Título: Obsesión
Fandom: Midnight Pison (Original)
Claim: Layla/Asesino
Advertencias: Spoilers del principio de la historia.
Notas de Autor: Bueno, esto es de un fandom nuevo :3 El nombre pertenece a un Perfume de Dior, anuncio del cual me enamoré en su momento. Se lo dedico a
unheartedx, por haber estado presente en la creación del fandom y inspirarme que escribiera sobre asesinos gracias a Sucia Sociedad
Venga ya Layla, solo es una apuesta, no te lo tomes a pecho me repetía constante mente mi mente y mis compañeros, mientras que mi gran paranoia para en encontrar al dichoso asesino.
Cada pista nueva, cada nueva muerte, cada nuevo movimiento, allí estaba yo, en el pie del cañón, dispuesta a lo que fuera, tan solo para demostrar a los inútiles e insensatos de mis compañeros que yo sola podía hacer caer a ese asesino en mi redes. Sería capaz, como que me llamaba Layla Hayes. Entonces llego aquel día. Sabía donde volvería matar, las pistas le habían delatado.
Llegué antes, estuve escondida durante un buen rato, esperando que apareciera el o la victima, pero ninguno de los dos llego. Alterada, empecé a caminar en círculos bajo la luna, haciendo que sin querer, el lugar quedará infestado por el olor a almendras de mi pelo. Poco sabía yo que la situación iba a empeorar.
El día siguiente, bueno, mejor dicho, horas después, al llegar a la oficina, el jefe me hizo pasar a su despacho, y junto con una carta que contenía un cheque, de despidió debido a que hacía tiempo que había perdido el interés por mi trabajo y me había obsesionado como una ilusa. Eso podría haber bastado, ¿no? Dicho el destino; poco después empecé a recibir llamadas y cartas del asesino. Sabía que era él, lo sabía. Él me amenazaba con que si no le dejaba moriría, pero me era igual. Ya no había nada más, por que como pasó con Mafalda, mi obsesión se me trago, haciendo que tan solo me moviera para encontrarle. Eso ya no era nada parecido a una obsesión, era una obsesión.
o . x . o . x . o . x . o . x . o
Sabía que alguien me seguía, lo sabía, notaba su presencia cada vez que se adentraba la noche. Sentía como ella, ya que las agujas de sus tacones la delataban, llegaba y como mucho podía verme de espaldas mientras se deshacía del cuerpo dejándolo con mi adorable y perfumada tarjetita. Veneno. Fue lista, ni se le pasó por la cabeza oler ni siquiera una vez las tarjetitas, a diferencia de los zopencos de la policía que siempre que la olían tenían una baja más. Ella era diferente, pero igualmente, molesta, a veces mientras me tumbaba en el sofá y veía la televisión pensaba en la mujer que me perseguía; sabía que no era una buena obsesión, pero a veces era como una mosca, y ni siquiera me dejaba acabar bien mi trabajo. Me traía loco. Pero pronto colmo el vaso.
Aquella noche llego incluso antes que yo. Eso era el límite, y lo acababa de cruzar. Aunque estúpidamente, las horas siguientes, mientras llamaba al número de su casa para colgar o escribía una de mis “dulces y adorables” cartas, no podía parar de pensar en ese rizado cabello rojo que me esperaba, y el su dulce olor a almendras. Era como una obsesión. No. Era una obsesión.