Tema: 5# (libre)Mar
Autor:
lia-kon-neiaPersonaje: William Odergand, cía
Rating: PG
Tabla:
Segunda tabla Notas de autor: Vacaciones de verano, para este grupo. Richard y Joanna acaban de salir de Hogwarts, William saliendo de quinto, Loren de cuarto, Gabrielle de tercero y Yaotzin de segundo XP. Fic muy sencillo de escribir, la verdad. Agradecimientos a
usi-ghost por la ayuda y por el crack ^^
Ella es la de la idea. Una idea que hubiese caído en el olvido si no hubiese sido que fue dicha en el lugar y momento menos apropiado, ahí, en el vagón del tren de regreso a casa y frente a todo el mundo. Lo que se resumía en Richard Eysenck, Joanna Kyosam, Loren Makepeace y Gabrielle Kamaishi. Y él y la loca. Yaotzin lo dijo, divertida, entusiasmada y al final él no ha podido sacarles a los cinco la idea de la cabeza.
- No es buena idea… - Musita repetidas veces, mientras pasa la hoja del libro que va leyendo y ya lo conoce de memoria pero trata de parecer indiferente al asunto.
- Oh, por favor, piénsalo. El sol, la arena, el mar… - Yaotzin insiste e insiste, pegada a su brazo como una lapa y halando, cual nenita inquieta y tiene cierta justificación porque aún es una enana.
- Las medusas, los peces, las quemaduras. - Interrumpe, completando y casi puede sonreír cuando observa de soslayo a la chiquilla que ha inflado las mejillas y suelta un suspiro de hastío.
- Eres un pesimista. - Es Loren la que habla y es como una punzada el tono en que lo dice y William se limita a ignorarla.
- No hay medusas en esta época, Odergand. Y para las quemaduras existe el bloqueador solar. - Joanna informa, acomodándose unos cuantos mechones de su largo cabello rubio y clavando esa mirada azul cristal en él.
- Las playas estarán llenas. - Trata de defender su punto y tal vez esa pueda ser una buena salida.
- Creo que la tía Dandy tiene una pequeña playa privada, eso será suficiente. - ¿Por qué? ¿Por qué Richard tenía que decirlo? William puede ver como Gabrielle y Loren se agitan y hablan entre ellas y ‘aww, playa privada’ escapa de los labios de la morena.
- ¿No ibas a viajar a Alemania este verano, Richard? Se supone que ya te vas. - El último recurso y de pronto siente que ha metido la pata porque hay demasiado silencio.
Richard es ya mayor de edad. Richard va a casarse ese mismo verano, viajar a Alemania, terminar ahí sus estudios en medimagia y probablemente trate también de meterse en la medicina muggle. Probablemente no vuelvan a verse. A William, sencillamente no le interesa.
- ¡Puede ser una reunión de despedida! - Exclama Gabrielle al rescate y William la fulmina con la mirada y ella sonríe, mostrando la lengua y acomodándose en un gesto altivo los bucles pelirrojos, con los ojos chispeando de victoria.
Pronto todos le dan la razón y Yaotzin vuelve a halarle del brazo y por más que él masculle que no le toque, ella no obedece. Suspira, finalmente derrotado.
- De acuerdo…
El resto del camino los demás se dedican a planear el viaje, entre risas y conversaciones y hasta insinuaciones de cosas que no deberían -Yaotzin y Gabrielle son niñitas, joder, ¿por qué las corrompen de esa forma? -, mientras él se dedica a leer. Viaje a la playa. Desde ese momento ya se arrepiente de haber dado el sí.
***
Cuatro días después de llegar a casa le llaman. El teléfono repiquetea varias veces antes de atreverse a levantarlo y aún así tarda bastante en responder. Dos horas, le dice, que esté listo en dos horas, que pasan por él y si no está listo entonces entrarán por él y lo secuestrarán. William cuelga, mantiene la pequeña sonrisa y suspira.
Tiene la maleta lista en media hora, con todo lo que considera necesario -lo cual incluye al imbatible peluche y dos o tres libros asesinos de diabéticos- y se dedica el resto del tiempo a hablar por teléfono. A Dennis, que ni le busque porque se va a una playa privada a pasar el rato y se ríe cuando el chico dice cuánto le odia por ser rico y “¿por qué no me avisaste? Quería ir, maldito cabrón”. Le avisa a Froylan y de paso a Fay, porque están juntos y se alegra mucho de eso, porque se merecen ser felices. Ellos avisan a Otto y a los demás. Llama también a Allan y quien contesta es Charles, con su voz suave y delicada y promete avisar a sus hermanos, Allan y Annie, de su ausencia.
Le llama a él hasta el final. Le avisa que se va a la playa privada de Thedor Frenz, ese, el esposo de Dandicat Eysenck, sí, esa misma, la hermana de Franz. A Keiro le avisa que se va, pero a Rhett le pide el permiso. Antes de llamar a Keiro, llama a Rhett y Delilah, pide permiso bajo la fachada de inseguridades y cuando Rhett dice ‘ve, diviértete, me traes caracolas, sabes que me encantan’, William lo toma como permiso otorgado y promete traerle las mejores caracolas y hasta un cangrejo si quiere.
Keiro dice que está bien, que se cuide, que le extrañará y aunque William responde amable, en el fondo las palabras le saben tan amargas que tiene que decir que han llegado por él y cuelga. Espera entonces frente a la casa, con un el par de maletas y el dinero necesario para comprar lo que necesiten. Y se tardan, los muy idiotas se tardan y tiene que esperar casi media hora más antes de que lleguen y se detengan sólo lo suficiente para que William entre en la camioneta color verde -¿verde? ¿Por qué verde? Y con azul, ¿es la máquina del misterio o algo así? ¿Dónde está Dafne entonces?- con todo y maletas y entonces arrancan.
- Lamentamos la tardanza - Es Loren la que se disculpa, sentada a su lado en la parte de atrás. Yaotzin bosteza y masculla algo sobre ser demasiado temprano.
- Es casi mediodía - Gruñe él y bosteza porque los bostezos son contagiosos. Loren explica que fue difícil convencer a su madre del permiso y además encontrar a alguien que la cuidara esos días.
- Trató de suicidarse hace unos meses. Me da miedo no estar ahí para evitarlo si lo intenta de nuevo - William se estremece. Loren habla con naturalidad y él vuelve a pensar que es fuerte. Yaotzin guarda silencio y Richard menciona con tono alegre que eso ya está cubierto, que Byatt dejó a una enfermera con ella.
- Aishi es adorable, cuando está en sus buenos momentos. Aún me dice hijo - Richard se ríe y Loren dice algo sobre que se parece mucho a Kyle, su padre y que por eso Aishi le quiere tanto. Comentan algo sobre relaciones enfermizas.
- Pues lo siento por Aishi, pero Richard es mío - Ríe Joanna y Loren lo hace también, seguida muy pronto por Richard y hay cierta complicidad entre ellos que a William le incomoda, hasta que Yaotzin le hala del brazo y acomoda la cabeza en su hombro.
- Se mi almohada - Y “¿disculpa? ¿Quien te crees que eres, enana?” - Tu ama y señora, así que quieto, chucho y se mi almohada.
Recogen a Gabrielle en unos cuantos minutos y luce hermosa, demasiado hermosa en aquel trajecito verde oscuro, o al menos así lo ve Will, hasta que sube al auto, junto a Loren y ella le mira mal y él, por orgullo, ha de devolver la mirada.
Cuando salen a carretera, Richard enciende la radio.
I've been looking at the sky 'cause it's getting me high.
- Back in black - Exclama Yaotzin, divertida y Richard asiente, pero cambia la estación, buscando algo más.
If I thought that it would change your mind.
- Ese es The Cure. Boys don’t cry, ¿cierto? - Habla Loren, cuando escucha el fragmento, William asiente y ahora Joanna es la que pasa de estación en estación.
The bugle sounds as the charge begins.
- ¡Esa es The trooper! - Richard adivina acertadamente y William suspira resignado porque aquello ya parece un juego bastante más que infantil. Yaotzin le da la razón a Richard y ahora ella cambia de estación.
Baby you're all that I want, when you're lyin' here in my arms.
- ¡Déjenla ahí! - Suelta William y hasta él se sorprende de su orden, cubriéndose la boca y alcanza a ver la manera en que Richard le observa a través del retrovisor, con la sonrisa de casi burla, pero tremendamente educada.
- … ¿Bryan Adams? - Susurra Joanna.
- Heaven - Agrega Gabrielle y se hunde en el asiento. - ¿No me digan que a Odergand le gusta? - Y el silencio le responde. - Joder. A mi también. Ahora tengo algo en común con él.
El silencio continúa algunos segundos y luego el auto se envuelve de risas y William se atreve a inclinarse al lado de Loren, estirar la mano lo más posible y dar un golpe, suave, en la cabeza de ‘Elle.
***
No tardan demasiado en llegar y cuando lo hacen lo primero a lo que se dedican es a atascar el auto donde más arena hay y Richard insiste en que podrá sacarlo, que no se preocupen y Joanna se limita a mascullar en voz baja lo odioso que es el orgullo de macho de Richard, que igual ni se merece, porque muy macho no parece.
Joanna y Loren acomodan las cosas en aquella casa que los tíos de Richard tienen. Es de madera, muy espaciosa, cuatro habitaciones, cocina, baño y una sala más que agradable donde arrojan las maletas. Y las habitaciones ya están repartidas, siendo eso hecho por Loren y Gabrielle. Pero la noche aún está lejos y lo importante de momento es divertirse.
Richard se desviste, quedando con el bañador y gafas para sol -mis ojos son sensibles- además de colocarse cantidades industriales de bloqueador, porque sí, su piel también es sensible y William termina mascullando un ‘delicado’ que Joanna escucha y contesta con un ‘igual que tú’. Joanna se sujeta el largo cabello rubio y ahí, frente a todos, se quita la blusa y los pantalones, para quedar en el traje de baño de dos piezas, color negro que contrasta mucho con su piel clarísima y más aún con sus ojos índigo. Pero se queda en la orilla y espera a que Loren se cambie -ahí, dentro de la casa, más pudorosa que las demás - para poder ir a nadar.
Loren se ve hermosa, es lo primero que William piensa, cuando ella sale de casa, con el bañador de una pieza azul brillante, pero se queda sin respiración cuando es Gabrielle la que se asoma, con el cabello corto suelto y un bañador verde oscuro, de dos piezas y que parece más simple ropa interior que un traje de baño. Yaotzin le da un suave codazo y es hasta ese momento en que se da cuenta que ella está ahí.
- Sé que eres hombre y es natural en ti, pero al menos disimula que te la comes con la mirada, tonto - Masculla ella con tono de regaño que en realidad no lo es. El traje de Yaotzin es blanco con negro y William se burla de él varias veces -Dios, una orca varada en la playa, Richard, ayúdame a regresarla al mar, pobre ballenita-, pero ella le ignora y finalmente se va a jugar en el agua con las demás.
Y William se queda ahí, en la playa, entre la arena, las olas, la molesta brisa marina con aroma a sal dándole en el rostro y el sol a todo lo que da. Cuando ha quedado sólo con el bañador rojo, se sienta y hace figuras en la arena con una vara. Está algo, muy aburrido y ya, así de rápido, desea regresar. Pero el itinerario dice dos días, dos malditos días y tendrá que aguantar.
Recuerda que alguna vez quiso ser arquitecto -arquitecto, paleontólogo, biólogo, entomólogo e incluso alguna vez rozó la idea de ser actor - y entonces junta arena, mucha mucha arena y está seguro que va a verse infantil pero eso poco o nada importa. Con uno de los botes forma las torres, con las manos la muralla, con la vara va dibujando los detalles y se enfrasca en ello, buscando hacerlo bien. Cuando las olas se ven demasiado cerca, forma una trinchera a medio metro del castillo. Richard le observa y no puede evitar sonreír.
- ¿Crees que va a durar? - Will escucha y por lo sorpresivo de la ruptura del silencio suelta un ligero brinco y gira el rostro, ceño fruncido, topándose con los ojos azules y la sonrisa tranquila de Loren. Su cabello gotea y William está seguro que sus labios saben a sal.
- Tal vez - Responde y deja de mirarla, aunque sabe que ella se acuclilla a su lado y toma arena entre sus manos, comenzando a hacer algo más alta la muralla.
- Te ayudaré.
- No necesito ayuda - gruñe, pero miente, porque comienza a declinar el sol y si quiere que el castillo esté terminado antes del atardecer, debe aceptar la ayuda.
- No importa, ayudaré.
Y se pone manos a la obra. Conversan un rato, mientras William pone los detalles a la torre de homenaje y da instrucciones sobre el patio de armas. Hablan sobre el futuro, sobre lo que pasará y Loren dice lamentar tanto la partida de Richard que hasta William puede sentir un poco de tristeza, aunque la aparte pronto. Joanna y Gabrielle acomodan las cosas para comer y la magia es lo mejor del mundo para esas ocasiones y Richard va por pizza, en el auto, junto con Yaotzin. Cuando regresan, está todo dispuesto y el castillo casi hecho.
William saca la cámara, porque puede que el castillo desaparezca en lo que comen y no va a dejar que el recuerdo se esfume. Toma un par de fotos y aprovechando la luz suave del atardecer pide a las chicas que posen. Joanna lo hace sin titubeos y William ríe mucho cuando ella hace insinuaciones y saben que es juego. Yaotzin se niega a hacerlo, porque considera que no se ve linda, que no quiere que Richard se lleve ese recuerdo y que mejor en otra ocasión. Gabrielle lo hace, junto con Loren y ríen con cada foto tomada, en las más variadas poses, sugestivas y no y William les dice que tienen el talento y el cuerpo para posar para la revista playboy. Richard acompaña a William todo el tiempo, se toma unas cuantas fotos y él toma las de William, tratando de hacerlo reír o al menos sonreír para la cámara, sin lograrlo del todo.
Comen, sentados en la arena, conversaciones aisladas y esperan un rato antes de volver al agua. Yaotzin hala a William con fuerza, tratando de hacerle entrar al agua y Gabrielle le empuja, buscando el mismo fin. Loren espera en el agua y Richard es quien llega al rescate, rodeando al chico del cuello con un brazo y halando un poco.
- Lo siento, señoritas, pero este muchacho es mío - Y ellas se ríen, Yaotzin le da un ligero golpe en el hombro y se marchan. Richard entonces suelta a William y tras una disculpa pequeña, entra al agua también.
Termina el castillo o al menos casi, porque hacen falta adornos. William recorre la orilla, mojando apenas sus pies y quejándose en voz baja de la arena, del agua, de una o dos algas que han quedado varadas en la orilla y que él mueve con un píe, como si fuesen cosas traídas por los aliens. Recoge ocho caracolas y varias conchas que valen la pena y se queda observando los agujeros pequeños que se forman cuando la ola se retira y es hasta más tarde que Richard le dice que se forman porque hay ciertos crustáceos enterrados en la arena y por esos agujeros respiran.
Cuando regresa al castillo Loren lo defiende, creando una barricada contra las olas y le regaña por hacerlo tan cercano a la orilla. William adorna con las conchas y las caracolas y Yaotzin se acerca a ver y William pasa de ella muchas veces porque está demasiado ocupado. Ella bufa, molesta y él sigue ignorando. Y ella habla y él no la escucha. Y entonces Loren dice que aquella concha pálida se vería mejor en el centro del patio de armas y William asiente y es cierto, así que coloca la dichosa concha en el lugar.
Es en ese momento cuando el castillo cae.
William queda en silencio varios segundos mientras Loren alza la vista. Y el silencio parece general, porque hasta Gabrielle se ha dado cuenta de lo que sucede y Richard suelta un suspiro cansado y sabe que hay problemas.
- ¿Ahora sí me escuchas? - Yaotzin suelta, presionando con más fuerza la arena y planta el otro píe y ahora la torre de homenaje es la que cae. - ¡Te estoy hablando!
No la mira cuando se levanta, cuando va al mar y se lava las manos y regresa en silencio, sentándose en torno a la fogata que comienza a arder y él mismo la alimenta con fuego de su varita.
- Te has pasado - Regaña Loren al levantarse, frunciendo el ceño, la mirada fija en su hermana menor y entonces imita al otro y se va, se moja con agua de su varita y se sienta junto al otro, sacando la bolsa de bombones y ofreciéndole. - ¿estás bien?
- Era un estúpido castillo después de todo - Musita él, tomando varios bombones de la bolsa, sin un tono específico en la voz y encogiéndose de hombros - ¿Viste la torre de homenaje? Estaba chueca. Y las almenas tampoco me gustaron.
El silencio dura uno o dos minutos más antes de que cada quien vuelva a sus actividades, como si nada y Yaotzin se aparta de las ruinas del castillo, yendo a nadar un rato más antes de cenar. William se dedica a comer bombones, rechazar la cena, darse una ducha rápida e irse a dormir lo más pronto posible.
***
Da vueltas en la cama. Cuando mira el reloj es casi medianoche y lleva tres horas pensando en la nada y mirando el techo, revolviéndose en la cama y tratando de conciliar un sueño que no va a serle otorgado. No debió. William lo piensa miles de veces, no debió enfadarse tanto por un tonto castillo ni ignorarla y tampoco debió dejar que Loren le ayudara y terminaran compenetrados en la labor.
Loren duerme con Gabrielle, en una de las habitaciones, porque son amigas y porque Elle insistió en no dejarla sola, “no vaya a ser que Odergand intente violarla” y William cree que en ello hay otras intenciones. Joanna duerme con su prometido, en la misma habitación, la misma cama y se pregunta si insonorizaron la habitación, porque no escucha nada que no sea el romper de las olas contra la bahía.
Cuando la puerta se abre con un rechinido que rompe la quietud, William cierra rápido los ojos, haciéndose el dormido y respirando pausado. Siente el peso en la cama y sobre su cuerpo y no se mueve aún. El cabello, un poco húmedo aún y recogido en una trenza corta roza su pecho y puede sentirla moverse sobre él, hasta hundir el rostro entre el hombro y su cuello.
- Lo siento…
Cuando Yaotzin lo susurra, rozando su piel, William abre los ojos y sube un brazo, rodeándole de la cintura, acercándola un poco más, sin decir palabra, sin más acciones.
- Estaba celosa y...
- No se notaba - Termina interrumpiendo, dibujando una sonrisa en la oscuridad y ella suelta un bufido molesto que se apaga pronto y puede sentirla sonriendo contra su hombro.
- Lamento mucho lo del castillo. - De nuevo susurros y William decide callarla, colocando un dedo en sus labios. “Shhh, todo está bien” musita y ella asiente y entonces él se atreve a besarla.
El beso es corto, profundo pero efímero y es una lástima que esté tan oscuro, porque juraría que Yaotzin tiene un tenue sonroje en sus mejillas. Entonces la hace bajar de encima de él y la deja recostarse a su lado. Podría besarla más, tocarla más, pero es una niña y es pequeña, más frágil de lo que parece y no se atreve aún a dañarla. Aún son amigos, sólo amigos y no siente por ella nada más que esa amistad y atracción mezclada, pero que no es amor, aún no es amor.
- Eres una bebé - Musita y Yaotzin escucha, sin atreverse a reclamar, porque quizá es cierto, después de todo, tiene sólo trece años y no se compara al resto de las chicas.
En un movimiento atrevido, ella se atreve a tomar la mano de William, dirigirla a su propio pecho y sentir el tacto. William sólo la mira o trata de hacerlo y palpa, inseguro y puede sentir el seno de la chica, completo, en su mano. Es una niña, maldita sea, una niña. No tarda mucho en apartar la mano.
- Una bebé - Vuelve a decir y Yaotzin se limita a soltar un suspiro, pegarse un poco más entrecerrando los ojos y pidiendo permiso para quedarse ahí. Él lo permite. Ella pronto logra conciliar el sueño y él se queda ahí, divagando un rato más.
Sonríe. Mocosa idiota, su castillo era hermoso.
***
Cuando despierta, Yaotzin ya no está a su lado y tarda un poco más en salir de la cama, con bostezos esporádicos, sin cambiarse y saliendo de la habitación. Pero Yaotzin no es la única que falta y de pronto se encuentra completamente solo en esa casa. Les busca en cada rincón y no encuentra nada y cuando está por soltar blasfemias contra sus compañeros -que no amigos- escucha el ruido en el exterior, de risas y golpeteo y cuando se asoma por la ventana de la cocina, puede verlos.
Richard y Joanna juegan voleibol playero contra Loren y Gabrielle y Yaotzin la hace de árbitro o lo que sea, llevando cuenta de los puntos y haciendo sonar un molesto silbato de vez en cuando. William se queda viéndoles un rato, al parecer sin que ellos noten que les mira y entonces busca la cámara y aprovecha y toma fotos, bastantes fotos y espera tener bien puesto el diafragma y que las fotos salgan bien.
Más tarde sale, ya con el bañador puesto y el cabello húmedo de la ducha y bastante hambre, pero la acalla con lo que quedó de los bombones y algunos dulcecitos varios y Richard le regaña, llamándole proyecto de diabético y le obliga a regresar a la casa y comer algo decente. Cuando salen, las chicas ya están en el agua y Richard sugiere buscar cangrejos para hacer una buena comida antes de marcharse, porque ha visto dónde pasean varios y no será difícil. William tiene que aceptar, porque la otra opción -que esas cuatro tipas lo lleven al agua con los peces, medusas, algas y quien sabe qué cosas más- le desagrada demasiado.
Caminan por la orilla, buscando y William lleva la cubeta, llenándola de caracolas y conchas y Richard tiene que hacerle dejar de recoger todo lo que le parezca medianamente bonito.
- Mira, ahí hay uno - Señala William, alejándose del rubio, corriendo en dirección al animal y con una varita cortándole el paso al océano. Después se dedica a molestar al animal, curioso, viéndole caminar y con las tenazas atrapar la varita y así es como aprovecha y logra meterlo al bote.
- Bien hecho, Odergand - Dice Richard cuando ha llegado a su lado y le revuelve el cabello y para él William no parece un adolescente, sino un niño y siente que le va a doler demasiado la despedida.
William asiente y siguen buscando. Son unos cuantos más los que encuentran y deciden atrapar con los cebos que llevan -no es tan sencillo atraparlos, descubre William, cuando uno de esos bichos trata de atenazarle la mano- y piensan que es suficiente. Cuando caminan por la orilla quedan sus pisadas, borrándose paulatinamente y el moreno parece huir del agua cuando esta moja sus pies.
- Nos vamos cuando acabemos de comer, ¿seguro que no va a meterse al mar? - Pregunta el rubio, clavando la vista en William cuando este retrocede, escapando de una ola que rompe demasiado cerca.
- No quiero.
- ¿Viene a la playa y no se mete al mar? - Y lo suelta con un tono de excesiva incredulidad y el otro se encoge de hombros. - ¿No sabe nadar?
- ¡Claro que sé nadar!
- Porque, usted sabe que el agua de mar es salada y tiene una densidad diferente a la del agua dulce, así que le sería fácil flotar.
- Que sí sé nadar - William termina suspirando, tomando una bocanada profunda de aire y tratando de mantener algo de paciencia. Cosa que no se le da bien y antes de que Richard pueda seguir hablando, se acerca, tomándole del brazo y halando. - Vamos, ¿crees que voy a cocinar yo solo esto? Ni en broma. Tú me ayudarás.
- Creí que Loren y Joanna iban a ayudar.
- Déjalas, que se diviertan. - Y Richard sonríe y susurra algo que le suena a “ya sé, usted quiere estar a solas conmigo, pillín” y Will tiene que aguantarse mucho, con fuerza sobrehumana, para no reír.
***
Tardan bastante en hacerlo, eso de matar a los cangrejos (“Morirán en el agua hirviendo”, “¡Qué cruel eres!”, “¿Qué quiere que haga?”, “No sé, usa un avada kedavra”) y preparar las cosas y prácticamente es William quien hace todo y Richard sólo estorba un poco y se come los ingredientes secundarios, tratando de no ceder a la tentación que representa una lata de cerveza.
- ¿No piensas beberla? No te hará daño, es sólo una. - Musita William mientras prepara algo que espera sea un buen postre y Richard niega con la cabeza, soltando un suave suspiro y recargándose en el umbral de la puerta.
- Tengo que dejarla, la bebida. Y también el cigarrillo. Y todo lo demás. - La voz es un poco átona y Richard se acomoda mejor el cabello, distrayéndose un poco de sus palabras.
- Vas a ser medimago o médico o qué sé yo, no monje. - No es un regaño, una ligera burla, tal vez y en el fondo ya conoce el por qué del cambio. Tiene que pensar en otras cosas para no sacarlo a flote.
- Mi padre ha dicho que…
- No me interesa. - William le corta, mirándole de soslayo. - No me interesa lo que digas, lo que hagas o lo que diga el idiota de padre. Y mejor ve a llamar a las locas, porque ya es hora de comer.
Richard no reclama, porque entiende y permanece sin moverse varios segundos antes de asentir, inhalando profundo y dibujando la sonrisa -falsa, real, ya no lo sabe- y salir a buscar a esas cuatro.
A Joanna la encuentra tomando el sol y aprovecha para deslizar una mano por su espalda, en una caricia suave y juguetona. Loren y Gabrielle están en el agua y él las llama a señas y finalmente les grita porque no le hacen ni caso. Yaotzin, más lejana, pasea simplemente recorriendo la orilla y corresponde con una sonrisa cuando le llama y se apresura a ir. Pronto regresan a la cabaña.
Loren y Yaotzin ayudan a poner la mesa, aunque al final sepan que cada quien va a tomar su propio camino y comer donde quieran. William sirve y sorpresivamente todos permanecen sentados, incluso él. Con la música pues como ruido de fondo, comen, con conversaciones aisladas y discusiones generales en torno a cosas sin importancia. Gabrielle entonces dice que va a salir a tomar fotos del paisaje y William podría matarla ahí mismo porque le ha robado su idea. Loren les obliga a salir juntos y antes de marcharse alcanzan a escuchar la apuesta que empieza Joanna -¿quién creen que matará al otro? Yo apuesto a que Elle lo asesina y lo arroja al agua - y al resto reír. Montón de locos.
- No tienes que hablarme, Odergand, sólo es tomar fotos y ya. - Empieza ella, con tono defensivo.
- No te iba a hablar.
- Pues más le vale. - Y la conversación parece terminada y entonces comienza a tomar las fotos. William toma del mar, subiéndose a unas peñas y raspándose un poco, pero la foto sacada vale la pena. Recoge conchas y toma fotos de bodegón y luego a algunas aves. Es divertido, es relajante, es acumular recuerdos de tiempos felices que algún día, quizá pronto, desaparecerán.
William se acerca a Gabrielle, mientras esta toma una foto y frunce el ceño. Ella apenas le mira, de soslayo y su recelo está justificado. No quiere ser ella un polvo más para la lista de conquistas de William Odergand. Ni quiere que su Loren lo sea. Ellas necesitan algo real y William es sólo una apariencia y frialdad. Él desliza la mano, le revuelve el cabello -es pelirroja, como su madre, como su hermana, como Marie Sasamine y no puede negar que eso le gusta-, y sonríe.
- Tienes mal el diafragma. Tiene que estar en 5.6, ¿ves? O cuando reveles las fotos, saldrán oscuras.
- Nunca te pedí consejo, Odergand - Discute, pero William se encoge de hombros y se marcha a continuar, acercándose a la cabaña, tomándole fotos.
- No importa… - Suspira, apenas perceptible y la mira de frente - Gabrielle, tú tomaste más fotos de Richard y Joanna, ¿cierto? - Y ella asiente, despacio, sin entender del todo - Bien, en el auto te doy dinero. Quiero que a esas fotos les saques otra copia y me las des. Por favor. Sabes que se van y…
- Lo entiendo. - Masculla y en cierta forma es cierto. Y se ahorra el preguntarle por qué no las toma él y tampoco se niega ni insiste. Loren alguna vez dijo que William le agradaba, por alguna razón. Ella no la entiende, pero puede sentir lo mismo. - ¿No quieres meterte al agua?
- Ya dije que no quiero. - Gruñe él y luego alza la cámara, señalando que con esa cosa en las manos no se puede meter.
- No hay nada, Odergand, vamos, no sea gallina. - Comienza a picar y por primera vez, le sonríe, divertida.
- No soy un gallina, Gabrielle, mocosa. - Refuerza insultando y se aleja unos pasos por si acaso ella quiere echarle al agua. No quiere entrar y cuando él dice no, es algo definitivo.
- Co-bar-de - Deletrea, inclinándose un poco y eso que aún trae el bañador. Cuando se fija en eso, Will deduce que la pelirroja molesta está más desarrollada que Yaotzin y es que un año de diferencia puede parecer poco, pero es bastante. Suspira.
- No me harás entrar.
- Usaré un imperius y haré que te ahogues en el mar. - Amenaza.
- Nada de eso.
- ¿O qué? ¿Irás corriendo a decirle a mamá que una nenita te ha hecho daño? - Y sabe que ha dado en el blanco cuando William se aproxima, con el ceño fruncido y ella retrocede, cuidando la cámara. - ¿eso harás?
- Ya verás lo que haré, enana - William deja la cámara sobre unas piedras cercanas y se acerca hasta ella y pisa la ola que rompe y ella retrocede más.
- Hey, mi cámara, vas a mojarla - Grita ella, cuando él se inclina y tona agua en sus manos, salpicándola y donde están, el agua les llega a las rodillas y puede sentir el oleaje.
- Esa es la intención, que se descomponga - Responde y retrocede, acercándose a la orilla, inquieto cuando siente que las olas se llevan la arena bajo sus pies, pisando de puntitas, la superficie irregular y mientras retrocede algo se enreda en sus pies e irremediablemente, cae.
- ¡Qué cruel eres! - Y mira con atención y al parecer ella estaba en lo correcto y el gran Odergand le teme al mar o algo así, porque ya en el agua parece un simple cachorrito asustado. - Oh, no pasa nada, eso era un alga - señala, acercándose y se la quita a William - Richard las guarda, dice que son buenas para la piel o qué sé yo.
- Richard es raro. - Es lo único que atina a decir y Gabrielle sonríe, dejando la planta en la arena, su cámara junto a la otra y entonces se sienta junto a él.
- ¿Ves? No pasa nada. - Susurra ella en algún momento, tomándole del brazo para mantenerle sentado.
- Me estoy llenando de arena. Y el agua salada, creo que me irrita la piel, porque me arde.
- Señorito delicado - Suspira. Pero pese a los reclamos y quejas, se quedan ahí un rato más, en silencio, la mirada puesta en el océano y los sentidos aplacados por el aroma a sal y agua, el tacto de la brisa marida y el sonido de las gaviotas y el romper de las olas.
Se levantan y vuelven a la cabaña, donde el resto les espera, con las maletas hechas, Richard jugueteando con las llaves del auto y todo listo para partir. Les toca despedirse con una última mirada a la playa y entonces suben al auto, de regreso a casa.
***
- Me arde… - William se queja en el camino, aún con el bañador puesto y Loren pone en blanco los ojos mientras Yaotzin posa la mano en las piernas de Odergand y pellizca, dejando una marquita roja mientras pregunta si es ahí donde duele, la maldita - ¡No toques!
- Hubieras dicho que te habías metido al agua y hubiésemos esperado a que te ducharas - Reclama Joanna y Richard se ríe un poco mientras sigue conduciendo.
- Pensé que se me iba a pasar el ardor.
- Levante la mano quien piense que Odergand es una nenita delicada - Sugiere Gabrielle con la sonrisa divertida y todas las manos se alzan, a excepción de las de William y Richard - ¿Tú no lo crees así, Richard?
- Claro que sí, pero estoy conduciendo, no es seguro separar las manos del volante, pero apunta mi voto.
- De acuerdo. Y entonces somos, cinco a uno a que Odergand es una nena. - Sentencia Gabrielle.
- Váyanse al diablo.
- Qué educado.
Por suerte para William, Gabrielle es a la primera a la que dejan en su casa, entre despedidas y promesas de próximos encuentros y salidas que a él le suenan como amenazas, pero ni modo, suspira y a aguantarse. Sin embargo, antes de que se vaya, Gabrielle le guiña un ojo y dice que le mandará aquello que le ha pedido en los próximos días o que, mejor aún, irá ella misma a entregárselos.
Yaotzin, como si hubiese recibido la estafeta de Gabrielle, se dedica el resto del camino a molestar a William, aún pellizcando sus piernas y es Loren quien le detiene, lo cual no hace sino herir un poco más al orgullo Odergand (“¿Tengo que estar defendiéndote siempre, William?”) y antes de llegar a las inmediaciones de la universidad, William pide que regresen.
- Ya hemos llegado, Odergand, no pienso regresar. - Se apresura a decir Richard mientras esperan en uno de los semáforos.
- Pero tengo que regresar. - Y sigue insistiendo en desandar horas de viaje por un par de caracolas, las cuales, alega son ‘las más bonitas y escogidas especialmente para Rhett’.
- William se trae rollo incestuoso con su tío, qué morbo. - Se burla Yaotzin y Will la fulmina con la mirada, al final convenciéndole de que el mundo no se acabará por no llevarle recuerdos y detalles a Rhett por una vez en la vida.
Es a ellas a quienes dejan en sus casas antes que a él y William memoriza el camino por si acaso y resulta más cercano a su casa de lo esperado. Desde su sitio en el asiento ve a Aishi Shaanxi -Shaanxi, como su primo Henry, ¿tendrán relación?- y a Richard conversar mientras Loren y Yaotzin entran a la casa. También observa a Byatt Frenz y su mirada es bastante gélida, nada que ver con Richard, pese a ser primos.
No demoran demasiado y se despide del par de chicas antes de que Richard arranque y le lleve a casa.
- ¿Aún te duele? - Inquiere, mientras se estaciona y William niega con la cabeza y sonríe mientras dice que le duele más lo hecho por la loca de Yaotzin que la irritación del agua salada.- Me alegra. La próxima vez iremos a una piscina o algo así.
- Podríamos ir a un río. O al cine. - Agrega Joanna, con la sonrisa fresca mientras le abre la puerta.
- Sí, tal vez…
William sabe que no es así, que en menos de una semana ellos no estarán y que probablemente no va a volver a verlos. Y no sabe que es peor, si creer que puede extrañarlos o saber que realmente el asunto le es casi indiferente.
Se despide con una mano de ambos, hasta que ve el auto desaparecer en la distancia y entra a casa, oscura, fría, silenciosa. Enciende las luces, las velas con aroma a canela y enciende la música, mientras prepara algo de cenar - Keiro debe llegar a la cena, debe hacerlo y al menos preguntar cómo le ha ido - y por un momento, efímero, cree extrañar el murmullo del océano y la espuma de las olas.
***
Tiene veintiocho años cuando vuelve al mar. Veintiocho años, tres niños y un secreto encima que algún día le hará caer. Se estaciona un poco lejos y caminan entre la arena que arde bajo sus plantas mientras Kotaro trata de andar con sus sandalias y Loren carga a Aishi que mira extasiada de un lado a otro.
Kyle se cubre los oídos pero los descubre cuando William le dirige una momentánea mirada de reproche y se limita a sentarse cerca de la orilla. Loren juega con los niños y él permanece ahí, de píe, el sol dándole en la cara y sus labios llenándose de sal. Kotaro trata de llevarle al agua y él se niega y el niño insiste.
- Odio el mar.
Kotaro entonces le mira fijo, le jala para alcanzarle, estira la mano y le da una palmada, pequeña y juguetona, en la cabeza.
- Qué mentiroso. - Susurra, antes de marcharse -“¡Enano! No toques las medusas, tonto”- y William sonríe.
Tal vez, se permite pensar, es cierto que no odia tanto ese lugar.