Título: Cinco navidades (WIP): Jade
Personajes: Jade. Menciones de otros.
Notas: La idea original era hacer cinco drabbles de navidad pre-Sburb: uno por cada uno de los niños y uno sorpresa. Lamentablemente fui un fail absoluto y solo pude terminar uno para esta fecha. Los otros cuatro quedan pendientes, pero prometo solemnemente subirlos en cuanto los acabe. ¡Disculpen! Espero que estén teniendo unas lindas fiestas.
Jade se levanta con los primeros rayos de sol de la mañana y aspira el aroma de las fiestas. Las navidades en la isla siempre traen consigo el olor a brotes de verano y fruta madura, lista para ser recolectada para la jalea.
La niña revisa las bandas de colores en sus dedos y sonríe. Hay muchas cosas que preparar. El desayuno es lo primero, pero no puede demorar. Tiene que recoger fruta y elegir la calabaza más bonita para la cena. Además, tiene que estar de vuelta en casa pronto si quiere que sus amigos al otro lado del mundo reciban sus saludos antes de que pase la nochebuena.
Acaricia la cabeza de Bec en su camino a la cocina y este le lame la mano, saludándola de vuelta. Jade le da todas las indicaciones del día y comparten una mirada cómplice antes de ir cada uno por su lado a hacer los preparativos de la cena. Cocinan juntos desde hace años y sabe que puede confiar en el criterio de Bec para elegir la mejor presa de la selva. Además, la navidad es tiempo de compartir con los amigos y la familia. Aunque sus amigos estén tan lejos, Bec está siempre a su lado y Jade se sabe afortunada por ello.
Con el aire cálido de las fiestas, Jade recibe un generoso regalo de su narcolepsia. No se queda dormida de improvisto ni una sola vez. Por ello, el tiempo alcanza holgura y no tarda en volver a casa con frutas y calabazas rebalsando su cesta.
Bec aparece en la cocina justo a tiempo con un enorme jabalí ensangrentado entre las fauces. La niña da pequeños saltos de la emoción y se asegura de darle un par de galletas a su amigo mientras le rasca detrás de las orejas. Luego lo urge a ir a terminar con las decoraciones mientras ella se encarga de sazonar al cerdo. Tomará tiempo, pero valdrá la pena.
Con el jabalí el horno y un delicioso aroma a calabaza cocida recorriendo la casa, Jade se mira las manos y revisa nuevamente sus bandas. Primero azul para John y Washington, al cual ya es tiempo de contactar. Luego lila para Rose en Nueva York y finalmente rojo, para la navidad en Texas.
La tarde se escapa entre risas, saludos virtuales y el calor húmedo de la selva. Casi llegada la medianoche, Jade se separa de sus computadoras por un rato, saca el jabalí del horno y se sienta con Bec a la mesa.
La navidad los alcanza mientras devoran pastel de calabaza y cerdo juntos, la figura de su abuelo observándolos desde la cabecera. Y es tan afortunada, piensa mientras sonríe, de poder tener a las personas que ama con ella a pesar de todo. Es muy afortunada también de tener nuevas tradiciones, nuevas bandas de colores, y la compañía de tres ventanas de texto (una azul, una lila y una rojo, cada una con una zona horaria y una vida distinta tras ella).
Le pregunta a su abuelo si recuerda las cenas antiguas, cuando eran solo ellos tres y competían por quién podía comer más rápido su pastel de calabaza. Señala la cabeza de reno empotrada en una de las paredes de la habitación (el único animal disfrazado, con sombrero rojo y barba blanca de Santa) y le pregunta qué opina sobre la decoración de Cometa. Ríe de buena gana recordando el chiste y le quita el sombrero al reno para ponérselo a él. Su abuelo siempre había jurado que ese reno era su mayor orgullo; después de todo, pocos hombres podían decir que habían cazado a un reno volador.
Conversan así un buen rato, ella, Bec y su abuelo. Aunque sus ojos no son los mismos y ya no puede escuchar sus respuestas, el recuerdo de la felicidad de estar juntos todavía queda.
Cuando es tiempo de dormir, se despide de él hasta la próxima navidad. Pero antes irse, le hace una pregunta más: le pregunta si la está esperando todavía para contarle sus aventuras nuevas y qué se siente estar cerca de las estrellas.
Llegado el 25, con el estómago lleno y una sonrisa serena, Jade se acurruca junto a Bec en su cuarto y sueña. Y entre puentes dorados y torres de marfil, le parece, por un momento apenas, que el viento trata de susurrarle una respuesta.