Autor:
hikari_world Fandom: Land of the Dead.
Claim: Riley Denbo / Slack.
Tabla:
MisteriosaTema: #13 - Cerrado.
Título: Sin vuelta atrás.
Resumen: A pesar de verla tumbada en la cama frente a él, ahora que estaban a salvo dentro del piso de un bloque de apartamentos que habían ocupado unos pocos supervivientes, seguía notando cómo le temblaban las manos y le costaba respirar. Había estado a punto de perderla para siempre. Y eso le estaba quemando por dentro.
Advertencias: Post-película. Lenguaje malhablado. Sexo. Mención de personaje inventado que probablemente permanezca en mis historias.
Notas: Sí, debo de ser una salida, pero es que la relación de estos dos, para mi gusto, está muy basada en el sexo. Evidentemente yo creo que luego - como bien expongo - evoluciona a cotas más altas y sentimientos más profundos, así que prometo sobre todas las cosas que habrá más cosas a parte del sexo xD
#13. Cerrado.
- Te quiero, Riley.
Aún resonaba en su cabeza con la misma fuerza con la que había retumbado en sus oídos a través del pequeño walkie con el que se habían comunicado mientras la colonia a la que habían accedido se llenaba de podridos, y la posibilidad de ir hacia ella para salvarla se hacía cada vez más y más imposible. Aún sentía la angustia agolparse en su pecho, y los dedos firmes de Pillsbury y Charlie en sus hombros y brazos para no saltar del Dead Reckoning e ir a buscarla entre toda esa masa de carne muerta. A pesar de verla tumbada en la cama frente a él, ahora que estaban a salvo dentro del piso de un bloque de apartamentos que habían ocupado unos pocos supervivientes, seguía notando cómo le temblaban las manos y le costaba respirar.
Había estado a punto de perderla para siempre. Y eso le estaba quemando por dentro.
Se masajeó las sienes y miró a través de la ventana. El panorama no era tan desolador como al comenzar el día. Los residentes del lugar habían conseguido armarse, y a pesar de todas las bajas que habían tenido, estaban, poco a poco, echando a los podridos. A pesar de su insistencia en que no participasen en el evento, Charlie, Pretty Boy, Pillsbury y Anchor estaban en la retaguardia, cubriéndoles el trasero a los demás. Él había estado a punto de unirse a ellos, visto lo visto, pero Marianne, la joven doctora amiga de Charlie por la que Slack había arriesgado su vida, se lo había impedido.
“Quédate con ella”, le había dicho, “porque te necesita más que el resto de nosotros.”
El pecho de Slack subía y bajaba constante y firme. Dormía, debido al calmante que le habían administrado horas atrás. Nada demasiado fuerte, probablemente pronto despertaría. Y aunque una parte de su ser estaba deseando que lo hiciese, la otra estaba completamente aterrorizada.
- Te quiero, Riley.
¿Cuánto hacía que no escuchaba esas palabras de la boca de una mujer? En su vida anterior había tenido un par de novias, lo habitual, todas con sus frases bonitas. Desde el día en que las perdiese a ambas, las demás que habían pasado por su vida habían buscado lo mismo que él en ellas: sexo. Quizás alguna relación se había hecho algo más profunda que la otra, pero nunca había pasado de la mera atracción física. Slack le quería. Estaban hablando de sentimientos profundos. De amor. Riley ni siquiera estaba seguro de recordar lo que eso implicaba, lo que se sentía. Quizás él también la quisiese, o quizás sólo fuese la posesividad que despertaba en él. No lo sabía. Lo único que en ese momento le importaba es que estaba sana y salva, frente a él.
- Mmmm…
Empezó a moverse un poco, y lentamente separó los párpados, respirando con profundidad. No había terminado de hacerlo y Riley ya estaba a su lado, sentado en el borde de la cama, observándole con una extraña mezcla de emociones en los ojos, que de pronto habían dejado de parecerle tan poco expresivos.
- ¿Estás loca?
- Yo también me alegro de verte, Riley. - Se incorporó como pudo y se apoyó en el cabecero de la cama-. ¿Dónde estamos?
- En un apartamento. Repito, ¿estás loca?
- No más de lo habitual.
- ¿Por qué coño te has arriesgado tanto?
- Marie necesitaba ayuda.
- Se trata de una desconocida, Slack. Has arriesgado tu vida por una puta desconocida.
- No es ninguna extraña. Es la chica que curó a Charlie, su amiga. Y la mía también. - Había algo en su mirada que indicaba que no tenía intención de seguir discutiendo al respecto. Pero Riley no estaba dispuesto a darle esa concesión.
- Me da exactamente igual, Slack. No vuelvas a hacer algo así.
- Vale, me he perdido algo. ¿Desde cuándo eres un capullo como Kaufman, Riley?
- No soy ningún capullo. Sólo me preocupo por ti.
- El Riley que yo conocí se preocupaba por las personas.
- Hasta que acabé harta de ellas, Slack. No tengo intención de hacerlo nunca más a no ser que se trate de alguno de vosotros.
- Marie ya es casi una de nosotros, Riley.
- ¡No te tomes esas licencias, maldita sea! Déjalo, ¿vale? Sólo déjalo ya. No vuelvas a hacerlo y punto.
Slack permaneció unos segundos en silencio, abrazándose a sus propias rodillas, con la cabeza apoyada contra la madera fría. Había algo dentro de ella bullendo con fuerza, algo que sabía que era lo que estaba taladrándole a Riley las ideas y no le dejaba pensar con claridad. Y se sentía jodidamente culpable. Se lo había dicho porque era un momento de desesperación, porque no sabía si saldría viva de esa mierda y quería que al menos lo supiese, porque merecía saberlo. Por si acaso. Pero ahora que había que enfrentarlo era mucho más difícil para los dos.
- Mira, Riley, siento haberte dicho eso antes. Pensé… que quizás no lo conseguiría y si era así, si no te lo decía, sería lo último que me echaría en cara antes de morir. Pero no tienes que darle vueltas. Comprendo que no sientas lo mismo o que no quieras sentirlo. Sólo… - suspiró-. Creo que entiendes lo que quiero decir…
Él le mantuvo la mirada todo el tiempo, pero Slack no pudo soportarlo. Cuando terminó de hablar giró el rostro, buscando huir de él. Riley le puso la mano derecha en la cara, libre de sus guantes, y le acarició la mejilla, obligándola a volver los ojos hacia él. Parecía muy sereno en esos momentos, mucho más que segundos antes. Ella se quedó completamente sin habla, como cada vez que le dedicaba una mirada semejante a la de ese momento. Era parte de esos pequeños detalles que le había comentado a Marie que hacían que se derritiese cada vez que estaba con él, prácticamente desde el primer momento en que se habían conocido.
- Cuando me dijiste aquello a través del walkie… Sentí un nudo en la boca del estómago, y mi primer impulso fue saltar del Dead Reckoning para ir a buscarte, pero Pillsbury y Charlie me lo impidieron. Prácticamente tuvieron que pegarme contra la pared para que no les derribase y fuese a por ti. Slack, no sé si es amor, pero no quiero volver a pasar por esto. Por favor.
No debería haber sido suficiente, sin embargo, viniendo de él, para ella, fue como si le hubiese puesto el mundo en las manos. Asintió con la cabeza y se enganchó a su cuello, sintiéndose protegida. Riley la apretó contra su pecho y disfrutó de su calor durante varios minutos, soltándole el pelo - que comenzaba a crecerle poco a poco - y acariciándole la nuca suavemente, rodeándole el piercing con los dedos. La idea de perderla le volvía absolutamente loco, y lo peor era que no creía encontrar palabras suficientes como para poder describírselo. Se separó lo suficiente como para poder besarle en la comisura de los labios y en la propia boca. Al hacerlo le pareció sentir de nuevo el nudo, los nervios, la angustia, una especie de tirón en el bajo vientre, y su voz le resonó de nuevo en los oídos.
- Te quiero, Riley.
La rodeó por debajo de los brazos con los suyos y profundizó el beso muchísimo más, sorprendiéndola. Sin embargo, ella no se apartó ni un ápice.
- Te quiero, Riley.
La fue empujando sobre la cama con más lentitud de la que creía que podía llegar a tener ese momento, porque todo, absolutamente todo su cuerpo estaba vibrando como no recordaba haber sentido nunca jamás. Le atrapó la cara con las manos e hizo que sus lenguas diesen vueltas por el interior de su boca, mordiéndole los labios cada vez más deprisa y más fuerte, como si fuese a desaparecer en cualquier momento de su lado. Slack intentaba responderle con la misma intensidad, pero sentía que se ahogaba bajo el cuerpo de Riley y la pasión que parecía consumirle.
- Te quiero, Riley.
No paraba de escucharlo en su cabeza. Slack le quería. Le quería. En ese tipo de mundo. En ese tipo de situación en la que sólo la supervivencia era importante. Le hacía tener ganas de vivir otra vez. Le quería. Le quería. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero.
Slack gimió con fuerza al notar cómo lo dedos de Riley se perdían más allá de sus pantalones sin dejar de morderle el cuello, y se encogió prácticamente de forma inconsciente, de modo que él buscó el recolocarse entre sus piernas, casi con impaciencia. Prácticamente le arrancó la ropa mientras se desvestía a sí mismo, sin dejarle mucha opción a hacer otra cosa que no fuese languidecer sobre el colchón, jadeando, luchando por respirar. Se sentía algo sobrepasada por la impetuosidad con la que le estaba tocando, arañando, moviéndose sobre su cuerpo, intentando abarcar cuanto fuese posible de toda ella.
- Te quiero, Riley.
Volvió a situarse entre sus piernas y la penetró, aferrándose a sus rodillas para poder moverse dentro y fuera de ella. Se sintió morir de placer al notar la humedad de Slack rodeándole. Había estado a punto de perderla ahí fuera. De dejar de notarla así, como nadie más lo haría nunca más. De besarla. De olerla. De verla sonreír cada vez que se metía con él jugueteando en la cama para ponerle cachondo otra vez y hacerlo de nuevo. De quedarse dormido sintiendo su calor.
- Riley…
Los dedos de Slack le acariciaron las mejillas húmedas, y fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba llorando. Se acercó a ella y dejó que lo abrazase mientras continuaba haciéndole el amor. Despacio y deprisa. Despacio y deprisa. Quería terminar pronto y al mismo tiempo permanecer cuanto le fuese posible dentro de su cuerpo. Las manos de su amante se perdían por todas partes, arañándole la espalda, los costados y los hombros, buscando aferrarse a él de forma más fuerte. Intensa.
Enterró el rostro en su cuello a la hora de hablar de nuevo.
- Te quiero, Riley.
Los pelos de la nuca se le erizaron. ¿Por qué no podía responderle? ¿Por qué sólo podía moverse y notar las lágrimas resecándose en su rostro? La besó con fuerza y ella le rodeó la cintura con las piernas, haciendo mucho más fácil todo. Continuó susurrándoselo al oído cuando separaron los labios, disfrutando tremendamente al sentirle temblar con cada nueva vez, hasta que notó cómo volvía a correrse dentro de ella, cayendo prácticamente desplomado sobre su pecho blanquecino, ahora enrojecido por los mordiscos. Slack se entretuvo jugueteando con los rizos cada vez más largos de Riley, esperando a que se tranquilizase un poco para poder hablar con él de nuevo.
Se separó de ella lo suficiente como para quedar sobre su cuerpo, usando los brazos como apoyo para poder mirarla desde donde estaba. No se cortó un pelo en terminar de limpiarle el rostro, sonriendo de forma tranquila.
- ¿Estás mejor?
- Sí.
- Bien. - Le besó en una mejilla y observó cómo se dejaba caer a su lado, encogiéndose junto a su costado y observándole cómo cerraba los ojos y comenzaba a respirar cada vez más despacio, hasta que se normalizó.
- No vuelvas a hacerme esto. - La miró desde donde estaba, sin ponerse de lado, y Slack asintió con la cabeza, todavía con la misma expresión en el rostro-. Y quita esa cara, anda.
- Eres un aguafiestas.
Intentó echarse sobre su cuerpo en un amago de pegarle, pero Riley le atrapó ambos brazos por las muñecas y se quedaron forcejeando unos segundos muertos en los que consiguió hacerle sonreír, aunque fuese por diversión. Luego la soltó y ella se recostó sobre su pecho, dibujando círculos con el dedo índice. Riley le pasó el brazo por encima y le acarició la columna con el pulgar.
- Intenta dormir un poco.
Slack se recolocó y asintió con la cabeza, cerrando los ojos y permitiéndose el lujo de relajarse, como siempre que dormía con él. Fuera, los ruidos empezaban a cesar, y los disparos también. Riley fijó la vista en el techo y respiró profundamente. No sabía si realmente la quería como ella a él, pero si no era así, no debía de restarle demasiado. Se acababa de cerrar, frente a él, una puerta que hacía mucho tiempo que se había propuesto no volver a cruzar.
Maldita niña.
Sonrió levemente al escuchar la respiración acompasada y pesada de la chica y acomodó su cabeza sobre la de ella. La puerta de la habitación estaba cerrada desde dentro, así que quizás también podía darse el lujo de descansar un poco más.