Tema: 2# Avaricia
Autor:
mitsuko_konnoPersonajes: Adam Skeffington/ Hikari Kónogan
Rating: G
Tabla: 7 Pecados
Advertencias: Emmm, ninguna.
Notas del autor: La imaginación ha ido y venido con respecto a este fic, pero al final de todo hemos decidido con mi queridísimo
titan_oceano(en realidad lo ha decidido él) que ha quedado lo suficientemente bien como para subirlo. Te quiero agradecer mucho, corazón, porque como ya sabes que es fundamental tu opinión en estos fics ^_____^.
Pues bien, ahora sí, disfrútenlo!
2# - Avaricia
Se encontraban a finales del mes de mayo, lo que no solo implicaba que el clima era inestable y que el verano pronto haría acto de aparición, sino también, que las clases estaban por terminar y todos los estudiantes del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería debía estudiar para sus exámenes finales, T.I.M.O.s, o ÉXTASIS. Por lo que muchos alumnos, había aprovechado el primer día de sol en semanas para salir del encarcelamiento momentáneo que habían sufrido. Cientos de jóvenes se encontraban esparcidos por las afueras del castillo, algunos en el lago, otros en el puente y unos cuantos en los terrenos.
A la sombra de un gran árbol se encontraban dos estudiantes inmersos en sus actividades individuales. Él se encontraba apoyado de espaldas al tronco, sentado en un hueco provocado por las grandes raíces de este, leyendo un libro. Su cabello era rubio, perfectamente rubio y caía grácil sobre su rostro levemente inclinado. Atractivo indiscutible, cuerpo armonioso y ciertos rasgos infantiles, quizás demasiado provocadores, lo complementaban. Altura evidente y una postura tan exquisitamente varonil que no pasaba desapercibido para ninguna fémina y uno que otro estudiante del mismo sexo. Su respiración era tranquila y regular, su esencia misteriosa y a la vez intrigante, y su mirada era seductora e intensa.
Ella estaba recostaba boca abajo sobre la hierba, recargando el peso de su cuerpo sobre un brazo, mientras que con el otro alisaba el pergamino en el que hacía un par de anotaciones. Su torso se encontraba frente a los pies de él por lo que si desviaba la mirada podía contemplarlo directamente. Su cabello era oscuro, largo y algo desordenado que caía extendido sobre sus hombros y espalda. De figura moldeada pero nada voluptuosa, delgada y de contextura pequeña. Movimientos delicados e infantiles, rasgos ya maduros pero quizás no demasiado armoniosos. Aires distraídos y soñadores, ojos de color común, transparentes y profundos, gestos inquietos y aniñados.
Ambos se encontraban estudiando. La muchacha debía rendir los exámenes regulares de fin de curso y a él ese año le correspondían los T.I.M.O.s. Adam dio vuelta una página y leyó un par de oraciones. Luego observó a su acompañante disimuladamente, con el extremo de la pluma se rozaba el rostro; y movía las piernas, que se encontraban alzadas con respecto a todo su cuerpo, en un vaivén descuidado y distraído. Rápidamente volvió a su tarea.
Hacía un par de meses que se veían, pero hacía menos tiempo aún que habían comenzado a exponerse a las miradas atentas y predadoras de los demás estudiantes. A todos les sorprendía aquella relación, quizás por lo fría y distante que se veía desde las butacas de espectadores. Nadie les veía demasiado futuro.
-Dame la pluma-
El rubio le habló. Fue casi una orden, en su tono de voz no se alcanzaba a atisbar ni un signo de dulzura. Hikari sin observarlo, y mecánicamente, extendió el brazo acercándole el instrumento de escritura con el que estaba jugando, el lo tomó sin rozarle ni un milímetro de piel y ambos concluyeron la comunicación.
No se miraban, no se tocaban, no sonreían y casi no se hablaban. Cada uno estaba inmerso en su propio mundo, ignorando la presencia del otro. Sin embargo, existía una duda para todo aquel que lo analizaba ¿Por qué estaban juntos si su trato era tan distante? Era evidente que esa relación no era por conveniencia, sino ¿Qué haría un descendiente de alemanes tan puro, de familia tan poderosa y prestigiosa con una hija de muggles de status medio y sin demasiados encantos? Ella ni siquiera era la mejor de su clase, tan solo estudiaba para aprobar con lo justo y necesario; en cambio él, a pesar de lo poco que se dedicaba a todo ello, era excepcional, un ejemplo digno y respetable.
Tampoco cabía lógica en que siendo tan diferentes se les viera compartiendo tanto tiempo juntos. Ella siempre estaba rodeada de gente, su humor era alegre y jamás había sido una persona indiferente; en cambio, él llegaba a ser irrespetuoso, exasperante y hasta algo cruel. ¿Es que no entendía que de tratándose de esa manera tan fría no llegarían a ningún lado?
Adam alzó la vista disimuladamente. Pudo observar como muchos de los estudiantes que se encontraban allí los miraban unos segundos para luego intercambiar algunas palabras. “Imbéciles” Pensó, sonriendo para sí mismo, triunfante. Ellos no podrían entenderlo, jamás lo harían. Él era un Skeffington, mejor dicho era Adam Skeffington. Él era un hombre, no demostraba ternura o afectuosidad frente a los demás. Tan solo la castaña que se encontraba frente a él, distraída en sus asuntos, sabía cuando el dejaba de exponer esa avaricia sentimental que los poseía en público.
Hikari sintió una intensa mirada sobre ella e instintivamente giró la cabeza, cruzándose con dos peculiares ojos que la contemplaban con perspicacia. Ella entendió rápidamente y esbozó una pequeña sonrisa antes de volver a su trabajo. Adam le había dicho de manera silenciosa que todos eran unos idiotas, y vaya que lo eran. Hablaban como si los conociesen, como si supieran más que ellos mismos de sus vidas ¿Quiénes se creían? Si de verdad los conocían hubieran recordado que ella odiaba demostrar debilidad hacia alguien o algo. Era la muchacha que no se enamoraba, que se bastaba de ella misma para todo, que temía depender de alguien, que sentía miedo de lo que pudiera pasar con Adam. Hikari tenía que demostrar que no le interesaba, tenía que corresponder a la avaricia del rubio, tenía de mostrarles a los demás que era lo suficientemente fuerte como para no volverse adicta… adicta a él.
Ellos eran concientes de que no existía la perfección en su relación ni en ellos mismos, pero esa avaricia de gestos, caricias y miradas los salvaba de los demás, impidiéndoles contaminarse y caer junto con el montón. Ella sabía que no podía retenerlo, Hikari no pertenecía al montón de muchachas ilusas que creían que se podía cambiar a una persona, ella lo había aceptado tal cual era: con aquellas miradas pretenciosas, con sus comentarios crueles, con sus palabras venenosas y eso jamás cambiaría, jamás. En cambio, Adam sabía, a pesar de que la castaña se empeñaba en negarlo, que la tenía para él. No porque estuviera enamorada, para nada, sino porque la había marcado, desde el día que se habían conocido. Ella jamás olvidaría su nombre lo sabía, y lo disfrutaba.
Sin embargo, el no se había inclinado a su favor por nada. Existía algo en la muchacha que lo atraía, y no eran sus curvas, que estaban levemente desarrolladas. Había algo más en ella que lo hacía disfrutar el tiempo compartido. Cuando se cansara, ciertamente desaparecería como tantas veces lo había hecho, pero hasta no descubrir qué demonios era lo que lo mantenía, allí a su lado, no se iría. Mientras tanto ambos continuarían con aquella actitud avara frente a los demás, seguirían con las apariencias, con las máscaras, todo lo que fuese necesario. Aquello era su protección, la llave de las esposas que los unían momentáneamente, la certeza de que cuando todo acabara no tendrían nada que reprocharse, nada de lo que avergonzarse. Cada uno sería el único esclavo de su avaricia.