ese día Fran me acompañó a casa. Y se despidió de mí un poco raro. Estaba demasiado cerca y se pasó un buen cacho mirándome a los ojos fijamente. Y los suyos son preciosos. Más azules cuando les da la luz, más grises cuando no. Entonces me acarició la mejilla con los nudillos, que, por cierto, estaban helados, y bajó con la barbilla y por la garganta, y al final se paró en la clavícula. Me dedicó esa sonrisa suya, asquerosamente bonita y después, dándome un beso en la frente, se fue. Sin decir adiós siquiera.
No sé. La verdad es que me dejó un poco muy tirando a demasiado desconcertada. Porque él está muy bueno. Joder. Está más bueno que el pan con Nocilla pasado por el microondas. Y no es normal que un tío que está más bueno que la media (y que supera la media en muchas más cosas) se comporte así conmigo. Porque estoy segura al cien por cien de que no lo ha hecho por que le guste. Aunque la verdad. No lo sé. Y prefiero no pensar en ello.
Porque voy a volver a ver a Sergio. Y nadie tiene ni idea de las ganas que tengo de volver a verle. Y besarlo. Y follármelo si se deja, claro.
Pero prefiero no pensar en nada hasta que vuelva a abrazarme. En serio.
Y ya me voy despidiendo, que os he dado la murga hoy de cuidado. Por cierto, queriditas, si queréis que os cuente cualquier tipo de anécdota de mi infancia, o cualquier dato sobre mí, que queráis saber, preguntad y os lo contaré la próxima vez que pase por aquí.
Eso. ¡Y a contarme intimidades, panda de reprimidas! Que yo os cuento todo lo que me pasa, con pelos y señales. He dicho. Porque esto, si no es recíproco, no mola nada. Así que ya sabéis.