Tema: #1 Soberbia
Autor:
titan_oceanoPareja: Hikari Kónogan/ Adam Skeffington
Rating: NC-15
Advertencia: Pues, hay algunas escenas de sexo o que por lo menos lo insinúan.
Tabla:
7 Pecados
Notas: Puff, ya tan solo nos falta un fic que en unos minutos publicaré, solo cuando pase el test de aceptación. Debo decir que me encantó, SI! mucho. Hay que aprovechar a Adam en esa faceta, antes de que se transforme en el 'idiota' de nuevo xD.
Espero que lo disfruten ^______^
Soberbia.
-A veces eres tan prepotente…- Hikari parecía realmente enfadada, caminaba con un paso extrañamente decidido tras el andar de él, quien iba adelante sin decir palabra alguna, en el más estricto de los silencios.
-Tal vez podrías intentar tener un poco más de cerebro a veces, Hikari- Él no dijo nada más y siguió caminando como si nada, sin siquiera notar que la chica se había detenido y se había quedado atrás, impresionada por las palabras del rubio, mirándolo alejarse. Luego de que el alemán pareciese haber desaparecido en el horizonte, los ojos de la Gryffindor dejaron escapar un par de tenues lágrimas que amargaron lo que le quedaba de día.
*****
Faltaban pocos días para que el año escolar terminase en Hogwarts y todos los alumnos volviesen a sus hogares por las vacaciones de verano, para volver a un nuevo año el Septiembre. Todos empezaban a ordenar sus equipajes, se enviaban cartas des despedidas unos a otros, andaban lo más posible de la mano y se besuqueaban en cuanto rincón más o menos oscuro encontrasen. Adam Skeffington y Hikari Kónogan llevaban días sin cruzar palabra y él paseaba por los terrenos del colegio sin siquiera recordar los ojos vivaces de la que supuestamente era su novia. ¿Debería importarme? Esa niñita inmadura no me vale nada, no tengo por qué preocuparme, mas, a pesar de sus palabras seguras y firmes como ladrillos, sentía una constricción en el pecho, como si un elemento punzante intentase agujerearle la piel y atravesarle el corazón.
Por su parte, ella estaba en su sala común, reticente a salir de allí por el simple hecho de encontrárselo, Adam siempre tenía esa estúpida habilidad de hallarla sin siquiera esforzarse para ello y el único lugar donde podía estar segura que él no podría hacer ingreso (Porque ni el baño de chicas era seguro) era su Sala Común. Adam, en cambio, paseaba aparentemente sin motivos ni preocupaciones por los terrenos del colegio, buscando algo en lo que ocupar su atención. A cada segundo la distancia entre ambos y la despreocupación de Adam se hacía más evidente, y hería cada ve más a Hikari, siempre de manera dolorosa y repentina como si se enterrase un alfiler en la planta del pie y éste cada vez se clavase más entre la carne. Mas a él no le importaba, siempre pensaba que quienes se preocupaban demasiado era porque no tenían mejores aspiraciones en la vida.
Pero eso tenía que cambiar, ¡ahora! Hikari se secó los ojos a pesar de que no había lágrimas en ellos y se paró con nuevos aires, inspirando hondamente, sintiendo como sus pulmones se llenaban con esos nuevos bríos de prepotencia que debían moverla. Si Adam quería una competencia, sería eso lo que obtendría.
Siete días y siete noches pasaron hasta que ambos se miraron a los ojos en frente del lago, quién sabe por qué, tal vez era porque así cada uno tenía la seguridad que, si se hartaba del otro, podía tirarlo para que lo devorara el calamar gigante. Cada uno sostenía la mirada del otro, Hikari internamente se esforzaba mucho, Adam ni siquiera un poco. No se habían hablado en la media hora que llevaban allí, y al parecer ninguno pretendía romper el silencio, no aún. Así pasaron una hora frente al lago sin decirse nada, luego Adam se dio la vuelta y caminó hacia el castillo en silencio. Era la primera victoria de ella, llega con el balón esquivando a todos los jugadores del equipo contrario y, con un certero golpe, marca un tanto, el marcador indicaba un 1-0 a favor de Hikari.
Su siguiente encuentro fue en la biblioteca, él estaba sentado allí haciendo como que leía un aburrido libro de pociones cuando llegó ella y se sentó en frente del rubio con un gran tomo de runas antiguas que parecía tan antiguo que la portada se veía coronada por una no despreciable capa de polvo. Se miraron un par de veces por sobre las páginas sin decirse nada, a veces él la contemplaba sin que ella lo notase y, cuando levantaba la vista, él la bajaba hacia las letras. Veinte minutos se mantuvieron así, hasta que Adam sintió el pie de Hikari sobre su muslo derecho, ni siquiera sonrió, mas no le impidió que siguiera su camino hasta su entrepierna y la acariciase por unos minutos, evidentemente logró el efecto fisiológico que tan fácilmente se lograba en la entrepierna del alemán, luego bajó el pie y se puso nuevamente el zapato. Minutos más tarde la chica cerró el pesado libro que hojeaba (Más bien sólo veía los dibujos para no perder atención en Adam) y le miró a los ojos.
-¿Juguemos?- Preguntó ella. Adam, aún oculto tras su libro y sólo mirándola por sobre las páginas, sonrió, imperceptiblemente para la chica, y quiso responder a su pregunta, pero Hikari se había parado y se había ido tan rápido como había llegado. El rubio cerró su libro y, casi por inercia, se llevó una mano a la entrepierna, aún estaba duro, lamentó no querer descargarlo en alguna chica, o más bien sí quería hacerlo, pero sólo en una, y estaba segura que aquella en ese preciso instante no quería nada de sexo con él. El marcador indicó un nuevo punto para la Gryffindor, casi no se puede creer, a una distancia increíble ha logrado hacer un tanto, ¡esta chica es espectacular! El defensa Skeffington, el número 7, se ha quedado con la boca abierta, pobrecito, seguramente no se esperaba una apaleada como ésa.
Ambos estaban acostados en la torre de astronomía, juntos miraban las estrellas, sus cuerpos estaban pegados por el costado. Las ropas de ambos yacían en el suelo al igual que sus mochilas con útiles escolares, el silencio era abrumador, pero los astros parecían hablar esa noche y los tenían sumidos en una interesante conversación sobre el principio del universo y la respuesta a muchas de las preguntas. Adam le había tomado la mano mientras mantenía la otra sobre la nuca, a pesar de tenerla allí, desnuda, a su plena disposición, no quería utilizarla como un instrumento, a pesar de que el aparato viril de él estaba visiblemente emocionado con la situación. Tan sólo podían escuchar la respiración del otro y los latidos del corazón propio, bombeando con fuerza y vitalidad la sangre que corría por sus venas. Pero a Adam no le molestaba ese silencio, de hecho lo prefería, había sido muy provechosa toda esa aura de misterio que los rodeaba desde hacía semanas, desde que Hikari se había presentado en el lago, y le gustaba. Los pies de ella, poco a poco, fueron acariciando los de él, dándoles calor. Se había rendido, al fin. Adam suspiró. Termina el partido con dos tantos para el equipo de Kónogan y uno para el de Skeffington, ¡fue una dura batalla! Sí, y ya no tenía ganas de más. Hikari pareció querer decir algo, porque movió los labios, pero rápidamente el rubio puso un dedo sobre ellos para callarlos, y le chisteó suavemente, como cuando se hace dormir a un bebé.
-Silencio. Callar siempre que lo que se tenga que decir no sea más bello que el silencio mismo- Seguidamente posó sus labios sobre los de ella y la besó con ternura, prontamente los quitó de encima y siguió observando las estrellas.
Los días siguientes a aquel fueron más apacibles, la dura competencia fue poco a poco menguando hasta convertirse en un sano concurso amistoso. Hikari había madurado y aprendido un poco. Adam había aprendido a valorarla un poco más. Pronto llegó el día en que ambos se vieron a la cara y s tomaron de las manos, llovía como pocas veces, el agua los tenía totalmente empapados y entumidos, sus ropas húmedas se pegaban a sus cuerpos levemente tibios por las sensaciones. Él la besó y ella pareció no responder, él tomó su mentón y la miró a los ojos, sonrió levemente.
-¿Sabe, señorita? Quien no sonríe no puede abrir una tienda- La frase pareció dar resultado cuando Adam vio las comisuras de Hikari elevarse sutilmente, él contempló esa pequeña sonrisa con agrado, eso era lo que buscaba, una simple sonrisa. -No se puede predicar una verdad si no se está preparado para el rechazo del mundo, Hikari, y no me importa que nadie entienda por qué estás conmigo o por qué soy como soy o por qué quién sabe qué cosa que se les ocurra. Ellos sólo nos envidian. Eres como una piedrita más brillante de lo que parecía a distancia…- No dijo nada más, de por sí esas palabras eran lo suficientemente extrañas en labios del rubio como para decirle alguna cursilería de las que le molestaban tanto, no, no se rebajaría así. Hikari lo abrazó como nunca y apoyó su cabeza sobre el pecho de él, protector y cálido por una vez en su vida, la besó en el cabello y cerró los ojos. Ambos los cerraron.
*****
Estaban acostados, ella estaba sobre él y se movía lentamente sobre su miembro. Cuerpos sudorosos y gemidos de placer, descontrol y lujuria, pasión y odio. Adam tomó sus muslos y la obligó a detener su movimiento, la miró a los ojos.
-Hikari… Te quiero- Fue la primera vez que se lo decía, y no esperó una respuesta, sino que la obligó con sus manos a continuar su movimiento sobre su cuerpo y, en especial, sobre su entrepierna.
*****
Años después, el juego seguía y parecía no pretender terminar, ambos eran rivales, ambos se miraban con ojos de enemistad y, al fin, eran dignos adversarios del otro. Pero había un amor inequívoco, un cariño silencioso que no necesitaba de palabras o acciones para vivir, porque ardía en ellos como la vida misma. Salían de una tienda de ropa femenina en un popular centro comercial de Nueva York y él cargaba con muchas bolsas llenas de ropa y perfumes y zapatos y otros accesorios que le había comprado a Hikari.
-A veces eres tan prepotente…- Dijo él.
-Tal vez podrías intentar tener un poco más de cerebro a veces, Adam- Dijo ella.
Ambos sonrieron.