Luna (Merodeadores) [Harry Potter] (Luna) [fanfic100_es

Jan 15, 2009 11:45

Título: Luna
Fandom | Personajes: Harry Potter | Merodeadores
Rating | Advertencias: ATP | Nop
N/A: Participa en el quinesob . Además, forma parte de la BDT de fanfic100_es . Es, además, regalo de whatever de nasirid . Y una paranoia monumental.
Tabla | Prompt: #45. Luna
Palabas: 2393


Luna. Del latín: luna, lunae; femenino de la primera declinación.

Remus Lupin siempre había sentido un escalofrío ante esa frase. Una frase tan sencilla y al mismo tiempo con tantos siglos de historia y lengua a su espalda. Una frase que le llegaba tan hondo que dolía sólo pensarla. Porque él mismo encerraba una especie de luna en su interior. Una luna que dolía. O, al menos, una maldición que se movía con ella.

Siempre había sido un licántropo, al menos, hasta donde su memoria alcanzaba a recordar. Tal vez su mente, en un intento de protegerse, había borrado los recuerdos dolorosos del ataque, y sólo quedaba un recuerdo. El que ardía y mataba. El dolor.

Y ser un licántropo, Remus lo sabía, conllevaba estar sólo. Así había sido desde el principio y así sería siempre. De pequeño, sus padres lo encadenaban a la cama, y cuando ésta cedió, en el sótano. Pero ya llevaba cinco años en Hogwarts. Cinco años transformándose en una casa abandonada y destrozando un mobiliario polvoriento gracias al paso del tiempo. Solo. Siempre sólo. Siempre.

Pero, contrariamente a lo que pudiera pensarse, Remus quería esa soledad. Prefería estar solo, incluso hundido en la más grande de las miserias, antes que hacer daño a cualquiera.

Y en el fondo no estaba tan sólo. Tenía a sus amigos. Esos tres insensatos a los que adoraba porque eran lo suficientemente temerarios como para compartir habitación con un licántropo en plena adolescencia, y que, además, lo consideraban uno de ellos. Un amigo. Sus amigos.

Pero a lo mejor era que Remus esperaba siempre las cosas más lógicas o legales de la gente, o que creía que en el fondo, muy en el fondo, Sirius, Peter y James eran buenos chicos. Pero no. Esos tres eran en sí mismos tres enormes cajas de sorpresas.

oOo

Habían sido meses, años y noches en vela buscando en cada página de cada libro sobre animagia de los setecientos treinta y cuatro mil quinientos ochenta y cuatro libros que había en la biblioteca de Hogwarts, y a los que Irma Pince cuidaba como si fuesen sus propios hijos.

Había sido un esfuerzo titánico para cualquier mago adulto con ganas de aprender, así que no digamos para tres adolescentes con más hormonas que cerebro, la mayor parte del tiempo, y muchas ganas de Quidditch. Pero si algo caracterizaba era su lealtad. Sirius podía ser el chico más guapo del colegio, y tener desmayadas a sus pies a chicas con las que estaba demasiado ocupado como para tener algo. James podía ver snitchs doradas hasta en sueños y atraparlas todas. Peter podía parecer no enterarse de nada, y al final enterarse de la misa la mitad. Pero saltarían de la Torre de Astronomía con que sus amigos lo necesitasen. Y saltarían de la Torre de Astronomía y de las vías de la legalidad por Remus. Por supuesto. Y mucho, mucho más.

El primero en conseguirlo había sido Sirius, por supuesto. Tal vez tuviese algo que ver el hecho de que la más antigua sangre mágica corría por sus venas, o tal vez que, cuando la situación lo requería, era capaz de comportarse como un adulto y así mantener la calma y ordenar su mente el tiempo suficiente como para lograr cubrirse de pelo y ladrar. Si. La primera casi parecía el Yeti pero, como diría el mismo, el Yeti más sexy de la historia de Hogwarts. Y es que el chico no tenía abuelas. Ni falta que le hacían.

El siguiente, cómo no, fue James. Tal vez porque su afán competitivo no podía permitir que nadie, ni siquiera Sirius, le ganase en algo; o tal vez porque como él y Sirius parecían hermanos siameses la mayor parte del tiempo, no podía uno hacer algo sin que lo hiciese el otro. Aunque claro, para James, mantener en calma su caótica e inquieta mente era complicado, muy complicado. Tanto que se pasó tres días con su Capa de Invisibilidad anudada en la cabeza para disimular unos cuernos de cervatillo que todavía está en proceso de madurar.

Y el último, claro está, fue Peter. Tal vez por su naturaleza insegura, que le hacía temer da un solo paso en falso, temiendo que alguien, aunque fuesen sus amigos, le regañasen; o tal vez porque, como cada vez que intentaba hacer algo que se salía del nivel corriente de embrujo, se ponía de los nervios, y terminó permutando para siempre sus dos incisivos superiores, logrando que lo que antes había sido la dentadura de un niño con cara de ángel se convirtiese en la imitación a una ratita poco presumida pero la mar de mona.

Ya no quedaba nada más por decidir. Acompañarían a Remus en sus lunas llenas desde el momento en que Peter aprendió a destransformarse por sí mismo, hasta el día en que la muerte los separase. Y que tardase muchos años.

oOo

Hacía un frío de cojones, en palabras de Sirius, pero mientras cruzaban los terrenos, escondidos bajo la Capa de Invisibilidad de James, detrás de Remus, bajo el ocaso, una idéntica emoción los recorría a los tres. Empezaba con un picorcillo en la nuca y terminaba por convertirse en un escalofrío que les recorría la espalda y amenazaba con mucha, mucha diversión.

Remus agarró un palo del suelo y, poniéndose de cuclillas para evitar las ramas más bajas del Sauce Boxeador, presionó con él un nudo de la corteza del árbol, que prácticamente al instante se quedó inmóvil. Y entonces, los tres chicos que estaban ocultos bajo la capa, vieron como desaparecía entre las raíces.

-Deberíamos darnos prisa-dijo James, haciendo gala de su paciencia habitual. Si es que ese chico, tan impaciente para unas cosas y tan insistente para otras…

-Vale, Peter… cuélate por entre las raíces, transformado, y aprieta el nudo-propuso Sirius con su total pachorra habitual. A ese chico nada parecía alterarlo. Parecía como si el mundo fuese demasiado poca cosa como para inmutarlo a él. Parecía.

Y el más pequeño de los tres obedeció. Sirius y James vieron como una pequeña ratita aparecía de la nada al salir de debajo de la capa y correteaba por la hierba hacia el árbol. Algunas de las ramas más bajas intentaban aplastarla, pero ella, demostrando algo más allá del valor de Gryffindor de toda la vida, llegó al tronco, y casi como si se estuviese riendo del árbol, presionó el nudo, haciendo que se paralizase.

-¡Genial, Pet! -dijo james entusiasmado, corriendo hacia el árbol. Sirius echó una última mirada a su alrededor y vio que al sol le faltaba muy poco para ponerse, así que echó a andar detrás de James y se coló detrás de él por entre el hueco de las raíces. Peter los esperaba abajo, con la varita encendida y un poco de cara de susto, pero los ojos brillando determinados. Y Sirius sintió un ridículo orgullo hacia el valiente y pequeño Pet.

Ante ellos se extendía un túnel oscuro, que casi parecía no tener final de lo oscuro que estaba. James, con la varita en alto para alumbrar el camino, encabezó la marcha, seguido de Sirius y de un Peter ligeramente asustado.

Cuando llegaron al final, con la cabeza agachada y levemente encorvados, se encontraron en una especie de salita prácticamente a oscuras, y sólo veían lo que las varitas le iluminaban. Algo así como un chico acurrucado, abrazado a sus propias rodillas en la esquina entre el pasamano que llevaba al piso superior y la pared. Un chico cuyos ojos dorados relampaguearon de furia en la penumbra al tiempo que se levantaba.

-¿Qué mierda hacéis aquí? -con toda la poca ceremonia que podía tener un licántropo a pocos minutos de transformarse y que está delante de sus mejores amigos.

-¿No es obvio? Estamos cansados de que Quejicus sea mejor que nosotros, y queremos que nos mates-le espetó Sirius con ese tono burlón que lo acompañaría hasta la tumba.

-¿Os habéis vuelto locos? -Remus parecía haber perdido el dominio de sí mismo-¡Largaos! ¡Ahora!

-No, Remus… lo que Sirius ha intentado decirte es que vamos a hacerte compañía-dijo Peter con un acopio de valor que no sabía que tenía.

-Obviamente… Quejicus no sería mejor que nosotros ni aunque se lavase en años bisiestos-añadió James con su sonrisa gamberra patentada.

Por los labios de Remus se cruzó un atisbo de sonrisa, que de pronto se convirtió en mueca y el chico cayó al suelo, hecho un guiñapo sin vida, antes de que su cuerpo empezase a convulsionarse y él soltase un chillido espeluznante que hizo que Peter retrocediese dos pasos y que Sirius desviase la mirada.

-Chicos… ¡ahora! -masculló James apretando su varita con fuerza e intentando mantener la calma.

Cuando todos estuvieron transformados, vieron como en el lugar donde antes había estado su amigo Remus, había una enorme masa de pelo castaño claro, un tanto temblorosa y que exhibía unos dientes importantes.

Una masa de pelo que se volvió hacia el ciervo negro nada más ver al único herbívoro que andaba cerca, y enseñarle los dientes. Pero un perro negro que no tenía nada que envidiarle al lobo en aspecto amenazador, se interpuso entre ambos, enseñando los dientes.

El lobo miró a los tres animales que tenía delante, fijamente, y tal vez fuesela pose defensiva del perro negro, en lugar de ofensiva, o tal vez, puede que debajo de todo el pelo y toda la maldición, algo parecido a la conciencia de Remus reconociese a sus amigos; porque el lobo se acercó lentamente al perro, agachando las patas delanteras, y arrastrando las traseras, en señal de rendición. Y el perro negro, también conocido como Sirius, le puso una pata en la cabeza al lobo, que rodó sobre un costado y quedó panzarriba en señal de rendición total.

Entonces la pequeña ratita se acercó al lobo y éste le tio un golpecito con el hocico. Lo que nadie sabía era que el licántropo se había sentido sólo durante muchísimo tiempo y en esos momentos en los que tenía a tres animales con los que compartir esas noches tan tristes y llenas de dolor.

Se levantó, a una velocidad que resultaba inhumana y totalmente antinatural, incluso para un lobo normal, y corrió hacia el túnel por el que habían entrado. El perro se apresuró a seguirlo, y consiguió, al principio, mantenerle el ritmo, seguido del ciervo, que tenía una ratita aferrada con toda su pericia a sus cuernos.

Y aquello era ilegal. Pero divertido. Porque el lobo aullaba a la luna, con desesperación, y el perro lo imitaba con cierto movimiento divertido de su cola. Y el ciervo los miraba, junto a la rata, y ambos se preguntaban por qué ellos no eran carnívoros y cánidos también.

Porque si. El lobo era un licántropo, y supuestamente muy peligroso y todo eso; pero no dejaba de ser, en el fondo, Remus. Su Remus de toda la vida. El que quiere parecer modosito e imponer respeto, pero en el fondo no es más que un pedazo de pan con muchas ganas de divertirse.

Y corrieron por el bosque, jugaron a juegos de animales, que los humanos no seríamos nunca capaces de comprender, y cuando ya despuntaba el día, y volvieron a la Casa de los Gritos, que era a donde llevaba el pasadizo que había bajo el Sauce Boxeador, Remus cayó al suelo, medio inconsciente y con forma humana, de forma que sus amigos volvieron a adoptar sus formas habituales.

Miró a sus amigos largamente, con una sonrisa en los labios y el semblante especialmente preocupado. Pero al mismo tiempo con una media sonrisa que mezclaba incredulidad y gratitud.

-Chicos... ¿por qué lo habéis hecho?-preguntó con la voz más ronca de lo que era habitual en él.

Sirius, que se estaba rascando con profusión soltó una carcajada y miró a James con complicidad.

-Creo que tengo pulgas-dijo luego, sentándose en el suelo-verás... Remus... estuvimos pensando, durante bastante tiempo, que no era justo que pasases sólo por esto, así que, ya ves...

-Nos comimos dos años de biblioteca y muchos libros-explicó Peter-y al final, ellos me ayudaron a ser animago, para poder estar contigo en estas noches...

-Pero es ilegal...-objetó Remus.

-Y divertido-atajó James sonriendo.-Remus, no vas a hacernos dar marcha atrás ahora que lo hemos logrado, así que... lobito, más te vale aceptarlo.

-Deberíamos ponernos nombres nuevos -propuso Sirius, con un brillo extraño en sus ojos grises-ahora somos como una especie de delincuentes, sólo que sin el como una especie, y tenemos que tener nombres que molen más que estrella perro.

-Bueno... yo siempre pensé que Remus era un poco lunático-dijo James con una sonrisa, mirando a su amigo licántropo, que estaba lo suficientemente cansado como para ni siquiera levantar la cabeza o el dedo del medio de la mano derecha.

-No me hagas hablar de tu ridícula cornamenta, James... -le soltó luego, con luego con una sonrisa.

-Es mejor mi cornamenta que la colita de gusano que tiene Pet-se defendió el chico de gafas con una sonrisa-en todos los sentidos-añadió luego, con malicia.

Peter le sacó la lengua y se cruzó de brazos.

-Y tú, perrito querido-le dijo James a Sirius-siempre has sido un viciado de los canutos-pero Sirius si tenía suficiente energía todavía como para enseñarle a James su dedo del medio de la mano izquierda.

-Creo que deberíamos tener otro nombre... uno que nos identifique como grupo-dijo Peter entusiasmado. De poco le importaba que James se metiese con él y con su cola de gusano. Al menos su forma animal era versatil.

-Me gusta la idea, rabito-le dijo Sirius.- Debería dar a entender lo que somos. Que estamos al margen de la ley y que merodeamos por las noches.

Remus esbozó una sonrisa, y con uno de esos accesos de inspiración repentina, se sentó y miró a sus amigos.

-¿Merodeadores?

-Me gusta-dijo James con una sonrisa.

Y así fue como se formaron. Tirados en el suelo de la Casa de los Gritos. Sin nada más que hacer que reírse e incurrir en la ilegalidad, como harían tantas veces de allí en adelante.

Y los Merodeadores, Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta estuvieron juntos prácticamente hasta el día en que la muerte los separó.

Pero eso ya es parte de una historia mucho mayor.

~ escrito: fanfic, fandom: harry potter, # periodo: quinesob, grupo: merodeadores, · fuente: tabla, longitud: one-shoot, comunidad: fanfic100_es

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