Tema: 23# Sinceridad
Autor:
titan_oceanoPersonaje: Eric McClellan
Rating: G
Notas del autor: A pues nada, es mi segundo fic y sigue sin convencerme esa estúpida forma de escribir que tengo. Plafff, no sé, de pronto se me ocurrió y ya, no tengo más que decir. Espero que el próximo me quede mejor ^____^
Feli.-
-Hablemos de sinceridad…-
-No- Respondió casi inmediatamente el pelirrojo, estar frente a aquel tipo que lo observaba como a un animal de laboratorio le daba muy mala espina. No quería que nada le hiciese preguntas estúpidas, no quería que nadie escribiese sus respuestas en una libretita de bolsillo y odiaba el hecho de estar sentado en un sillón tan cómodo, demasiado cómodo, como si la comodidad le hiciese olvidar. Esto es estúpido, pero aún así él había accedido a sentarse allí.
-¿Por qué, Eric? ¿Por qué no podemos hablar de sinceridad?-
-Porque yo no conozco eso…-
-¿Es eso cierto?-
-Sí-
-Entonces sí sabes un poco de sinceridad…-
-…- Calló, el imbécil del terapeuta lo había engañado y él, muy iluso, había caído como una liebre distraída a su trampa, como el ratón que va a recoger el pedazo de queso sobre la trampa. Demonios. Ese psicólogo, o psiquiatra, o terapeuta, o lo que fuese, desde un principio no le había caído nada bien. Revisó la hora en el reloj de pared que estaba tras el hombre de lentes cuadrados, aún faltaban cuarenta y cinco minutos de la hora que tenía que pasar allí dentro. Aún así, no había soltado mucho, era un paciente difícil.
-¿Estás enamorado?-
Lo tomó por sorpresa, los segundos de silencio lo habían tranquilizado, incluso le habían dado la vaga idea de que había ganado, que ya no intentaría inmiscuirse en su interior. Pero no, aquel tipo, muy a su pesar, era bueno y sabía qué preguntar, sus preguntas le llegaban como flechas envenenadas directo al corazón, oprimían, destruían. Tragó saliva y, aunque no respondió nada, aquel hombre pudo obviar la respuesta.
-Ya veo, ya veo. Pero eso no tiene nada de malo, Eric, no te avergüences…-
-¿Cómo quiere que no me avergüence si nadie tolera o acepta los sentimientos que siento?- Fue algo desafiante, odiaba sentir que él estuviese intentando sentir por él, decidir tal vez, aconsejarlo. ¿Qué sabía él? ¿Acaso estaba viviendo lo que Eric? No, ni él ni nadie, por eso estaba destinado a caminar solo por el camino más retorcido, de la mano de una sombra mayor en una unión que todos miraban mal.
-¿Hay algún problema con la niña que te gusta?-
-Sí, que no es niña…- No se sonrojó, no se inmutó, no se dejó vencer ni mostrarse débil. Lo miró a los ojos, los que lo miraban directo por sobre los lentes cuadrados que habían caído por esa nariz perfecta, sin ninguna imperfección, como si fuera obra de la más perfecta cirugía plástica.
-Entiendo-
Impertérrito, mucho más imperturbable de lo que Eric pudo haber esperado se mantuvo el psicólogo, anotó un par de palabras en su libretita y se inclinó un poco hacia delante para mirarlo a través de los vidrios.
-¿Y crees que eres gay?-
-Me gusta un hombre, ¿No es obvio?- Eric empezaba a hartarse de las preguntas sin sentido y los comentarios sin peso, así todo el dinero que le pagaría por esa estúpida hora sería en vano, diciendo y volviendo a decir cosas que ya tenía claras.
-¿Y quién dice que por eso eres gay?-
-Todos…-
-¿Quiénes son todos?-
Ahora que lo pensaba, ¿Quiénes eran todos? Claro, sus compañeros por supuesto, algunos profesores, la gente de la calle, los que no lo conocían, enemigos, desconocidos, ilusos, etcétera. ¿Pero qué significaban ellos para él? Nada, absolutamente nada. -No son nadie…- Respondió en un susurro, como si quisiese convencerse a sí mismo. Él sonrió satisfecho, en el fondo sabía perfectamente que era un excelente terapeuta, en especial para niños descarriados o desorientados.
-León Rizal…-
La cara de Eric se puso pálida, sus ojos se abrieron mucho y su corazón se detuvo. ¡¿Cómo rayos lo sabía?! Lo miró exaltado, sin decir nada, viéndolo sostener en sus manos un sobre y leer el remitente, el psicólogo se acomodó los lentes.
-Ha enviado una carta esta mañana, hablándome de ti-
Su corazón volvió a latir y sus pulmones volvieron a llenarse de aire. -¿León hizo eso?... ¿Pero por qué?-.
-Quería asegurarse de que estuvieses bien, me contó algunas cosas, pero eso no importa. Dice que te quiere mucho, que te extraña más aún-
Los ojos del pequeño se enternecieron y tuvo que secarlos antes de dejarse ver llorar. Eso era algo que le reservaba sólo al mayor de los ojos claros, de los ojos que lo cautivaron desde un principio, esos ojos tan distintos y similares a los suyos. Suspiró. -Gracias-.
-De nada, para eso estoy-
-Bueno, le pagaré-
-Oh, no, no, yo no quiero el dinero… Sólo prométeme una cosa…-
Él se paró y lo ayudó a pararse, acompañándolo hasta la puerta del despacho, allí se agazapó para quedar a su altura y lo miró por sobre los anteojos. Le acarició una mejilla. -¿Qué cosa?-.
-Sinceridad-.