Título: Engaged.
Autor:
hikari_world Fandom: Pandora Hearts
Personajes: Eliot Nightray&Ada Vessalius
Resumen: Ada Vessalius soñaba, como toda muchachita de su época, con una gran boda. No imaginaba, desde luego, que iba a tener que subir al altar de la mano del que podría ser considerado el mayor enemigo de su apellido.
Notas: Disclaimer: Los personajes de Pandora Hearts no me pertenecen. Son propiedad de Jun Mochizuki, y esta es una actividad que realizo sin ánimo de lucro.
Nota 2: Resulta que, siendo yo muy inteligente y al ir a copiar los códigos para subir el nuevo capítulo... sin querer, borré el primero y el precioso comentario que me habían dejado ;A; De modo que estoy trayendo al mundo
este de nuevo, antes de subir el otro en un rato largo. ¡Besos y perdón por la confusión! D:
Capítulo 01.
De compromisos y familiares exigentes.
Nunca había disfrutado demasiado con la caza, porque el estar persiguiendo hasta la agonía a un animal pequeño que no había molestado a nadie le parecía poco más que deplorable y salvaje, impropio hasta de las bestias. Sin embargo, se veía obligado a llevarla a cabo, y para más inri, incluso se podía considerar que era bueno en aquel deporte de nobles. Y es que la puntería con las armas del heredero de la casa Vessalius era reconocida en todas partes. No obstante, la pieza de aquel día se le resistía.
En aquel momento andaba junto a su caballo, Hefestos, tras la pista de un pequeño zorro de color parduzco que llevaba toda la mañana esquivándole con una facilidad sorprendente, y se preguntó si no habría humana inteligencia dentro de la sesera de aquel animalito. Lo cierto era que no le importaba dar con él, ya que su reputación no era precisamente la mayor de sus preocupaciones. De modo que simplemente se limitaba a seguirle la pista, a disfrutar del agradable paseo y rezar porque no decidiese aparecer en el último momento.
El otoño comenzaba a pintar la naturaleza con sus colores, y las hojas de los árboles adornaban el suelo que se encontraba pisando. Quizás por eso le resultaba más difícil seguirle. Esbozó una ligera sonrisa y se detuvo, susurrándole a su montura que permaneciese quieta; la criatura alzó la cabeza y golpeó la tierra con una de sus poderosas patas. Oz se agachó y tanteó el terreno, buscando algún indicio de que alguien o algo hubiese pasado por allí, y se sorprendió al encontrarse con una huella humana. Frunció el ceño e hincó la rodilla, dispuesto a profundizar en su análisis. Esa parte del bosque era de las más profundas, y nadie solía frecuentarlas sin motivo aparente, y mucho menos una mujer, o al menos eso podía dilucidar por el tipo de pisada que era. Le pasó los dedos por encima y se levantó, con predisposición a continuar con su caminata.
-¿Disfrutáis dando muerte a animales indefensos?
Al alzar el rostro se había topado con la figura de una jovencita con ojos fieros y una larga melena castaña oscura. Tuvo que reconocer que su repentina aparición le había sobresaltado; incluso se había aferrado con más fuerza al rifle que portaba para no dejarlo caer, y sus ojos verdes la escrutaban, buscando un nombre que ligar a esa cara. Pero no había ninguno que se correspondiese con esa muchacha que le miraba de forma tan desafiante y orgullosa. Cuando se hubo repuesto, Oz alzó una ceja y agachó las manos tendiendo una para coger la suya y besarle en el dorso, como era el protocolo, más ella no se inmutó.
-¿Y vos disfrutáis asustando a los demás, milady?
-Sólo a aquellos que llevan a cabo prácticas despreciables. -Tras ella, de pronto, apareció la cabecita del zorro que llevaba buscando toda la mañana. El mismo que, tras mirarle con sus ojillos negros, puso pies en polvorosa y se marchó corriendo de allí. Oz hizo ademán de seguirle durante un instante, pero pronto se encontró de nuevo con la vista fija en su interlocutora-. ¿No tenéis intención de ir tras él?
-He encontrado algo bastante más interesante. -Sus palabras no parecieron impresionarla, como no lo hizo su sonrisa de galán. Simplemente se apartó de él y escondió los brazos bajo la capa color borgoña que llevaba. Su vestido negro destacaba bajo ella, y contrastaba con los colores vivos y fríos que portaba la vestimenta de él-. ¿Teníais alguna intención, además de sobresaltarme?
Fue entonces cuando alguna emoción hizo acto de aparición en ella, y sonrió, satisfecha por haber conseguido asustarle. Se cruzó de brazos y le miró alzando el rostro para quedar por encima de él, a pesar de que era bastante más bajita.
-Realmente no.
-Curiosas prácticas que lleváis a cabo. Sin embargo creo que deberíais marcharos. No está bien visto que una jovencita de vuestra edad esté a solas con un hombre como yo. ¿Habéis despistado a vuestra dama de compañía?
-No tengo compañía ni dama. Y no me importa lo que está bien visto y lo que no. Yo rijo mis propios pasos y hago lo que quiero. Y ahora mismo decido marcharme. Buenas tardes.
Continuó con su camino, que era, al parecer, el contrario al que había estado siguiendo él. Oz se echó a reír y se giró para seguirla hasta que desapareciese en el horizonte.
-¡Maldición! -espetó de pronto-. He olvidado preguntarle su nombre… ¿Cómo puedo ser tan estúpido?
Un disparo sonó a sus espaldas, y tuvo que acercarse a su caballo para tranquilizarle y que no se encabritase demasiado. Le acarició el lomo con cariño y le susurró palabras amables al oído para calmarle. Dirigió la vista hacia el lugar del que había provenido el ruido, y sonrió levemente al ver de quién se trataba. Instó a Hefestos para que empezase a andar y gritó su nombre para que no se marchase.
-¡Gilbert! ¡Gilbert Nightray!
El joven mencionado se estremeció al reconocer la voz que le había llamado, y dudó al respecto de si desaparecer del lugar o permanecer allí hasta que Oz le alcanzase. Al ver que se dirigía hacia su posición con aquella sonrisa de manipulador que tan bien conocía, suspiró pesadamente y anduvo unos pasos para recoger la pieza que había cazado y dejarla sobre el lomo de su montura, Casius, mientras terminaba de ser alcanzado.
-Buenos días, Gilbert.
-Buenos días, señor Vessalius. -Cogió las riendas y tironeó suavemente de ellas para seguir caminando. No quería que pareciese que estaba huyéndole, así que avanzó muy despacio.
-¿Cómo va la mañana?
-Bien por el momento. No tengo demasiados trofeos pero tampoco es algo que me preocupe.
-¡Entonces ya somos dos! -dijo sonriente-. Yo llevo toda la mañana persiguiendo a uno solo, pero se me ha vuelto a escapar.
-¿No deberíais ir tras él, pues? Será tema concurrido de conversación que el mejor tirador de las Cuatro Casas aparezca con las manos vacías.
-Como ya le he dicho, Gilbert, no es algo que me interese demasiado.
-Señor Vessalius, no recuerdo haberle dado permiso para que me tutee -añadió, algo molesto.
-Vamos, vamos, Gil. Dada la informalidad de las circunstancias, creo que no es algo que importe.
Gilbert suspiró de nuevo, y del mismo modo que supo que Oz le habría perseguido colina abajo hasta alcanzarle, supo que ya no había forma de que dejase de tratarle de una forma tan cercana. Y no es que Oz Vessalius le cayese mal; era un tipo agradable, pero… demasiado pesado y… solía tomarle demasiado el pelo, y no le gustaba sentirse estúpido y, en cierto, modo humillado.
-Las circunstancias… -susurró-. Ojalá fuesen un poco más dichosas…
El joven Vessalius no se ofendió en absoluto por sus palabras, porque conocía el verdadero significado de las mismas. La sonrisa que esbozaba se fue diluyendo lentamente, y durante varios minutos ambos caminaron en silencio, pensativos, acompañados sólo por el crujir de las hojas al pisarlas y nada más.
Lo cierto es que las susodichas circunstancias no eran demasiado alegres, a pesar de lo que de cara al público podía parecer todo. Y es que los Nightray y los Vessalius, quienes habían mantenido una larga y cruenta confrontación desde que las Casas tenían memoria, habían decidido por fin enterrar el hacha de guerra y darse una oportunidad como aliados, sellando el pacto con el matrimonio de los hijos menores de ambas familias. El resto de la nobleza del lugar, y los propios señores, habían celebrado el compromiso con muchísimo optimismo y tremendas expectativas de futuro. Sin embargo, como hermanos mayores de los implicados, Oz y Gilbert conocían el pesar de los dos ante la idea de permanecer atados a otra persona completamente ajena a ellos, y a la que habían enseñado a odiar desde muy pequeños.
-Los matrimonios concertados no han hecho feliz nunca a nadie -dijo de pronto Oz, rompiendo el silencio.
Gilbert le observó, taciturno, con la mirada triste y melancólica, y le puso una mano en el hombro en señal de apoyo.
-Creía que vos habíais llegado a querer a vuestra esposa.
-Le cogí cariño, no lo negaré. Era una criatura tan dulce… Pero os aseguro que no es algo agradable de afrontar.
-Puedo imaginarlo. Eliot no está pasando por un camino de rosas, precisamente. Y su personalidad es tan difícil que sólo está complicando aún más las cosas.
-Ada intenta sonreír cuando habla del tema pero… a ella tampoco le hace precisamente mucha ilusión. Seguía teniendo los sueños de una niña de casarse por amor. Con gusto la habría protegido de la realidad.
-A todos nos habría gustado hacerlo -suspiró pesadamente. Luego le miró-. ¿Y vuestro hijo qué tal? -preguntó, intentando cambiar de tema.
-Oh, está enorme. -Pareció que el rostro se le iluminaba-. Corretea como una ardilla y trepa a los muebles como tal. -Rió-. Un poco de alegría para nuestra casa. ¿Y la pequeña Rosemary?
Gil también sonrió, adoptando una expresión de ternura pura.
-Muy grande, también. Preguntona e impertinente como ella sola.
-Estoy seguro de que se llevarán muy bien.
-Probablemente. Pronto no tendrán más remedio que verse a menudo, así que.
-¿Piensas, como yo, que han tardado demasiado tiempo en concertar una cita para que nuestros hermanos se conozcan?
Guardó unos segundos de silencio, pensando en la respuesta.
-Realmente no sé qué pensar al respecto. Por un lado creo que habría sido bastante bueno que se hubiesen encontrado antes; así sabrían a lo que se iban a atar el resto de su vida. Sin embargo, Eliot es tan difícil. -Suspiró-. Incluso ayer se estaba quejando de que no quería conocer a su prometida, por lo que no sé si acortar o distender el tiempo es bueno para él. Creo que lo encajará mal de todos modos. Claro que cualquiera habla del tema con padre. Es demasiado testarudo.
-Entonces ya comparten otro rasgo más el tuyo y el mío. Oigas lo que oigas por ahí, te aseguro que Zai Vessalius es de todo menos comunicativo.
«Especialmente conmigo.»
Prefirió obviar aquello último, aunque estaba seguro de que Gilbert había escuchado los rumores del trato tan distante que tenían el jefe de la casa Vessalius y su único hijo varón. Tal era el desagrado que despertaba en su padre que había preferido desheredarle, de modo que al casarse su hermana con el joven Eliot, él se convertiría en el líder de su ducado. Por supuesto nada de esto saldría a la luz nunca. Para el resto de las familias nobles, Oz se había retirado a una modesta casita en las afueras de la ciudad por propia voluntad, deseoso de la paz del campo. Del mismo modo, cuando llegase el momento, él, de motu proprio, renunciaría al título de Duque Vessalius en favor de su cuñado, alegando cualquier estúpida enfermedad que le impidiese llevar el adecuado gobierno de su casa, y nadie sabría jamás de la disputa entre padre e hijo. En realidad lo agradecía. Nunca le había emocionado la idea de ser duque, y la expectativa de vivir retirado, acompañado simplemente de su hijo, le alegraba un poco más el corazón. Sin embargo, lamentaba dejar esa carga en los hombros de Eliot y Ada. Sentía como si estuviese comprando su felicidad con la de su propia hermana.
-Supongo que ser el cabeza de familia nunca es fácil. -La voz de Gilbert le sacó de sus pensamientos, y esbozó una sonrisa muy suave.
-Supongo que no. -Le dio una pequeña palmada en el hombro-. Será mejor que vayamos regresando. Hace mucho rato que salimos a cazar.
-Tiene razón, señor Vessalius.
-¿A qué árbol deberé arrimarme para que me llame simplemente Oz?
Gil se rió levemente y le miró de reojo.
-Supongo que a ninguno. Pero permítame que me tome mi tiempo. No todos somos como usted, que se lanza a los brazos de la confianza como si siempre estuviesen abiertos.
-A veces lo olvido. Siempre es bueno que te lo recuerden. Se lo agradezco, Gilbert. -Entrelazó su mano derecha en las riendas de Hefestos y continuó con su caminar, acariciándole el lomo al caballo con la izquierda-. Y dígame, ¿hace mucho que no está con una mujer?
Si no hubiese sido impropio de alguien como él, en ese momento, Gilbert se hubiese puesto a gritar.
--------
Desde muy pequeña le habían gustado los pájaros. Cuando niña, porque eran muy hermosos, con sus bonitas y suaves plumas, sus piquitos, sus ojitos brillantes y sus delicadas patitas, que sostenían con fuerza todo el peso de su cuerpo. Pero ahora, sobre todo, le gustaban porque podían abrir sus alas y echar a volar en cualquier dirección, lejos o cerca del lugar del que inicialmente hubiesen partido. Lo mismo que desearía hacer ella; volar lejos de su hogar y perderse por el mundo que no conocía. No era la primera vez que se había planteado seriamente el escaparse de casa, pero luego recapacitaba y recordaba que ella no era una chica valiente, ni decidida, ni fuerte ni aventurera. Era, simplemente, lo que le habían enseñado a ser: una perfecta dama, recatada, encantadora y modesta. Emitió un leve suspiro, entonces, y apartó la vista del nido de jilgueros que había en el árbol más cercano, regresando a la conversación que estaban manteniendo las mujeres sentadas a aquella mesita de té un domingo por la tarde.
Las observó una vez más a todas y cada una de ellas, damas muy distinguidas y reconocidas. A su diestra se encontraba la joven Sharon Rainsworth, heredera de la familia Rainsworth. Junto a ella, la abuela de la misma, Cheryl, quien se encontraba en su propia silla de ruedas al ser inválida desde hacía varios años. Ambas reían elegantemente ante los comentarios de su anfitriona, la duquesa Bernice Nightray, que comentaba detalles sobre los preparativos de la boda. Vanessa Nightray parecía tan poco entusiasmada como ella misma con aquella reunión, pero guardaba silencio mientras bebía su té, entreteniéndose, seguramente, con sus propios pensamientos.
-Aún no hemos encargado el vestido, por supuesto. Primero debemos mandar las invitaciones, la semana que viene, a no más tardar. El duque Vessalius me ha pedido que me haga cargo de todo con respecto a la preparación de Ada, de modo que nos hemos dedicado a mirar telas y encajes, pero a la pequeña no parece satisfacerle ninguna en concreto.
-No podemos culparla, pobrecilla -dijo Cheryl-. Pero seguro que al final queda precioso. ¡Con una novia tan hermosa, no se puede esperar menos!
Ada sonrió levemente.
-Muchas gracias, duquesa Rainsworth. Es usted muy amable.
-No tienes nada que agradecer, querida. A fin de cuentas es la verdad.
-Y dinos, señorita Vessalius -comenzó a decir Sharon, dando un leve sorbo a su taza-, ¿habéis decidido la fecha de la boda, al fin?
-Bueno -la muchacha se retorció los dedos enguantados de fina gasa sobre su regazo, intentando parecer tranquila-, al final será en Diciembre, el día cinco.
-¿Miércoles, eh? Buena elección -señaló la joven-. Mi boda también fue un miércoles y lo cierto es que por el momento nos ha ido estupendamente. Tenemos dos hijos preciosos y una vida tranquila y feliz. (1)
«Tranquilidad y felicidad.»
Eran lo mínimo que pedía a Dios que saliese de aquel matrimonio concertado tan poco dichoso y deseado, pero no estaba demasiado segura de que fuese a ser así. Había conocido a su prometido esa misma mañana, cuando aún guardaba esperanzas de que, al final, no fuese una situación tan horrible, y cuán grande había sido su desasosiego al comprobar el trato tan gélido que había tenido para con ella, sus miradas frías y su comportamiento tan forzado.
«Aunque nos casemos en miércoles, no creo que tengamos una vida tan maravillosa como la de la señora Rainsworth.»
Tan afortunada era que ni siquiera había tenido que cambiar su apellido por el de su marido, si no que había sido al contrario. Sus amigas siempre habían chismorreado a su alrededor sobre la casa Rainsworth, diciendo que era el único ducado en el que la mujer tenía el completo mando sobre el hombre. Tanto, que llamaban al esposo de la joven Sharon ‘el Consorte’, puesto que el poder de mando que tenía era ínfimo. Se decía que, incluso, la propia Sharon aún no tenía el control del todo. La abuela era quien se encargaba de manejar los hilos, como legítima cabeza de familia de aquel matriarcado de generaciones.
-Seguro que se os bendice la unión con unos hijos hermosos y saludables, señorita Vessalius.
Aquella voz no correspondía a ninguna de las que formaban parte del círculo que estaba tomando el té. Casi todas se sobresaltaron al escucharla, de hecho, salvo Sharon y su abuela, que sonrieron alegremente ante la presencia de aquel nuevo acompañante.
-Señor Break, qué gusto da verle con nosotras.
El susodicho realizó una correcta inclinación, vestido siempre de aquella forma tan extravagante como era propia de él.
-El gusto es sólo mío, duquesa Nightray. Pero debo reconocer que me he acercado a esta mesa con intenciones secretas. -Se dirigió hacia Ada y repitió el saludo educadamente, tendiéndole la mano-. ¿Me concedería el honor de dar un paseo a su lado, señorita Vessalius?
-No seas indiscreto, Xerxes -dijo Cheryl-. No puedes caminar a solas con la señorita.
-N-no se preocupe, duquesa Rainsworth. Sé que no es lo correcto, pero lo cierto es que me vendrá bien moverme un poco. Y el señor Break estoy segura de que será tan amable de hacerme compañía para divertirme con sus historias. -Se levantó muy lentamente e hizo una leve reverencia-. Volveré en unos minutos, no se preocupen. He disfrutado mucho de su compañía. Vamos, señor Break.
El susodicho le tendió el brazo izquierdo, gesto de plena cortesía, y Ada lo tomó suavemente, comenzando a caminar a su lado. Al principio ninguno de los dos dijo nada; Break se entretenía mirando el entorno y vigilando atentamente a los hijos de su señora, Shelly y Mathew, que jugaban con el pequeño Jack y la pequeña Rosemary. La muchacha agradeció algo de silencio, pero luego se fue sintiendo incómoda, porque no entendía el motivo por el cual la había hecho levantarse de la mesa y acompañarle.
-Pensé que iba a darle algo, señorita Vessalius, si seguía allí hablando de su boda. Por eso me aventuré a traerla conmigo. Afortunadamente me siguió el juego, si no, no sé qué hubiese hecho. -Su voz era cantarina y musical, y Ada no supo si estaba hablando en serio o bromeando. Le miró, algo confusa, pero no pudo evitar azorarse al darse cuenta de lo evidente que había sido su comportamiento.
-Muchas gracias, señor Break. Lo cierto era que estaba deseando levantarme de allí. Pero por favor, no se lo diga a nadie.
-Tranquila, mis labios están sellados. No sois la primera jovencita prometida con la que tengo que tratar antes de la boda. -Encontró algo triste debajo de la sonrisa de su acompañante, pero prefirió no decir nada al respecto-. Y por lo que he podido ver, no sois tampoco, precisamente, la más entusiasmada. -La muchacha se detuvo en seco unos instantes, pero luego retomó la marcha-. Perdonad si mis palabras os han ofendido, simplemente percibo que es la verdad.
-No me ofendéis, señor Break. Simplemente es… duro.
-Lo comprendo.
La muchacha se mordió el labio inferior mientras se perdían entre los árboles de hoja caduca, cuyo follaje era prácticamente amarillo y marrón, ya. O al menos, lo que restaba de él. Había muchos animalillos pululando por ahí, recogiendo los últimos vestigios de comida para hacer más llevadero el duro invierno. Ada se encontraba también recogiendo los últimos vestigios de su valor para hacer más llevadero el duro invierno de su compromiso. Se había prometido a sí misma que se tragaría todas sus dudas y todo su dolor desde el mismo momento en que conociese a su joven prometido; que sólo sonreiría e intentaría ser la señorita perfecta para que él estuviese satisfecho con ella. Y sin embargo, en aquel momento, junto al criado de otra señora, todos esos sentimientos que había intentado tener bajo control encontraron una pequeña grieta. Pequeñísima. Muy fina. Pero lo suficientemente viable como para poder salir al exterior.
-Es que… -comenzó a hablar, apretando casi imperceptiblemente el agarre sobre el brazo de Break- llevaba toda mi infancia soñando con mi boda. Con que sería un evento maravilloso, lleno de felicidad y alegría. Soñaba con que me casaría con un joven apuesto y gentil y que tendríamos una vida maravillosa y plena. Y sin embargo… sin embargo…
-Os ha tocado prometeros con el hijo menor del ducado enemigo, que es un joven seco y arisco que no os mira con buenos ojos. -Fue esta vez Break quien se detuvo y se colocó frente a ella, tomándole suavemente del mentón con la mano que tenía libre. Ada se ruborizó enormemente ante ese contacto tan íntimo, pero no pudo apartarse-. Mi pequeña y dulce señorita, sois tan ingenua como una rosa que acaba de florecer. Ojalá hubieseis tenido la suerte de poder cumplir vuestro sueño, pero no suele ser algo posible. Y menos para una gran dama como la que seréis algún día. Cuanto antes lo asumáis, mejor para vos y para vuestro tierno corazón. -Le rozó la mejilla con el pulgar y regresó a su posición original, tan sonriente como siempre, retomando la lenta caminata que estaban llevando a cabo.
-Parecéis muy ducho en estos temas -comentó cuando pudo hablar, al fin, después de un rato.
-Ya os lo he dicho, señorita, no sois la primera jovencita noble con la que tengo que lidiar antes de un compromiso.
-¿Os referís a la señora Rainsworth?
-Ah, se me hace tan raro cuando la nombráis de ese modo. Para mí siempre fue la señorita Sharon. Es complicado dirigirse ahora a ella con el título de su madre, que en paz descanse.
-¿Ella tampoco quería casarse con su esposo?
-La señorita Sharon… Es decir, la señora Rainsworth, era como vos. Soñadora e ingenua. Fue… doloroso verla darse cuenta de la realidad. Le habría librado de ello, si hubiese podido.
-Lo supongo. La conocéis desde que era una niña, ¿no es así?
-Yo tenía escasos dieciocho años cuando entré en la casa Rainsworth. La señora Rainsworth me acogió muy amablemente, y la que por entonces era la señorita Sharon, a penas si tenía ocho años. Prácticamente la he criado yo, señorita Vessalius.
-Tuvo que ser duro para vos verla marchar.
Break entrecerró los ojos y sonrió amargamente. Desde que habían comenzado a caminar, iba golpeando el suelo suavemente con aquel bastón oscuro de caoba que siempre le acompañaba. Cuando Ada le dijo aquello, no lo hizo.
-Lo fue. Pero son cosas que pasan, que pasaron y de las que ya no hay vuelta atrás. Vos podéis construiros un futuro tan feliz como el presente de mi señora, no me quepa la menor duda. Sabréis insuflar la alegría en el corazón del joven señorito Nightray, estoy convencido de ello. Es más, si vos no podéis, estoy seguro de que nadie podrá.
Aquellas palabras le hicieron esbozar una pequeña sonrisa, y Break golpeó entonces la tierra con su bastón, satisfecho. Giró en ese momento el rostro, al escuchar un ruido que se acercaba en la lejanía, y señaló al interior del bosque con uno de sus blancos dedos, que sobresalieron por debajo de la manga de su extraña chaqueta.
-Vaya, ¿no es ese su hermano, señorita Vessalius?
Ada dirigió la mirada en la misma dirección, y su sonrisa se agrandó al ver que era cierto. Oz regresaba junto a uno de los hermanos mayores de su prometido, Gilbert Nightray. Se obligó a permanecer quieta en el mismo sitio, aunque tenía ganas de salir corriendo y lanzarse a los brazos de su hermano mayor. Break percibió aquello, y la instó a que caminasen hacia ellos, para así acortar la distancia y que no fuese algo impropio de una dama el regalarle un abrazo. Además, se divirtió mucho con la expresión que adquirió el rostro del joven Nightray al ver quién era el acompañante de la señorita.
-¡Oz! -exclamó ella, separándose de Break y caminando hacia él para refugiarse en sus brazos-. Me alegra que ya estés de vuelta. ¿Cómo ha ido la caza?
-Para mí fatal. Gilbert, en cambio, ha conseguido hacerse con un zorro y unos cuantos conejos. Un excelente botín, como puedes ver.
-Me sorprende que el mejor cazador de los cuatro ducados aparezca sin un solo trofeo -comentó Break inocentemente.
-Tuve un encuentro más interesante en el bosque, pero he de reconocer que me centré exclusivamente en cazar a un pequeño zorro que se escabulló de entre los dedos. Fallo mío, por supuesto. Por cierto, siempre es un placer verle, Break.
-Igualmente, señor Vessalius. También es un placer verle a usted, señor Nightray.
-Buenos días, Break.
-Buenas tardes, más bien. Sin duda hemos sido afortunados al encontrarles. ¿Nos acompañarán en nuestro paseo de regreso a la casa de nuestros generosos anfitriones, señor Nightray, señor Vessalius?
-Claro que sí -se apresuró en responder Oz-, nos dirigíamos al mismo camino, así que no creo que haya ningún inconveniente. ¿Verdad, Gilbert?
-Por supuesto que no. -Por su tono de voz, parecía todo lo contrario.
Ada se separó de su hermano lo suficiente y le tomó del brazo, andando a su lado mientras Break y Oz empezaban a bromear entre ellos, y sobre todo, a meterse con el pobre Gilbert, que había empezado a adquirir un tono de piel muy parecido al color ceniza. La jovencita se dio el lujo incluso de reírse un par de veces, aunque en seguida pidió perdón a Gil, quien la excusó sin ningún problema - a fin de cuentas, estaba más que acostumbrado a ese trato desde hacía varios meses, e incluso años - , y durante un rato, Ada tuvo el regalo de poder olvidar el por qué estaban allí.
Sin embargo, había otra persona que, con cada paso que daba, se hacía más y más consciente de todo lo que le rodeaba, de la situación a la que había sido abocado. Y es que desde que su madre le había comunicado la fecha que había escogido su prometida para la boda, Eliot se sentía cada vez más hundido y de peor humor. Ni siquiera Leo, su criado, podía hacer que aflorase una sonrisa de sus labios. Ni la dulce Rosemary conseguía hacer reír al tío Eliot desde la noche anterior, cuando había montado en cólera una vez más delante de sus padres. Todo para nada. Debía seguir cumpliendo su voluntad hasta la última de sus consecuencias. Gruñó y pateó una piedra al recordar aquello.
«Malditos Vessalius y toda su ascendencia.»
-Pobre piedra, no deberías darle esas palizas, Eliot.
-Calla la boca, Leo. No estoy de humor.
-Últimamente nunca estás de humor.
-Y no es para menos.
El muchacho suspiró y rodó los ojos, ajustándose las gafas mientras cargaba con el rifle de su amo y amigo.
-Creo que lo exageras todo demasiado, Eliot. No es para tanto. Ada es una chica muy bonita y dulce; creo que tu convivencia con ella puede ser buena, pero sólo si pones de tu parte, claro.
-Es una Vessalius.
-Y tú eres un cabezota gruñón. Y sinceramente, me parece que es más complicado sobrellevar lo tuyo que lo suyo.
-Muy gracioso.
-¿Verdad? Anda, haz el favor de bajar un poco esos humos. La chica tampoco tiene la culpa de que la hayan prometido contigo, y esta mañana por poco no la congelas con una de tus miradas.
-¿Y qué quieres que haga, si no me gusta nada la idea?
-Mmm, llámame loco pero creo que a ella le agrada tan poco como a ti. Sólo intenta ser un poco más amable, ¿vale? Para que las cosas sean más fáciles.
El muchacho le miró de reojo, entrecerrando sus ojos azules, y emitió un leve gruñido. No obstante, Leo sonrió, satisfecho, pues sabía perfectamente que acababa de decirle que lo haría. Estaba seguro que si Eliot ponía de su parte, la situación iba a resultar más sencilla para ambos muchachos. Todos intentaban aparentar felicidad en ambas casas, sin embargo, era perfectamente perceptible la tensión que había por todas partes. Por eso, por ejemplo, no podían tener una mañana de caza tranquilamente únicamente los Vessalius y los Nightray; habían tenido que invitar cordialmente a las Rainsworth para que todo fuese un poco menos difícil de sobrellevar. Nadie podía culpar a unos y otros, desde luego. Tantos años de odio acumulado no podían esfumarse en apenas las dos semanas que habían pasado desde que habían anunciado públicamente el compromiso. Sin embargo, era un progreso bastante grande el que ambos duques hubiesen acudido a la cita en persona y que se hubiesen marchado a solas a cazar. Sólo esperaba que ambos regresasen de una sola pieza y no con una bala entre las costillas.
-Mira, ya estamos llegando a la casa.
Eliot suspiró y se obligó a caminar un poco más. El bosque que rodeaba la casa de campo de sus padres no era muy grande, pero llevaban toda la mañana dando vueltas por él buscando animales. Había conseguido cazar un par de zorros; no demasiado, pero lo suficiente como para que su padre y sus hermanos le dejasen en paz. A fin de cuentas, él no era Fred, el heredero del ducado, ni Claude ni Ernest. Ni siquiera Gil o Vincent. Era el más pequeño de todos ellos, y al que menos atención se le prestaba, generalmente. Cosa que agradecía encarecidamente, puesto que no le gustaba en absoluto llamar la atención. Demasiado incómodo le resultaba ser la comidilla del mes entre las mujeres de la nobleza por su compromiso con Ada Vessalius. Por mucho que lo intentaba, le costaba sacar cosas buenas a aquel matrimonio.
«Al menos es guapa.»
Pero claro, eso no iba a solucionar las cosas. Había tratado con ella escasos minutos aquel día, y la había encontrado tímida y estúpida. Se sonrojaba con demasiada facilidad, y seguro que tenía la lágrima fácil. El que fuese agradable a la vista no compensaba todo aquello, puesto que se imaginaba el resto de sus días junto a una mujer que no sería capaz de llevarle la contraria ni una vez. Y eso le exasperaba.
«Hacer de tripas corazón y tragar.» A fin de cuentas, como le había dicho Leo, tampoco debía de ser fácil para ella. Sin embargo, lo cortés no quitaba lo valiente. «Esto va a ser horrible.»
Llegaron al pequeño claro que había frente al edificio y les dieron los caballos a los mozos que ya estaban atendiendo a Gil y Oz Vessalius, que estaba acompañado por su hermana y por el extravagante sirviente de la casa Rainsworth, ese hombre que se hacía llamar Xerxes Break. Su hermanastro se apartó del grupo y se acercó a él, poniéndole una mano en el hombro.
-Me alegra verte, Eliot. ¿Cómo ha ido?
-No sabría decirte. He conseguido lo justo para que no me molesten demasiado. ¿Y a ti?
-Digamos que más o menos lo mismo. Aunque seguramente Ernest no dude en echarme en cara que no ha sido suficiente.
Eliot asintió. No había que ser muy listo para darse cuenta de que a sus hermanos mayores no les gustaban Gilbert ni Vincent.
-Probablemente. ¿Y al Vessalius cómo le ha ido?
-Sé más respetuoso con él, Eliot -riñó-. No muy bien. Al parecer no ha cazado nada.
-Vaya, eso sí que no me lo esperaba. ¿Acaso está perdiendo puntería a la vejez? -sonrió con cierta malicia al decirlo. Leo le dio un codazo bastante disimulado y le sonrió a Gilbert, quien también miró de forma reprobadora a su hermano pequeño.
-No me hagas demasiado caso, pero creo que hoy ha decidido no hacerlo en serio. Conozco un poco a ese hombre y no se le veía demasiado animado con la idea de practicar la cacería hoy. Seguramente sólo habrá venido por pura cortesía.
-Probablemente -emitió un leve suspiro. Afortunado él-. ¿Y padre y Zai Vessalius?
-Aún siguen perdidos por el bosque. Espero que no se hayan matado el uno al otro -dijo, medio en broma medio en serio, mientras rodeaba los hombros de su hermano con el brazo izquierdo-. Anda, acerquémonos al resto. Y por favor, sé más amable con la señorita Vessalius.
----------------
N/A: Bueno, y esto ha sido el primer capítulo. No es demasiado largo porque lo único que pretendía mostrar con él era la situación en la que se encuentran los personajes al comienzo de la historia. Me ha costado un poco decidir dónde iba a cortarlo, pero creo que por el momento es mejor dejarlo ahí =) Espero que os haya gustado y que todo os haya parecido correcto y en su sitio.
Quería aclarar, también, el punto (1) que he dejado por ahí en la historia, no recuerdo exactamente el párrafo.
Puede parecer muy curioso que Sharon haga alusión a que, habiéndose casado un miércoles, su familia haya tenido una vida muy feliz. Al parecer, en la época victoriana era muy importante la fecha en la que la novia escogía casarse, mes y día, puesto que eran muy supersticiosas para ello, como demuestra este pequeño poemita inglés.
Marry on Monday for health,
Tuesday for wealth,
Wednesday the best day of all,
Thursday for crosses,
Friday for losses, and
Saturday for no luck at all.
(Cásate en lunes para la salud
En martes para la riqueza
Miércoles es el mejor día de todos
Jueves para cruces
Viernes para pérdidas, y
Sábado para no tener ni pizca de suerte.)
Del mismo modo, también había meses mejores y peores. Abril, al igual que Noviembre y Diciembre, era de los preferidos, por ejemplo, ya que no coincidían con los meses de mayor actividad en las granjas y en el campo. Al final opté por situarla en diciembre porque están en Septiembre, y retrasarlo hasta Abril me parecía demasiado tiempo. Cierto que es una gran boda y de gran importancia, pero siete meses ya me parecía demasiado, y teniendo en cuenta que llevan ya un par de semanas organizándola.
Pues lo dicho =) Esto es todo por el momento. ¡Seguiré informándoos, pequeños lectores! ¡Muchas gracias por favoritear, dejar reviews y/o simplemente pasaros a echar un vistazo!
¡Un beso!