Tabla Evento: 4# Ira

Jul 10, 2007 00:25

Tema:  4# Ira
Autor:
titan_oceano
Personajes: Adam Skeffington/ Hikari Kónogan 
Rating: PG-15
Tabla: 7 Pecados
Advertencias: Hay violencia, no demasiada... pero la hay
Notas del autor: De nuevo no soy yo, es mi querido amigo. Personalmente cada día me enamoro más de Adam xDD. En este fic, ambos ya son varios años más grandes, por lo que teóricamente han superado las adversidades :P En fin, espero que lo disfruten, a mi me gustó verdaderamente ^____^

4# Ira.

Helsinki, Finlandia. Fines del verano, vacaciones. Un hotel en una húmeda calle por la inesperada lluvia de la noche anterior, cinco estrellas, con lujos por todos lados, lo mejor de lo mejor, y aún así no lo disfrutaban como debiesen, ni siquiera se habían detenido a observar qué era lo que les ofrecía la ciudad. Eran vacaciones, ¿no? Estaban allí para conocer, ¿no? Quería aprovechar el tiempo para pasarlo juntos, ¿no? Sí, sí, y sí, pero no lo hacía, simplemente, no necesitaban una razón. Ni siquiera hablaban bien el finlandés, o fines, o suomi, lo habían aprendido en muy poco tiempo y no habían tenido la oportunidad de practicar o aprender más vocabulario, ahora ambos iban por las calles hablando casi en señas, intentando encontrar a alguien que hablase inglés, o alemán, pero allí nada de eso abundaba, o quizá la pareja tenía demasiada mala suerte.

Era de noche, dos o tres de la madrugada. Adam estaba tendido en la cama totalmente desnudo y con los brazos extendidos, sudaba. Hikari estaba a su lado, desnuda también, se abrazaba a su tórax y descansaba su cabeza sobre su pecho brillante. Cansados, ambos, no habían salido del hotel en dos días y el regreso a su labores se acercaba de manera inminente, pero no les importaba, habían pasado aquellos días de encerramiento en la habitación, pidiendo comida, viendo televisión, leyendo algún libro, cada uno por su cuenta casi sin cruzar palabras con el otro, de hecho, cada uno pedía su propia comida; la gran diferencia era en la noche, cuando las calles se vaciaban de los del montón y se llenaba de jóvenes con ganas de disfrutar de la vida nocturna, Adam también, por lo que pasaban toda la noche teniendo sexo, dos o tres veces seguidas, sin parar, como máquinas, entre cada polvo descansaban una media hora por lo menos, así, como estaban, sin hablar, sólo se recostaban y dejaban que el sudor recorriera sus cuerpos y que la brisa nocturna entrara por la ventana que mantenían abierta siempre porque, sino, ya estarían hacinados.

-Yo me voy a bañar…- Dijo ella, la castaña, se paró y se dirigió al baño. Adam le miró mientras caminaba, cómo se notaba que la pequeña ya había crecido, ya no tenía esas formas aún moldeándose, sino que ahora era toda una mujer, y vaya qué hermosa mujer, de curvas muy armónicas y facciones preciosas. Adam, con el tiempo, había aprendido a quererla, a pesar de tenerla lejos muchos años, de cualquier forma sabía que se volverían a ver, que era inevitable que algo así no perdurase, habían firmado algo así como un contrato irrompible, innegable. Él, por su parte, también había crecido, aunque no en altura puesto que siempre había sido un muchacho alto y en su última etapa de crecimiento no había crecido más que unos tres o cuatro centímetros, pero se notaba enormemente que el adolescente Adam ya era todo un hombre, puesto que se veía una incipiente barba en su mentón (La que no creció hasta muy avanzada edad, dieciocho o diecinueve, siempre había sido un chico muy imberbe), sus músculos estaban mucho más desarrollados y su voz se había engrosado un poco, mas, fuera de todo aspecto físico, Adam ahora se comportaba distinto, a pesar de que obedecía a su esencia, ahora era un hombre y por ende debía asumir nuevas responsabilidades.

La noche hubiese seguido igual de tranquila, se la habría tirado dos o tres veces más y se habría quedado dormido hasta muy entrada la tarde del próximo día, lo típico, lo que llevaba haciendo hacía ya bastante. Pero no fue así. Mientras la ducha se escuchaba correr dentro del baño, por la ventana entró un ave, grande y respetable, imponía respeto sobre otras alimañas que volaban por los cielos con todas esas plumas feas y opacas, pero ésta no era así, tenía plumaje brillante y blanco y dos ojos grandes que miraban a Adam imperturbables, en su pico llevaba una carta. Adam primero ni siquiera abrió los ojos, eran sus reacciones cotidianas, pero ante el silencio del ave tuvo que sentarse en la cama a observarla, estaba esperando a que se levantase y recibiese la correspondencia.

-¿Es para mí?- Se rascó la nuca con una mano y se levantó, obligado por la estúpida ave. Caminó unos pasos y tomó el papel de su pico, la lechuza salió por la misma ventana abierta en el acto, como si lo único que quisiera fuese ir a su hogar a dormir por días. El rubio miró el sobre, sí, era para él, le pareció extraño, hace tiempo que la única correspondencia que tomaba era para pasársela a Hikari cuando estaban juntos, y cuando no, era correspondencia de la castaña deseándole feliz cumpleaños o un feliz año nuevo. ¿Quién querría escribirle? Además, no recordaba haberle dicho a nadie que se iría de vacaciones a Helsinki. Pero el remitente le llamó la atención: Ariadna Vanderbilt, su madre. Algo le dijo interiormente que era mejor quemar esa carta, no saber nada de ella, que todas esas palabras no eran buenas y que lo mejor sería ignorarlas. Pero su amor pro su madre pudo más que él mismo y lo obligó a romper el sobre y sacar su contenido, era una sola hoja bastante arrugada, la abrió y pudo observar la irregularidad de las letras, tal y como si la hubiese escrito con mucha prisa. Tragó saliva, se temía lo peor.

Al fin, la abrió. Leyó.

Adam:

Sé que estás de vacaciones con esa chica, no recuerdo su nombre, y lamento mucho estar molestándote, pero las circunstancias pudieron más que mi sentido común y creo que lo mejor es que sepas lo que está ocurriendo aquí. Tu abuela África está aquí, se vino a quedar conmigo hace más o menos un mes porque las cosas han empeorado con tu padre…

Una mancha había corrido la tinta y algunas palabras se habían borrado. Lágrimas, lo supo de inmediato y su corazón empezó a acelerarse. Sólo quería pensar que todo estaba bien, pero muy a su pesar sabía que no era así.

…y se ha salido de control, ya no sabemos qué hacer. Ahora mismo estamos encerradas en el ático, tu padre está abajo con unos amigos y escuchamos gritos, están bebiendo y apostando como siempre. Tengo miedo, hijo, en cualquier instante tu padre recordará que no estoy allí y querrá que vaya a atenderlos, no sabes lo violento que se ha puesto…

Poco a poco, Adam iba arrugando el papel en su puño, el cual apretaba más y más con cada palabra que leía. Desgraciado, ahora se preguntaba por qué no le había dado su merecido a Gawain cuando había tenido la oportunidad, cuando lo había tenido cara a cara y había podido darle algunos merecidos puñetazos y dicho ciertas verdades y advertencias. Pero no lo había hecho y ahora se lamentaba, la única persona por la que lo daría todo, su madre, estaba asustada por culpa de un imbécil que no la merecía, y él estaba a miles de kilómetros de distancia mientras todo estaba ocurriendo allá. No pudo sino sentirse demasiado impotente, como quien ve un asesinato y no tiene las armas para evitarlo, como el inválido que ve desde su humilde silla de ruedas cómo atropellan a un niño y no puede salvarlo porque sus piernas no pueden moverse. Así se sentía, como un insecto, como nada, una alimaña más del mundo, un jirón de tela vieja ya olvidado encima de una mesa en una casa abandonada.

Hizo una bola del papel y lo tiró al suelo. Apretó tanto sus nudillos que empezaron a ponerse blandos y sus sangre se agolpaba, sin poder continuar su movimiento normal. Apretó los dientes y los hizo rechinar hasta ya no aguantar más. Sentía que su sangre hervía, sentía que sus músculos se tensionaban, sus huesos se fundían de a poco y su piel se descascaraba. El cerebro cancelaba todas las operaciones corporales, todo el metabolismo, y sólo pensaba en venganza, en torturas, en golpes, en amenazas, en armas. Ya no podía más, ya no podía seguir soportando a ese mequetrefe viviendo con su madre, lo sacaría a patadas y no lo dejaría volver, me las pagarás, no lo soportó más, su cuerpo cedió a lo que su cerebro maquinaba y el caos comenzó.

Comenzó con la cama, la desarmó totalmente, luego tiró el colchón e hizo pedazos a patadas las tablas que lo sostenían. La ducha cesó. Tomó la mesita de luz con sus propias manos, botando todo lo que había sobre ella (Maquillaje, perfumes, billeteras, etc.), luego tiró la mesita al suelo con tanta fuerza que está también se rompió. Aló las cortinas hasta desgarralrmas y rompió de un puñetazo la ventana, dejando su mano ensangrentada. En eso, la puerta del baño se abrió y Hikari salió con la toalla blanca a medio poner alrededor de su cuerpo, con una expresión de pánico indescriptible en la cara.

-¡¿Qué está sucediendo, Adam?! ¡Por dios!- Hikari miró con espanto cómo yacían las maderas rotas y los perfumes desparramados por el suelo. Adam la miró con ojos de furia, iracundo como pocas veces y, goteando sangre de su mano herida, se le acercó y la tomó con fuerza por los brazos, Hikari lo miró con los ojos muy abiertos, temiendo quién sabe qué cosa. Adam le quitó la toalla con fuerza y la tiró al suelo, luego empujó a la castaña, al piso, donde yacían pedazos de madera, vidrios rotos, plumas de los cojines, papeles, billetes mojados con perfumes, joyas y un largo etcétera. Ella lo miró desde el suelo, lloriqueando, con vidrios enterrados en las palmas de las manos y las piernas adoloridas por el golpe que se había dado. Adam parecía furioso y ni siquiera sabía a qué se debía.

El alemán, desnudo y ensangrentado, aún no sabía cómo descargar su ira, necesitaba a alguien a quien golpear, pero sabía que no podía tocar a la chica, por mucho que simulase no quererla, sí la quería. Deseaba tener a su padre en frente para matarlo ahí mismo, para hacerle escupir todas sus vísceras, para reventarle los ojos y romperle cada hueso, para hacerlo sufrir hasta el mismísimo lecho de muerte. Pero no tenía nada. Le dio una pata a la puerta del baño, haciéndole un inmenso hoyo, y otra a la puerta de ingreso, la cual también ahuecó. La expresión de Hikari era de horror, no se entendía si era por el desastre o por ver a Adam en una situación tan angustiosa.

Finalmente el alemán llegó al apogeo de su ataque de ira y cayó sobre los vidrios rotos también. Parecía increíble que nadie hubiese ido a ver qué pasaba en la habitación, pero la gente del hotel desde un principio se había comportado de manera extraña. Adam se llevó una mano a los ojos y se los tapó, las lágrimas habían llegado al exterior y, a pesar de intentar esconderlas, ahora escurrían por su mano y pasaban a sus mejillas. Sangraba, estaba desnudo y lloraba, la imagen del fuerte Adam se había derrumbado. Hikari, aún sobre vidrios rotos, se secó las lágrimas y se acercó al rubio, siempre había sido fuerte aunque Adam intentase opacarla. Lo abrazó y le besó el cabello.

-Ya todo está bien-

-No, no lo está…-.

personaje:adam skeffington, escritor:mitsuko_konno, tabla:7 pecados, personaje:hikari kónogan, evento

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