La última vez (Sirius/Lily) [Harry Potter] (23. Culpa) [30vicios]

Dec 26, 2008 12:11

Título: La última vez
Fandom | Personajes: Harry Potter | Sirius/Lily
Rating | Advertencias: NC-17, creo | Lime.
N/A: Regalito navideño para trivialidades , a.k.a. breendawarhol . Soy plenamente consciente de que lo que está en cursiva es plenamente prescindible, más que nada porque el fic podría sobrevivir sin ello, pero en este shoot quise mostrar el principio de todo. Además, sirve de time loop, porque transcurre un día entero en el presente mientras nosotros leemos el pasado. Espero no haberlo liado mucho. Por otra parte, este fic contesta a una tabla de 30vicios . Y, por favor, alimentad a Sirius, que está ahí a la izquierda.
Palabras: 3888


Sirius siempre se ha caracterizado por ser un espíritu libre. Incluso antes de haber abandonado Grimmauld Place ya tenía la libertad por bandera y vivir la vida como máxima. No hay para él nada más importante que James, Remus y Peter. Sus amigos son parte de él, tanto como su chupa de cuero o su varita. Son él en esencia y en espíritu. Y la lealtad es, después de la libertad, o por encima de ella, lo más importante para él.

Lily siempre se ha caracterizado por ser una persona responsable. Incluso después de haberle dicho a James que sí, sigue teniendo las normas como precepto y cumplirlas como máxima. No hay para ella, sin embargo, nada más importante que James. Es parte de ella, tan clavada en lo más hondo que no sabe, realmente, cuando llegó ahí. Ella es él desde el momento en que aceptó que lo quería más que a su propia vida. Y él es ella desde que en Primer Año la vio en el tren. Y el amor que se profesan es, por encima de toda norma y toda lógica, lo más bonito e importante que Lily ha tenido nunca en la vida.

Sirius es como un meteorito. Brillante. Intenso. Inolvidable. Llega como un bólido y lo destruye todo a su paso, dejando una marca imborrable en el alma de la gente que está cerca.

Lily es como un soplo de aire. Tenue. Dulce. Necesaria. Llega poco a poco y al final es tan necesaria que no se nota que está ahí, creando una necesidad imborrable en el alma de la gente que está cerca.

Sirius y Lily son muy diferentes. Tan diferentes que, de hecho, sólo tienen una cosa en común. Que quieren a James por encima de cualquier cosa en el mundo. Incluso de ellos mismos. O bueno, puede que tengan dos cosas en común…

Él intenta no pensar en ello, pero ella no es capaz de cargar con la culpa, y sin embargo, no saben evitarlo. No han aprendido a frenarse a la llamada de lo prohibido. Y cuando están solos, los valores desaparecen, lealtad y fidelidad pierden significado y significante. Porque el cuerpo actúa por caminos ajenos a la mente, y en esos momentos se desconectan uno de otro. O al menos lo intentan. Porque llega un momento, cuando los dedos hirviendo casi derriten la piel blanca, llega un momento en que la realidad los golpea a ambos con fuerza, con todas sus fuerzas, y se sueltan como si se quemasen, como si el pecado que comenten se hiciese físico, o como si su propia culpa, la de ambos, se materializase para ahogarlos.

Es en esos momentos cuando se separan, con las respiraciones agitadas y las manos temblorosas. Cuando sus miradas se rehuyen y sus corazones laten, en contrapunto, desbocados.

Intentan actuar como si no pasase nada, intentan no mirarse directamente cuando James está cerca, porque de lo contrario la culpabilidad se transparentaría en sus pieles, y alguien podría enterarse. James podría enterarse.

Y ellos, los dos, preferirían estar muertos antes que hacerle ese daño.

oOo

En el Gran Comedor siempre hay un ruido incesante. La rutina del día a día en Hogwarts se hace patente entre esas cuatro paredes. Los primeros en llegar, casi siempre, son los de Hufflepuff, haciendo gala de una puntualidad y una abnegación innatas; los siguientes son los re Ravenclaw, que cronometran, por norma, el tiempo que les llevará desayunar, para ver si les puede dar tiempo a repasar un poco antes de clase, y generalmente se las arreglan para que sea así. Luego llegan los de Slytherin, sin importarles que sea tarde o temprano, porque ellos están por encima de algo tan nimio como los horarios. Y los últimos en llegar son los Gryffindor, y ente ellos, los Merodeadores, ya que, como dice James, “no hay nada como una buena carrera antes de llegar a clase para prestar más atención”.

A la hora de desayunar, James habla con Sirius, sobre Quidditch, concretamente sobre la nueva estrategia que pondrán en marcha para el próximo partido contra Slytherin. Sirius le presta atención, sonríe y le ríe los chistes a Peter, comenta las noticias con Remus e intenta no mirar a Lily, por todos los medios, mientras en su interior, algo llamado lealtad se retuerce en agonía, sin dejarse translucir en su semblante.

Lily, mientras tanto, tiene la mirada fija en su libro de Pociones. No quiere mirar a Sirius, y en los últimos tiempos no se siente con derecho a mirar a James a la cara. Porque sabe que le está haciendo daño, lo está engañando, haciéndole pensar que es la buena chica que él cree que es, cuando en realidad, para sí misma, no es más que una zorra que engaña a su novio con su mejor amigo. Y se siente peor que nada.

- Lily, Sirius… ¿os encontráis bien? -pregunta James con una media sonrisa traviesa bailándole en el rostro.

La chica abre mucho los ojos y mira a su novio fijamente, mientras siente como la sangre se le escapa de la cara y se queda completamente pálida. Sirius la mira durante una breve décima de segundo, y luego mira a James, ese que es más que un hermano, intentando que no se transparente ni una gota de la culpa que siente en ese momento.

-¿A que viene eso, cuernos? -pregunta con toda la naturalidad que le sale en el momento.

- Viene a que estáis más raros que Quejicus vestido de rosa…-dice el chico de gafas, al tiempo que se revuelve el pelo, confuso.

Sirius y Lily intercambian una mirada preocupada, que no dura más de medio segundo, y luego la pelirroja se vuelve hacia su novio con una media sonrisa en los labios.

-James… a mí no me pasa nada… a lo mejor es… Sirius-cuesta pronunciar su nombre-el que está raro… porque yo no-miente con tanta naturalidad que casi se lo cree ella misma.

- Ya, pelirroja, supongo-dice James con voz dubitativa antes de acariciarle una mejilla a su novia con suavidad. Ella se estremece. Se estremece de culpa, y siente ganas de llorar, porque nunca antes se ha sentido tan mal en su vida.

Remus es un licántropo, y su intuición va más allá de la meramente humana y normal. Él sabe. Él lee entre líneas. Él entiende una historia de culpa y engaños, entiende lágrimas contenidas y miradas que se rehuyen. Remus es un buen amigo, y quiere mucho a Lily y a Sirius, pero le duele más que nada lo que le hacen a James. Pero es un licántropo. Él más que nadie entiende lo que significa el pecado de la carne. Y aunque no entiende de traiciones, y le duele, no puede evitar ayudar, al ver a Lily al borde de un llanto de culpa.

-¿No deberíamos irnos a clase? -pregunta, componiendo su voz más responsable al tiempo que le dedica una mirada severa a Sirius, que el chico rehuye con una naturalidad impávida que parece innata en él, como si acostumbrase a vivir con la culpa. Cosa que hace. Ser un Black es sentir culpa. Por no ser como los demás. Un poco más de culpa en su haber no logrará matarlo.

-Supongo que sí…-dice Lily con un hilo de voz, al tiempo que le dedica a Remus una mirada agradecida antes de levantarse y abrazar su libro de Pociones contra el pecho.

Sirius se levanta, y James también. Y mientras James se acerca a Lily y le rodea la cintura con un brazo, Sirius pasa por su lado, tan cerca que la piel de la pelirroja se pone de gallina, y alza el rostro para mirarlo a los ojos, pero no lo consigue, porque el flequillo de Sirius le cae sobre los ojos, y bajo el semblante impasible, completamente indiferente, ella puede ver la culpa latiendo en sus venas, al igual que en las suyas.

Mientras caminan por el pasillo, Peter mirando a Sirius de soslayo, Lily respira profundamente, con el brazo de James cercándola con algo parecido a un cariño que ella no cree merecer.

-Sirius… os vais a acabar destruyendo…-susurra Peter con un hilo de voz, tan, tan bajo que sólo Sirius puede oírlo.

El moreno mira a su amigo y sonríe. Peter, el que parece que siempre va en las nubes a todas partes, el que parece que no se entera de nada, es el más despierto de todos ellos. El más observador. Y Sirius entiende que está preocupado por él. Y por Lily. Pero sobre todo por James. Como él mismo.

Respira profundamente. Está haciendo daño a James, y se odia por ello. Y prefiere mil veces morir por dentro al no sentir el tacto de la piel de Lily contra sus manos antes que partir el corazón de James si llega a enterarse. Tiene que poner fin a la demencia que lo lleva atormentando desde que empezaron a salir juntos. Tiene que decirle adiós a los gemidos de Lily contra su cuello. Y va a hacerlo.

Cuando entran en la clase, él se las arregla para acercarse a Lily, tanto que el impulso de rodearle la cintura con un brazo y besarle el pelo se hace insoportable, pero se limita a rozar los dedos de su mano izquierda con su derecha y girarse para pasar a su lado susurrando un “ya sabes dónde, ya sabes cuándo” y sentarse en la tercera fila, al lado de Remus, mientras ella se sienta en la segunda, al lado de James, y agacha la cabeza, haciendo que su pelo rojo caiga como una cortina, ocultándola de todo el mundo.

Lily intenta no pensar, incluso intenta no respirar. No se atreve a mirar a James a la cara, porque sabe que terminará echándose a llorar si lo hace. Y sin embargo, un par de segundos atrás, cuando Sirius le ha rozado los dedos, ha sentido como si todo su cuerpo fuese recorrido por electricidad estática. Y todavía le late el corazón con fuerza, como si fuese a saltársele del pecho.

A veces se pregunta cómo puede estar en esa situación. Cómo puede querer a James con toda su alma -porque lo quiere con toda su alma- y al mismo tiempo necesitar a Sirius -a las manos de Sirius y sus besos, concretamente- como si fuese agua en el desierto. ¿Cómo puede una persona tener divididos cuerpo y alma de esa forma en que parece entidades separadas? Suspira, sin ser capaz de concentrarse en Pociones. No es capaz de concentrarse en nada desde que ella y Sirius han empezado esa carrera hacia la autodestrucción.

Llovía.

La tarde gris había transcurrido en la Sala Común, con Lily leyendo un libro sobre Runas Antiguas, con las piernas apoyadas sobre el regazo de James, mientras el chico jugaba con Sirius al ajedrez mágico. Remus leía Historia de Hogwarts y Peter terminaba una redacción sobre animagos para Transformaciones.

Alrededor de las ocho y media de la tarde, Lily sacó las piernas de encima de las de James y se puso de pie, alisándose la falda en el proceso.

-Remus… deberíamos ir yéndonos a hacer al ronda, que después hará mucho más frío-dijo con una leve sonrisa, al tiempo que James tomaba una de sus manos entre las suyas, enormes, y se la besaba con cariño, antes de dedicarle una tierna sonrisa a Lily.

Ella se agachó y depositó un beso en su frente, al tiempo que le revolvía el pelo. Luego se volvió hacia Remus que esbozó una media sonrisa y cerró el libro con suavidad, casi temiendo romperlo, y lo depositó en el sofá al levantarse.

-Cuida de ella, Lunático-dijo James con una sonrisa.

-Tranquilo, Cornamenta, que la niña se sabe cuidar sola-dijo Sirius, mirando burlón a la novia de su casi hermano.

Lily le sacó la lengua al tiempo que se agarraba al brazo de Remus.

-Vamos, Remus, que fijo que en la galería del Sexto Piso nos congelamos-dijo la pelirroja acercándose al hueco del retrato.

-Esperadme, que tengo una cita-dijo Sirius levantándose del sillón en que estaba sentado.

-¿Ah, si, Black? -preguntó Lily ya desde la puerta-¿A quien tienes que romperle el corazón esta tarde?-añadió traviesa.

En realidad no se llevaban mal, pero los dos se picaban constantemente por ver a quién le hacía más caso James, y se vacilaban constantemente, como haría cualquier tío con la novia de su mejor amigo. Y se pasaban la vida picándose, y llevándose mal a rabiar, pero al mismo tiempo, sabiendo ambos que lo que realmente les importaba era el bienestar de James.

Una vez fuera, caminaron los tres hacia las escaleras, Lily todavía enganchada al brazo de Remus, que siempre había sido su mejor amigo.

-En serio, Sirius, ¿con quién has quedado? -preguntó ella con una sonrisa encantadora.

-Lils, que seas una sabelotodo no te da derecho a ser una cotilla-le soltó él, con toda su chulería propia de un Black.

Ella le sacó la lengua y se acercó para darle una colleja. Él le clavó los dedos en las costillas, haciendo que Lily se quedase sin aliento, a tiempo que soltaba una risita.

-En fin… Evans, que me largo-dijo entonces el chico-Lunático, cuida de ella, ya sabes… si le pasa algo a Lily, tu soltadito será la merienda del calamar gigante.

Remus sacudió la cabeza, cansado de los juegos infantiles de esos dos, pero no pudo evitar una sonrisa ladeada con un tinte gamberro propio de todo Merodeador.

-Vamos Lils-dijo con suavidad, agarrando a su amiga de la mano.

Sirius esbozó una sonrisa traviesa y se fue por la parte opuesta del castillo. Intentaba no pensar en lo que estaba a punto de hacer. Porque Marianne le gustaba, o algo así… pero no era divertida, no hacía que el corazón se le acelerase… era de Ravenclaw, y ésas siempre han sido un poco sositas.

Se la encontró sentada en la repisa de una columna, cerca de las escaleras del Quinto Piso. La verdad es que era bastante guapa, tenía el pelo castaño y rizado, y los ojos grandes y azules. Pero era demasiado buena chica para él. Demasiado suave. Y le jodía bastante hacerle daño, porque a él no le gustaba hacer daño a la gente, pero… a veces es inevitable.

Ella esbozó una sonrisa cuando lo vio llegar, y él se sentó a su lado antes de darle un beso suave en la mejilla.

-Marianne…-susurró con la voz repentinamente ronca-tenemos que… que hablar…

Porque no era sólo un polvo, porque llevaba más de dos meses tonteando con ella por los pasillos, besándola antes de clase y a veces, sólo cuando su responsabilidad de Ravenclaw se lo permitía, follando en algún pasillo oscuro. Y Sirius se lo había pasado genial, lo cual era normal, ya que de lo contrario la habría dejado antes. Pero Marianne era la relación más larga que había tenido nunca con una chica.

-No es necesario, Sirius…-dijo entonces ella, con dulzura, acariciándole la mejilla y mirándolo con intensidad, como si quisiese grabarse sus rasgos de memoria-…de verdad. Prefiero irme y asumirlo poco a poco antes que oírtelo decir…

Pero Sirius necesitaba que lo entendiese. No quería hacerle daño.

-Marianne… en serio, eres preciosa, y me lo he pasado genial contigo, de verdad… pero… no quiero hacerte daño… ¿lo entiendes, verdad? No es por otra chica ni nada…

Ella asintió

-Lo sé, Sirius…-musitó con voz suave.-Pero será mejor que me vaya, ¿no?

-Supongo…-reconoció él, dubitativo.

Ella le acarició la mejilla, despacio, por última vez, y se levantó para irse. Sirius la miró hasta que desapareció por el pasillo, con el corazón palpitando acelerado y todavía sin poder creérselo del todo. Pero tal vez el hecho de que Marianne lo hubiese aceptado todo así, sin pestañear, como si fuese inevitable, le hizo más daño que si realmente se hubiese echado a llorar. O tal vez no, porque justo cuando dio la vuelta a la esquina a Sirius, que tenía mejor oído por eso de ser un animago y tal, le llegó el sonido de un sollozo. Y el hecho que Marianne se hubiese querido mostrar fuerte le hizo sentir miserable.

Escondió la cabeza entre las manos y suspiró. No entendía que había en él, parte de su esencia de Black, que sólo lograba hacer daño a la gente que tenía cerca. Y mientras se debatía entre ir detrás de Marianne para abrazarla hasta que dejase de llorar o perderse por cualquier pasillo, buscar un pasadizo a Hogsmeade y emborracharse, alguien se sentó a su lado.

Él alzó la mirada y vio unos ojos verdes como esmeraldas, mirándolo fijamente. La expresión de Lily era inescrutable, casi imposible de interpretar. No sabía si era pena, enfado o diversión.

-¿Te vienes a la Sala Común?-preguntó ella con suavidad.

-¿Dónde está Lunático?-preguntó él a su vez.

-Siempre nos separamos en el Cuarto Piso, para terminar antes-explicó ella con una leve sonrisa-¿Te vienes?-añadió luego, poniéndose de pie.

Sirius no contestó, pero se levantó y se echó a andar a su lado. Se le hacía raro ir con Lily sin James o Remus. Porque aunque no se llevasen mal, tampoco habían sido nunca exactamente amigos.

-¿Estás bien?-preguntó ella, al cabo de un rato de silencio.

-Si. ¿Por?-y Sirius sonó más a la defensiva de lo que pretendía. Pero es que no le gustaba un pelo que nadie intentase meterse en sus confusos sentimientos.

-Porque Marianne Lions estaba llorando-soltó Lily mirándolo con dureza.

-Eso no es asunto tuyo-espetó Sirius con dureza.

-Si es asunto mío-replicó ella, parándose en seco y encarándolo.

Sirius la vio, mucho más pequeña que él, y rezumando tanta, tanta, tantísima furia por cara peca que creyó que nunca había visto a una chica tan… así como ella en la vida.

-¿Ah, si?-y teniendo a Lily Evans cabreada, todavía se permitió el lujo de emplear el tono burlón.

-Si. Porque cuando haces daño a una chica te machacas, si te machacas te acabarás hundiendo, y si te hundes, James se hunde contigo. Y no quiero que le pase nada malo, ni que sufra porque tú sufres-le espetó furiosa.

-No te equivoques, Evans… porque yo nunca le haría daño a James-gruñó como un perro, acorralando a esa pelirroja sabelotodo contra la pared del pasillo. Si no fuese una tía… si no fuese una tía…

-Más te vale, Black-masculló ella, poniéndose de puntillas y encarándolo. Demostrándole que ella es demasiado Gryffindor como para tener miedo de un Black, aunque sea ese Black.

Y de repente pasó. Nunca supieron si lo empezó ella o lo empezó él. O si empezaron los dos al mismo tiempo. Porque fue como si tuviesen pensado matarse pero por el camino cambiasen de opinión, y empezaron a besarse. Besarse como si se fuese a terminar el mundo. Con mucha rabia y mucha saliva.

Así fue cómo empezó todo…

… y se tenía que acabar.

Sirius levanta la cabeza del pergamino sobre el que está escribiendo una redacción para Defensa Contra las Artes Oscuras. Es ya de noche, y hay tormenta.

Sirius está tumbado bocabajo en la cama, pero cierra el rollo de pergamino, después de pasarle un hechizo secante para la tinta. Se levanta con cuidado, para no hacer ruido y que los muelles del colchón no chirríen demasiado, y sale de la habitación con todo el sigilo del que es capaz, intentando no despertar a ninguno de sus tres amigos.

El trayecto hasta la Biblioteca se le hace corto, y se encuentra a Lily sentada encima de una mesa, al lado de la ventana. Y nada más llegar junto a ella, le rodea la cintura con los brazos. Rozar su piel es como tener agua en el desierto. Y no puede evitar besarla, despacio.

Pero ambos, sin decirse nada, saben que es la última vez. Ambos son seres humanos, o al menos Lily, porque Sirius a veces pierde conciencia de ello, y saben hasta donde pueden llegar. Y saben, los dos, que se acabó. No pueden seguir con eso. Y lo saben.

Por eso el primer beso, que es suave y sabe a despedida, se vuelve salvaje. Mucha saliva y poca lengua. Las manos de Sirius se meten, por inercia, debajo de la falda de Lily y aferra su muslo lleno de pecas con fuerza. Sus labios bajan por su garganta y roza despacio la clavícula pecosa de la chica, mientras las manos de ella se precipitan con su corbata y los botones de su camisa.

Retumba un trueno.

Las manos de Sirius se precipitan hacia la ropa interior de Lily y ella ahoga un gemido contra su hombro, fruto de una camisa a medio desvestir. Y cierra los ojos y el grifo de pensamientos que quiere correr libre por su mente. Sólo existe Sirius, en ese momento. Sirius y sus dedos.

Porque hace tiempo que ha asumido que enrollarse con Sirius Black es como saltar a una piscina con los ojos vendados, nunca sabrás si habrá mucha o poco agua, pero al final terminas saltando. Pues con Sirius es lo mismo. No sabes exactamente lo que está sintiendo, pero hace que tú sientas. Porque besa con lengua. Muerde con los labios y te clava los dedos en los muslos cuando le muerdes el lóbulo de la oreja.

Porque Sirius es experto en delinear pecas con la lengua, en rozar el pelo rojo de Lily con la nariz mientras ella jadea contra su mejilla. Porque con él todo es cálido y líquido. Pegajoso y húmedo. Y Lily se siente desfallecer. Siente como si saliese despedida y la encadenasen al mismo tiempo.

Y en ese momento sus lenguas se enlazan y Sirius abraza la cintura de la chica como si fuese una tabla para un náufrago en medio de una tormenta en el mar. Porque siempre ha tenido que mantener el control para no hacer con Lily cosas que James no ha hecho. Porque ella es de él, y él simplemente lame despacio y con ternura -innata en él, aunque no lo parezca- las sobras de su mejor amigo, como un perro callejero cualquiera.

Porque cuando Lily se separa de él, casi desfallecida en sus brazos, él la abraza con fuerza. Con todas sus fuerzas, y ella se aferra a sus hombros como si se le fuese la vida en ello. Porque ella también sabe que es un final.

Y por eso se baja de la mesa con cuidado, intentando no rozarse con Sirius y sale de la biblioteca en silencio.

Sirius suspira y mira como se va. Luego respira hondo y asume que ya no es suya, en ningún aspecto. Y se siente, contra todo pronóstico, bien. Porque ha dejado de hacerle daño a su amigo. Y la culpa se evapora.

Lily se mete en la cama de James y lo abraza. Sabe que al día siguiente al despertarse tendrá que ver a Sirius. Pero ha renunciado. Y mientras siente como la culpa se vuelve volátil, hasta desaparecer, se acurruca contra el que siempre ha sido el amor de su vida y suspira.

Pero, aunque intenten negarlo, olvidar lo que ha ocurrido, el nombre de Sirius siempre va a estar grabado en la piel de Lily, como a fuego.

E viceversa.

[regalitos, ~ escrito: fanfic, fandom: harry potter, · fuente: tabla, pairing: lily/sirius, longitud: one-shoot, comunidad: 30vicios

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