Tema: #10 Alternativo
Autor:
jadekin Personaje: Zia Callahan
Rating: G
Advertencias: Ninguna... Creo
Notas de autor: Una amiga me pidió especificamente de regalo de navidad que escribiera algo alternativo sobre la vida de Zia... Como estoy re pegada con su futuro, fue lo que elegí xD
‘Cuando uno tiene dinero, trabajar es accesorio y no una obligación’. Zia oía mucho esa frase en los círculos más altos del ministerio en donde su vida transcurría entre reuniones sociales y laborales. La pelirroja, con casi treinta y cuatro años encima, había aprendido por fin a disimular y mentir con tanta facilidad que la molestia que le producía esa clase de comentarios no se vislumbraba en su rostro; sonreía, tan sólo, con gesto educado y ganas de desaparecer. No obstante, era su obligación, una parte de su trabajo, cómo lo era coordinar todo la Sección de Enfermos por Pociones y Venenos de San Mungo, de donde era Jefa de área desde hacía poco menos de dos años.
Escuchó esa frase por lo menos cuatro o cinco veces, entendiendo que se trataba de una moda peligrosa, que jugaba con aquella arma llamada poder y que más de uno se encontraba completamente borracho de ella. Zia, allí, no sólo disimulaba sino que aparentaba como muchas veces lo hizo en su casa de joven. Era fácil, por lo menos por unos momentos, hasta que soportar a todas aquellas personas no justificaba la búsqueda de un aumento de fondos de investigación que buscaba conseguir. Por eso, antes de que sirvieran el postre, se puso de pié, pidió su abrigo y desapareció sin ser percibida por el resto ante la escandalosa entrada de la esposa del ministro. Fue mejor así.
‘Cuando uno tiene dinero, trabajar es accesorio y no una obligación’. Para ella siempre era una obligación, aún a esa hora de la noche. Todavía lucía el vestido negro y brillante, incluso un tanto provocativo, que utilizó en la fiesta; no se había retirado el peinado o el maquillaje, tan sólo los zapatos que cayeron en alguna parte de la entrada de la habitación. El trabajo, como jefa que era, jamás terminaba y el escritorio en donde estaba sentada podía corroborarlo más de una vez. ¿Cuantas veces fue encontrada recostada sobre sus papeles o, peor aún, trabajando sin darse cuenta que ya despuntaba el alba? Sin embargo, esta vez se iría a dormir temprano… Claro, una vez que terminara de corregir el proyecto de Ley que enviaría al Ministro, revisar el inventario de Pociones, dar el informe de las nuevas investigaciones sobre Venenos del África, terminar de leer el diagnóstico de aquel auror que aún permanecía en los cuidados más delicados de su área antes de que el Jefe de Aurores terminara asesinándola en su propia oficina. Y aún quedaba releer las cartas que le había enviado esa autoridad durante el fin de semana.
Sería una noche larga pero, por un momento, prefirió darse un ligero descanso.
Deslizando su mano por uno de los cajones, retiró del mismo una cajetilla de cigarrillos y un encendedor muggle antes de caminar a paso tranquilo hacia la ventana. Al exterior, mostraba el gran jardín interior de la Mansión Callahan; más allá de los árboles, una casa más pequeña en donde vivían los empleados del lugar. Arriba, la noche con tantas estrellas brillantes que, por un momento, Zia creyó estar en otro lugar; hacía tiempo que no las veía así de claras y cercanas. ¿O sería que hacía tiempo que directamente no se fijaba en ellas?
Una primera bocanada de humo y los primeros recuerdos de la noche, tal como sucedía cada vez que se apoyaba en aquel lugar. Viró la cabeza a un lado y, por un momento, esperó ver a Charles inclinado de la misma forma, con un cigarrillo en la mano, sonriéndole como si se tratara de un niño pequeño que espera la buenaventura de su madre. Sabía que era una ilusión maquiavélica de su mente pero, de todas maneras sonrió a esa imagen antes de que desapareciera. No visitaba su tumba hacía más de seis meses y él ya parecía extrañar su presencia allí.
-“Devon…”.
Su nombre salió como un suspiro de aliento, con una sonrisa, tal cual le prometió en su lecho de muerte hacía seis años, siete meses y 21 días. Contaba cada momento exacto porque en el instante que el sanador salió de la habitación de su esposo y no hubo el sonido de una risa en el lugar, supo que había muerto. Durante todo el mes posterior a aquel ataque de subversivos de Magia Oscura en donde cayó muy mal herido y directamente a la habitación de la que jamás salió, Devon siempre la recibió con un gesto alegre al igual que a Leekin. Todos ya sabían cuál sería el desenlace de la historia más aún cuando el terrible veneno del puñal que lo atacó fue detectado, pero nunca se mencionó. Él no lo permitió y, tanto tiempo después, Zia seguía recordando cómo fue el último beso, la caricia y su adiós.
Sus cuatro años de matrimonio, dos años previos de conocerse y noviazgo, fueron demasiado intensos y felices como para marchitarlos en ese momento cuando jamás él produjo la mitad de una lágrima en su rostro. Recordaba las miradas de reproche de todos los presentes cuando la viuda, vestida de blanco junto con su hija, no mostraba más que una sonrisa a todos los presentes. Era su forma de despedirse, propia, única, como él mismo.
Extrañaba a ese hombre que corría junto a ella, que le había dado vida a su propia vida una vez que estuvo sola. Empezó siendo el amigo, el amante, el novio, su esposo para terminar, lejos ya, nuevamente como el amigo a que Zia reconocía como único pero que había dejado de amar. Seis años largos le costó dejar de añorar su cariño y presencia para sólo conservar un buen recuerdo… como los recuerdos de Luke.
Colocarlos en la misma línea le sabía a engaño, a mentira, a desazón y al más impuro de los pecados existentes. Los dos hombres de su vida, inigualables a su manera, en periodos tan distintos que se alegraba que no hubiesen coincidido nunca: el amor que profesó por cada uno de ellos era de tal magnitud que, decidirse, la hubiese llevado a la locura. Hombres tan diferentes… La ceniza del cigarrillo quedó a un lado y Zia recordó, como muchas veces la llevaba su pensamiento, Hogwarts y las noches en las cuales Luke y ella dormían juntos en su habitación, a pesar de que ese compañero de él, cuyo nombre no recordaba, bufaba cada vez que se encontraba con una escena poco agradable. Siempre se preguntaba el qué hubiera pasado si es que Charles hubiera coincidido con ella en el colegio, si sus edades hubiesen sido las mismas y estuvieran en el mismo curso. O si Luke hubiese recapacitado al momento en que ella fue a buscarlo al teatro, la última vez que le vio, a decirle que estaba embarazada.
Se preguntaba tantas cosas… pero jamás renegaba de los pasos dados. No tendría a Leekin y sería lo que era ahora de haber cambiado algo. Estaba todo bien así, aunque su única compañía fuese el trabajo y aquella jovencita. Jovencita que, justamente, había usurpado su cama y, después de removerse entre las sábanas, comenzaba a levantarse ligeramente de las mismas.
-“Mamá, ¿vendrás rápido a dormir?”.
-“Termino esto, algunos que otros trabajos y prometo ir a la cama”.
Leekin pareció contentarse con eso, volviendo otra vez a recostarse. La habitación se llenó del tranquilo sonido de su respiración, mientras Zia veía al su motivo de vida volver a dormir con calma. Merecía eso, el cielo y muchísimo más.
Apagó el cigarrillo contra una de las paredes de la ventana y creó una nueva mancha en ella, una de tantas que junto a Charles había impreso en la piedra. Sonrió al recordar cómo él solía indicar a todas y cada una de las empleadas de la mansión que jamás intentaran sacar las marcas de la ventana. ‘Cada una es un recuerdo’. Zia no recordaba como habían sido creadas muchas de ellas pero, de todas maneras, cuando las veía comenzaba a dibujar historias entre ellos e intentar asociarlas con alguna de las marcas en una de esas intensas charlas que tenía con su esposo antes de ir a dormir. Tiró la colilla hacia el jardín antes de cerrar la ventana y caminar nuevamente al escritorio. Allí, habían aparecido dos documentos más del Jefe de Aurores quién parecía no creer que una mujer como ella supiera cual era el significado de la palabra descanso.
Una vez más incumpliría su palabra. Faltarían más que cinco minutos para dormir con Lee.