1# Inicio

Dec 26, 2007 15:28

Tema: 1# Inicio
Autor:
in_feli_land  
Personaje: Ariadna y Adam
Rating: G
Tabla: Tragicomedia
Advertencias: Ninguna, es una historia muy sana *-*
Notas del autor: Errrr... No sé, a mí me gustó cómo quedó, me pareció tierno. Muestra mucha humanidad de parte de la madre de Adam, Ariadna.

#1 Inicio

Ariadna se acerca a la ventana del segundo piso de su gran casona y mira a través del cristal, ve las gotas golpear suavemente y luego escurrir hasta llegar al marco, acumulándose. Intenta tocarlas con la mano pero sólo siente el vidrio frío. No sabe si estar feliz o triste, jamás podrá afirmar si la lluvia trae felicidad o angustia, o ambas cosas, sólo sabe que para ella la lluvia significa incertidumbre, pero también purificación, en la ambigüedad misma del significado. Quiere salir, siente compulsivas ganas de tirarse por la ventana y sentir el agua caer sobre su cuerpo, pero no puede, no debe.

Un fuerte ruido abre la puerta de la habitación en donde está.

-Te ordené que me llevaras una cerveza a la sala de estar hace quince minutos- Gawain parece enojado, fuera de sí.

-¿Sí? No escuché- Ella no sabe qué decir, busca por posibles salidas de emergencia, pero su marido tapa la única entrada y salida -Perdón, iré ahora mismo-

-Así no se solucionan las cosas en esta casa, mujer, ¡entiende que aquí el que manda soy yo!- Tiene los ojos desorbitados y el pelo sucio y revuelto, se acerca a ella con violencia y la toma del cabello, tironeándola hacia la puerta y luego hacia el patio de la casa, donde la tira bruscamente al suelo en medio de los gritos desesperados de Ariadna.

-Vas a dormir aquí esta noche, por estúpida- Gawain no entiende razones, no escucha las disculpas sumisas de su mujer y, con la frialdad de un témpano de hielo, cierra la puerta por dentro con cerrojo, sonríe maquiavélicamente y desaparece.

Ella no sabe a donde ir, a quién llamar ni qué hacer. Se sienta bajo un árbol que la protege a medias de la lluvia. Se toma el vientre, espero que no hayas oído nada de eso, piensa, ruega.

Pero esa lluvia maldita no la dejaría en paz, justo en el momento en que sintió una fuerte punzada de dolor en el vientre el aguacero comenzó, y cada vez era más fuerte. Ariadna gritó como nunca lo había hecho mientras se tomaba el vientre con ambas manos, su bebé quería salir y ella no podía parirlo allí, en medio de la lluvia, en la mitad de su patio trasero, con frío y sin ninguna norme de higiene. Lo que luego mencionó a su madre como el instinto materno le dio las fuerzas para pararse de su escondite y saltar la verja, correr por las calles oscuras y sin gente y llegar a una avenida con luces y autos transitando, donde sus piernas y su mente no pudieron más y se rindieron, entregándose a las manos del destino, desmayándose.

Su siguiente segundo de lucidez fue en un hospital, no sabía cuál, y a su lado había una silueta masculina que no supo reconocer. Sólo abrió los ojos lo suficiente para percatarse que había logrado llegar a un lugar donde dar a luz a su hijo y, como si su cuerpo se apagara, se derrumbó de nuevo.

Su cuerpo estaba apagado, su alma estaba cansada y no tenía ningún motivo para seguir allí, en ese mundo terrenal que sólo le había dado sufrimiento. Estaba exhausta, quería terminar el camino y, al fin, respirar tranquila. Clínicamente su corazón había dejado de latir y las funciones de su cuerpo poco a poco se iban desconectando, primero el hígado, luego los riñones, el páncreas, y así con todos los demás órganos y sistemas de su organismo. Los doctores la habían dado por muerta y habían anotado la hora del fallecimiento, uno de ellos miró la pequeña cama al lado del cadáver de esa mujer, el bebé tenía algunos problemas pero era fuerte y quería vivir, empezaba a mostrar signos de mejorías. Es una lástima, pensó el que estaba envuelto en una bata blanca, al ver los pequeños miembros del recién nacido tan frágiles, y pensar que nadie podrá cuidarlo.

Pero si alguien piensa que los milagros no existen, es ésta la oportunidad de cuestionarse sus creencias. Fue el llanto del bebé, todos los vieron, el llanto del bebé fue lo que hizo que el monitor que estaba pronto a ser apagado empezase a mostrar una onda QRS y luego las siguientes ondas cardíacas, primero algo inestables y luego fuertes y sonoras. ¡Estaba viva! Una enfermera no pudo de la emoción y se lanzó al piso a llorar y rezar, los demás se apresuraron a ayudar a la mujer a reponerse, a recobrar sus funciones. Parecía que no había tenido tantas fallas como ellos habían pensado y, a pesar de que tendría que permanecer en el hospital por unas semanas, estaba bien y viviría, seguramente más que cualquiera de ellos. Todos miraron al bebé de ojos claros que lloraba con la fuerza de un huracán, como si le exigiese a su madre que no se rindiese a la vida, que la necesitaba.

Una semana después los dos, madre e hijo, compartían la misma pieza del hospital y se sentían bastante bien, en especial por su cercanía, sólo esperaban que les diesen de alta y volverían a su casa. Ariadna no estaba segura si eso debía ponerla feliz o preocupada, pero ahora no podía pensar en problemas, sólo mirar a su hijo mientras succionaba leche de su pecho materno la hacía sentirse rebosante de alegría y energías.

-Tú, hijo, sólo tú me salvaste. Tú me regalaste las ganas de vivir de nuevo, tú eres mi motivación, eres mi luz- Le dijo en un susurro y el pequeño pareció entender, mas estaba muy concentrado en amamantarse.

Luego de siete días ambos salían del hospital con flores de regalos y aplausos de varios doctores y enfermeras que se habían conmocionado con el caso y la extraña manera en que esa mujer de brillantes ojos había, literalmente, vuelto a la vida para proteger a su pequeño. Llegaron a la casa y entraron con sigilo, temiendo encontrarse con Gawain, pero él estaba durmiendo sobre un sofá, completamente borracho. Ariadna le tapó los ojos al bebé y se fue rápidamente a su habitación, donde lo acostó.

-Seremos sólo tú y yo, hijo, lo sé, pero nadie ha dicho que dos no puedan ser una familia. Mañana vendrá tu abuela a conocerte, estoy segura que le encantarás y…- No pudo seguir hablando, había quedado absorta mirando al bebé que le devolvía la mirada con una concentración única, como si en serio se estuviesen comunicando, de hecho lo hacían, se entendían.

Ariadna suspiró.

-Te quiero, Adam-.

Feli.-

personaje:adam skeffington, escritor:in_feli_land, inicio

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