Jul 05, 2007 15:45
Dicen que uno se tiene que enfrentar a sus temores con valentía para olvidarlos y superarlos, pero ¿cómo les iba a hacer frente una niña de seis años? Ella era pequeña, una miniatura frente al imponente señor Indor, pero no era necia. Aun su corta edad sabía lo que era real y lo que no, podía distinguir entre mentira y verdad, entre bueno y malo…
Y eso era real, era verdadero, y quizá lo peor, era malo. ¿De qué parte? ¿Quién era el culpable?
Otra vez sentada en la cama, otra vez sintiendo vergüenza, otra vez la visión de papá en la puerta; él siempre vuelve, para darle más y más. Él nunca queda satisfecho, busca algo que no encuentra y que ella desconoce…quiere brindárselo, dárselo en una bandeja de plata para que cese el sufrimiento, pero no puede hacerlo.
Las blancas paredes se vuelven borrosas, indefinidas; las líneas se difuminan, las cosas desaparecen, él ya está allí y sostiene el cinturón negro de siempre. Sabe lo que va a pasar, o cree saberlo.
Está plantado delante de ella, y la mira con odio, con rabia, la detesta, la aborrece y ella no lo sabe; sólo conoce lo que le hace, el dolor que le causa, todo lo que sucede cuando Crystal no está…debe aceptarlo, pero no puede, porque no es tonta, porque no le gusta que la azote, ni que la abofetee, ni que use el cinturón.
No ha dicho ni una palabra y todo empieza demasiado rápido, aún no está preparada, de hecho nunca lo está…
Levanta la mano y toma la barbilla de la niña, la sube y contempla su rostro con asco…uno. Sólo le dice que ya falta menos, que pronto acabará, que todo se arreglará algún día…dos. El segundo golpe hace salir una lágrima, pero sólo una de las muchas que guarda en su interior, un interior que se abre algunos días… tres. Eso no es nada, podría aguantar unos cuantos más, pero él no se detiene, lo ha visto, e impasible coge el cinturón y lo sostiene en el aire. Lo contempla un segundo, avalúa su mortalidad y sonríe, lo agita en el aire. Y ella se retira un poco más, se acurruca en la esquina de la cama, y lo espera a regañadientes, no puede escapar de sus garras incandescentes.
Ya está. El latigazo ha llegado, pero no es suficiente para provocar el silencioso y amargo llanto, es muy pequeña pero difícil de vencer. Le duele, le duele mucho y su cuerpo se enrojece, pero a él no le importa, porque vuelve a azotarla, a pegarle, en la misma zona varias veces hasta que un hilillo de sangre brota en su blanca piel. Él se inclina, lentamente queda con la cabeza encima de la herida, y usa la lengua para limpiar la zona afectada, expande el líquido carmesí por todo su brazo. Cierra los ojos instantáneamente, la saliva de Kyle alivia el dolor pero agrieta el corazón, parte en dos su conciencia, todo eso es nuevo, es diferente, él nunca lo ha hecho y los acontecimientos se vuelven imprevisibles.
Ahora sí, las lágrimas estallan, se escurren hacia el torso ahora desnudo de la niña, mojan su pecho y él las saborea en cortos besos.
-Llora un poco más, son deliciosas-
Sigue acariciándola, posa sus labios en cualquier parte libre del pequeño cuerpo de Omega, pero ella se traga sus lágrimas y forcejea, para de llorar.
-Llora-Le ordena, y aferra el cinturón- Llora, te he dicho. Omega no quiere contentarle.
-He dicho, que llores, hazme caso…- Susurra dulcemente al oído, le muerde la oreja y es que él ha entrado en un estado de éxtasi…usa de nuevo el cinturón, ella le hace caso, un torrente de lágrimas vuelve a mojar sus cuerpos, Omega llora y lo hace con todas sus fuerzas porque los golpes duelen físicamente y ya ha tenido bastantes, al fin y al cabo las caricias no duelen, al menos no en el cuerpo, por mucho que tenga arcadas, no duelen…
Ahora se siente culpable. Ella no quería, no lo pretendía pero la había vencido el dolor y le hizo caso; no sabe si es realmente su culpa, cree que no, que no hizo nada para desencadenar esos hechos. Le había hecho caso y eso estaba mal, había obedecido en aquél juego de adultos en el que ella y tantos más eran las víctimas, las excepciones…no estaba bien eso, no.
Kyle la gira y resigue con las yemas de los dedos los contornos de sus huesos, le coge el brazo y lo gira. Grita. Grita silencios, tiene la boca tapada por un pedazo de cinta adhesiva qua aún no se ha despegado, sólo puede murmurar y es tanto el miedo que no lo hace. Eso duele más que nada y más que todo, siente cómo le quema el brazo, y él la toma del pecho, se sienta lentamente encima suyo y la levanta unos centímetros, arqueándole la espalda, y vuelve a gritar, produce un alarido doloroso, el sudor por fin ha despegado la cinta y ésta reposa en la cama...Eso la alivia, ahora puede gritar, puede chillar con libertad.
Él le besa el cuello, y un gemido se escapa de su boca...y sonríe, sonríe porque sabe que por hoy ya no hay más, ha pasado y está cansada...no quiere quedarse dormida en la cama de papá, porque eso significaría dormir a su lado, pero los párpados se le cierran, no puede resistirse...Ha encontrado el momento para dormir, y se sume en el sueño plácidamente, pero antres de entrar en la inconsciencia una voz le habla:
-Es todo por tu culpa, Omega...estúpida niña. Tú sólo traes problemas, ¿verdad? Por eso tengo que castigarte.- Escucha las palabras de fondo, en la lejanía, pero no se las cree, son todos mentiras y se las tragará absolutamente todas. Algún día lo hará.
miedo,
escritor:kaskakayla,
personaje:omega dévigne