Fresh Out Of Shout 3/3
Viene de:
parte 2 Stiles no encaja en Columbia, eso queda perfectamente claro en cuanto sale de la boca de metro. La gente lleva zapatos que hacen quedar mal a sus Adidas heredadas de su padre, llevan polos y jerséis de color beige y se peinan. No, gracias. Bueno, para ser honestos no va a decir que no si es el único sitio en el que entra, pero sabe que no es su escena, que allí no van a apreciar las camisetas compradas por internet, ni el sarcasmo, ni su personalidad chispeante en general. En NYU sí, porque allí son mucho más 'lo que sea, tío', que es una actitud ante la vida mucho más sana con la que él se identifica mejor. Pero es la primera opción de Isaac, así que se limita a pensar en lo estirado que es todo el mundo y evita decirlo en voz alta. A lo mejor a él le va bien eso, la gente mentalmente estable de Columbia, y es cierto que los que se meten en el edificio de Arte no son todos tan... aburridos.
Él se cambia la carpeta de una mano a otra con nerviosismo, se aparta la bufanda del cuello y se la vuelve a apretar un minuto después. Stiles quiere cogerle de los hombros y agitarle y decirle que todo va a salir bien porque tiene talento y él es el único que queda por convencerse. No entiende nada de arte, pero sabe que lo tiene. Hizo unas acuarelas preciosas de los bosques de Beacon Hills, y unos dibujos con tinta china de las ruinas de la casa de los Hale que Derek llevó a enmarcar; por no hablar de la serie de cómics vagamente basados en sus vidas, que serían el próximo fenómeno Crepúsculo si se decidiera a mandarlos a alguna editorial. Pero Isaac es muy inseguro. Es tímido, honesto, violento de manera muy preocupante, callado y observador y terriblemente inseguro sin tener demasiadas razones para serlo. Y a Stiles le cabrea muchísimo.
-Estás preparado -le dice, dándole una palmada en el hombro-. Has nacido preparado.
A veces piensa en qué le habría pasado sin Derek en la mezcla. Si no hubiera convertido a Jackson y no le hubiera salido el tiro por la culata y la maldita kanima no hubiera matado a su padre. O si, después de quedarse huérfano, él no hubiera estado allí para salvarle de sí mismo. Isaac está súper jodido, pero está mucho menos jodido de lo que estaría cualquiera en su situación, y es admirable. Todo lo que ha pasado y todo lo que ha superado.
Le ve marchar hacia dentro del edificio con la carpeta bajo el brazo y piensa que si alguien se merece que las cosas le salgan bien es él. Va siendo hora.
Él vuelve a mirar su papel y trata de encontrar el despacho en el que le tienen que hacer la entrevista. En esta ocasión es una mujer de unos cincuenta años y muy estirada, y es obvio que las cosas no van tan bien como en NYU, porque es probable que sea la persona con menos sentido del humor del universo conocido. Y Stiles, como es tonto, intenta al menos sacarle media sonrisa desesperadamente, lo que sólo lo hace todo más incómodo. Le despacha diciendo que tiene un expediente muy interesante y que estarán en contacto, lo que no le da ninguna buena espina.
Isaac aún no ha salido cuando él llega al punto en el que han quedado. Es buena señal, porque no perderían con él el tiempo si no estuvieran interesados. Es una muy buena señal, y le hace olvidarse un poco de la mierda de entrevista que ha tenido y de que es imposible que le admitan y de que sus opciones se cierran muchísimo.
Sale por la puerta diez minutos después, casi temblando, y Stiles se acerca a averiguar qué significa.
-¿Cómo ha ido?
-Umm -farfulla-. Bien.
-¿Bien en plan bien? -pegunta, un poco demasiado histérico, arrastrándole hasta un banco de la plaza-. ¿O bien en plan muy mal? Ponte el abrigo -añade, porque puede que no vaya a pillar un resfriado con sus poderes lobunos, pero hace un frío de miedo.
Isaac lo hace, lentamente, y aprieta los labios como si estuviera tratando de ordenar ideas en su cabeza.
-Han dicho que tengo un portafolio impresionante, que soy un artista muy versátil. Me ha llamado artista -recalca, como si fuera lo más bizarro que ha pasado jamás en el mundo-. Y, no sé, han dicho algo del uso del color y del espacio, lo han llamado 'muy emocionante'. Y luego han dicho que la técnica puede mejorar -dice, apretando la carpeta contra su pecho- y que les gustaría que considerara hacerlo en la Universidad de Columbia, y que espere su carta en un par de semanas.
Stiles tarda un instante el procesarlo, porque el tono no cuadra con el mensaje.
-Dios mío.
-Sí.
-¿Te han ofrecido una plaza?
-Eso creo.
Stiles hace una pequeña danza sin levantarse del banco. Dura un segundo y consiste en movimientos incontrolados de brazos en el aire.
-¿Y tú qué has dicho? -exclama.
-No lo sé. He recogido mis cosas y les he dado las gracias y me he ido.
-¡Isaac! Espero que hayas sido más entusiasta que eso.
-Estaba un poco nervioso.
-¡No jodas! -ironiza. Isaac sonríe de medio lado y él no puede evitar lanzarse hacia él y abrazarle, apretándole las costillas hasta que suelta un quejido-. Ugh, eres medio tonto. ¿Quieres un batido?
-¿Me vas a invitar a un batido?
-La idea era que cada uno se pagara el suyo, pero qué demonios -dice, levantándose.
-¿Qué tal la tuya?
-Ha ido como el culo, pero no estoy demasiado preocupado -responde, y es absolutamente cierto.
Encuentran una cafetería no muy lejos de allí que sirve desayunos durante todo el día, y Stiles le dice que es probable que sea allí donde vaya a tomar café con sus nuevos compañeros, con los dedos manchados de pintura al óleo y apestando a aguarrás. Su cara se ilumina de una manera maravillosa, y Stiles decide que va a decirle cosas así más a menudo, porque Isaac tiene una sonrisa preciosa y no la usa todo lo que debería.
-¿Por qué no le mandas un mensaje a Derek? -dice, mientras esperan sus gofres con bacon y sus batidos de chocolate. Stiles querría llamar a su padre nada más saber la noticia, y Derek es lo más parecido que Isaac tiene a un padre. O a un hermano mayor, que es una idea que le hace estremecerse un poco menos. Isaac saca el teléfono y comienza a teclear y, basándose en el conocimiento empírico de las dotes conversacionales por SMS de Isaac, está bastante seguro de que lo resume en un "estoy dentro" que Derek tardará en entender dos horas-. Va a ser la leche, todo esto. La manada, la uni... ¿Has pensado dónde vas a vivir? ¿Con Derek? -dice, antes de dejarle contestar-. ¿Crees que si vivo con Derek me hará pagar alquiler? Porque no es como si la universidad fuera barata, voy a tener que trabajar en doce sitios para poder pagármela, no quiero tener que pensar en sumarle lo que cuesta una residencia.
-Pregúntaselo.
-No quiero que parezca que estoy vendiendo la piel del lobo antes de cazarlo.
-Hah -dice, completamente serio, levantando la vista de la pantalla un segundo para mirarle-. Ocurrente.
-Siempre -contesta con arrogancia-. Así que, ¿dónde vas a vivir?
-No lo sé.
-El otro día se lo pregunté a Danny y casi me araña la cara, es increíble que aún le caiga mal.
-¿Qué dijo? -pregunta, dejando el teléfono a un lado.
Stiles chasquea la lengua.
-No, lo que tienes que contestar es 'a Danny no le caes mal, Stiles'.
-No le caes mal. ¿Te dijo algo en especial?
-Que me callara, probablemente -replica, con un gesto de resignación-. ¿Por qué? ¿Hay algo que no sepa?
-No.
-Oh, Dios mío, claro que lo hay -exclama-. Dímelo.
Isaac suspira dramáticamente, apoyando la barbilla en una mano.
-No puedes decirle a Danny que te lo he dicho. Y no puedes decirle nada a Derek. Ni a nadie.
-Entendido. Suéltalo.
Vuelve a suspirar, se incorpora y mira alrededor con suspicacia, como si esperara que alguien estuviera acechando en las sombras.
-Danny y Lydia van a ir a Massachusetts dentro de un par de semanas.
-¿Por qué?
-Porque es el MIT y es la mejor universidad del mundo.
Oh. Massachusetts.
-Pero eso está... No sé exactamente donde, pero muy lejos de Nueva York -dice, frunciendo el ceño-. No es como irse a Yale.
-Está al lado de Boston. A cuatro horas de aquí en coche.
-Eso son muchas horas.
-Ya lo sé -replica él.
-Es imposible que les acepten en el MIT -dice Stiles, con un bufido de incredulidad.
-No lo es. Lydia es un genio de las matemáticas. Y Danny...
-Oh, Dios -dice, dándose cuenta de que es totalmente posible.
-Desde que Jackson se fue no hay nada que les retenga aquí.
-Eso no es verdad. Allison es la mejor amiga de Lydia, y tú y Danny, bueno...
-Danny es el mejor amigo de Lydia -corrige amargamente.
-No me hagas hablar. Danny no va a...
-Es humano -le corta-, para él no somos más que un grupo de amigos muy codependientes. Y el MIT es con lo que ha soñado toda su vida. ¿Sabes que le pidió a Papá Noel una sudadera con el escudo cuando tenía doce años?
-¿Seguía creyendo en Papé Noel con doce?
-Y con trece hackeó el sistema del Hospital de Beacon Hills -replica-. Y con catorce les creó uno nuevo. Si manda una aplicación se la van a aceptar con los ojos cerrados.
-Esto es una locura. Aunque sea humano es parte de la manada, la conexión no es menos fuerte que la de los lobos. Y aunque lo fuera, yo soy humano y a mí no se me ocurre irme a cuatro horas de aquí...
-Tú tienes cosas que te atan aquí -dice, tratando de interrumpirle-. Tienes a...
-...y no sólo por... -empieza a decir por encima de Isaac.
-...a Derek.
-... Scott -. Espera, ¿qué?
-¿Qué?
-Scott -dice muy lentamente, enunciando cada letra por separado-. Scott es mi mejor amigo.
-Sí.
-Has dicho Derek.
-Ya lo sé.
-¿Por qué?
-Bueno. Derek no es capaz de hacer esto sin ti -replica. ¿Y cómo se supone que tiene que tomarse eso?
-Danny está enamorado de ti, imbécil.
-¿Qué?
Stiles es un bocazas de primera.
-Te diría que siento haberlo soltado de esa manera, pero no lo siento. En absoluto. Porque si algo le puede retener aquí eres tú -le dice, como si le estuviera regañando-. Y porque quiero que seáis súper felices porque sois estupendos, y además nos estáis volviendo locos.
-¿Qué? -repite, incapaz de reaccionar.
-¿Tú eres el lobo con poderes sensoriales?
-Stiles, ¿de qué estás hablando?
-Isaac, todos lo sabemos. Menos tú, aparentemente. Yo creo que hasta Danny lo sabe, pero tiene miedo de, no sé... De hacerte daño, o de estar presionándote.
Isaac tiene cara de estar teniendo algún tipo de revelación mística.
-No.
-Créeme. Hace un rato te parecía imposible que Columbia se fijara en un idiota sin talento como tú. Bueno, pues Columbia te quiere, y Danny también. Así que es tu día de suerte, chaval.
Isaac abre la boca para replicar, pero no sale nada. Llegan sus gofres y sus batidos, y tras un momento de silencio expectante Stiles decide echar mano del tenedor y comer antes de que empiecen a quedarse fríos. Le pasa sus cubiertos a Isaac y él también se centra en los gofres, masticando lentamente.
-¿Estás seguro? -dice tras un rato.
-Absolutamente. ¿Quieres hablar de ello?
-No -contesta, dando un trago a su batido.
-Como quieras, colega. ¿Sabes que se van mañana a Princeton, verdad?
-Sï.
Stiles no le dice con palabras que haga el favor de hablar con Danny ya, pero trata de hacer que sus cejas transmitan el mensaje. No está seguro de que surja efecto, porque ni siquiera tiene dominado el lenguaje humano; el de los hombres-lobo se le escapa totalmente.
Cuando vuelven a Williamsburg sólo están allí Derek, Danny y Lydia, sentados en el sofá viendo reposiciones de los Power Rangers, quién lo habría podido imaginar. Stiles va a la cocina y llama a Derek como quien no quiere la cosa, y tarda casi cinco minutos en conseguir que se levante para que Isaac pueda sentarse junto a Danny en el maldito sofá.
-¿Qué? -dice, poniéndose frente a él a través de la barra de la cocina y mirándole con cara de infinita frustración.
-Shh -le susurra-. Si escuchas muy atentamente puedes oír el amor naciendo, como un pequeño pollito. Escucha, escucha. Está rompiendo el cascarón.
-Dios mío, ¿qué has hecho con Isaac? -se lamenta, pero se gira a mirar cómo se sienta junto a Danny y mete los pies descalzos bajo sus piernas-. El único corazón que he oído latir tan rápido es el tuyo, aquella vez en el bosque cuando creíste que te había rodeado un grupo de gnomos sanguinarios.
-Ah, ya sé, eso no fue el miedo -dice, riéndose-. Cuando llegaste a rescatarme no llevabas camiseta.
Derek consigue no sonreír mínimamente, lo que es toda una hazaña.
-Bow chicka bow-wow -añade Stiles, moviéndose en lo que en cualquier otro ser humano habría sido un bailecito sexy-. Voy a hacer palomitas.
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Lydia y Danny se marchan a Grand Central a coger un tren hacia Princeton a primera hora de la mañana. Isaac sonríe mucho a su bol de Froot Loops, así que Stiles supone que las cosas van bien.
Es su último día en Nueva York, y Scott y Allison quieren ir a escribir su nombre en el puente de Brooklyn, porque aunque ellos juran que sólo es a dar un paseo Stiles les conoce perfectamente. Erica, Boyd e Isaac han quedado en un rato para ir a Harlem a escuchar gospel, algo en lo que Derek se niega a participar por su aversión crónica a los sentimientos humanos. Él se siente mal dejándole solo, y abriendo el mapa de la ciudad se da cuenta de que hay una parte gigantesca de Manhattan que han olvidado totalmente.
-¿Vienes conmigo al parque?
-¿A qué parque? -dice él, rascándose una oreja de una manera que hace los chistes de perros demasiado fáciles.
-Al parque de bomberos -ironiza-. Central Park, hombre.
-Oh.
-Ya sé que es un cliché y que en invierno hay básicamente nada de interés allí, y que para qué quiero un parque artificial teniendo bosques, tal y cual.
-No, me parece bien -responde sencillamente-. Me gusta el parque.
-Ah. Bueno, pues eso ha sido una pérdida de tiempo. Vístete y nos vamos.
Stiles ya entiende el metro, lo que le hace sentirse muy orgulloso. Cuando bajan en la 14 con la Sexta de la línea L ya sabe cómo hacer el trasbordo, a pesar de los carteles confusos, y qué trenes pasan por cada vía. Derek parece darse cuenta de que quiere hacerlo solo, así que da un paso atrás y deja que se las apañe. Acaban en la Sexta con la 57, que está a un par de manzanas de la entrada del parque, y Derek dice que es la mejor opción para ahorrarse otro trasbordo.
Hace un frío imposible esa mañana, aún bajo el gorro, la bufanda de lana y la habitual estratificación de ropa de Stiles. Los dedos de sus pies empiezan a correr peligro. Incluso Derek parece estar pasando frío, porque mete las manos en los bolsillos de su abrigo de paño, y tiene la punta de la nariz y las orejas rojas, porque se ha negado a ponerse un gorro.
Huele a mierda de caballo, gracias a los estúpidos carruajes que recorren los alrededores de Central Park llevando turistas horteras, pero eso hace la experiencia más auténtica. Para evitar a los caballos, que son unos animales tontos y asustadizos y no están seguros de que no vayan a volverse locos al sentir a Derek cerca, dan un pequeño rodeo y acaban en un puesto callejero de libros usados y a mitad de precio. Stiles nunca ha sido un gran lector, nunca ha sido capaz de focalizar su atención en una novela el tiempo suficiente, pero últimamente está dándose cuenta de que su TDAH está moderándose, o puede que él haya aprendido a vivir con ello, porque es capaz de coger algo distinto de un cómic o una novela de fantasía juvenil y sentarse a leer. A lo mejor no se pasa así horas, pero consigue hacerlo un rato antes de irse a la cama, o en el sofá después de comer. Le pide a Derek que le elija un libro, y le mira mientras rebusca entre las cajas ordenadas sin ningún sistema aparente. Saca uno de vez en cuando y le echa un vistazo, volviéndolo a guardar o dejándolo en un montón aparte en el que va acumulándose un número que empieza a ser preocupante.
De repente saca uno y, tras una ojeada rápida, dice:
-Este es.
-¿Qué pasa con todos esos? -pregunta él, señalando al montón.
-Puedes volver a colocarlos. Este es el que te vas a llevar.
Stiles tiende la mano para que se lo dé, pero él sólo le enseña la portada, manteniéndolo fuera de su alcance. A sangre fría. Truman Capote. Tiene mucho conocimiento teórico de él y su obra y su vida, porque en algún momento acabó en su artículo en la Wikipedia y se lo leyó, pero nunca se ha enfrentado a una novela suya.
-¿Crees que me va a gustar?
-Sí -replica sin más. Y Stiles, a estas alturas, ya no pretende que elabore su respuesta mucho más. Derek saca la cartera del bolsillo trasero de sus vaqueros y se acerca al tipo aburrido y congelado-. ¿Cuánto es?
-No, Derek, quería comprármelo yo.
-Mala suerte -dice, pagando los seis dólares y pico. Le tiende la bolsa con el libro y espera a que él la coja.
-¿Por qué has hecho eso? -pregunta Stiles cuando se alejan de allí.
-Así te sentirás obligado a leerlo -contesta, aunque no suena demasiado sincero. Stiles se cuelga la bolsa de la muñeca, mete las manos en los bolsillos de su abrigo y sigue a Derek hasta la entrada del parque más cercana.
El cielo está cubierto pero brillante, como de color blanco nuclear allí arriba. Duele mirarlo mucho rato seguido, pero es un fenómeno tan extraño que no lo puede evitar. Es como si estuvieran envueltos en papel de alto gramaje, de ese grueso y pesado en el que pinta Isaac, que se siente tan bien bajo los dedos.
-Va a nevar -musita Derek.
-¿Te lo dicen tus sentidos arácnidos?
-Me lo dice el color de las nubes y la presión atmosférica -replica, señalando el cielo con un dedo-. Y puede que la nieve huela de una manera especial -confiesa.
Stiles hace una pequeña danza de la victoria en su cabeza, porque le encanta cuando Derek habla sin necesidad de media hora de interrogatorio previo. Y le gusta saber cosas de lobos, porque cuando le pregunta a Scott cómo hace algo o cómo se siente al hacer otra cosa él le mira con ojos ojos enormes y contesta con un 'no sé, tío, mola'. Que es encantador pero inútil.
-¿A qué huele?
-A nieve. -Stiles bufa, calándose el gorro por debajo de las cejas, y Derek parece apiadarse de él, hablando como si le doliera decir más palabras de las estrictamente necesarias. -Huele muy fría, como azul.
-Eso no tiene sentido.
-Para mí sí.
-No puedes oler los colores -le recuerda-. ¿O sí?
-Puedo oler muchas cosas de las que no conozco el nombre. La nieve huele a lo que olería el color azul.
-Eso mola bastante -admite.
Derek se encoge de hombros, porque para él es lo habitual. Oler cosas que no existen para la gente normal, ver cosas que no están allí para Stiles, sentir cosas que es incapaz de describir con palabras. Hay todo un mundo distinto allí donde vive Derek, en el escalón de arriba de la pirámide evolutiva. Stiles a veces se siente como una ameba, o un bicho prehistórico ciego y sordo y abocado a la extinción,
-¿Yo a qué huelo? -pregunta, siguiéndole por un sendero rodeado de árboles pelados y hierba escarchada. La tierra congelada cruje bajo sus pies.
-Estoy seguro de que eso se lo has preguntado a Scott mil veces.
-Dice que a lo mismo de siempre, pero más claro. Y que no es fácil describir olores.
-No lo es -reconoce Derek.
-Podrías intentarlo.
-Podría haberme quedado en casa despegando la moqueta y habría sido una experiencia menos agotadora -replica, lanzándole una mirada por el rabillo del ojo. Pero el tono es casi burlón, casi divertido, y a veces a Stiles se le olvida que en algún momento esas cosas las decía y lo hacía sin bromear.
-Por favor.
Derek llega al borde del camino y se para, girándose hacia el lago en el que Stiles acaba de reparar. Hay algunos patos nadando, no demasiado preocupados por el frío y por la fina capa de hielo en las zonas más serenas del agua. Es como una película, es todo lo que había esperado que fuera Central Park en invierno, esa tranquilidad silenciosa, íntima aún rodeado de tanta gente. Y en ese momento le cae un copo de nieve sobre la punta de la nariz.
-¿Has abierto alguna vez un piñón? -dice Derek.
-¿Qué? -contesta, honestamente confundido, y se gira a mirar la manera en la que arruga un poco la nariz y frunce el ceño.
-Es así como hueles. No sé explicarlo mejor.
-¿A piñones? -pregunta, porque sigue sin estar seguro de estar enterándose.
-No tendría que haber dicho nada -musita, negando con la cabeza.
-No, no. Es sólo que es una cosa muy específica. Y no recuerdo la última vez que vi un piñón. O sea, creo que sé más o menos en qué consiste, pero...
-Da lo mismo.
-No, no. Por favor.
Derek echa a andar por el borde del lago lentamente, y no parece que tenga un destino fijo. Anda por andar, por desentumecer las piernas heladas, y Stiles se coloca a su lado enseguida.
-Cuando yo era pequeño solíamos salir a principios de noviembre al bosque a coger piñones. Podíamos estar allí todo el día, subiéndonos a los árboles y... -la comisura de sus labios se curva ligeramente, en una sonrisa que apenas está ahí-. Cuando se hacía de noche los llevábamos a casa y Laura y yo los abríamos para que mi padre hiciera un pastel.
-Suena muy divertido -dice sinceramente. Y pinta una imagen que le gustaría poder haber estado allí para ver, de Derek cuando las cosas aún eran normales y tranquilas y él era feliz. Derek de niño, con esos ojos tan extraños brillando de la emoción, riéndose y trepando a los árboles como un animal, tranquilo y confiado porque estaba rodeado de su familia.
-Dejé de hacerlo con catorce años. Me parecía un juego infantil y una pérdida de tiempo -añade, sombríamente-. Pero el olor lo tengo grabado el la memoria, y es así como hueles. Cuando abres un piñón es… Es sorprendente el olor tan intenso que tiene algo tan pequeño, porque no es un olor punzante, es como redondo. Algo que te envuelve. Y huele dulce y a tierra húmeda y a algo tostado. Es algo que notas en el paladar -dice, como si pudiera sentirlo-. Es gracioso, porque mi madre siempre decía que yo olía a otoño, a hojas caídas y a agujas de pino secas.
Stiles pasa un brazo alrededor del de Derek y se apoya en él mientras andan por la orilla del lago, y si a él le molesta no dice nada.
A veces le gustaría ser un lobo sólo para tener esa capacidad de sentirlo todo. Le gustaría poder hundir la nariz en el cuello de Derek y adivinar algo más que Hugo Boss y jabón de avena comprado en la farmacia de Main Street. Le gustaría saber qué es lo que siente en momentos como ese, en los que se acuerda de Laura y de sus padres y de todo lo que fue. Si aún es culpabilidad o rabia o sólo nostalgia; si él también siente esa cosa enredándose en su pecho que tiene Stiles cuando piensa en su madre. Quiere conocer a Derek más de lo que él le deja; y cuanto más lo hace, cuantas más cosas deja intuir, más necesita él saber.
Derek no es mas alto que él, hace tiempo que no lo es, pero parece que Stiles acaba de caer en la cuenta, porque a él le ha parecido siempre una torre, una montaña imponente e inabordable. En ese momento sólo parece consumido por una tristeza vieja y agarrada a su piel desde dentro, y eso le hace pequeño, tanto que podría tomarle entre sus brazos si quisiera.
Imagina lo que sería abrazarle, sentir la solidez de sus músculos bajo la palma de sus manos, la suavidad de su pelo lleno de copos de nieve entre sus dedos, su calor tan cerca. Se imagina besándole y no se sorprende cuando descubre que podría hacerlo, que está lo suficientemente cerca, que sus labios están fríos y cortados y su barba dura hace un sonido muy nítido y muy alto cuando la roza con los guantes. No es más que una presión breve de los labios, entreabiertos por la sorpresa, y Stiles se separa demasiado rápido para saber si ha sido un buen beso. Se acuerda de respirar, pero no se atreve a mirar a Derek cuando lo hace. Clava los ojos en el agua del lago y aprieta la mandíbula para que su boca no le traicione. O no le traicione más de lo que ya lo ha hecho.
Porque, mierda. Todo tiene mucho sentido. Los últimos meses de su vida acaban de encajar de una manera muy obvia. El último año. Va a dejar de echar la vista atrás porque no quiere seguir pensando en todo el tiempo en el que ha estado enamorado de Derek sin darse cuenta de que era eso lo que pasaba. Esa admiración, esa calidez que le nacía en el pecho cada vez que él le miraba de cierta manera, esas ganas de protegerle y tenerle cerca y demostrarle que soportar sus chorradas iba a merecer la pena a largo plazo. Estaba tan claro que era casi invisible, y ahora se siente terriblemente estúpido.
No dicen nada durante algunos minutos. Minutos de esos de verdad, que duran sesenta segundos y se hacen eternos en el silencio y le dan tiempo a repetirlo todo en su cabeza un millón de veces. Cuando quiere decir algo ya parece demasiado tarde.
-Vámonos a casa -dice Derek, y antes de que Stiles pueda responder ya ha echado a andar. Siempre le saca un par de pasos y él no se atreve a darlos para ponerse a su altura. Cuando entran en el metro sólo le sigue en silencio, y Derek no se vuelve para comprobar que está allí, porque debe de ser capaz de oírle, o de olerle. Eso es mucho peor. Piensa en darse la vuelta y echar a andar él solo, en coger un taxi o buscarse la vida en autobús, o salir al andén y esperar al próximo metro. Cualquier cosa menos estar allí a veinte centímetros de él en el vagón a reventar de gente.
-Derek -dice, y apenas sale sonido por sus labios.
-Déjalo -contesta él-. No pasa nada.
Pero claro que pasa, porque le ha besado. Y ha sido un beso breve y ridículo, absolutamente infantil, pero se ha dado cuenta de que no ha sido un accidente ni un momento de debilidad. Stiles quería besarle, quería que él le rodeara la cintura con los brazos y le apretara contra su cuerpo y le hiciera flaquear las rodillas. Quería tomar a Derek de la nuca y devorarle hasta que acabaran con los labios hinchados y doloridos.
-Lo siento -dice a cambio, y no vuelven a hablar hasta que llegan al apartamento.
Scott y Allison están abrazados en el sofá viendo la tele. Los demás aún no han vuelto.
Derek se mete en la habitación y cierra la puerta tras de sí.
-¿Hace mucho frío ahí fuera? -pregunta Scott, apartando las piernas para que Stiles tenga sitio a su lado.
-Está nevando.
-¿Crees que cuajará?
-No lo sé. ¿Qué estáis viendo?
Hay un maratón de Seinfield y ven tres o cuatro capítulos sin que nada de ello se registre en la mente de Stiles. Los otros betas llegan y él apenas se da cuenta. Se pasa las manos por el pelo y se da cuenta de lo largo que está, de todo el tiempo que ha pasado desde la última vez que sintió el zumbido de la maquinilla contra su cráneo, y tiene la necesidad de volver a hacerlo, porque eso siempre le ayuda a pensar. En algún momento Derek sale de casa sin avisar, y Boyd dice que le oye al otro lado del descansillo, pero no se molesta en escucharle con atención. Hacen la cena y mandan algunos mensajes a Lydia y Danny para preguntar por las entrevistas en Princeton, que parece que han ido bastante bien. Derek no vuelve a cenar y deciden no esperarle. Si notan algo raro no lo demuestran. Todos están cansados y no son ellos mismos, así que el silencio de Stiles no llama tanto la atención.
Derek vuelve cuando todos están pensando irse a dormir, y Isaac está deseando que lo hagan para poder abrir el sofá-cama. Erica y Boyd ya se han puesto el pijama para ir a casa de Dan cuando él entra por la puerta.
-Apestas a tequila -le dice Erica-. ¿Has intentado emborracharte otra vez?
-Vigilad que Dan no vomite por todas partes -es lo único que responde, y se mete en la habitación.
Stiles entra un par de minutos después para buscar su pijama, y se lo encuentra a medio desvestir, sentado en la cama en calzoncillos y tratando de sacarse la camiseta.
-Perdona. Sólo venía a coger… He pensado que será mejor si duermo con Isaac esta noche.
-No, da lo mismo -replica sin mirarle.
-¿Estás seguro? Porque a mí no me importa dormir allí.
-Stiles, deja de discutir -gruñe. Desiste de quitarse la camiseta, así que vuelve a meter el brazo por la manga y se deja caer en la cama como un peso muerto.
-¿Estás bien?
-Vamos a dormir.
Stiles no cree que pueda hacerlo. Se pone su pijama a oscuras y entra bajo las sábanas tratando de no pensar en lo incómodo de la situación. Un momento después lo hace Derek, revolviéndose sobre el colchón hasta que encuentra el borde del edredón para cubrirse con él. Se duerme casi al instante, y él no puede evitar preguntarse cuántas botellas de tequila habrá tenido que beberse.
A mitad de la noche le despierta el movimiento en la cama, porque no está acostumbrado a no dormir solo. Derek se mueve inquieto, girándose hacia un lado y hacia otro, hasta que encuentra la postura apretado contra su costado, con la frente pegada a su hombro. A Stiles le dan ganas de llorar, por alguna razón.
Cuando empieza a entrar claridad a través de la ventana decide levantarse, porque es incapaz de dormir más de media hora seguida y no soporta seguir compartiendo la cama con Derek, porque sabe que podría acostumbrarse a hacerlo. Está amaneciendo cuando se prepara el café y sale a la escalera de incendios a bebérselo, envuelto como un burrito en la manta azul del sofá. Toda la casa está llena de los sonidos tranquilos de los lobos durmiendo, y se siente mucho más cómodo allí con el ruido de la ciudad despertándose. Hace frío, incluso más que ayer, y cada bocanada de aire que suelta se convierte en vaho en sus labios. Se entretiene mirando a la gente entrar y salir de la boca de metro, yendo a trabajar a Manhattan o llegando desde otros puntos de la ciudad. Todos con sus abrigos de lana y sus gorros y Stiles lo odia. Él se imaginaba así hace un par de días. En otoño, donde los días son más cálidos y más naranjas, dando sorbos a su termo de café mientras coge el metro hacia NYU, a sus clases de antropología social. Era una imagen demasiado idílica para ser real, y es obvio que ha jodido todas las opciones que tenía de que pudiera serlo. Ahora tendrá que vivir en un apartamento cochambroso en el Bronx a una hora en metro de cualquier sitio, y tendrá que compartirlo con otros cinco o seis universitarios arruinados, porque no va a poder vivir en la misma casa que Derek. Ni siquiera sabe si va a poder seguir en la manada. A lo mejor tiene que empezar a buscar universidades en California, más cerca de su padre.
-Te vas a poner malo -dice Derek a su espalda. Tiene ojeras y el pelo aplastado en un lado de manera ridícula. Stiles no contesta, sólo se aprieta la manta con más fuerza alrededor del cuerpo-. ¿Podemos hablar?
-Si es lo que quieres.
-Sí.
-Pues habla -dice, porque no tiene muchas ganas de ponerlo fácil. Está cansado y cabreado y hoy no se ha tomado el Adderall, así que si habla dirá alguna gilipollez.
-Aquí no. Vamos a desayunar a algún lado. Vístete.
Se pone la ropa del día anterior. No le quedan muchas cosas limpias, de todos modos. Derek ya lleva los pantalones vaqueros y le espera en la cocina, apoyado contra la encimera. Isaac se revuelve un poco en el sofá pero no llega a despertarse, lo que es un alivio.
El sitio no está precisamente cerca, y tardan casi veinte minutos en llegar. No hay demasiada gente, solo un par de mesas a un lado. Ellos se sientan en la esquina opuesta, en una mesita pequeña junto a uno de los ventanales cubiertos de letras de colores.
-Los huevos rancheros están buenos -dice Derek, y enseguida viene una chica con el pelo teñido de rubio platino y un aro en la nariz a tomarles nota.
No dicen nada durante un buen rato y, aunque hace apenas un par de días habrían sido capaces de estar horas así, a Stiles le parece el silencio más tenso del mundo.
-Debería disculparme, antes de nada -empieza Derek, con las palabras muy medidas, como si lo estuviera leyendo-. No he llevado el asunto con demasiado tacto.
-Es una manera de verlo.
Stiles debería disculparse él también, pero no lo hace. No encuentra fuerzas para hacerlo, porque no lamenta nada de lo que ha pasado. Lamenta que Derek no le corresponda, pero eso está fuera de su control y decirle que lo siente no va a ayudarle en nada.
-No esperaba que lo hicieras y me pilló por sorpresa, y no supe reaccionar. No sabía que te sentías de esa manera.
No hay palabras para describir lo mucho que odia cada cosa que Derek dice.
-Vale, pues olvídalo. Ni siquiera fue gran cosa, así que podemos hacer como si nunca hubiera pasado, como cuando vas a darle un beso en la mejilla a tu tía-abuela y hay un error de cálculo y se lo das en la comisura de los labios; ¿y por qué debería de ser incómodo, si ha sido un error? Pero te da ganas de que te trague la tierra. Diremos que fue eso lo que pasó.
Derek le mira un momento y Stiles no soporta sus putos ojos.
-¿Eso es lo que quieres?
-Bueno, desde luego que no quiero que me sigas humillando con la charla de 'tu amistad significa mucho para mí'.
-No estaba dando ninguna charla.
-Ya lo sé. No eres muy bueno con las palabras, pero he captado el mensaje.
-Stiles... -dice lastimeramente. Es un tono que no le sienta nada bien.
-Ah, comida -dice él, atisbando a la camarera de antes acercarse con un par de platos.
-Llevo mucho tiempo pensando en hacer eso.
-¿Hacer qué?
Derek suspira, evitando mirarle como si su cara le ofendiera.
-Besarte.
La camarera a punto está de tirarle los huevos rancheros encima a Stiles.
-¿Qué? -exclama-. Espera. ¿Cómo?
-Así que no te estoy dando ninguna charla -sigue hablando sin inmutarse-. Aunque aprecio tu amistad.
-¿Cuánto tiempo lleva pasando esto?
-No sé, Stiles. -Derek coge su tenedor y lo vuelve a dejar. Hace lo mismo con el cuchillo, y luego le da un trago a su café Hay una pequeña chispa de esperanza en el pecho de Stiles, pero no es capaz de dejarla convertirse en llama, porque derek tiene esa cara de estar pasando el peor rato de su vida. -Algún tiempo. ¿Qué más da?
-¿Desde la primera vez que me viste?
Es absolutamente el peor momento para hacer esa pregunta, y lo sabe.
-Tenías quince años, y yo no soy un depravado.
-¿Cuando me ofrecí a cortarte el brazo?
-Seguías teniendo quince años -contesta, y Stiles puede ver que preferiría comerse un kilo de acónito antes que estar teniendo esa conversación. Pero aún así no para.
-¿Cuando te mantuve vivo en el agua durante dos horas?
-Stiles, no estás ayudando.
-Perdona. Pero es que es... Inesperado.
-¿Lo es?
-¡Claro que sí! Derek, ayer en el parque... Creí que no ibas a ser capaz de hablarme nunca más. Creí que la había cagado a lo grande, y ahora resulta que tú querías lo mismo-. Stiles quiere golpear algo, con mucha, mucha fuerza. Y a la vez abrazar un montón de cachorritos de perro-. Y entiendo que podría haber mirado a ver si había agua en la piscina antes de tirarme de cabeza, ¿sabes?, podría haberte preguntado si estaba bien que lo intentara. Pero, no sé, yo quería hacerlo y tú querías hacerlo y en vez de, ya sabes, hacerlo, tú te negaste a hablarme y te bebiste como doce botellas de José Cuervo. ¿Qué se supone que tengo que sacar de esto?
-Que queramos no significa que debamos -contesta a media voz.
-¿Qué es esa mierda? Claro que debemos. Es nuestra obligación como seres humanos ser felices -exclama-. Mira, le di esta charla a Isaac el otro día, y alguien tendría que dárnosla a nosotros. Somos buena gente, gente estupenda que se merece que le pasen buenas cosas. Y tú no te lo crees, ya lo sé, pero yo sí. Quiero que te pasen buenas cosas, y quiero ser una de esas cosas y quiero que seas todo lo feliz que puedas. -Se da cuenta de que ha perdido el hilo hace un rato, así que para y respira y mira a Derek para comprobar si algo de lo que dice está calando. -Yo soy feliz cuando estoy cerca de ti, y sé que voy a serlo mucho más cuando esté contigo. Dios mío, qué horror de frase, shock diabético.
Derek ni siquiera le regala media sonrisa. Clava la vista en el plato sin tocar, y tras un rato Stiles se mete un tenedor de huevos y frijoles en la boca porque se muere de hambre, y ya no sabe qué más puede decir.
-Esto está bueno -reconoce, con la boca aún llena-. Deberías comer algo.
Derek le hace caso y comen en silencio lentamente, sin apartar la mirada de la mesa de madera vieja. Y Stiles sabe que Derek no es bueno con las palabras, que en sus peores días ni siquiera abre la boca más que para gritarle órdenes a su manada, pero esto empieza a ser ridículo. Quiere decirle 'cuando quieras, campeón', y darle una patada bajo la mesa. 'Porque estás destrozándome el corazón un poquito'.
Les vuelven a llenar las tazas de café y se las acaban. Hace tiempo que ha pasado la hora del desayuno, y el bar empieza a estar ocupado por modernos bebiendo mimosas y comiendo nachos con guacamole, y ellos siguen allí en medio sin hablarse.
-¿Vais a querer algo más? -pregunta la camarera, con toda la intención de hacer que se marchen.
-No -contesta Derek, y la desafía con la mirada a que les eche. Ella se va por donde ha venido y ellos no hablan durante un rato más.
Lo peor de todo es que sabe que Derek quiere hablar, lo puede ver en la manera en la que aprieta la mandíbula y traga saliva, en cómo estira la espalda y cuadra los hombros y frunce el ceño antes de volver inevitablemente a hundirse en la silla. Y no entiende qué puede ser tan complicado de decir. Stiles puede soportar el rechazo, es algo que lleva haciendo toda su vida.
-En serio, Derek. Dilo.
-No puedo hacerlo.
-No es tan difícil. Abres la boca y dejas que las palabras...
-No puedo hacerlo -repite, y Stiles se da cuenta de que es eso lo que lleva queriendo decir toda la mañana. Que no puede.
-¿Qué significa eso?
-Lo siento.
-No, no. Esta no es una de esas conversaciones en las que tú puedes soltar una bomba y marcharte de allí mientras explota a tus espaldas, ¿sabes? Como en las películas de Michael Bay. Si esto es lo que piensas no deberías haberme dicho que querías besarme, Derek.
-No quería que pensaras que habías cometido un error.
-Claro, porque esto es mucho mejor. Esto me hace sentir genial. ¿Piensas decirme por qué no puedes?
Se lo imagina perfectamente, pero quiere oírle decirlo, para tener razones para llamarle gilipollas, lo que le hará sentir mucho mejor. Él abre la boca y entonces cuando su teléfono decide que es buen momento para sonar.
-Ahora no, Scott -masculla, rechazando la llamada-. Habla.
-Eres demasiado importante para la manada.
Vale, puede que no fuera eso lo que se imaginaba. Su idea estaba más relacionada con su edad y el hecho de que Derek esté emocionalmente destrozado y se considere un peligro para cualquiera que se atreva a acercarse demasiado. La excusa que él ha dado es mucho peor que cualquiera de las que él había considerado.
-Sí, qué horror, tus Betas me aprecian, es una situación dramática -ironiza, con ración extra de acidez porque se la ha ganado-. Por el amor de Dios.
-Mis Betas te necesitan. La manada te necesita.
-No estoy yéndome a ningún lado, no sé si te das cuenta. De hecho, estoy intentando hacer lo contrario.
-¿Y qué pasará si decides irte? -pregunta. El teléfono vuelve a sonar, y Stiles de verdad podría matar a Scott.
-¿Qué demonios quieres? -dice al descolgarlo, con un poco más de violencia de la necesaria.
-Eh, tranquilo, tío -le dice él-. ¿Dónde estáis? Tenemos que salir de casa en un par de horas si queremos coger el avión.
Stiles mira su reloj.
-Mierda. Vale, estamos de camino. -Y cuelga. Deja un par de billetes en la mesa, esperando que sea suficiente para pagar el desayuno, y confía en que Derek haya oído la conversación. -Muévete -le ordena, cogiendo su abrigo del respaldo de la silla-. Y no hemos acabado de hablar, no creas que te has librado.
El camino de vuelta lo hacen apenas en diez minutos, y una vez en el apartamento hay tantas cosas que hacer que se olvida de lo confuso que está. Hay que recoger, bajar la basura, hacer maletas y conseguir que entre todo en ellas, cerrar contraventanas y fregar el suelo. Stiles ni siquiera se ha duchado, y lo hace rápidamente mientras Allison llama a Lydia para asegurarse de que ellos ya van de camino al aeropuerto. Sale con la toalla alrededor de la cintura a buscar su ropa, y en la habitación está Derek doblando camisetas grises en su maleta, que se niega a levantar la vista como si verle fuera a transformarle en una estatua de sal. Stiles le da la espalda y se coloca los calzoncillos sin quitarse la toalla, y antes de que pueda ponerse la camiseta Derek ya ha salido por la puerta sin decir una palabra, lo que le hace sentir estupendamente. Se pone una camiseta de manga larga, una de manga corta encima, una camisa de cuadros y su sudadera roja, y si alguien le pregunta piensa decir que es porque no le entraba todo en la maleta. Ha dejado de fingir que no entiende lo que su mente quiere decirle.
Cuando sale fuera, Dan está allí, pasando la aspiradora por la alfombra. Y todos los demás se mueven por allí como en esa escena de Solo en Casa cuando se quedan dormidos y van de un lado para otro frenéticamente.
-Deberíamos haber hecho esto ayer -dice Scott, con toda la razón del mundo.
Han llamado a una furgoneta para que les lleve al aeropuerto, y cinco minutos antes de la hora acordada están milagrosamente preparados en la acera, esperando. Arriba está todo recogido, limpio, cerrado y listo para cuando vuelvan en septiembre. Stiles no puede pensar en ello, sólo quiere dormirse en el avión y llegar a Beacon Hills y sentarse frente a su padre en su despacho mientras resuelve casos, en ese silencio cálido que hay a su alrededor.
Dan ha bajado a la calle en calcetines. Le da un abrazo a Erica y otro a Boyd, pidiéndole que le mande un mensaje cuando encuentre esa cosa de la que hablaron que Stiles no tiene ningún interés en preguntar qué es. Se despide de Scott y Allison y le da una palmada extra a Isaac en la espalda. Stiles es el siguiente, así que pone su buena cara y se prepara para el abrazo.
-Nos vemos, colega -dice, en un tono que cree que sale cordial.
-En otoño -contesta él, estrechándole en uno de esos abrazos de medio lado, y cuando está junto a su oreja susurra-: No creas que me he tragado lo del lacrosse ni por un segundo, pero sea lo que sea que hacéis con Derek, no dejéis de hacerlo.
-Vale -contesta él con la voz pequeña.
-Y no permitas que te eche de su vida, por mucho que lo intente.
-No lo haré -dice, y Dan se separa, dándole un último golpe en el hombro.
-Y siento haberte tirado los trastos.
-Me pasa todo el rato -bromea, pero le mira y se da cuenta de que sabe muchas cosas. Muchas más de las que Derek le ha contado, probablemente-. Cuídate.
Dan se va a darle un último abrazo a Derek y todos deciden que lo elegante es mirar hacia otro lado mientras se despiden a media voz. Eso es íntimo, probablemente lo más íntimo que tiene en su vida. Tanto que ha tardado dos años en decirle a su manada que Dan existía, que tenía un amigo. Eso le cabrea, se da cuenta de que le lleva cabreando toda la semana.
-¿Por qué nunca nos hablaste de Dan? -pregunta cuando ya están en la furgoneta, él en el asiento del copiloto y Stiles inmediatamente detrás, asomando la cabeza.
-Hay muchas cosas de las que no hablo.
-Sí, soy consciente de ello.
Derek pone los ojos en blanco.
-No creí que fuera una información vital para vosotros.
-Es tu mejor amigo.
-Ese es un concepto muy infantil. Nadie tiene mejores amigos después de cumplir los trece.
-Vaya, estoy aprendiendo montones de cosas hoy -dice con acidez, volviendo a recostarse en su asiento. Scott a su lado le mira con curiosidad, y él le da un par de palmadas en la rodilla-. Tranquilo, colega. El raro es él. El emocionalmente inaccesible es él.
-No quería ponerle en peligro innecesariamente -dice Derek, sin moverse un milímetro en el asiento para encararle-. No quería que se viera mezclado en los asuntos de Beacon Hills. -Stiles echa un vistazo al conductor, pero ni siquiera parece estar escuchándoles. -Eso es lo que tienes que hacer cuando estás en mi situación. Cuando quieres mantener a alguien seguro.
Le da la impresión de que hace rato que no se refiere sólo a Dan.
-Deja de hablar como si fueras Spiderman. Sigues siendo el puñetero Aquaman, y hay una razón por la que sólo habla con peces, Derek.
Allison le pone una mano en el hombro desde el asiento de atrás, y se da cuenta de que es mejor que lo deje estar.
Llegan a la terminal con el tiempo justo, por culpa de un atasco en la carretera. Danny y Lydia ya están allí esperándoles, nerviosos.
-¿Sabes que cuanto más tarde factures una maleta, más posibilidades hay de que te la pierdan? Es un estudio que condujo la Universidad de Kansas. Hay un algoritmo...
-No es el momento, Lydia -le espeta.
-Si hubierais llegado antes podría haber escogido otro más apropiado.
Derek le lanza una mirada que habría hecho llorar a un camionero, y ella le tiende su carné con una sonrisa enorme.
Hay cola en el mostrador de facturación, y la amable azafata de American Airlines es una jodida inútil, así que para cuando alcanzan el principio de la línea van muy, muy tarde.
-Oops -dice ella, tecleando rápidamente-. Parece que hay un problema de overbooking.
Derek gruñe algún improperio.
-¿Qué significa eso?
-No tenemos asientos suficientes en turista. Parece que dos de ustedes van a tener que volar en Business -dice, y sonríe como si no acabara de provocarles medio ataque al corazón a todos.
-¡Me lo pido! -grita Scott.
-No. Stiles y yo iremos en Business. -La azafata asiente con la cabeza y busca el carné de Stiles entre la pila. -Este de aquí -dice Derek, señalándolo-. Es un apodo.
Business es una cosa desproporcionada. Tienen dos asientos monstruosos junto a uno de los laterales, y aún hay otras dos filas dobles a lo ancho. Hay botones en los dos reposabrazos para mover el asiento y controlar la tele y la luz, parece aquello el centro de operaciones de la NASA.
-Pensé que estaría bien que habláramos -dice Derek una vez ha dejado las cosas en los compartimentos de arriba. Él se ha quedado el asiento del pasillo.
-Sí, he captado el mensaje. Pero... -y señala hacia atrás, donde está el pasaje de turista.
-Podemos esperar a que empiecen a sonar los motores. Uhm -musita-. Scott, cállate, no te incumbe.
-Scott tiene un culo de mono en la cara.
Derek le mira con las cejas arqueadas.
-¿Qué? Me gusta aprovechar cuando no puede replicarme.
Tardan unos buenos quince minutos en cerrar las puertas y ponerse en modo taxi para ir hacia la pista de despegue. Son los quince minutos más largos de su vida, en los que trata de leer mil veces el mismo artículo insulso en la revista de American Airlines. Derek tampoco parece estar muy tranquilo, aunque tiene mérito el esfuerzo que hace por aparentarlo.
-En fin -decide tomar la iniciativa Stiles, justo en el momento en el que las azafatas salen a explicar el rollo del chaleco salvavidas y el cinturón de seguridad, y a él le parece de mala educación interrumpir. Así que se calla y vuelve a la entrevista a Céline Dion.
Antes de darse cuenta están despegando y el ruido es ensordecedor, así que se ocupa en mirar por la ventana a los edificios haciéndose pequeñitos y en no pensar en lo terriblemente embarazoso que es todo. En lo embarazoso que lleva siendo dos días. Y no debería serlo, porque es algo que los dos quieren. Eso debería de ser todo. Fueron felices y comieron perdices, ¿no? Eso pasa en las películas. Pero en la vida real aparentemente hay una problemática que hace falta solucionar antes del final feliz, y nadie se lo había contado nunca.
-Ayer dijiste que te gusto -le espeta, sin preámbulos de ningún tipo-. Hay que empezar por algún lado, empecemos por ahí.
-Sí. Bien -dice, mirando a algún punto detrás de él-. Es un poco más complicado que eso.
-¿Por qué?
-Porque ya no estamos en la escuela primaria. No podemos decir "me gustas, seamos novios".
-¿Eso quieres? -dice él, sin poder evitar sonreír-. ¿Que seamos novios?
-¿Ves? A eso me refiero.
-Vale, lo cojo -suspira-, es más complicado.
-No puedo ignorar la posibilidad de que no funcione y se vuelva insoportable para ti seguir en la manada -repone Derek, todo profesionalidad.
-¿Por qué para mí? ¿Pretendes romperme el corazón?
-Stiles, soy tu Alfa. Tú podrías ponerme los cuernos con doscientas personas y eso no cambiaría mi instinto de protegerte y proveer para ti.
-Qué romántico -ironiza.
-Pero si tú decidieras irte no podría impedírtelo. Y no creo que esta manada funcione sin ti. No puedo arriesgar la manada sólo por un...
-¿Un qué?
-Un capricho.
-Eso es aún más romántico.
-Stiles, ¿qué quieres que te diga?
-No sé, algo que no me haga sentir tan estúpido.
Derek bufa, mirándose las manos, y Stiles no sabe qué más decir. El cartel del cinturón de seguridad se apaga, lo que quiere decir que han alcanzado la altura de crucero. Fuera sólo hay azul.
-¿Una toallita húmeda? -pregunta la azafata, tendiéndoles una bandejita, y cada uno toma la que le ofrecen.
Stiles se frota las manos hasta que la toallita está fría y asquerosa, porque eso es mejor que levantar la vista y enfrentarse a esa tortura.
-¿Es esto un debate o has dictado sentencia? -pregunta al fin, porque no piensa caer sin pelear.
-¿Qué quieres debatir? ¿Quieres convencerme de lo buenos que seríamos juntos? Porque lo sé, y si las circunstancias fueran otras...
-¿Y no te gustaría comprobarlo? -dice. Y lo ha oído, lo ha oído perfectamente. Derek no quiere besarle, quiere estar con él, y eso es a la vez mucho peor e infinitamente mejor.
-Stiles, yo no puedo permitirme estas cosas, tengo que pensar en el futuro para la manada.
-Estoy pensando en el futuro. ¿Por qué querría estar contigo si no pensara que es de verdad, para siempre? ¿Por qué tiene la gente relaciones sino, si no creen que van a durar?
-Tienes diecisiete años -responde él, como si explicara algo.
-Ya lo sé. Nunca he estado con nadie y soy virgen y ni siquiera me han dado un beso en condiciones. Me sé mi currículum, muchas gracias.
-No es eso a lo que me refiero. Con tu edad siempre parece que es para siempre, pero nunca lo es. La gente cambia, las situaciones cambian...
-Noticia de última hora, el amor es complicado -dice, interrumpiéndole-. Ya lo sé, Derek.
Derek aprieta la boca y respira por la nariz, mirándole como si él fuera tan tremendamente estúpido.
-No puedes decidir en dos días que quieres estar aquí toda la vida, y yo no puedo permitirme el lujo de meterme en una relación contigo a ver qué pasa.
-Ya estoy aquí. No sé por qué te empeñas en pensar que voy a irme a algún lado. Soy parte de tu manada.
-Joder, Stiles, ¿te crees que no lo sé? -le espeta, levantando la voz. Enfadándose-. Eres lo único que hace que la manada no se vaya a la mierda. Cuando digo que no funciona sin ti no es sólo una manera de hablar, es que no funciona, es que se cae a pedazos.
-Eso no es verdad.
-No voy a dejar que eso pase.
-¿Y entonces qué, infelices el resto de nuestra vida? ¿Eso hará tu querida manada más fuerte?
-Eras perfectamente feliz antes -replica-, y lo serás después de esto.
-Vale, déjame borrar de mi mente la manera en la que respiras cuando estás dormido debajo de mí, y la forma que tienen tus ojos cuando te ríes, y el vuelco que me da el corazón cada vez que me tocas. Porque ahora significan algo, y ahora sé que para ti también. Que a veces me miras y piensas en lo buenos que seríamos. Puedo intentar borrarlo pero no voy a ser capaz.
-Joder, Stiles, no me hagas sentir culpable. Estoy haciendo lo correcto.
La misma azafata de antes está junto a sus asientos con un carrito lleno de botellas, y se inclina sobre sus asientos.
-¿Qué desean los señores beber con el aperitivo?
-Agua está bien -dice Stiles, mirándola con impaciencia mientras llena dos vasos y coge dos servilletas.
-¿Frutos secos?
-Sí, vale. Gracias.
Los dos sonríen con falsedad hasta que coge su carrito y lo mueve un par de metros hacia la siguiente fila.
-Llevo mucho tiempo pensando en vivir en Nueva York contigo -confiesa, sin pararse a decidir si es una buena idea-. Todos los demás están también allí, viviendo a un par de manzanas o a una hora o donde sea, y vienen a cenar de vez en cuando, y quedamos a estudiar y para ir al cine. Hacemos excursiones al norte del estado para que corráis por el bosque. A veces Isaac vive con nosotros, porque no puedo imaginarlo de otra manera, y tengo que compartir la habitación con él. -Está saliéndose del tema otra vez, y clava la mirada en Derek y trata de evocar esas imágenes. -Me imagino lo que sería llegar de clase y encontrarte allí, sentado en la cocina con un libro y un café, y yo me siento a tu lado y hacemos eso que a veces hacemos de no hablar. -Stiles nota que se le cierra la garganta, pero se obliga a seguir. -Y nunca en mi vida he querido tanto que algo se hiciera realidad. Ya sé que una relación es más que eso. Que hay broncas y decisiones y momentos en los que tienes que dejarte ganar, y hay veces en las que se hace tan complicado que quieres tirar la toalla; y estoy preparado para tener todas esas cosas contigo, porque ya las tenemos. Lo único que no tenemos es la parte buena. ¿Así que qué puede salir mal? Tengo diecisiete años y nunca me han besado, pero he estado a punto de morir tantas veces por esta manada que no puedo contarlas ya. Si no me he ido a ningún sitio aún, no me voy a ir nunca. Estoy aquí pase lo que pase, y quiero que estemos juntos.
A Derek le cuesta un momento reaccionar. Le mira como si le viera por primera vez, como si fuera una criatura extraña e inexplicable.
-¿Han decidido lo que van a comer?
Stiles levanta la vista lentamente hacia la azafata y, en serio, podría matarla.
-No -le gruñe Derek sin siquiera mirarla-. Largo.
-Bueno, de hecho -musita Stiles, con su mejor sonrisa de 'por favor, no nos eches del avión'-, yo quiero el pollo. Y él tomará la pasta. Gracias. Y disculpa. Miedo a los aviones.
Tras un momento acaba por apuntarlo en su libretita y se va, mascullando algo entre dientes.
-Stiles.
Sigue mirándole sin pestañear. Hay algo en la expresión de sus ojos que es precioso y triste y le da ganas de tomarle entre sus brazos.
-Es lasaña de espinacas y ricotta.
-No me importa una mierda la lasaña -dice, acercándose a él-. Todas esas cosas que has dicho.
-¿Sí?
-Son verdad.
-He aprendido que mentir no sirve de mucho.
Stiles no está muy seguro de si va a arrancarle la cabeza de un mordisco o si va a besarle. Pero sea lo que sea necesita que pase ya.
-No te imaginas todas las maneras en las que podría hacerte daño -le advierte Derek.
-Hace mucho tiempo que dejé de creerme tus amenazas -repone él.
-Y no sabes lo jodido que estoy.
-Me hago una idea, pero a lo mejor deberías invitarme a cenar un día y contármelo. Porque no me voy a ir a ningún lado -le asegura, poniendo una mano en su antebrazo y notando la tensión de los músculos bajo la piel-. Deja de intentarlo.
-¿Estás seguro de esto?
-Derek, por el amor de Dios, sí. ¿Vas a besarme de una vez? Porque no tengo todo el día.
Y lo hace. No es cuidadoso ni tentativo como se había imaginado, es casi furioso, los dedos de Derek clavándose en su nuca y sus labios chocando. Él tiene la sensación vaga de estar agarrando su camiseta con fuerza y atrayéndole más hacia sí. Derek entreabre la boca y toma el labio inferior de Stiles entre los suyos, y hay una mano grande y caliente abierta en su espalda que le aprieta contra él.
-Oh, Dios mío -farfulla. Derek se ha separado un milímetro apenas, él sigue notando el fantasma de sus labios y su aliento rozándole la piel. Vuelve a cerrar la distancia y es un poco más controlado esta vez, un poco menos crudo. Empieza a darse cuenta de lo que Derek está haciendo, de la manera en la que deja que la lengua asome ligeramente y de cómo la siente contra la suya, del roce de su barba y de la presión de sus labios-. Estamos en un avión -dice, clavando las uñas en el hombro de Derek-. En Business.
-Sí -contesta él, cuando consigue retomar un poco el control. Le deja otro beso en la comisura de la boca, uno en la barbilla, le muerde el labio y le vuelve a besar, y Stiles no puede hacer más que dejarse y gruñir con el fondo de la garganta cada vez que el gigantesco reposabrazos se le clava en las costillas.
-Esto es ridículo -dice, sin poder evitar reírse, preguntándose si será de mala educación que salte del asiento a su regazo y se quede allí hasta que le obliguen a ponerse el cinturón para aterrizar. Le besa con la boca abierta y los ojos cerrados con fuerza, tirando de su pelo y enredando con él las piernas de una manera imposiblemente incómoda-. Joder. Esto es estúpido.
Nota la manera en la que los labios de Derek se curvan ligeramente con una sonrisa. Y es acojonante que pueda notar eso, es lo mejor que le ha pasado en la vida. Derek se aparta, dándole un último beso. Ni siquiera le suelta, sólo afloja un poco su agarre, manteniéndole apretado contra su pecho. Stiles se nota sonreír como un idiota. Deja descansar los labios justo bajo la oreja de Derek, en el ángulo de su mandíbula, y siente la barba arañándole la piel.
-Siempre supe que el club de debate me serviría de algo en el futuro. Doy grandes discursos dramáticos.
-Me he dado cuenta.
Está pasando. Derek no se ha ido a ningún sitio ni ha dicho que ha sido un error ni nada parecido. Sigue allí, y Stiles puede tocarle. Puede frotar la punta de la nariz contra su mejilla si quiere, así que lo hace, y es genial.
-¿Crees que deberíamos empezar a comportarnos como seres humanos normales? -pregunta a media voz. Tiene el cuerpo contorsionado de una manera muy poco atractiva y empieza a dolerle el costado, pero da igual-. Porque no hay un solo pasajero que no nos esté mirando ahora mismo.
-Probablemente -reconoce Derek, aunque tarda un momento en separarse de él para volver al centro de su asiento. Stiles no lo hace. Se queda con la cabeza apoyada en el hueco entre sus dos enormes sillones y se fija en los labios rojos de Derek y en sus ojos brillantes y en la manera en la que le mira. Podría acostumbrarse a eso.
-Tampoco hace falta que estés allí, tan lejos -se queja, cogiéndole una mano y llevándola hasta su pierna. Derek recorre la costura interior de sus pantalones vaqueros con una uña-. Ahora puedes hacer esto. -Él sonríe tímidamente y Stiles coloca una mano sobre la suya. -¿Estás preocupado?
Derek le besa suave y despacio como toda respuesta, lo que significa que sí. Pero está bien, es lo normal, es lo sano. Él calcula que empezará a hiperventilar en unos diez minutos, cuando cale la idea de que está saliendo con Derek.
-¿Piedra, papel o tijera para ver quién se lo dice a los demás? -propone.