Título: Ser capaz de dar el brazo a torcer…
Autor:
hikari_worldFandom: The Land of the Dead.
Personajes: Riley Denbo & Slack.
Reto: ‘Terquedad’
Resumen: Riley no quiere mirar a la derecha, porque no soporta la idea de encontrarse con el rostro furibundo de Slack, que le taladra con la mirada. No quiere que le observe con esos ojos oscuros llenos de rabia que no dejan de repetir ‘Te lo dije’.
Palabras: 1.292.
Notas: Tiene un poco de drama, pero nada fuera de lo normal. No habrá ni muertes ni sustos, sólo discusión de matrimonio. Está ubicado muchos años después del final de la película. ¡Espero que os guste!
PD: Yo en mi imaginación superdesarrollada (?) llegué a la conclusión de que Slack es un nombre que se puso ella después del suceso, como Anchor y Pretty Boy. Porque, seamos sinceros, ningún padre llama Anchor a su hijo xD Así que me inventé el nombre de mi queridísima Slack antes de todo esto. Así que si veis que Riley se dirige a ella de otra forma, no os asustéis. No es cannon, pero yo lo utilizo.
¡Besitos de nuevo!
Disclaimer: Los personajes (salvo mis OC’s) de The Land of the Dead no me pertenecen, son propiedad de George A. Romero, y esta es una actividad que realizo sin ánimo de lucro.
El aire sopla frío, y el viento golpea rápido, sobre todo mientras están conduciendo por la carretera. Aunque para Charlie aquello era una auténtica imprudencia, teniendo en cuenta la gran cantidad de podridos que estaban por la zona últimamente, no le había apetecido en absoluto volver de la incursión en el Dead Reckoning. Necesita sentir cómo la luz de la luna le da directamente en los ojos y hace que la noche parezca pacífica y serena. Como si miles de muertos vivientes no les acechasen entre las sombras.
En ese momento, es el único sentimiento positivo que le embriaga. Con las manos firmemente sujetas al volante, Riley no quiere mirar a la derecha, porque no soporta la idea de encontrarse con el rostro furibundo de Slack, que le taladra con la mirada. No quiere que le observe con esos ojos oscuros, que nunca llegan a decidirse entre el verde y el marrón, llenos de rabia, que no dejan de repetir ‘Te lo dije’ silenciosamente. Tampoco quiere darle una excusa para poder expresarlo en voz alta, sobre todo porque no quiere hacer más ruido del debido. No quiere despertar a Susan.
A ella sí que la mira, durmiendo plácidamente en el regazo de su madre, como si no hubiese estado a punto de morir por una de esas criaturas. Tiene la misma piel blanca, los mismos labios gruesos y sonrosados de Slack. Los rizos rubios, heredados de de él, le cubren el rostro, las cejas y las pestañas largas y curvadas, en ese momento juntas, ocultando el color turquesa de sus ojos. Se remueve ligeramente, haciéndose sitio contra el pecho de la mujer, y durante un segundo Riley sonríe con algo de tranquilidad, aunque no le dura demasiado. La culpabilidad le atenaza y quiere llegar para que su mujer le suelte dos cachetadas y le grite hasta quedarse sin voz.
Su deseo no tarda mucho en cumplirse, y pronto ven aparecer la pequeña fortificación que se han hecho con el paso de los años para poder sobrevivir. Dentro les esperan Marie y Pillsbury, que se han quedado juntos para cuidar de Jake, que ha estado sufriendo de fuertes fiebres últimamente. Por eso el primero en bajar del Dead Reckoning es Charlie, que se dirige a ellos a paso firme, con su fusil siempre colgado del hombro. Se quita el sobrero azul, tan propio de él, y se apoya en la puerta del asiento de Slack, observándoles con un cierto grado de alivio. Sin embargo, la preocupación sigue dibujada en su rostro.
-¿Cómo estáis? ¿Ha ido todo bien?
-Charlie, ya deberías estar dentro -dice Riley mientras echa el freno de mano y saca la llave del contacto.
-Lo sé, lo sé. Pero vosotros… La niña…
-Estamos bien, Charlie. ¿Puedes hacerme un favor? -Slack se quita el cinturón de seguridad y abre la puerta, saliendo del coche y tendiéndole a su amigo a la pequeña-. Llévala dentro con vosotros. Riley y yo tenemos que hablar un poco antes de entrar.
Charlie mira a su amigo con el ceño fruncido. Él simplemente niega con la cabeza mientras sale del coche y se guarda las manos en los bolsillos de su ya raída gabardina, indicándole que hiciese lo que Slack le pedía. No demasiado convencido, suspira y accede, cogiéndola con esa delicadeza tan propia de él cuando se trataba de la hija de Riley, y se pierde más allá de la barricada semiabierta que habían levantado para protegerse del exterior.
Slack se relame los labios y cierra con fuerza la puerta del coche, metiéndose las manos en los bolsillos de la chaqueta de cuero que llevaba, rodeando el vehículo para quedar cerca del padre de su pequeña. Él se encuentra con las caderas apoyadas en la carrocería del mismo, observando cómo el cielo sigue oscuro y estrellado, a pesar de que no quedan demasiadas horas para que el sol aparezca en el firmamento e ilumine a todos con su calor, atrayendo a los podridos por todas partes. La joven se coloca a su lado con la vista fija en el suelo, patea una roca y entonces, con el ceño fruncido, le mira con la misma expresión, no de odio, pero sí de rabia, que mantuvo durante todo el viaje del coche.
-¿Por qué no confías en mí, Riley? -Al ver que no está dispuesto a responderle hasta que lo haya soltado todo, Slack bufa y decide continuar. A pesar de que odia esos monólogos-. ¿Acaso no te dije que Susan debía llevar armas siempre encima? Sé que sólo tiene ocho años, pero sabe disparar mejor que yo porque Charlie ha sido su maestro, y si va a venir con nosotros a las incursiones…
-La niña no iba a venir, Slack. -Se sorprende al escucharle hablar, pero supone que le había vuelto a tocar esa vena hiperdesarrollada de un padre que ni siquiera había querido tener hijos-. Se coló en el camión y cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde. Ya sabes cómo es Susan.
-Y precisamente porque lo sé por eso llevo insistiéndote tanto. Desde la primera vez que un podrido se nos coló en casa y casi la mordió. Por favor, Riley, no te estoy pidiendo gran cosa.
Le devuelve la mirada, y Slack tiene que hacer muchos esfuerzos para no dejarse intimidar y enternecer por ella. Parece asustado, contrariado, enfadado consigo mismo y dolido. Sabe perfectamente que adoraba a la niña, tantísimo como ella. Por eso precisamente no puede comprender cómo no quiere que llevase la protección de un arma.
-Es una niña, Susan. -Se estremece al oírle usar su verdadero nombre. Ese que había abandonado después de que el mundo dejase de existir. Ese que sólo utiliza cuando quiere hablar verdaderamente en serio-. Una niña pequeña.
Slack deja caer su cabeza contra el brazo de Riley y le coge la mano, callosa y fuerte, apretándola con fuerza y todo el amor que siente por él, que es inmenso.
-Siempre te he considerado un superviviente, Riley. Un hombre que sabe lo que hay que hacer en el momento adecuado, y sé que sabes que tengo razón, a pesar de todo. Por eso no puedo entender que no quieras darle un arma a nuestra hija. Sé que es una criatura, pero algún día no estaremos a su lado para poder protegerla si aparece un podrido, y entonces te arrepentirás eternamente por no haberme hecho caso -sonríe un tanto irónicamente-. Será la primera vez que te pase algo malo, tipo duro.
Riley esboza una mueca que intenta ser una sonrisa, pero no lo consigue del todo. Es un tema que le araña el alma. Sabe perfectamente que Slack tiene razón en todo, pero no quiere aceptarlo. Quiere proteger a su hija de toda la mierda que les rodea, porque ella es inocente y no tiene derecho a sufrir todo lo que ellos han sufrido. No comprende de dónde le nace ese sentimiento, porque siempre ha sido el más práctico de todos los del grupo. Sin embargo, frente a su hija pierde toda la precaución que le caracteriza y sólo quiere mantenerla a salvo. Darle esa vida que ellos ya han perdido. Pero no puede. No puede porque el mundo está hecho una auténtica mierda.
Al final termina por suspirar profundamente, rodea a su mujer con el brazo derecho y la conduce hacia la puerta de la barricada, donde Pretty Boy les espera para cerrar y aislarse del mundo nuevamente.
-Déjame que lo consulte esta noche con la almohada y mañana te daré una respuesta definitiva.
Slack sonríe de lado, porque sabe que ha ganado un punto más, por mucho que a él le pese. Tanta insistencia terminará dando sus frutos, tarde o temprano. Lo único que espera que sea antes que después.