Título: (I've got this thing that I consider my only art) Of fucking people over
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Derek sale de la reunión con su director de tesis más tarde de lo que habría querido. Está prácticamente acabada, sólo tiene que pulir algunas cosas aquí y allá antes de presentarla el mes siguiente, y han estado revisándola de arriba abajo. Derek se imaginó ese momento mucho más satisfactorio, ese ‘bueno, esto creo que ya está’ de su profesor, y la palmada en el hombro, pero no se siente más realizado que esa misma mañana, o que la semana pasada, o que cinco años antes, cuando recibió la carta de admisión en la Universidad para empezar su doctorado.
El supermercado le pilla de paso, así que entra y compra café y bastoncillos para los oídos, y abre la puerta de casa mientras se pone el sol, rezando por tener el sofá para él solo.
Danny tiene los pies sobre la mesa de café y un plato de algo humeante sobre el regazo.
-Me preguntaba dónde estarías -dice, soplando una cuchara antes de metérsela a la boca.
-Tú no pagas alquiler aquí, ¿verdad? -le espeta, aunque no es todo lo hostil que podría haber sido.
-¿Por qué no vives solo? -pregunta Danny de vuelta, antes de comerse otra cucharada de sopa-. No es como si no pudieras permitírtelo.
Tiene el dinero, ahora. Cuando sus padres murieron el seguro decidió que la culpa había sido de ellos, así que los pocos ahorros que tenían los gastaron en el entierro. Tras la muerte de Laura fue distinto. Ahora tiene dinero suficiente para tres o cuatro vidas, y esa es la única razón por la que no está trabajando de profesor de secundaria en un instituto lleno de adolescentes desmotivados en Kansas.
-Mi psiquiatra dice que me viene bien la gente -contesta, sin levantar la vista.
Danny tarda un rato largo en volver a hablar.
-¿Y lo hace?
-¿Qué haces aquí? -dice, dejando el maletín con el portátil en la mesa del comedor y esquivando las piernas de Danny para pasar a la cocina.
-Isaac está resfriado, así que he venido a hacerle sopa. Ha sobrado bastante, por si quieres ponerte un plato.
-¿Y dónde está Isaac?
-Saliendo del trabajo, espero.
Derek mete el paquete de café en el armarito y mira la cacerola llena de sopa de pollo con verduras. La verdad es que huele bien, y él lo único que ha comido en todo el día es una ensalada, una chocolatina Snickers y dos latas de refresco.
-¿Desde cuándo tienes llaves de casa? -pregunta, sacando un plato del aparador.
-Desde el primer día, Derek.
-¿Qué? -exclama, sacando la cabeza por la puerta para mirarle. Danny ni se inmuta, no aparta la vista de la tele-. ¿Por qué?
-Porque Isaac y yo llevábamos dos años juntos y era estúpido no tenerla.
-Lo que es estúpido es que no os buscarais un apartamento para los dos -replica. Porque, en serio. No tiene dedos suficientes en las manos para contar las veces que ha hablado de ello con Stiles.
-¿Eso es razonable, pero vivir juntos en San Francisco no?
-No es ese el problema -replica, sentándose a la pequeña mesa del comedor-. Creí que lo había aclarado con Isaac.
Pesca un trozo de apio de su sopa, que está aún ardiendo y sabe un poco a pastillas de caldo artificiales, pero está buena.
-Que Isaac deje pasar cada chorrada insensible que dices no significa que yo lo vaya a hacer, ¿sabes?
-No fue insensible. Y no fue una chorrada.
-Sé que piensas que estamos haciendo el tonto -dice Danny. Su tono nunca cambia, siempre es conversacional y un poco sarcástico, y va directo al grano-. O que él lo está haciendo, porque tiene veintidós años y va a seguirme hasta California sin trabajo y sin dinero y sin haber vivido antes juntos. Y que va a salir mal. Sé que crees que soy un hijo de puta por obligarle a hacerlo.
Danny no habla mal a la ligera, así que cuando suelta alguna así, una palabrota tan sonora y tan dramática, hace que se le ponga a uno la piel de gallina.
-No pienso eso -responde.
-Derek, por favor. Te agradezco que intentes proteger a Isaac, porque él no deja que yo lo haga -le dice, dejando el plato de sopa sobre la mesita. Sube los pies al sofá y baja el volumen de la tele-. Estuve buscando trabajo en Nueva York, ¿sabes? Está mucho más cerca de Ohio. Íbamos a intentar lo de la relación a distancia, vernos los fines de semana y todo eso, pero no tenía sentido -dice, como si fuera algo en lo que ha estado pensando mucho-. Queremos empezar una vida juntos, y preferimos vivir en San Francisco que en los suburbios de Columbus, y hemos tomado esa decisión los dos. Pero, Derek, si tengo que dejar el trabajo y mudarme a Alaska para estar con él, lo haré. Me dedicaré a la pesca salvaje.
Derek no duda de que lo que tienen Danny y Isaac es real. Sabe que Boyd y Erica durarán hasta que los padres de él, el pastor protestante y su mujer, decidan que su hijo ya ha tenido suficiente revolución, lo que será probablemente antes de Navidad. Lydia le dará la patada al prepotente de Jackson en cuanto deje de necesitar su influencia social, así que durará aproximadamente una semana después de la graduación; y Allison y Scott aguantarán hasta que maduren lo suficiente para darse cuenta de que Romeo y Julieta eran dos idiotas. Pero Isaac y Danny tienen una verdadera oportunidad, y Derek lo sabe, pero puede que sea eso precisamente lo que lo hace tan difícil. La idea de que ni siquiera las mejores parejas sobreviven, porque nada lo hace.
-Va a estar bien, te lo prometo -dice Danny-. Hemos estado mirando apartamentos con sitio para que pinte, y él está buscando trabajo en galerías de arte. -Y tras un segundo, en voz baja, añade-: Y yo estoy buscando anillos de compromiso. Puede que tarde otros cuatro años en pedírselo, así que no le digas nada. Hay que ir despacio con Isaac.
Derek asiente con la cabeza lentamente. Danny no ha dejado de mirarle a los ojos, de mirarle de verdad, como si no tuviera miedo de nada.
-Vale.
-¿Vale? ¿Eso es todo?
-Sí -dice, sacando el ordenador de su bolsa y poniéndolo en la mesa junto a su plato de sopa-. Os conozco.
Danny parece que quiere decir algo, pero frunce el ceño y le mira un momento como tratando de entenderle, antes de asentir con la cabeza y volver a encender el sonido de la televisión. Él se come la sopa, lee algunos emails, no piensa en todas las cosas que van a salir mal. Porque es un hecho, las cosas salen mal a veces aunque estén enamorados y sean perfectos el uno para el otro, a veces simplemente algo falla. Pero Derek no piensa en eso.
Isaac entra por la puerta diez minutos más tarde, pálido y con la nariz colorada. Deja la mochila en el suelo y se arrastra hasta el sofá, hundiendo la cara en el pecho de Danny.
-¿Cómo estás? -pregunta él, envolviéndole en sus brazos. Derek clava la vista en la pantalla de su ordenador.
-Cansado.
-Hay sopa de pollo -dice suavemente, peinándole los rizos con los dedos-. ¿Quieres un plato?
-Sí. Antes necesito una ducha. Y un cepillo de dientes. En cinco minutos, ¿vale? Me voy a quedar aquí cinco minutos.
-Vale.
-Ugh -gruñe-. Eres el mejor. Hola, Derek -añade, ahogado contra la sudadera de Danny.
Derek se levanta y sube las escaleras hasta el piso de arriba de dos en dos. Hay un paquete pequeño metido en una bolsa de papel dentro de un cajón de su mesilla, pero nunca parecía el momento de sacarlo. Es una tontería, ni siquiera es nada más que una baratija, algo que vio en la librería, en uno de esos expositores que colocan al lado de la caja para que los idiotas como él piquen.
-Os quiero dar una cosa -dice, bajando de nuevo. No han cambiado de postura en ese par de minutos. Danny sigue pasándole los dedos entre el pelo con devoción, y Isaac ha encontrado un hueco perfecto en su cuello en el que encajar la nariz. Derek se acerca al sofá y le tiende los dos paquetitos a Danny. Isaac levanta la cabeza y le mira con los ojos vidriosos y rojos.
-¿Qué es? -pregunta con voz nasal.
-Es sólo… Abridlo.
Danny le da uno a Isaac y abre el otro, desgarrando el papel por arriba. Hay un momento de confusión en su cara cuando ve lo que es, así que Derek lo explica.
-Es como una cosa que pones en la llave, en la parte de arriba, como una funda, y luego la metes en el llavero -dice, gesticulando con las manos, dándose cuenta con cada palabra que dice de lo estúpido que es todo-. Hay un dibujo en la parte de atrás de la caja que lo explica mejor. Son Ironman y Capitán América, creí que sería gracioso.
Danny sonríe y le da un cambiazo a Isaac para quedarse con el de Steve Rogers.
-Creo que podemos estar de acuerdo en que yo soy el Cap aquí -dice, cuando él trata de quejarse-. Es un detalle muy bonito, Derek. Muchas gracias.
-Creo que sigo sin pillarlo -gruñe Isaac, mirando aún el gráfico explicativo.
-Es una tontería. Sólo… Bueno -musita, hundiendo los hombros-. Son para las llaves de vuestra casa nueva.
-Oh, joder.
-Espero que seáis muy felices.
Danny le vuelve a sonreír, una de esas sonrisas suyas de verdad que parecen un atardecer cálido y tranquilo o un plato de galletas recién salidas del horno, algo tan pequeño y tan sencillo y tan reconfortante. Él mete las manos en los bolsillos y se balancea sobre sus talones. Isaac se tapa la cara con el brazo.
-Así que -farfulla Derek, y traga saliva. Se había imaginado ese momento un poco más sencillo. Es una cosa pequeña y tonta, ni siquiera puede considerarse un regalo de verdad, no tendría que haberle dado tanta importancia-… Eso.
-Isaac… -susurra Danny, entrelazando sus manos en un gesto que Derek no debería estar autorizado a presenciar, porque es dolorosamente íntimo. Él frota la mejilla contra el pecho de Danny.
-No estoy llorando, es sólo la fiebre -dice, sorbiéndose la nariz y encogiéndose más contra su novio-. No me miréis.
-Me voy a ir a mi cuarto -resuelve Derek, dándose la vuelta. Algo le agarra el pecho desde dentro, le hace apretar la mandíbula y parpadear muy fuerte para librarse de esa presión tras los ojos. Está a mitad de camino por las escaleras cuando recuerda su portátil, y baja a por él sin hacer contacto visual con nadie, se lo mete bajo el brazo y vuelve a subir corriendo.
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(1) mensaje nuevo de: Isaac
m qdo a drmir dnd danny
Hacía tiempo que Derek no recibía ese mensaje. Danny cada vez pasa más tiempo en casa, ya es rara la noche que no duerme en la habitación de Isaac. Sigue viviendo en la residencia, pero sólo lo suficiente como para poder mantener la ilusión de que aún no viven juntos. Lava la ropa allí y estudia allí, pero ha llegado a un punto en el que podrían pedirle alquiler y no sería nada descabellado. Antes, hace algunos meses, Isaac pasaba en la residencia bastante tiempo, muchas noches. Stiles afirmaba que sólo durmiendo, y Derek opta por creérselo, pero de cualquier manera supone que no era algo cómodo para él. Nunca ha estado en la habitación, pero por lo que tiene entendido es un espacio diáfano con dos camas individuales y dos escritorios, bastante poco privado. Stiles no tenía mucho sitio para escapar, así que escapaba a su casa.
Llegaba cuando ya había anochecido y se iba cuando a Derek empezaban a pesarle los párpados y no le quedaba más remedio que ofrecerle el sofá para dormir. Entonces siempre decía que no, que podía dormir en su cuarto, que sólo estaba pasando el rato. Muchas veces estaba allí Boyd, y algunas también Erica, pero muy a menudo sólo eran Stiles y él, viendo alguna tontería en la tele, bebiendo Coca-Cola y cenando restos de la comida basura del fin de semana. Stiles hablaba mucho, y no de lo mal compañero de cuarto que es Danny, o de lo hasta los huevos que estaba de tener a Isaac siempre allí metido, que es lo que Derek habría hecho en su lugar. Stiles solía hablar del documental que había visto sobre los extraterrestres de Roswell, o la historia de la circuncisión, o de que todo el mundo es inmortal hasta que se demuestre lo contrario.
-Estoy dando una asignatura de introducción al pensamiento filosófico -le dijo una vez, mientras Derek aparentaba ver un episodio de Bones- y, joder. Es inaguantable pensar filosóficamente, deja que te diga. Para cada opinión de un filósofo hay una opuesta en otro, y las dos tienen sentido. Y pensé, bueno, todo está sujeto a una interpretación libre, excepto la muerte. La muerte es inevitable, ¿no? Vivas como vivas y creas lo que creas, te acabas muriendo.
-Supongo -contestó él.
-Pues no, aparentemente. ¿Hay pruebas irrefutables de que todo el mundo se muere? ¿Podemos estar seguros de que vamos a morir?
-La biología tiene algo que decir al respecto, creo.
-Pero la filosofía se pasa a la biología por el forro de los huevos. Es lo que hacen los filósofos. ¿No es maravilloso? -exclamó, lanzando los brazos al aire con fingido entusiasmo-. Odio esta asignatura, pero sé que la voy a aprobar tan fácilmente que me da rabia dejarla. ¿Sabes lo divertido que va a ser escribir el ensayo al final del semestre?
Derek se compadeció del profesor un segundo, pero Stiles cambió de tema tan rápido que tampoco tuvo tiempo de más.
En esas noches Derek a veces tenía cosas mejores que hacer que entretenerle durante algunas horas, y se bajaba el portátil al salón para trabajar en la tesis. Stiles sacaba de su mochila uno de sus libros gordísimos sobre psicología criminal, y lo leía recostado en el sofá mientras se bebía el té verde de Isaac a modo de venganza. Y era agradable, ese silencio compartido.
Derek está bastante seguro de que Stiles no va a pasar por casa esa noche. No es que le esté esperando, o que esté a punto de contestar el mensaje de Isaac para preguntar si Stiles está con ellos. A Derek no le importa. No era más que un estorbo que se presentara sin avisar, precisamente en su casa, pudiendo ir a la de Scott o a la de Jackson. Porque Stiles y Jackson son amigos, cree recordar Derek. O puede que sea más bien Lydia. En cualquier caso, Stiles tiene muchos amigos a los que molestar cuando hay una pareja de enamorados copando su espacio vital. A Derek no le preocupa. Es un alivio que no se presente allí esa noche, y así, de todas maneras, puede guardar la pizza que ha sobrado de la cena para desayunarla. Más pizza para él.
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Cuando está solo en casa prefiere bajar al salón a trabajar. Su habitación es pequeña y tiene el escritorio justo frente a la ventana, así que no le queda más remedio que mirar a la ventana de los vecinos, que está a un metro de distancia, y es incómodo. Son una pareja de chicas que no está seguro de si están juntas o sólo viven juntas, porque nunca se ha parado a hablar con ellas cuando se las encuentra en la acera, y van por la casa en ropa interior y en camiseta de tirantes sin sujetador. Y son guapas, interesantes de esa manera que es todo el mundo cuando está a solas en la privacidad de su casa y creen que nadie les ve. A Derek le sorprende a veces que la gente tenga una vida aparte de la suya, que tengan sus problemas y sus ambiciones y sus sueños. No es que no lo sepa, no es tan corto ni tan egocéntrico. Es sólo que a veces la realidad de lo pequeño e insignificante que es cada ser humano le golpea como un mazo en el pecho, le recuerda que una vida como la suya es bastante poco importante, en el gran esquema de las cosas.
Es uno de esos días, un jueves a las nueve y media de la mañana, cuando se sienta en la mesa del comedor con su portátil, un café y el iPod, y abre el archivo digital de la Biblioteca del Congreso con la idea de pasarse recorriendo virtualmente sus estanterías seis o siete horas. No puede evitar encontrar documentos interesantísimos que no tienen ninguna relevancia para el asunto que está tratando en su tesis, y acaba perdiendo mucho más tiempo del que aprovecha, leyendo cartas del general Lee sobre la batalla de Chancellorsville durante horas. Es pasado el mediodía cuando, al levantar la vista, se encuentra a Danny en pijama, apoyado en la encimera de la cocina. Mirándole.
-¿No tienes clase? -dice, quitándose uno de los auriculares.
-No hasta la tarde -contesta, metiéndose una cucharada de cereales a la boca.
-¿Y Isaac?
-Se ha ido a las ocho. ¿Estás haciendo algo importante? -pregunta, acercándose hasta él y apartando la silla de enfrente.
-Sí.
Danny se sienta de todas maneras. No dice nada, sólo se come su desayuno en silencio y le observa con una especie de mirada divertida. O arrogante, o algo entre medias.
-¿Qué? -dice tras cinco minutos de aquello, cuando se hace imposible seguir concentrándose en lo que está leyendo.
-¿Sabes aquella fiesta el primer día de universidad? ¿Donde Isaac y yo nos conocimos? -Derek asiente. -Por alguna razón todos pensáis que fue amor a primera vista, pero… Cuando le conocí creí que era uno de tantos pseudoartistas presuntuosos sin talento ni inteligencia -dice, sonriéndose-, y yo le parecí un snob y un cerdo arrogante. Me dijo tres frases y pensé que era un payaso de los que saben dibujar muñecos de palo y se creen Banksy. Pero él no quería ser virgen en la universidad y yo simplemente quería acostarme con alguien guapo esa noche, así que fuimos a su habitación. No es muy romántico, supongo.
-Eso está muy bien, Danny -dice, sin acabar de entender qué pretende.
-A la mañana siguiente me di cuenta de que Isaac sólo parecía idiota porque estaba nervioso, y de que yo soy inaguantable cuando me emborracho, y de que él tiene una sonrisa preciosa, así que le invité a desayunar, y antes de beberme el café supe que me iba a enamorar de él.
Derek pone los ojos en blanco y baja la pantalla del portátil.
-¿Qué quieres decirme con eso?
Danny deja la cuchara en el bol y pone los codos sobre la mesa, y de repente aquello se convierte en una Conversación Importante que Derek no quiere tener bajo ningún concepto.
-Que das una primera impresión terrible porque eres muy socialmente inepto y tienes cara de asesino en serie -dice, con un tono tan casual que es imposible encontrarlo ofensivo-. Terrible y duradera. Nos lo pones muy difícil a los que tenemos interés en conocerte. Y aún así Stiles no se ha dado por vencido. Cualquier otro te habría mandado a la mierda hace año y medio, supongo que lo sabes.
-No sé qué insinúas -gruñe, porque por supuesto que eso va sobre Stiles.
-Que él ha superado la primera impresión que tuvo de ti, que no haces nada por mejorar, y tú sigues emperrado en verle como al chaval que entró en tu casa con un globo con forma de pene gigante, un martes a las diez y media de la mañana, y te dio con él en la cara.
-Es difícil olvidarse de eso.
-Podrías plantearte intentarlo
-Sigo sin entender la analogía, Danny. Me estás hablando de la noche que desvirgaste a mi compañero de piso…
-Madre mía, eres de un denso -masculla.
-Ya, sí. ¿Crees que tengo que olvidarme de que el concepto de Stiles de pasar un buen rato es hacerme enfadar hasta que exploto? ¿Que si le invito a un café me enamoraré de su sonrisa? -dice, riéndose con un bufido.
-No te burles de mi historia de amor, porque me sacas treinta kilos de músculo pero te puedo joder la vida -dice, muy serio de repente, mirándole a los ojos durante un segundo antes de volver a la normalidad-. Creo que Stiles y tú os ponéis histéricos mutuamente, pero por alguna razón eso le gusta, y tú… -dice, antes de obligarse a cerrar a boca-. Y que puedes decir que no le aguantas, pero diez minutos con él son más interesantes que todo lo que te pasa en el resto del día. Y eso me incluye a mí, que soy un tío muy interesante en general. Mira -resuelve, encogiéndose de hombros-, aún queda un mes hasta que se marche.
-Danny, joder. Esto no es un telefilm, esto es la vida real y las cosas no funcionan así.
Él sonríe.
-Pones tanto empeño en convencerte de que le odias que no te das cuenta de lo mucho que te gusta estar con él.
-Eso es absurdo.
-De lo miserable que eres cada vez que no viene conmigo cuando quedamos todos aquí -termina de decir.
Derek se calla. Abre la boca pero la vuelve a cerrar antes de decir una estupidez.
-Todos estáis emparejados y yo me aburro -es por lo que se decide finalmente.
Danny suelta una carcajada que le agita todo el cuerpo.
-Ay, Derek.
-No seas condescendiente conmigo -le espeta, señalándole con un dedo a apenas un palmo de su cara-. No tienes derecho a subirte en tu trono de la superioridad moral a darme lecciones sobre lo bueno que es darle una oportunidad al amor, o lo que sea. Tú tuviste suerte. Tú tienes una suerte que no te la crees -dice, plantando las manos en la mesa-. El ochenta por ciento de las historias que empiezan como la tuya no acaban con los dos enamorados y felices y pasando el resto de su vida juntos, acaba con herpes genital.
-¿Y qué sucede con las historias como la tuya? -pregunta él, sin parecer mínimamente afectado-. Nada, porque las cosas no pasan si tú no haces que pasen.
-¿Has estado leyendo libros de autoayuda?
-No me hacen falta, soy una persona naturalmente positiva.
-Vale, me alegro por ti -bufa-. Estoy seguro de que hace de tu vida una experiencia maravillosa.
-La verdad es que sí. Derek…
-¿Qué? -exclama, y la única razón por la que no se levanta de la mesa es para no darle la satisfacción de la victoria a Danny-. Stiles ha dejado de venir a casa, no hablo con él desde hace más de un mes, ¿qué quieres que haga?
-Voy a revolucionarte la vida, ¿estás preparado? -dice, sacando algo de su bolsillo-. Es un teléfono, sirve para comunicarse remotamente con la gente. Si aún estuviera en garantía te lo tiraría a la cara -le asegura.
-No voy a llamarle.
Danny respira, soltando el aire muy lentamente. Deja el móvil en la mesa y se cruza de brazos, mirándole como si le estuviera estudiando. Derek aparta la vista.
-Eres un buen tío, ¿sabes? -dice finalmente-. La mayor parte del tiempo no te comportas como tal, pero lo eres. Me ha costado darme cuenta de que lo que te pasa no es que seas un cabrón indiscriminadamente cruel, sino que estás jodido. Y lo entiendo. No sé qué te ha pasado, pero entiendo algo de gente jodida.
-Voy a cortar aquí esta conversación -avisa él.
-Nos has dado una oportunidad a Isaac y a Boyd y a mí -sigue hablando Danny, tozudo, y Derek no se levanta de la mesa, por alguna razón-. Me gusta pensar que somos amigos, aunque es la amistad más rara que he tenido nunca. Y te recuerdo que llevo quince años aguantando a Jackson -dice, y espera hasta que Derek vuelve a mirarle para seguir, más despacio, en un tono más serio-. Stiles se ha pasado intentando acercarse a ti dos cursos enteros y está convencido de que merece la pena. O lo estaba, ahora ya no sé qué opina porque ha dejado de hablar de ti.
-¿Qué quieres que haga? -repite, pero esta vez de verdad necesita una respuesta. Una que dé menos miedo que llamarle.
-Haz lo que quieras. Haz algo, si crees que puedo tener razón.
-No lo sé.
-Tienes que hablar con él. Porque ahora mismo piensa que no puedes esperar a perderle de vista, y… Se merece saber la verdad.
-¿La verdad? ¿Que llevo dos años pensando que es un tío insoportable y resulta que ahora, yo que sé? ¿No lo es? Porque lo es -resopla-. ¿Qué más da? En un mes nos iremos de aquí y se acabó.
Danny gruñe y aprieta los puños con frustración.
-Necesito que dejes de hablar conmigo y hables con Stiles, porque… Porque no puedo decir nada más sin comprometer mi amistad con él, y me está matando.
-¿Qué significa eso?
-Nada -contesta demasiado rápido-. Lo que intento decir, supongo, es que… A veces es amor a primera vista, y a veces a segunda, y a veces soportas a alguien dos años hasta que te das cuenta de que lo que no soportas es cuando no está.
Algo le encoge el estómago de repente.
-No estoy enamorado de Stiles -dice.
-Pero estás algo, y Stiles necesita saberlo. Tú necesitas contárselo.
-¿Por qué? ¿De qué va a servir?
-Derek, Dios, hazlo por tu salud mental -contesta, pasándose una mano por el pelo-. Hazlo porque sienta bien dejar de tenerlo ahí atravesado en la garganta. Dile que quieres pasar tiempo con él a solas fuera de estos diez metros cuadrados de salón, porque ese es el problema, que sólo os conocéis aquí. A lo mejor sales con él a tomarte algo y realmente le odias, ¿no sería un alivio?
-¿Y si no le odio?
-El universo tiene maneras de hacer que las cosas funcionen -contesta.
-No, Danny. Nada nunca funciona -dice, porque sólo es de ilusos pensar lo contrario-. ¿Y si no le odio y no le vuelvo a ver más?
-Al menos lo sabrás.
-No quiero saberlo -repone, frunciendo el ceño y apretando los dientes.
-Voy a ir a darme una ducha -dice, levantándose.
-Danny -se oye suplicar.
-Ahora soy yo el que no quiere seguir teniendo esta conversación -zanja, sin ni siquiera perder la calma-. ¿Y qué si es una mierda? ¿Va a ser peor que esto, ahora mismo? Porque llevas un mes siendo un desgraciado y él lleva un mes fingiendo que es la persona más feliz del mundo, y estoy cansadísimo.
-Nadie te ha pedido que intervengas -le recuerda, y él enarca las cejas con incredulidad.
-Vale, ¿qué quieres que haga? ¿Que me quede al margen, aunque te vea haciendo el ridículo y siendo infeliz sin necesidad?
-No seas dramático -bufa.
-No estoy aquí para decirte lo que quieres oír, ni para darte palmaditas en la espalda, felicitándote por ser un cobarde, mientras pierdes la oportunidad de que te pase algo realmente bueno. ¿No quieres que te vuelva a molestar? Bien, no lo haré. Ya eres mayorcito para saber lo que haces.
-Danny, joder -dice, recostándose en la silla-. Es mi puta vida, ¿cómo es que eres tú el que está cabreado?
-No me conoces cabreado -contesta, con una sonrisa que hace que se le marquen todos los hoyuelos-. Me voy a la ducha.
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Erica ha secuestrado a Boyd para una de sus citas, y Isaac ha llevado a Danny a una exposición de alguien muy moderno que a Derek le parece un sinvergüenza, así que está solo en casa, tumbado en el sofá con los pies sobre la mesa, viendo un programa de mierda en la tele y comiéndose un sándwich de pollo que ha creado a base de los restos que ha encontrado en la nevera. Apoya el plato sobre el estómago y un trozo de papel de cocina sobre el pecho para recoger las migas, y mastica distraídamente sin prestarle mucha atención a la tele.
Sólo piensa en Stiles porque se siente solo. Lo sabe. Todos tienen a alguien y Derek no, y no es como si conociera a tanta gente, así que piensa en Stiles. En la manera en la que se chupa los dedos cuando come con las manos, o en la costumbre que tiene de tararear canciones y cambiarles la letra, o en cómo se sonroja a manchas irregulares y sin provocación alguna. No es más que eso, que está solo y rodeado de gente enamorada, ese es el problema. Hace mucho tiempo que nadie le importa de esa manera y lo echa de menos. Está prácticamente convenciéndose de que Stiles le gusta, sólo para tener algo que hacer en ratos aburridos como ese, para tener algo a lo que aspirar. Ilusión, o como quieran llamarlo.
Derek es un ser racional, se conoce perfectamente. No le gusta Stiles. Toda la situación es ridícula, Stiles es ridículo. Es imposible. Porque puede que Stiles sea guapo, si Derek le mira desapegadamente, pero no como para provocar el tipo de fantasías que se descubre teniendo últimamente, pensando en sus manos o en sus labios o en el culo que se deja intuir bajo sus kakis. Stiles no es para tanto, y Derek creía estar ya de vuelta de todo eso, liberado del yugo del deseo sexual.
Kate fue la última persona con la que estuvo, y no se molestaría en contar el tiempo que ha pasado desde entonces si no lo tuviera tan presente, porque ese día fue también el último día que sus padres estuvieron vivos. Ya no echa de menos el sexo en absoluto. Lo hizo, durante un tiempo. Los primeros meses se sentía capaz de salirse de su propio cuerpo de pura frustración, pero había algo que dolía mucho más debajo de todo eso que le impedía hacer nada al respecto. Y luego, con el tiempo, simplemente dejó de necesitarlo. Piensa en sexo, pero como algo divertido que les pasa a otras personas. No echa de menos esa necesidad ensordecedora, está casi agradecido por ello.
Pero, Stiles. No puede evitar pensar en que Stiles sería un poco torpe al principio, un poco inseguro. Que sería encantador quitarle la ropa despacio para verle temblar de anticipación. Que estaría tan dispuesto a hacer de todo para agradarle que pediría las cosas por favor. Por favor, Derek, déjame que te la chupe. Y Derek le recorrería el interior de los muslos con las manos fuertes y le abriría las piernas y le miraría un segundo antes de cubrirle con su boca para poder ver esa fascinación en sus ojos brillantes, esa devoción. Y pasado ese primer momento, cuando ya se hubieran descubierto el uno al otro, sería tan divertido. Derek querría hacerle reír. Le dejaría la marca de los dientes en el culo, le prestaría su sudadera de la universidad para verle pasearse con ella puesta y nada más, demasiado grande para él pero no lo suficientemente larga. Lo harían los domingos por la mañana, con los primeros rayos de sol entrando por la ventana, y al acabar volverían a dormirse hasta una hora más razonable para un fin de semana. Y, a veces, al terminar, Stiles se quedaría tumbado sobre él milímetro a milímetro, descansando sobre Derek todo su cuerpo, y respirarían acompasados, y Derek, que es imbécil, le diría ‘Stiles, me estás aplastando’. Y él le besaría lento y cansado y satisfecho y diría ‘sobrevivirás’, y Derek intentaría no sonreír.
Una gota de mostaza rueda por la lechuga y cae grande y redonda en su camiseta negra.
-Venga ya -masculla, frotándola con el pulgar-. Mierda.
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Le vuelve a ver tres días antes de la defensa de su tesis, por casualidad. Entra a la tienda de discos a despejarse un poco y Stiles está allí, con los cascos del iPod puestos y moviendo la cabeza al ritmo de la música que sólo él escucha. Derek tiene curiosidad por saber qué es, porque nunca antes se lo había preguntado y de repente es importante saberlo. Es lo más importante.
-No sabía que te gustara la música -dice, y Stiles pega un bote, arrancándose los auriculares de un tirón.
-¿Qué coj…? Casi me matas del susto.
-No sabía que te gustara la música -repite, porque no está seguro de que le haya oído la primera vez.
-Al 99% de la población le gusta la música -replica.
-Pero lo suficiente como para comprarte discos en una tienda…
-Ya. Muy bien, Derek. Diría que me ha gustado verte, pero sería mentira -dice, sonriendo con sarcasmo, volviendo a acercarse los cascos a las orejas.
-¿Te ha gustado el último de The National? -pregunta antes de que él pueda volver a ignorarle.
-No lo he oído -contesta Stiles, frunciendo el ceño con confusión.
-¿Por qué?
-No sé. Nunca me ha llamado la atención ese grupo.
-The National es de mis grupos favoritos -dice, y suena extraño en sus oídos, como un autómata que intentara parecer humano con demasiada fuerza-. Nunca les he visto en concierto.
-Derek, ¿te has dado un golpe en la cabeza?
Él suspira, hundiendo los hombros.
-Estoy tratando de entablar una conversación.
-Lo estás haciendo fenomenal, campeón -dice, en tono burlón, y le da una palmada en el hombro antes de darse la vuelta.
-Obviamente no se me da muy bien -dice, siguiéndole un par de pasos entre las estanterías-, pero lo estoy intentando.
-Hace un mes me deseaste la muerte, así que comprenderás que tu grupo favorito no me importe una mierda.
-No fue eso lo que quise decir.
-¿Faltaste el día que enseñaron a usar las palabras en la guardería? -se ríe amargamente, metiéndose el cable de los auriculares al bolsillo sin ningún cuidado- Dos palabras, en concreto. Lo siento.
-Lo siento, ¿vale? No te deseo la muerte.
-Dios -dice, llevándose una mano al corazón-, eso es lo más bonito que…
-No me gusta la gente, ¿vale? -le corta, frustrado-. No se me da bien la gente y no me gusta, y la gente feliz me cabrea. Eso es lo que estaba intentando decirte.
-Está bien, porque yo rara vez soy feliz.
-¿De qué hablas? Tú eres como la máquina de ser feliz…
-Woah, Derek, en serio no se te da bien la gente. Se llama fingir -dice lentamente, como si Derek fuera tonto-. Es, por ejemplo, lo que hacen en el porno. Supongo que ves mucho porno, porque con tus habilidades sociales…
-Vale, Stiles, ya puedes dejarlo. Me ha quedado claro que me odias, ya puedes dejarlo.
-¿Que te odio? Yo no te odio, imbécil de los cojones. Bueno, ahora te odio, en este instante concreto.
Derek aprieta los labios y le mira un momento que se hace muy largo. Demasiado largo, ya ha pasado el punto en el que contestar sería más incómodo que el silencio que se ha creado.
-Yo tampoco te odio -dice, de todos modos.
-Vale, genial. Ahora que lo sé puedo cerrar este capítulo lamentable de mi vida -replica. Pone los brazos en jarras y, tras pensarlo mejor, los cruza sobre el pecho. No resulta amenazante en absoluto.
-¿Quieres tomarte un helado? -se oye decir.
-¿Contigo?
-Bueno, podemos sentarnos en mesas separadas y no hablarnos, pero creo que eso haría que se perdiera el factor social del asunto -dice, y Stiles hace lo posible por no sonreír pero falla. Derek trata de no ser un capullo al respecto, lo que ya es un avance en sí mismo-. Hay un sitio del que me han hablado bien aquí al lado, y es una pena que vaya a irme del campus sin probarlo sólo porque me da vergüenza ir solo.
--¿El del helado de tortitas con bacon que sabe de verdad a tortitas con bacon?
-Sí.
-¿Quién te ha hablado de ese sitio? Porque no dejo de decir lo increíble que es y nunca nadie me quiere acompañar, y…
-Fuiste tú -le recuerda, poniendo los ojos en blanco-. Como quince veces. ¿Quieres tomarte un helado conmigo, sí o no?
-¿Ahora?
-Sí, Stiles, ahora. ¿Estás haciéndolo difícil a propósito?
-Puede -contesta, medio riendo.
-No sé ni por qué me molesto… -empieza a decir.
-Vale, Derek.
-¿Es eso un sí? -pregunta, sin terminar de estar muy seguro de lo que está haciendo-. ¿O sólo quieres que me calle?
-Es un sí. Ni siquiera sé por qué -gruñe, rodando los ojos-, pero es un sí.
-Es sólo porque te gusta mucho ese sitio. Puedes decirlo y no me ofenderé.
-Como si me preocupara ofenderte precisamente a ti -bufa-. Te lo merecerías. Te merecerías que hablara mal de The National hasta que se te indigestara el helado.
-Vale, ¿qué tienes contra The National, si se puede saber?
-Que son aburridos y deprimentes y lentos -contesta sin necesitar pensárselo ni un segundo-. Hasta el propio cantante se aburre, es doloroso de oír.
-Estás jugándote una invitación a helado, Stiles.
-Creo que prefiero pagar yo, si eso significa que puedo seguir atormentándote -se burla-. ¿Vamos?
-¿No vas a comprarte eso? -pregunta, señalando el disco que tiene en las manos. Derek no reconoce la portada.
-Sí, claro. Porque tengo cien millones de dólares en el banco -replica, dejándolo en un estante al azar. Derek tiene que apretar los puños para no cogerlo y ponerlo en el sitio correcto-. Me lo bajaré cuando llegue a casa. ¿Tú…? He asumido que sólo habías entrado aquí a acosarme, pero a lo mejor querías mirar algo.
-Es igual.
-No desmientes la acusación, observo -dice con retintín Stiles, comenzando a moverse hacia la salida. Derek tarda un segundo en seguirle.
-No te acosaba -dice, pero ni siquiera en sus oídos suena convincente-. ¿Qué estabas escuchando cuando he entrado?
-¿Por qué?
-Curiosidad.
Stiles abre la puerta de la tienda y se despide del dueño con un gesto de la mano que a Derek le hace sentirse un poco culpable.
-Los Beastie Boys.
-¿En serio? -musita, chasqueando la lengua, y Stiles se gira hacia él con los ojos grandes y brillantes.
-Oh, ya veo. Eres un snob -exclama, como si fuera la mejor noticia que le han dado en todo el día.
-No lo soy.
-Un snob de mierda, además. Es genial.
-Eh -es todo lo que Derek es capaz de decir en su defensa, y Stiles se ríe con el cuerpo entero-. ¿Qué he hecho?
-Me has mirado como si hubiera estado escuchando a 50Cent. Los Beastie Boys, tío. Eres odioso.
-Muchas gracias -ironiza.
Stiles le quita importancia con un gesto de la mano.
-No pasa nada -dice despreocupadamente-. Ser odioso es mejor que ser mala persona. Lo sé de primera mano.
-Ya -responde sencillamente Derek-. Me consta.
-¿Ves? -exclama Stiles, echando las manos al aire, y a Derek le pilla un poco de sorpresa. Estaban bromeando hace tres segundos-. ¿Por qué tienes que hacer esas cosas? Te daría un puñetazo en la sien si no me pudieras matar con una mano atada a la espalda -le dice, frenándose en medio de la acera, pero no hay ninguna fuerza tras esa amenaza. Sólo parece frustrado.
-No soy una persona violenta -contesta él, porque va tantos pasos por detrás de la conversación que ya no sabe ni lo que está pasando, sólo puede intentar mantener el ritmo.
-Lo serías si te diera un puñetazo en la sien, probablemente -contesta él, y tras un segundo hace un gesto con la cabeza hacia el edificio a su lado-. Estamos aquí.
Derek no aparta la vista de las arrugas en la frente de Stiles.
-Ser un gilipollas es mi reacción por defecto -se excusa, en vez de abrir la puerta de la heladería.
-Ya lo sé. Lo entendí hace tiempo. Es sólo que a veces… -se encoge de hombros y aparta la mirada-. A veces hace que la gente se pregunte si merece la pena seguir intentándolo contigo.
-Ya -contesta en un murmullo, porque no sabe qué más decir a eso. Stiles le mira un momento, suspira y abre la puerta. Suena una campanita que le despierta lo suficiente como para que le siga hacia el interior del local.
Es el típico sitio mono para modernos que Derek odiaría cualquier otro día, pero trata de mantener la mente abierta. Hay mucho blanco y colores pastel, carteles escritos a mano y botes de cristal llenos de caramelos en el mostrador. Todas las mesas están ocupadas, así que se ponen a la cola frente a la caja, con la esperanza de que alguna se quede libre en lo que tarden en acercarse a pedir. Hay cuatro o cinco personas frente a ellos, y Derek se limita a observarles para no pensar en algo que decirle a Stiles.
-¿Qué me recomiendas? -es por lo que se decide al final, porque es lo más fácil.
-Yo voy a pedir una bola de tortitas y otra de chocolate -dice, y su tono vuelve a parecer casi el de siempre-. El de gofres está bastante bien, y el de sirope de arce es como un tortazo en la cara, pero de los buenos. Luego está el de bacon y bourbon, que es la hostia, pero no soy capaz de comerme más de una cucharada. Es de ese tipo de cosas que sólo funcionan en pequeñas cantidades.
-Ya.
-Sé que soy muy pesado a veces -dice de repente, girándose hacia él. Y Derek preferiría que esa fuera una de esas conversaciones que se pueden tener sin mirarse a los ojos directamente, pero no tiene esa suerte, porque Stiles le mira y él no tiene mucho sitio al que escapar-. Que hablo sin parar y sólo de tonterías, que soy irritante y odioso y que es difícil aguantarme mucho rato. Y es un poco peor contigo porque soy imbécil y me pones nervioso, honestamente.
-¿Por qué?
-Porque sí. Porque eres tú, yo qué sé -contesta, como si fuera obvio. Derek se fija en su boca, en la manera en la que los labios envuelven cada sonido, en la lengua que asoma para humedecerlos cuando de repente se queda callado. Stiles niega con la cabeza, suelta una especie de risa cínica-. Aquella noche, la de la fiesta. Lydia me dijo que a lo mejor el problema era ese, que no te gusta cómo soy, así que traté de ser distinto.
-¿Para gustarme? -pregunta, como un idiota.
-Para comprobar si servía de algo. Porque… Si todo el mundo tiene un problema conmigo, a lo mejor es que el problema soy yo, ¿sabes? Pero fui distinto y te gustó aún menos, así que…
-Si Lydia piensa que tienes que cambiar para gustarle a alguien es que no es muy buena amiga, probablemente.
-Tú tampoco eres el mejor -contesta secamente
-Ya -reconoce-. Lo siento.
-Dos veces en un solo día -dice él, y la pareja frente a ellos se aparta al fin del mostrador-, estoy en racha. ¿Ya sabes lo que quieres?
-Vainilla. Y bacon y bourbon -le dice a la chica con el gorrito blanco, mientras saca su cartera y deja un billete sobre la vitrina-. Y tortitas con chocolate para él.
-No tienes que pagarme el helado.
-Ya lo sé, pero voy a hacerlo igualmente -resuelve-. Te he invitado yo, ¿no?
-Y no sé si ha sido una buena idea.
-¿Por qué?
-Bueno, ¿está siendo divertido para ti? -le pregunta-. Porque yo estoy bastante seguro de que me pasaré el resto de la tarde repitiendo esta conversación en mi cabeza para averiguar por qué acabaste mandándome a la mierda, y es agotador.
-¿Por qué haría eso? -pregunta Derek, mirando de reojo a la chica que les sirve su helado discretamente, sin levantar la cabeza.
-Porque es lo que haces siempre, de una forma más o menos explícita -contesta Stiles-. Yo digo quince o veinte gilipolleces en rápida sucesión y tú me echas de tu casa o me deseas la muerte…
-Stiles, no fue eso… -vuelve a insistir por enésima vez.
-…o me mandas callar con esa cara que pones cuando me quieres matar, que viene a ser lo mismo.
La chica les tiende las dos tarrinas y el cambio, y Derek le da las gracias con esa voz exageradamente cordial que usa con los desconocidos, y que odia.
-¿Quieres dar un paseo? -le dice a Stiles, pasándole su helado -dice, en vez de pedir perdón otra vez.
-¿En serio?
-No hay dónde sentarse.
-Vale. Bueno -contesta, abriendo la puerta y dejándole salir primero.
Empieza a caer la tarde, y el campus es un sitio agradable. Es la hora a la que Derek solía salir del gimnasio, cansado y satisfecho, y volvía a casa andando sin prisa a través de los jardines y los parques. No le gusta el ambiente universitario, pero le gustaba eso, esa sensación de serenidad que sólo se encuentra rodeado de actividad frenética.
-¿Qué tal? -dice Stiles, tras un par de minutos en los que ni siquiera ha sido consciente del silencio-. El helado. ¿Está bueno?
-No exagerabas -contesta, dejando que la mezcla de dulce y salado y ahumado se funda sobre su lengua-. ¿Quieres? -dice, ofreciéndole la tarrina.
-Sólo si tú pruebas el de tortitas.
Él acepta y los helados cambian de manos a la sombra de un árbol frondoso y retorcido en medio del camino. Toma una cucharada de la bola de color tostado y se sorprende de verdad cuando se da cuenta de que realmente sabe a tortitas recién hechas, a la mantequilla y el azúcar caramelizado y el toque sutil del bacon. Stiles le mira con expectación.
-¿Verdad que es lo mejor del mundo?
-Está bueno.
-Eres tan entusiasta. -Derek se encoge de hombros y le roba una cucharada más antes de devolverle la tarrina. Caminan otro rato, sin ninguna dirección fija, sin decir casi nada. En la puerta de una residencia que bordean hay dos chicas tratando de meter una caja enorme en el maletero de un coche, pero acaban con la caja en el suelo y ellas doblándose en un ataque de risa. Stiles sonríe.
-Se me hace tan raro graduarme -dice, parándose junto a un banco y dejándose caer en él sin previo aviso.
-¿Por qué?
-No sé. Voy a echar todo esto de menos.
Derek se sienta a su lado, apoyando los codos sobre las rodillas, y se da cuenta de que una pequeña parte de él también. Puede que odie a los universitarios y sus fraternidades, sus comas etílicos y su falta de respeto por la educación, pero echará de menos todo lo demás, todas esas pequeñas rutinas a las que se ha acostumbrado en los últimos años. Ir a clase, principalmente, pero también volver. Llegar a casa y que Isaac le pida dibujar sus manos, encontrarse a Boyd leyendo un libro gordísimo sentado en el suelo junto al sofá. Que Erica y Danny estén allí continuamente, metiéndose en su vida. Y Stiles, irritante y ruidoso, bebiéndose su cerveza y subiendo los pies a su sofá.
-Nunca fui una persona muy popular en mi pueblo -dice Stiles pisando una palabra con la siguiente, como si tuviera prisa por quitárselo de encima-. Nunca tuve muchos amigos, aparte de Scott. Y aquí supongo que tampoco los tengo, porque… Danny es el que tiene amigos. A todo el mundo le gusta Danny, y yo sólo estoy ahí porque una vez fui un ser humano decente con él y él por alguna razón me soporta. No lo entiendo -dice-. Pero aquí al menos hay alguien con quien pasar el rato.
-Mantendrás el contacto con ellos.
-Eso es lo que se dice siempre, pero luego la gente se desperdiga y diez años después miras Facebook y quién coño son todos esos tipos que están casados y con hijos mientras tú trabajas en un McDonalds -dice, gesticulando con las manos-. No sé. ¿Tú aún hablas con la gente con la que fuiste a la Universidad? Ya sabes, la vez anterior.
-No, pero yo no soy un buen ejemplo.
-Ya. Supongo que no -reconoce.
-Los odiaba, de todas maneras, así que…
-Creo que no estoy preparado para que esto se acabe -le interrumpe-. Todo esto. Me iré de aquí y jamás volveré a tener una excusa para hablar contigo, y… Me siento tan idiota, porque a veces me imagino que Isaac y Danny se casarán y nosotros estaremos allí, trajeados y borrachos y felices. Y yo seré más normal, y tú serás menos intenso. Y con suerte estaremos solteros -musita, levantando la vista lentamente de su tarrina de helado para mirarle. Se mete una cucharada de chocolate a la boca y hace un pequeño gesto tímido, algo que no llega a ser una sonrisa, antes de volver a clavar la vista en algún punto frente a él-. En fin.
Derek no dice nada, pero le cuesta un poco respirar con normalidad. Trata de averiguar si es una broma, si Stiles le está tomando el pelo, pero ninguna de las señales está ahí. Su mirada es sincera y hay un rubor ligero en sus mejillas pálidas que siempre parecen tan suaves.
-No tenía ni idea de que tú -empieza a decir, pero sabe que es mentira, de repente-… Bueno.
-Pues creo que eras el único. Yo no fui precisamente sutil.
-No siempre entiendo ese tipo de cosas -replica.
-Ya. Me he dado cuenta.
-Lo siento.
-¿Tres veces ya? Dios mío -exclama-, que alguien llame al Guinness. O a un neurólogo.
-Si sigues haciendo eso se me quitan las ganas de disculparme -dice medio en serio.
-Si fueras un poco menos idiota tendrías que hacerlo menos a menudo.
Derek se mete una cucharada de helado a la boca y se encoge de hombros.
-Es lo que hay -trata de decir, mientras se le congela un lado de la lengua.
-Esa es una buena manera de enfrentarse a las cosas -dice Stiles, reclinándose contra el respaldo del banco, y se come otra cucharada de helado-. Creo que voy a adoptarla yo también.
Se gradúa en tres días, trata de recordarse, y se marchará a Nueva York de nuevo y empezará una vida allí, y eso es lo que hay. Tiene veintisiete años, y va siendo hora de que haga algo de una vez, algo más que posponer el momento de enfrentarse a las cosas él solo. Tiene veintisiete años y ni la menor idea de cómo ser un adulto, porque durante los últimos cuatro años se ha limitado a estar ahí, recorriendo su vida como subido en una cinta mecánica de las de los aeropuertos, avanzando pero sin caminar un paso. Pasaban cursos y aniversarios y años, y él no se sentía más preparado ni más adulto, ni sentía la muerte de su familia más lejos. Sólo se sentía más viejo y más cansado. Sólo es un chico muy viejo, en el fondo.
-¿De verdad tienes veinte años? -le pregunta a Stiles, dejando la tarrina vacía en el banco a su lado.
-Veintiuno. Los cumplí el mes pasado.
-Oh. Vaya. Siento no haber estado allí.
-Ya, bueno, yo no te invité.
-Ya -musita. Recuerda una noche en la que Boyd e Isaac salieron con excusas muy elaboradas y miradas de culpabilidad, y a la mañana siguiente llegaron aún borrachos y con coronas de papel en la cabeza, y Derek no hizo preguntas, y supone que aquella fue la noche-. Lo que quería decir es que, ¿no eres un poco joven para estar graduándote?
-Acabé pronto el instituto.
-¿Eres un genio, o algo así?
-No -contesta, riéndose-. Qué va. Sólo quería salir de Beacon Hills cuanto antes.
-¿Por qué?
-Es un pueblo pequeño y yo soy el hijo del Sheriff. Y la mayor parte del tiempo no está mal, aunque todo el mundo te conoce y nadie te invita a las fiestas o te vende maría. Es un sitio agradable, ¿sabes? Rodeado de bosque y de naturaleza -dice, y sonríe con algo como nostalgia-. El caso es que hace un par de años hubo una serie de asesinatos bastante horribles, diez personas en menos de un mes, incluyendo a la ayudante de mi padre y a otros tres policías. Y el asesino llevaba todo el curso sentándose a mi lado en Inglés Avanzado. Fue… un descubrimiento revelador, digamos -musita, haciendo que suene increíblemente casual-. Así que decidí estudiar Antropología y Criminología, y pensé que pasarme otro año en el instituto era un engorro, así que aceleré el proceso.
Derek trata de entender todo ese torrente de información, de hacer que tenga algún sentido.
-¿Y ahora no vas a volver? -pregunta, porque es lo más sensato que se le ocurre decir.
-Ni de coña. Odio dejar a mi padre solo, pero no hay muchos más criminales que estudiar allí.
-¿Qué es lo que vas a hacer, entonces?
-Oh, tengo un puesto de ayudante en una investigación en la prisión de Trenton.
-¿Trenton, Nueva Jersey?
-Sí.
-Danny me dijo que volverías a California.
-Bueno, esa era la idea. Él se va a San Francisco y Scott se vuelve a Beacon Hills, así que pensé que era una tontería irme al otro lado del país yo solo, pero parece que… -dice, y chasquea la lengua.
-Yo vivo en Nueva York.
-Ya lo sé. Por eso le prohibí que te lo contara.
-En Brooklyn -sigue diciendo. En cualquier otro momento se habría sentido ofendido, pero le da igual, ni siquiera está escuchando la mitad de las cosas que dice-. Eso está a una hora de Jersey.
-He oído que es un sitio interesante. ¿Tienes trabajo allí o…?
-Si alguna vez quieres tomar algo -dice, antes de darse cuenta de que le ha cortado en mitad de una pregunta-. Voy a buscar un puesto en la universidad, pero quiero tener tiempo para escribir un libro. ¿Quieres que nos veamos?
-¿Un libro de qué?
-De ciencia ficción -ironiza-. ¿A ti qué te parece?
-De la Guerra.
-Sí.
-¿De verdad quieres quedar conmigo?
-Puedo enseñarte la ciudad, si quieres -sugiere, porque se da cuenta de que ha perdido el juicio-. Si no conoces a nadie más allí. Ya sé que vas a vivir en Jersey, pero Nueva York es otro universo. Y hay un montón de restaurantes pequeñitos y escondidos, y cafeterías donde sirven desayunos todo el día y toda la noche, y hacen los mejores gofres con pollo frito.
Stiles levanta las manos en el aire entre los dos, y Derek se calla, porque supone que es lo que intenta que haga con ese gesto.
-Necesito que seas súper claro ahora mismo con lo que me estás pidiendo.
Toma la decisión de mandarlo todo a la mierda en una décima de segundo. Se olvida de la cautela y el cuidado y de lo fácil que va a ser para Stiles hacerle daño, porque se da cuenta de que está allí expuesto ante él y ni siquiera le importa.
-Te estoy preguntando si querrás cenar conmigo.
-¿En serio, Derek? ¿Estabas aquí hace diez minutos? Porque básicamente te he dicho que llevo colado por ti dos cursos enteros y tú has seguido comiendo helado como si tal cosa.
-¿Qué querías que hiciera, darte una medalla? Te ibas a California -le recuerda-. Stiles, creo que tú también me gustas, así que no volvamos a vernos nunca -dice, en una imitación de sí mismo un poco lamentable-. ¿De qué habría valido?
--Yo me habría sentido mucho menos patético.
-Yo llevo sintiéndome patético los últimos dos meses, por si te sirve de algo.
-Un poco sí. Dios, Derek -dice, frotándose los ojos con la palma de la mano-, eres desesperante.
-No lo sabía, ¿vale? No tenía ni idea de que esto… No me gusta mucho la gente, y la gente que me gusta es siempre, no sé, lo contrario de lo que tú eres. Pero, no sé.
-Pero quieres cenar conmigo.
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque es mejor cuando estás.
Stiles respira hondo durante mucho tiempo, se le llena tanto el pecho que parece tres veces más grande.
-Vale -contesta al fin, explotando en una sonrisa-. Eso es lo mejor que me ha dicho nunca nadie. Eres un hombre de extremos.
-¿Me estás diciendo que sí?
-Llego el jueves de dentro de dos semanas. ¿Te viene bien el sábado?
-Sí.
-Llévame a tu diner favorito.
-Vale.
-Dos meses. Joder. Podríamos llevar dos meses acostándonos juntos, y estamos aquí como imbéciles.
Derek se ríe, a su pesar.
-Vamos a empezar por la cena.
-Tienes una risa que es lo mejor. Me voy a apuntar todas estas cosas para nuestra cita.
-No hagas eso.
-Para seducirte -dice, con un tono que es de lo menos sugestivo. Puede que sea a propósito.
-Revoco mi invitación -contesta, tratando de mantener el gesto serio.
-Oh, Dios mío. ¿Harías eso?
-No -dice, y se gana los nudillos de Stiles contra su muslo.
-No me amenaces, Derek. No seas un capullo.
Él se muerde una sonrisa ante la cara ofendida de Stiles, que es tan poco convincente. El helado empieza a gotear por el borde de la tarrina, porque lleva un rato sin tocarlo, así que lo limpia con el dedo y se lo lleva a la boca. A Derek le cuesta apartar la mirada, pero se obliga a hacerlo.
-¿Odias mucho cuando me pongo… así? -dice Stiles, grave de repente.
-Así, ¿cómo?
-Tan… Stiles -intenta explicar, haciendo gestos vagos a su alrededor que Derek, por alguna razón, entiende.
-Tendría que odiarte prácticamente todo el tiempo. Y creí que había quedado claro que no es ese el caso.
-Ya, pero, no se. Siempre pareces tan enfadado.
-Creo que es mi cara. Es la única que tengo, no puedo cambiarla por otra.
-¿Así que no estás enfadado constantemente?
-No he dicho eso. Lo estoy, pero normalmente no contigo. Sólo algunas veces, cuando eres especialmente frustrante.
-Tú eres frustrante -replica con un mohín.
-Sí. Eso es por lo que estoy enfadado todo el resto del tiempo.
Stiles sonríe, aunque no estaba bromeando.
-Vamos a hacer una cosa -dice, sacando el móvil del bolsillo de sus pantalones-. Yo ya tengo tu número de teléfono, aunque sé que no debería porque tú no me lo has dado, pero puedes dármelo ahora y… Oh, mierda -exclama, mirando la pantalla-. Mierda, mierda. He quedado con Scott hace casi veinte minutos. ¿Cómo se me ha olvidado? Me va a matar. Joder.
-Vete, anda -dice Derek, no queriendo entretenerle más.
-Pero…
-El sábado dentro de dos semanas. Te mandaré un mensaje con el lugar, cuando se me ocurra dónde quiero llevarte.
-No tienes mi número.
-Sí lo tengo -contesta automáticamente, porque lo tiene desde siempre y ni siquiera sabe quién se lo dio-. Vete, no hagas esperar a Scott.
-Lo entenderá, no pasa nada.
-¿Lo entiendes tú cuando él te deja plantado por Allison?
-¿Somos como Scott y Allison? -pregunta, con una sonrisa nerviosa.
-Dios, Stiles -musita él-, eres agotador.
-Tú eres tan guapo -replica. Abre mucho los ojos y se tapa la boca con una mano, y se ruboriza tan rápido y tan rojo que Derek se preocupa, por un instante-. Me voy. Definitivamente, me voy.
Stiles se levanta y Derek también lo hace, más lento. Un poco menos frenético.
-Mándame ese mensaje, ¿vale? -le pide, mirándose las puntas sucias de sus Adidas-. A menos que te acabes de dar cuenta de que soy un demente, en cuyo caso… recházame con delicadeza.
-Lo haré. Lo del mensaje, quiero decir -añade tras un segundo, y Stiles levanta la vista y hay una suavidad en sus ojos, un calor que envuelve a Derek de repente como un abrazo. Y luego está ese abrazo, con las manos de Stiles en su espalda y la barbilla apoyada en su hombro, que es tan breve que Derek no tiene tiempo de devolverle.
-Genial. Nos vemos, entonces -dice, y echa a andar sin dejarle responder, musitando para sí mismo furiosamente.
Derek tarda un momento en ser capaz de moverse, porque es como si Stiles se hubiera llevado todo el oxígeno con él, y se siente lento y un poco torpe y tiene ganas de reírse de nada en particular. Se vuelve a sentar en el banco, pero se levanta otra vez, recoge las tarrinas de helado y las tira en una papelera junto al camino. Y sigue andando por él, sin destino fijo, esperando a que se haga de noche para tener ganas de volver a casa.
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