[cancion / determinar tu vida]
uno intenta no aparejar. que las cosas sigan significando cada una por su lado. tú aquí, yo ahí. everything in its right place.
pero los intentos se quedan en eso cuando tu alma no tiene estanterías.
imposible organizar, separar, dividir, reciclar los recuerdos.
la vida siempre se empasta.
una canción es algo tan personal que a menudo duele.
algo entre tú y algo.
a veces es el mundo. a veces un paisaje. demasiadas veces, una persona, unos ojos, un tiempo en el que las cosas tenían otro precio.
uno no puede evitar ser personal.
las canciones, después de las palabras de amor que nos han dicho, son lo único nuestro e incompartible. imposible hacer a nadie partícipe de todo lo que se nos ha quedado atrás. como mucho podemos contarlo, como si consiguiéramos algo con ello, como si pudiéramos evitar que los ojos de otra persona sangren cuando te abandonan en un andén y suena una canción. o sonreír cuando alguien se encuentra con alguien y desayuno con diamantes y i've been waiting for you all my life.
yo puedo decir, Suede, Still Life, y hablar de una luna roja y enorme refulgiendo sobre el mediterráneo mientras volvía de valencia por la A7. yo puedo hablar del tiempo en el que se me deshacían los ligamentos de belleza nada más escucharla, y unirla [cómo no] a una mujer que pasó de largo. tan de largo que algunas veces me acuerdo de ella.
puedo decir Uninvited, Alanis Morrissette, y hablar de un tiempo en el que proyectaba otra vida en otra parte con otras personas. puedo hablar de Madrid desde la distancia, desde el bendito desconocimiento. puedo decir que ahora el título me parece una cruel ironía.
No Invitado.
je.
el caso es que todas esas canciones significaron más que la música, más que las notas y las letras y las cassettes que daban vueltas y los cd's que no dejaban de girar.
pero pasado un tiempo, desapareció ese poso. y queda una débil sonrisa de melancolía diferida, como cuando alguien habla de su primer beso a los 10 años.
lo bueno de las recuerdos es que sólo dejan una banda sonora.
pero los intentos se quedan en eso cuando tu alma no tiene estanterías.
imposible organizar, separar, dividir, reciclar los recuerdos.
la vida siempre se empasta.
una canción es algo tan personal que a menudo duele.
algo entre tú y algo.
a veces es el mundo. a veces un paisaje. demasiadas veces, una persona, unos ojos, un tiempo en el que las cosas tenían otro precio.
uno no puede evitar ser personal.
las canciones, después de las palabras de amor que nos han dicho, son lo único nuestro e incompartible. imposible hacer a nadie partícipe de todo lo que se nos ha quedado atrás. como mucho podemos contarlo, como si consiguiéramos algo con ello, como si pudiéramos evitar que los ojos de otra persona sangren cuando te abandonan en un andén y suena una canción. o sonreír cuando alguien se encuentra con alguien y desayuno con diamantes y i've been waiting for you all my life.
yo puedo decir, Suede, Still Life, y hablar de una luna roja y enorme refulgiendo sobre el mediterráneo mientras volvía de valencia por la A7. yo puedo hablar del tiempo en el que se me deshacían los ligamentos de belleza nada más escucharla, y unirla [cómo no] a una mujer que pasó de largo. tan de largo que algunas veces me acuerdo de ella.
puedo decir Uninvited, Alanis Morrissette, y hablar de un tiempo en el que proyectaba otra vida en otra parte con otras personas. puedo hablar de Madrid desde la distancia, desde el bendito desconocimiento. puedo decir que ahora el título me parece una cruel ironía.
No Invitado.
je.
el caso es que todas esas canciones significaron más que la música, más que las notas y las letras y las cassettes que daban vueltas y los cd's que no dejaban de girar.
pero pasado un tiempo, desapareció ese poso. y queda una débil sonrisa de melancolía diferida, como cuando alguien habla de su primer beso a los 10 años.
lo bueno de las recuerdos es que sólo dejan una banda sonora.