"Aww, que adorable"

Aug 22, 2009 19:47

Título: Over.
Fandom | Pairing, personajes: Harry Potter. | Blaise/Pansy, Crabbe/Goyle de fondo, mucho Slytherin.
Longitud: 2.161
Rating | Advertencias: T | Angst a muerte.

Notas: Para riatha por su cumple, casi un mes tarde. No te emociones mucho, Riri, que este fic no es precisamente el recopetín. Pero, hey, que estoy de vacaciones, dadme un puto respiro. Si no he reescrito el diálogo final 30 veces no lo he escrito ni una. Ha sido jodido como parir a una docena de triceratops, y sigue pareciéndome una mierda, pero si sigo corrigiéndolo compulsivamente acabaré abriéndome las venas. Así que aquí está, en toda su emosidad. Enjoy.

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Se dice de los Slytherin que son sectarios y elitistas. Que se encierran en su Casa, en su grupo, y no aceptan en él a nadie que no sea una serpiente. No es mentira, puede que ser elitista sea el epítome de ser Slytherin, pero eso es sólo la consecuencia de siglos de prejuicios.

En el primer día del primer curso de Harry Potter ya se le advirtió de que todos los magos oscuros salían de esa casa, y quién dice mago oscuro dice hombre malo, en la mente de un niño de once años. En todos esos cerebros maleables, recién llegados a Hogwarts desde las faldas mismas de sus madres, se mete la idea de que los Slytherin no son de fiar, y el Sombrero Seleccionador hace el resto. Coloca en esta casa sólo a los que creen que estar en ella no es un síntoma de no tener alma; a los que, por tradición familiar, quieren ser Slytherin.

Mientras las tres Casas restantes viven en relativa armonía, los Slytherin se ven obligados a encerrarse en sí mismos, porque nadie quiere mezclarse con un futuro asesino, o un delincuente, o un mortífago. Y no voy a ser tan ingenua de decir que no hay de eso en Slytherin. Claro que hay hombres y mujeres que se salen del camino de la rectitud, igual que en cualquier otra casa. Claro que los hay en mayor medida porque, después de siglos de exclusión y generaciones de resentimiento, se ha creado allí un caldo de cultivo perfecto para criminales de todo tipo. Porque no hay nada más peligroso que un hombre enfadado con sus semejantes. Claro que hay familias como los Malfoy, los Black o los Lestrange, el paradigma del hombre malo, sobre los que se cuentan historias a los niños pequeños antes de ir a la cama, amenazando con que vendrán a por ellos si no se duermen pronto. Pero también hay otros apellidos que han quedado en el olvido, que solo la gente de su generación recuerda, a los que su sola mención hace arrugar la nariz. Aquellos cobardes que huyeron por las mazmorras de Hogwarts como ratas de un barco ardiendo, que en el momento de la verdad, en el que podían haberse resarcido de todos sus pecados, decidieron correr sin echar la vista atrás, dejando a sus compañeros morir a manos de los mortífagos. Resulta muy curioso que entonces fueran compañeros, cuando nunca antes lo habían sido.

Greengrass, Goyle, Nott, Bullstrode, Parkinson, Zabini…

Han pasado más de diez años. La mayor parte han rehecho su vida en otros países al darse cuenta de que, mientras haya alguien que recuerde su nombre, su vida en el Reino Unido será imposible. Algunos tienen cosas por las que merece la pena quedarse en Londres; una familia, un hogar, una tumba fría que visitar. Otros, simplemente, son demasiado obstinados para marcharse, y prefieren quedarse y verles ir uno a uno.

Suelen juntarse un par de veces al mes, a beber whiskey de fuego y recordar buenos tiempos. Son tardes tristes y silenciosas, pero son el punto álgido de sus semanas, aún más tristes y más silenciosas. Todo empezó tras el aniversario de la muerte de Crabbe, con un pequeño evento en su memoria, que acabó convirtiéndose en una reunión de la promoción del ’97. Todos recordaban a Vince con cariño, tan ingenuo y tan leal, siempre dispuesto a echar una mano, siempre pendiente de los demás. Todos tenían una anécdota, un recuerdo que compartir, y decidieron volver a quedar la semana siguiente. Llevan haciéndolo ya cinco años, y cada vez son menos. Ahora sólo quedan tres. Millicent tiene familia en Alemania y no tardó en marcharse, Theo cruzó el charco hasta Estados Unidos, y los demás fueron desapareciendo uno a uno, con un pequeño brindis en su honor. Sólo quedan Greg, Pansy y Blaise, demasiado testarudos para el exilio.

Se siguen juntando de vez en cuando, cuando sus responsabilidades se lo permiten. Goyle baja la calle desde Gringotts, donde trabaja como entrenador de trolls de seguridad. Se sienta y pide un whiskey de fuego y una cerveza de mantequilla, que nunca se bebe. Sigue teniendo esa cara ceñuda, un poco primitiva pero de sonrisa fácil, y sigue siendo grande como un armario ropero. Es un poco simple, pero de gran corazón, e incapaz de perder la esperanza, después de tantos años.

Pansy llega enseguida desde la minúscula tienda de antigüedades que regenta en un lateral del callejón Diagon, que amenaza con quebrar desde hace años. Besa a Greg en la mejilla y pide <> al camarero. Sigue llevando el pelo como en Hogwarts, a la altura de la barbilla, muy liso y negro como ala de cuervo, pero su cara es ahora más afilada, y tiene una mirada siempre suspicaz, muy inteligente, y una sonrisa perpetua algo maligna, como de mujer que sabe demasiado. Su voz es aguda, y habla mucho.

Blaise siempre llega el último, y nadie sabe desde dónde viene. No trabaja, porque la herencia que le dejó su madre es más que suficiente para vivir cinco vidas, pero él asegura que está escribiendo un libro. Nadie lo pone en duda, y nadie pregunta nunca nada más. Sigue vistiendo de negro, siempre de negro, y aún tiene ese aura que hace que la gente a su alrededor se revuelva incómoda en sus sillas. Pide una bebida blanca de olor anisado, y la bebe a pequeños sorbitos, apenas mojándose los labios. Habla poco, pero siempre escucha muy atentamente y mirando a los ojos. Aunque sólo tiene veintisiete años, algunas canas asoman por su pelo siempre muy corto. No da la impresión de ser feliz. Ninguno de los tres la da, pero los demás disimulan mejor. Puede que Blaise no se moleste en disimularlo, simplemente.

Hablan de todo un poco, de su semana, de las últimas novedades, de las noticias que tienen de los que se marcharon. También callan y beben en silencio, sintiéndose seguros por primera vez en mucho tiempo, rodeados de la gente que les entiende. Puede que la suya no sea una amistad capaz de mover montañas, de esas que hacen historia, pero son todo lo que tienen. Un par de horas dos veces al mes en un bar oscuro y ruidoso.

-Tengo que hacer un anuncio -dice Pansy una tarde, golpeando el borde de su copa con una cucharilla de café. Es casi la hora de volver a casa. Greg y Blaise levantan la vista lentamente. Pansy habla con buen humor, casi cómicamente-: Me voy a Marsella dentro de diez días.

-¿De vacaciones? -pregunta Goyle, con la voz teñida de preocupación.

-No. Yo también he caído -dice, y se encoge de hombros, antes de darle otro sorbito a su copa-. Os quedáis solos, me temo. -Goyle mira a Blaise, que hace más de media hora que no dice una palabra, y Pansy se ríe y le da unas palmaditas en el hombro. -Vais a estar bien sin mí, os lo aseguro.

-Pero… -consigue articular Goyle. Ella siempre fue la más fuerte, la que menos sufría del grupo. Siempre pensó que Zabini se iría antes que ella. Pansy se reía y bromeaba, nunca perdió el buen humor.

Blaise no dice nada. Apura su copa y mira su reloj, mientras ella explica que ha encontrado una pequeña villa en el campo, y que va a comprar un local más grande en la ciudad para seguir con su negocio de antigüedades. Goyle trata de alegrarse por ella, y ella les promete que les invitará cuando esté instalada.

-Estuve allí la semana pasada, ultimando los detalles. Hay un mercado en el pueblo en el que venden trufas tan grandes como mi mano -asegura, cerrando su pequeña mano en un puño, tratando de convencer a Goyle-. Y el vino es maravilloso. Te encantaría.

-¿Y qué hay allí para mí? -pregunta Blaise de repente.

-Habrá antigüedades -contesta, arisca-. Tengo entendido que te interesan.

Blaise sonríe amargamente, y vuelve a mirar su reloj.

-Se hace tarde. Te acerco a tu casa. -No es una pregunta, ni siquiera una sugerencia. Es lo más parecido a una orden que puede dar en esa especie de murmullo en el que habla.

-De acuerdo -dice ella, y se levanta de la silla despreocupadamente.

Salen los tres a la calle, y se despiden en la puerta, con promesas de que escribirá a menudo y que mandará trufas y botellas de vino. Goyle le da un abrazo estrecho y eterno, y Pansy podría jurar que se le saltan las lágrimas mientras dice que la va a echar mucho de menos. Se separan allí, frente al bar, sabiendo que no habrá más reuniones como esa. Goyle echa a andar calle arriba, con sus pasos pesados de gigante, y Blaise y Pansy se quedan parados un segundo, mirándose.

-Bueno, vamos -dice ella, y comienza a bajar la cuesta hacia su casa, un apartamento oscuro de techos bajos en el piso de arriba de su tiendecita.

-No puedes irte -dice él por fin, alcanzándola con facilidad en dos zancadas.

-¿No? -contesta Pansy riendo-. Lo que no puedo hacer es seguir aquí, haciéndome la víctima después de diez años.

-Si te vas les das la razón. Admites que eres una cobarde.

-Pues lo soy. ¿Qué tiene de malo? Cuando lo único de valor que me queda es mi vida, más me vale salvarla. Y esto, aquí, no es vida.

-Lo es para mí.

-Perfecto, entonces. Quédate aquí, con tu dinero y tus libros. No necesitas nada más. No te importa que te miren mal en la calle, o que no te atiendan en la carnicería, ¿verdad? -le espeta, ácidamente-. Si tan bien vives, ¿por qué eres tan infeliz? Sólo he conocido a alguien más infeliz que tú, y él al menos tiene razones. Goyle se perdió en un fuego hace diez años, ¿cuál es tu excusa? -Blaise abre la boca, pero no encuentra palabras. -Tienes tanto miedo -añade, negando con la cabeza.

-Es orgullo.

-No digas chorradas -vuelve a reír-. Eres demasiado inteligente para ser orgulloso. Siempre fuiste el más inteligente de nosotros, el único al que no le perdía la soberbia. Yo, en cambio, he perdido el tiempo muriéndome aquí, siendo tratada como la escoria de la tierra, convenciéndome de que al final merecería la pena. ¿Y qué he conseguido? -se pregunta, con amargura-. Puedo seguir fingiendo que no sé que eres tú quien me compra media tienda cada mes para sacarme de la quiebra, pero empieza a ser difícil dormir por las noches. Estoy arruinada y cansada, y nada me retiene aquí. Lo que no entiendo es lo que te retiene a ti. Tú no tienes un padre enfermo, como yo, ni unas memorias a las que agarrarte como Goyle, ¿por qué no te has ido?

-Hay cosas aquí por las sigue mereciendo la pena luchar.

-Tienes tanto miedo -le repite-. Esconderte se ha vuelto cómodo, porque puedes echarle la culpa a otros de tu fracaso, de tu infelicidad, en vez de enfrentarte a la vida y tener la oportunidad de fallar. Quedarse aquí no es luchar, es resignarse a morir.

-No sabes de lo que hablas -dice, en un quejido grave.

-¡Pues explícamelo! Trato de entenderte, Blaise.

Él no contesta. En cambio, para en medio de la calle y la agarra por el codo con sus dedos largos y delgados, obligándola a mirarle. Cruzan una mirada durante una décima de segundo, y Pansy lo comprende todo de repente. Él usa la otra mano para tomarla de la cintura y atraerla, y sus labios chocan con violencia en un beso triste y desesperado, que no dura demasiado, en medio del tráfico del Callejón. Ella acaricia con su mano su mandíbula caliente y áspera y sonríe amargamente, una vez más, como apiadándose de él.

-¿Eso es todo? ¿Esto te retenía aquí? Yo no merezco tanto la pena.

-Eres lo único que merece la pena.

-Pues ya es demasiado tarde, no puedes hacerme esto ahora, Blaise -dice, tajantemente, apartándose un paso de él-. ¿Qué esperabas? Esto no es una de las novelas por entregas de Corazón de Bruja, no puedo dejarlo todo porque al fin te hayas decidido a arriesgarte, después de diez años.

-No esperaba nada -contesta él, y probablemente sea cierto. Blaise ha aprendido que la vida duele menos si no se espera nada de ella. Se aleja otro paso, y añade-: Ya hemos llegado.

Pansy levanta la vista y se da cuenta de que ya están en la puerta de su casa.

-¿Eso es todo?

-¿Qué más quieres?

-Que me jures que vas a estar bien, que no me hagas sentir culpable por dejarte aquí.

-No puedo hacer eso -musita, tras un momento de duda-. No creo que vaya a estar bien.

-No me hagas esto -dice, y se enjuga una lágrima solitaria que le rueda por la mejilla-. Blaise. -Él ya se ha dado la vuelta, y su alta figura negra se pierde entre la gente en el callejón Diagon. -¡Blaise!

-fic, fandom: hp, personaje: pansy parkinson, pairing: blaise/pansy, personaje: blaise zabini

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