Parte de su encanto. (Merodeadores) [Harry Potter] (92. Navidad) [BDT, fanfic100_es]

Jan 08, 2009 02:53

Título: Parte de su encanto
Fandom | Personajes: Harry Potter | Merodeadores
Rating | Advertencias: NC13 | Nop.
N/A: Participa en el quinesob  y contesta a un prompt de la BDT de fanfic100_es . Además es el regalo de whatever de avada_kadaver . A quien espero que le guste, a pesar del final, a pesar de estar centrado en Sirius y a pesar de la tardanza xD. (Alimentaaaad a Siiiiiriiiuuus xDDD ahí a la izquierda)
Palabras: 2465

Ser un Merodeador implica adorar los riesgos y desdeñar las normas (casi siempre). Ser un Merodeador implica tener tu propia visión del mundo (que a narices va en contra como lo ve el resto de la humanidad). Ser un Merodeador, y tener diecisiete años, implica que vas a pasar tus últimas Navidades en Hogwarts. Pero no en Hogwarts, sino en la Casa de los Gritos. Santuario de los Merodeadores y guarida de animales. Eso significa romper, aproximadamente unas ciento noventa y siete normas de la escuela, pero, eh, que los Merodeadores desdeñan las reglas. Es parte de su encanto.

oOo

Sirius llegó a la Sala Común como un bólido, casi como un meteorito. Venía de la cama, pero como siempre que Remus lo sacudía del hombro para levantarlo él le decía algo que sonaba demasiado parecido a “nena, cinco minutos más”, el joven licántropo lo dejaba dormir mientras él y Peter repasaban un poquito para los EXTASIS en la Sala Común (que sí, que faltaban seis meses, pero para una vez que Remus había logrado atraer a Peter a su terreno no iba a perder el tiempo) y James le daba los buenos días a Lily (que por fin había, en Halloween, aceptado salir con él y todo), con lengua incluida.

-¡Tíos (James, quita la lengua de la boca de la pelirroja y hazme caso) he tenido…

-¡¿Un sueño?! Como el muggle ese tan molón de los Estados Unidos-aventuró Peter entusiasmado por recordar parte de sus apuntes de Estudios Muggles.

-No-Sirius lo fulminó con sus ojos grises-he tenido una idea…

Lily soltó un resoplido de incredulidad.

-James, cielo, yo me voy a desayunar. No quiero oír los desbarres del chucho-dijo con ese desparpajo innato que ella tenía.

No se llevaba bien con Sirius, se pasaban la vida picándose y dándose donde más dolía, pero en el fondo, los dos se respetaban, porque los dos querían a James más que a nada.

-Ahora que la pelirroja neurótica se fue-Sirius ignoró deliberadamente la mueca de James-os propongo, señores Merodeadores, que pasemos la noche de Navidad en la Casa de los Gritos. Sólo nosotros cuatro (o la histérica esa si se atreve a venir, Cuernos), un poco de Wishky de Fuego, chocolate y rock; ¿qué me decís?-y la sonrisa de Sirius era la de alguien que sabe que se van a estar de acuerdo con él.

Aunque a veces, si no lo quisiese tanto, mataría a James por dudar de él.

-¿Estás seguro de que vas a ser capaz de estar en la misma habitación que Lily sin intentar matarla?-preguntó con esa sonrisa gamberra que lo caracterizaba.

-La pregunta, Cornamenta, es si la histérica está dispuesta a estar en la misma habitación que yo sin intentar matarme-matizó Sirius poniéndose de pie y girándose hacia Remus y Peter.

-¿Y vosotros qué decís?-mirándolos con la cabeza un poco ladeada, como un perro inquisitivo o curioso.

-Por mí vale- Remus cerró el libro de Estudios Muggles y lo metió con cuidado en su mochila antes de levantarse.

Peter asientió entusiasmado, con el libro bajo el brazo y se levantó de un salto. Cuando estaban planeando algo merodeador era cuando más feliz él estaba.

-De puta madre. Ahora tirando al Gran Comedor, que tengo tanta hambre que me comería a Hagrid con barba incluida-y Sirius salió de primero de la Sala Común, con James a la zaga y una enorme sonrisa en el rostro.

Porque eran amigos, y de poco importaba que Sirius llamase histérica a la novia de James, porque en el fondo se respetaban entre ellos (y Sirius hasta respetaba la relación de la neurótica esa con su Cornamenta). De poco importaba que Remus fingiese pasar de todo y pretendiese ser maduro (cuando en el fondo solía ser el de las ideas apoteósicas). Ni siquiera importaba que, a veces, a Peter le entrase el cague por saltarse las normas (cada vez menos, a decir verdad). Porque eran los Merodeadores, y cuenta una leyenda que ellos son amos de su propia voluntad, (y también un poco del destino; pero sólo un poco). Y eso, es parte de su encanto.

oOo

Sirius podría ser algo así como un estratega militar, o al menos podría esforzarse por tener sus apuntes más organizados, aunque no tuviese apuntes; porque a la hora de coordinar a la gente no tenía igual. Porque Remus alcanzaba los razonamientos de forma caótica, tal vez por culpa de su mente de licántropo; y Peter razonaba con lógica aplastante, de esta de uno más uno son dos, y que nadie le llevase la contraria. Y James, James era la desorganización en persona, empezando por su pelo y terminando por su armario, o por sus apuntes, así que, al pobre Canuto le tocó organizarlo todo para su peculiar cena de Navidad.

Subió los pies a la mesa de la Sala Común aquel 24 de diciembre de 1977 y contempló a sus amigos por entre su flequillo negro. Peter hacía crucigramas en una revista de Remus, éste leía Hocico peludo, corazón humano tapado con una manta al lado de la chimenea, y parecía tan absorto que a Sirius casi le daba pena molestarlo. Casi. James estaba con Lily, mirando un álbum de fotos que la pelirroja había llevado a Hogwarts, con fotos de sus padres, su hermana y ella cuando era pequeña. Sirius podría jurar que la hermana de Lily estaba buena, aunque claro, tenía demasiada cara de mala leche para él.

-Chicos… y chica, ¿os importaría hacerme caso?-e imprimió a sus ojos ese brillo de cachorrillo desvalido que hacía que todas las chicas (Evans y McGonagall incluidas) sintiesen el deseo irrefrenable de abrazarlo, y que los chicos (sus amigos, concretamente) supiesen que era momento de “prestarle atención al chucho”.

-¿Qué pulga te ha picado ahora, Sirius?-Lily, la pobre, tan cariñosa con él como siempre.

-Ignórame, Lils, por favor-y se volvió hacia sus amigos.-Remus, tú te haces cargo del chocolate, ya sabes… cada uno a lo suyo. Pet, tú, ya sabes, vas a donde tú sabes por donde tú sabes y traes lo que tú sabes, ¿vale?

El pequeño animago sonrió. Colarse en el pasadizo de la Bruja Tuerta, ir hasta Cabeza de Puerco y comprar un par de botellas de Wishky de Fuego no era taaan complicado. De hecho, le gustaba su encargo.

-Y vosotros…-Sirius miró a Lily y James-bueno, no sé si fiarme del gusto musical de la pelirroja, Cornamenta, pero… os ha tocado buscar la música-y suelta un soplido para apartarse el flequillo de los ojos, y luego sonríe ampliamente.

Y todos (hasta Lily) hacían caso a Sirius. No porque Sirius fuese un mandón sin remedio, o porque ellos no fuesen capaces de organizarse, pero todo el mundo, casi instintivamente, sabía distinguir a un adolescente un poco insolente, con el pelo un poco largo y alma de soldado, de estratega militar.

Sirius esbozó una sonrisa y se levantó del sofá, después de bajar los pies de la mesa.

-Yo me voy, que tengo algo que hacer…-se puso la chupa de cuero, regalo de sus amigos por su último cumpleaños, y salió de la Sala Común.

Porque eran amigos, y de poco importaba que Sirius es dijese que tenían que hacer, porque era lo mejor. Remus no entendía de alcohol, James no entendía de chocolate y Peter no entendía de música. A Lily, a veces, le costaba entenderlos a los cuatro, y sobre todo, a esa especie de confianza ciega, de lealtad más allá de toda lógica que tenían entre ellos. Pero los Merodeadores son difíciles de entender, a veces. Y eso es parte de su encanto.

oOo

A Remus se le hizo bastante raro lo de entrar bajo el Sauce Boxeador sin que fuese luna llena, pero, extrañamente, se sintió tranquilo, en paz. Al llegar a la Casa de los Gritos se encontró con los sofás que había destrozado durante siete años de licantropía perfectamente arreglados y con la chimenea, que nunca había conocido el fuego, encendida y crepitando alegremente, llenando la habitación de una tenue luz anaranjada.

En medio de los sofás había una mesa baja y allí fue donde dejó Remus las bolsas llenas de chocolate y chucherías. Miró a su alrededor y vio que el polvo que normalmente acumulaba el suelo había desaparecido. Vio, entre las sombras, un perchero con la chupa de cuero de Sirius así que dejó allí también su abrigo y su bufanda. Entonces se giró hacia las escaleras que subían al piso de arriba y vio a Sirius, apoyado contra el pasamano, sonriendo, muy pagado de sí mismo.

Se oyó un tintineo de cristal, y casi al instante, Peter entró por el pasadizo, cargado con una bolsa que tintineaba con sonido a cristal, y miró a su alrededor, sorprendido por la limpieza y el orden del lugar.

-Parece mentira, Sirius, que el espíritu navideño te dé por limpiar-y dejó las bolsas con la bebida encima del sofá grande.

-Ya ves, Rabitos, por lo menos a mí me da alguna vez en el año-Sirius bajó el último escalón y con un par de pasos se apoltronó en el sofá pequeño.

Peter arrugó la nariz y se sentó en el sofá grande, poniendo las botellas encima de la mesa, con cuidado. Remus se sentó al lado de Peter y vio como Sirius ponía los pies encima de la mesa.

-Esperemos que Cuernos llegue a tiempo, o que la histérica le deje venir-se subió un poco la camiseta y se rascó la barriga, como un perro pulgoso cualquiera.

Y casi como si los hubiese llamado con un Encantamiento Invocador, se oyeron sus voces en el pasadizo.

-James, por favor, nos vamos a meter en un buen lío-la voz de Lily llegaba por el túnel, debido a los efectos del sonido en la piedra, porque la pelirroja estaba susurrando, y bastante acojonada. Tanto que Sirius tuvo que poner los ojos en blanco.

-Que no, nena. En serio-oyeron susurrar a James.-confía en mí.

-James, coño, que la Casa de los Gritos está…

-Vamos, Lils, no tengas miedo-oyeron la voz de James, esa voz que ellos sabían que iba acompañada de una miradita de cervatillo abandonado en medio de la autopista. Esa que hacía que hasta McGonagall se desarmase completamente-además…-y sus amigos intuyeron la sonrisa gamberra, esa que tenía estilo propio-se supone que eres Gryffindor, ¿no?-tonito desafiante y de repente, tres segundos después, Lily Evans entraba en la Casa de los Gritos, toda ella pelo rojo y una bufanda que le tapaba casi toda la cara.

-Buenas noches-Sirius la miró, burlón-¿Qué pasa, Lily, te rompiste una uña por el camino?

Lily se limitó a fulminarlo con la mirada (lo único que se distinguía de su cara) mientras James entraba detrás de ella, con un tocadiscos levitando a su espalda.

-¿Ves, Lils? Tampoco da tanto miedo-James miró a su alrededor antes de guiñarle un ojo a Sirius-aunque si hubieses venido en un día cualquiera probablemente te habrías acojonado un poco-y se dejó caer al lado de Sirius.

Lily lo fulminó con la mirada antes de dejar una mochila en el suelo y quitarse el abrigo y la bufanda, que colgó en el perchero. Se frotó las manos contra el pantalón vaquero, para hacerlas entrar en calor, y agarró la mochila antes de hacerse un hueco entre Peter y Remus (porque ella y James no eran de ese tipo de novios que necesitaban estar pegados a todas horas).

-Espero que hayáis traído algo bueno-Sirius colocó el tocadiscos encima de la mesa.

Lily sonrió, con esa sonrisa que James adoraba, esa que hacía que su piel pareciese translúcida a la luz del fuego y sacó un disco que le pasó a Sirius.

-Es Let There Be Rock, lo último de AC/DC-esbozó una sonrisa al ver que Sirius no tenía ni idea de quienes eran.

-Bueno, es lógico que no los conozcas, porque no son como Los Beatles o Los Rolling, que son de casa. Son un grupo muggle australiano. Pero a mí me gustan.

Sirius la miró fijamente antes de lanzarle un hechizo de energía al tocadiscos y ponerle el disco.

-Rabitos, haz los honores-y Peter abrió la primera botella de Wishky de Fuego.

Bebió un trago y se la pasó a Lily, que la miró con cierta desconfianza antes de dar un traguito pequeño y componer una mueca alegando que ella prefería el wishky muggle de toda la vida, luego se la pasó a Remus, que dio un largo trago sin apenas inmutarse (la resistencia de los licántropos, ya se sabe), y luego se la pasó a James, que bebió otro trago largo, y por último Sirius, que bebió otro trago, casi tan largo como el de Remus y compuso una especie de mueca.

-Pues la música no está mal-miró a Lily, que alzó una ceja y contuvo a duras penas una sonrisita de suficiencia-Pelirroja, voy a tener que darte un voto de confianza a partir de ahora. Al fin y al cabo, seré el padrino de tu primer hijo-y sacudió la cabeza para apartarse el pelo de delante de los ojos.

-¿Quién te ha dicho que lo serás?-y sus ojos verdes miraron a James, que le dedicó esa sonrisa de niño bueno que enamoraría hasta a McGonagall.-Bueno… vale, puede que en el fondo, un poquito, si que lo seas-añadió.

Sirius le dedicó una mueca, parecida a la que un perro pondría cuando quiere jugar, y ella sacó la lengua, luego se quedaron serios y se hizo el silencio.

No uno de esos silencios incómodos en los que nadie sabe que decir, sino un silencio cargado de complicidad, de tragos de Wishky de Fuego y pedazos de chocolate mezclado (idea de Sirius, totalmente).

Hasta que Remus suspiró.

-¿Os dais cuenta de que esta es nuestra última Navidad en Hogwarts?-miró a sus amigos y a Lily, que tenía las mejillas rojas por culpa del wishky.

Sirius fijó los ojos en el fuego, y Peter sintió un repentino deseo de mirarse las uñas, mientras que Lily y James se miraron el uno al otro, con un tipo de comprensión que sólo se tiene con esa persona especial que tiene la llave del alma. Remus respiró profundamente y bebió otro trago de Wishky de Fuego.

Porque sabían que aquella era su última Navidad antes de irse de Hogwarts. Antes de ir a la guerra. Una guerra en la que tenían claro que iban a luchar. Y de la que, tal vez, no todos saldrían con vida. Y les daba igual. Porque ser un Merodeador implicaba muchas cosas. Entre ellas, luchar hasta la muerte. Y eso, claro está, es parte de su encanto.

~ escrito: fanfic, # periodo: quinesob, grupo: merodeadores, longitud: one-shoot, comunidad: fanfic100_es, [regalitos, fandom: harry potter, · fuente: tabla, personaje: lily evans

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